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miércoles, 21 de abril de 2010

464

¡Y ahí está, gente, ahí está! Desde finales del siglo XI o principios del XII que tenemos la clave para entender este asunto tan costoso para nuestros oídos estilizados...
Siguiendo con la mala onda a la Iglesia, ahora desde el lado del elitismo musical, y si cantamos a coro el nacionalísimo "la cumbia es una mierda", y el germanísimo "Dios ha muerto", del que dice Onfray que "las bolas, putos, no ha muerto un carajo", encontramos en esa mixtura un punto en común: "El martirio de San Esteban" (o La lapidación de San Esteban).
En esa obra claramente se perfila de manos (sic, manos) de Dios uno de los pasos más peculiares de la danza de este ritmo de frondoso prontuario que se dio por denominar Cumbia Villera. ¿Más claridad?





Hay rastros de mi persona de carne, hueso, cemento y madera, y plástico, y, bueno, eso, cuerpo y habitación. Sobre eso no vale comentar.
Y para entretenerse un rato, algo fantástico... esas glorias poco difundidas por estos lares, cumbia empeyotada (si les gusta, y a riesgo de ustedes de infringir las leyes de propiedad intelectual de su país, yo no, los links no me pertenecen señor policía oohhhahhhhhpuuumpaafff, eso, en este link el disco completo):

martes, 20 de abril de 2010

463

Cedo la palabra a Michel Onfray, citando un pasaje de su Tratado de Ateología:
Materializar la histeria.
(...) Lo que podemos decir es que en la época en que supuestamente aparece Jesús abundaban los individuos de su clase, profetas furibundos, locos iluminados, histérios convencidos de la superioridad de sus verdades grotescas y vaticinadores de múltiples apocalipsis. La historia de aquel siglo exaltado incluye numerosos casos de esta índole; (...) la desaparición anunciada generaba miedos a los que algunos indiiduos respondían con proposiciones francamente irracionales.
A orillas del Jordán, una región conocida por Jesús y sus apóstoles, un personaje llamado Teudas se creía Josué, el profeta de las salvaciones anunciadas y también el étimo de Jesús... Procedente de Egipto, su tierra natal, con cuatro mil seguidores decididos a luchar a muerte, quería destruir el poder romano y pretendía poseer la facultad, por medio de la palabra, de dividir las aguas de un río, con el fin de permitir el avance de sus tropas, para luego acabar de una vez por todas con el poder colonizador. Los soldados romanos decapitaron al Moisés de segunda clase antes de que pudiera demostrar su talento hidráulico.
Pobrecito éste Josué. El ingenio del señor Onfray no adolece de falta de sentido del humor. Un librito más que interesante (con sus detractores armados de cruz y librito, claro), justo para leer cuando estás hasta los huevos de cristianismo, y, de paso, estás cursando Historia Medieval en la facu. Psicopié del día.
 

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