-Sólo pretendía decir -dijo el Dodo ofendido- que la mejor forma de secarse es organizar una carrera electoral.
-¿Es una carrera electoral? -preguntó Alicia, al ver que el Dodo se había quedado callado, esperando que alguien le hiciera aquella pregunta que nadie le hacía.
-Bueno -dijo el Dodo-, ¡es mas fácil de hacer que de decir!
(Y como me imagino que a alguno de ustedes le gustaría aprender cómo se hace, sobre todo si alguna tarde de invierno están aburridos, se los explicaré como lo hizo el Dodo)
En primer lugar, trazó el recorrido de la carrera en forma de círculo (aunque -como dijo- la forma del circuito es lo de menos), y a continuación, situó a todos los participantes a lo largo de todo el recorrido. Nadie dio la orden de salida (eso de... a la una, a las dos y a las tres, ¡ya!), sino que cada uno empezó a correr cuando quiso y se retiró cuando le vino la gana, así que era bastante difícil saber cuándo se acababa la carrera. Después de una media hora de carrera, cuando ya todos se habían secado, el Dodo dio la orden de llegada: "¡Fin de la prueba!"
Los participantes, aún resoplando, se congregaron en torno al Dodo para preguntarle:
-Pero, ¿quién ha ganado?
Cuestión peiaguda que el Dodo no supo contestar sin haberse entregado unos momentos a la reflexión. Adoptando la postura de Shakespeare, con un dedo apoyado en la frente, tal como aparece en los grabados, el Dodo se entregó a profundas cavilaciones mientras el resto de los animales aguardaban expectantes. Por fin, el Dodo sentenció:
-Todo el mundo ha ganado y por tanto, deben recibir premios.
-Pero entonces, ¿quién dará los premios? -preguntaron a coro los demás animales.
-Ella, naturalmente -dijo el Dodo, y señaló a Alicia.
Todos los animales se dirigieron hacia ella y, apretujándose a su alrededor, gritaban:
-¡Premios! ¡Queremos premios!
La pobre Alicia no tenía ni la más mínima idea de lo que se podía hacer en esa situación. Metió, apuradamente, la mano en el bolsillo y se encontró con una caja de confites (que el agua del mar parecía no haber estropeado), y los repartió entre los participantes coo si fueran premios. Afortunadamente había uno para cada uno.
-¡Pero ella se ha quedado sin premio! -protestó el Ratón.
-hay que darle un premio a Alicia -dijo el Dodo solemnemente.- Vamos a ver, ¿qué más tienes en los bolsillos?
-Sólo tengo un dedal -dijo la niña con tristeza.
-Entonces, dámelo a mí- dijo el Dodo.
Los animales se apretujaron de nuevo a su alrededor, mientras el Dodo se dirigía a ella y le decía:
-Te suplicamos, distinguida amiga, que aceptes este elegante dedal que te ofrecemos.
Al terminar esta breve alocución, todos los animales la vitorearon con entusiasmo.
A Alicia todo aquello le resultaba completamente absurdo, pero los animales parecían tomárselo tan a pecho, que la niña no se atrevía ni a sonreir. Tomó en la mano el dedal que le ofrecía el Dodo y procuró mantener la compostura.
Llegó la hora de comerse los confites, lo cual dio lugar a batante ruido y una cierta confusión. Resulta que los pájaros grandes se quejaban de que los confites, como eran tan pequeños, no tenían gusto a nada, mientras que, para los pájaros pequeños, los confites eran tan grandes, que se atragantaban al tragarlos, y había que darles alguna palmadita en la espalda. Por fin se acabó el convite y se sentaron todos de nuevo, formando un círculo, y le pidieron al Ratón que contara alguna historia.
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viernes, 26 de junio de 2009
171
Esto es extraído de Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll. Aunque parezca escrito hoy, o en algún momento entre el comienzo de esta campaña electoral y hoy, lleva unos buenos años de movilizar cráneos el texto. Al momento de darse éste diálogo, Alicia estaba empapada en sus propias lágrimas.
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Elecciones argentina 2009
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