De letras y dibujos.

Se puede saber mucho de un niño o una niña a través de los trabajos en clase, y no me refiero a si han estudiado o saben poner la ese de la tercera persona en inglés. Se ven muchos pequeños datos en un dibujo de la familia (¿cuántos dibujos de la familia habré mandado hacer en mi vida?) en el que falta el hermano pequeño “porque está en casa”, cuando el dibujante en cuestión lleva meses actuando de manera extraña en clase por los celos que le causa el hermanito nuevo. Los dibujos dicen mucho. Figuras con cuerpo incompleto en una edad en la que tienen madurez para hacer la anatomía correcta hablan de faltas, de inseguridades, de carencias afectivas simbólicas y no tan simbólicas. Niños que no hacen bocas, o que cuando las hacen están siempre tristes. Niñas que dibujan en negro y hacen los rasgos de la cara en rojo, gestos enfadados en los adultos que les rodean. Pequeños y pequeñas que no dibujan brazos, signo de la comunicación. ¿Qué es más visual que el movimiento de una mano cuando hablamos? Dejarse las manos dice mucho. Igual que no poner bocas. 
Con los mayores me fijo en la letra. Algunos clavan el lápiz como si el papel fuera el culpable de algo, casi hasta romper la página. Su letra es gruesa, sucia, apenas legible, igual que su comportamiento brusco, respondón, agresivo, orgulloso. Otros, otras, hacen una letra tan perfecta que da casi pena corregirles. No hay ni un rasgo que se salga de su sitio, todo es correcto, todo está limpio. Una sola marca roja en el papel desfigura un dibujo perfecto si no fuera por esa ese que falta, esa coma que se han dejado. Y se hunden. Porque su mundo es de perfección, como su letra, y no aceptan el error, la falta. He visto llorar a niños y niñas con esta letra por una nota baja en música. Su umbral de fracaso es cero. Su nivel de aceptación del error es inferior a cero. Si no pueden llegar a la perfección, mejor no hacerlo.
En clase todo suma y ningún detalle pasa desapercibido. El comportamiento, las notas de los exámenes, las charlas con los padres y madres son solo una parte de la información que recibimos. Se sabe mucho con los trabajos de los niños y niñas. No tanto, quizás, como hablando con ellos, pero se sabe mucho. Casi tanto como viéndoles jugar en el patio.