Cuando la literatura se reducía a un par de cientos de obras, la idea de relectura tenía una potencia descomunal, y un alcance equiparable. Al haber más espacio en las personas para leer, puesto que no estaban atiborrados de mensajes y obras como nosotros, releer permitía efectivamente acceder a una comprensión sumamente profunda. Ahora es una práctica poco probable, poco rentable, poco posicionadora en un universo de abarcadores extensivos y escasamente intensivos.
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martes, 16 de agosto de 2016
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