Tesoro

Ella es joven, jovencísima, quizás no tanto en términos absolutos pero sí para sostener a una niña de unos dos años en brazos. Se para a mirar unas cortinas, las toca, se interesa, y al tiempo que deja a la niña en el suelo llama a alguien que se le ha adelantado por el pasillo del Leroy Merlín.

--Tesoro, ven un momento.

Yo me quedo quieta, pensando que no puede ser, que no puede tener otro hijo, menos aún uno lo suficientemente mayor para adelantarse por su cuenta y obedecer a la primera a aquella llamada tan dulce, sin alzar la voz. Me doy la vuelta para mirarla con disimulo mientras finjo interés en unas sábanas que no necesito, y entonces aparece Tesoro, que resulta ser un tiarrón con tatuajes en ambos brazos y cara de partirle la cara a cualquiera que le llame tesoro, a excepción de la mujer que le ha llamado. Él se acerca, y escucha a la mujer/niña, y comenta sus preferencias por las cortinas de al lado, las que ha visto con un solo ojo porque el otro está pendiente de la cría de dos años que corretea entre taladros. Y yo me alejo, porque ya he visto bastante y he vuelto a cometer el error de juzgar a la gente al primer vistazo.

Y entonces pienso en todas esas veces que ponemos motes a la gente sin darnos cuenta del daño que hacen, y en esas pocas veces en que acertamos de pleno con los apelativos. Y me pregunto, mientras busco las sierras de calar que usa el de Bricomanía en todos sus programas, cómo llamará Tesoro a la que ha sabido ver la joya que él esconde dentro, y para qué demonios quiero yo una sierra de calar si ni siquiera sé lo que es "calar".

Irlanda, o el clima que produce moho entre los dedos de los pies.

Cliffs of Moher
Llevo años queriendo ir a Irlanda, y hablo tanto de ello que hay personas que creen que he estado allí varias veces. No sé si es porque es de las pocas comunidades anglófonas que habitan en Vitoria (en formato bar irlandés, se entiende), o por eso de que soy vasca y hay buen rollito entre nos, o porque este año me ha tocado estudiar toda su historia y me tenía por experta (aunque más tarde descubriera que no tenía ni pajolera idea). Sea como sea, lo importante es que por fin he podido ir, y lo que es aún mejor: he ido gratis. Bueno, gratis no, porque en realidad me ha costado la paga extra de diciembre, pero me lo ha pagado el Gobierno Vasco porque he ido para un curso de formación del profesorado. Que si llego a saber que me iba a costar la paga, exijo ir en primera clase y en vuelo directo, y no con una escala en París que nos tuvo todo un día viajando. Pero no nos quejemos demasiado.
Kinsale, pueblecito de postal dirigido a los turistas.

El hecho de que fuera un curso puso la guinda al pastel. No solo he conseguido ir a Irlanda, sino que he ido con un grupo de gente que tenía un nivelazo de inglés y en el que ha habido buen ambiente desde el primer día hasta el último; he tenido profesoras nativas que me han hablado de la cultura irlandesa de verdad, no de lo que enseñan los libros y la wikipedia; y encima he vuelto con la maleta llena de ideas para el curso que viene (que va a ser todo un reto por cuestiones que no vienen al caso). Y todas estas variables, aunque parezca que no hay relación, han dado como resultado que me haya puesto de cerveza hasta las orejas.

El mayor monumento de Cork:
Rebel Red Pale Ale
Juro que no ha sido culpa mía. Yo quería ver paisajes, pero la profesora nos ponía de deberes que habláramos con los lugareños, que escucháramos música tradicional en directo, que viéramos bailes típicos... Y claro, eso allí se hace en los pubs, y nosotras, que somos muy buenas estudiantes porque somos muy buenas profesoras, obedecimos al instante. Que sí, que también vimos Cobh, y estuvimos en el museo del Titanic, y en Kinsale, y besé la dichosa piedra de Blarney, que dicen que da el don de la elocuencia, pero la experiencia me dice que para hablar inglés con corrección lo mejor es una pinta de medio litro después de otra pinta de medio litro. Que hasta conseguía entender a los lugareños el último día, y eso, como os puede asegurar cualquiera que haya estado en Cork o alrededores, es todo un logro, que hasta los mismos irlandeses se ríen de su acento (creo; aunque sean de Dublín, siguen siendo incomprensibles).

Ah, sí, también había piedras con Oghams,
un antiguo modo de escritura.
¿Quién fue el lumbreras que llegó a la conclusión
de que las rayitas que se ven en la piedra
eran letras?
Eso sí: que alguien regule el termostato sobre la isla, por favor. De quince días, tuvimos dos de buen tiempo: el sábado que vimos Cobh y el día que nos marchamos. Incluso ese día que pasamos un poco de calor (énfasis en "un poco"), llovió. Cayó algo de lluvia todos, todos los días que estuvimos allí. Solo os diré que en algunas tiendas vendían musgo irlandés como recuerdo. No miento.


Universidad de Cork. Ríete tú de Oxford.

Pero a pesar del moho detrás de las orejas, ha valido la pena. Habrá que ahorrar para ir otra vez; quizás con la paga extra de Navid...

Uy, no, espera. Nada. Que muy bonito, Irlanda.

El retonno


Entrada tonta para decir que he vuelto, que he estado fuera pero no he querido anunciarlo a los cuatro vientos (como he hecho otras veces) por si los cacos y eso, y que vuelvo más cansada de lo que me fui. Que sí, que Irlanda es muy bonito, pero cuando tienes que asistir a clase cinco horas al día, como que no ves todo lo que deberías. Aun así vuelvo con ganas, con las pilas (mentales, creativas) cargadas, aunque con ganas de descansar. Piscina, libros y tes irlandeses con leche y azúcar para los días de lluvia. Y escribir, eso siempre.

Espero volver pronto con algo que contar.