Poder comprar libros no significa leerlos, lo cual desliza una suerte de posible tendencia a la holgazanería intelectual. La tragedia está en que querer leerlos no garantiza poder acceder a ese material. Como dijo alguna vez un amigo, imaginemos cuántos Roger Federer nos perdimos debido al costo de una raqueta. Valga lo mismo para las ciencias y las artes.
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martes, 24 de enero de 2017
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