24/11/09

Palabras Hazules


Historia de Calfucurá

Entonces lo llevaron a Buenos Aires. Entonces cuando llegó le preguntó el presidente por qué tenía tanto poder. "Éste es el virtú que tengo que me ayuda. Tengo en la mano mi piedra". Le dijeron: "¡Déjeme su piedra!". "Bueno", dijo Calfucurá. Dejó su piedra. La dejaron encerrada en una caja de fierro. Entonces dejaron encerrada la piedra. Se volvió Calfucurá. A los tres días llegó la piedra. Cuando estaba saliendo la piedra, empezó a mover la casa, pero ellos no se dieron cuenta. No sabían por qué había movido la tierra. Cuando llegó la piedra, encontró a su amo. Ahí se ganó la piedra, se puso debajo del sobaco, allí entró la piedra. Llegó el que la seguía. Le preguntaron, le dijeron: "¿Llegó su piedra?". "No llegó", dijo. "Más bien se escondió".

(R.E., Ancatruz, Neuquén) en GOLLUSCIO, Lucía (2006), El Pueblo Mapuche: poéticas de pertenencia y devenir. Bs As, Editorial Biblos.


...

(27/10)

Leo un par de poemas mapuches bilingües y las palabras en mapudungun vibran en la página contigua. Un leve temblor, un frío ancestral corre por mis huesos; quizá son las palabras Hazules del sur. Es un viento que, donde sea que yo esté, siempre me va a arrastrar un poco hacia el sur.



22/11/09

Días como éste (5)


... domingos: tan repetitivos, que calificarlos así resulta una tautología o un lugar común. No queda más que leer diarios viejos - quizá un vano intento de escapar al tiempo -, mirar cómo se seca la tierra en las macetas o adivinar los nombres de los pequeños transeúntes que se divisan en la plaza. Creo que ya hice eso otro domingo, nosécual; quizás estoy desescribiendo estas palabras pero no me doy cuenta. Mejor voy a lavarme la lluvia-de-ayer.
Si tengo suerte, otra lluvia vendrá a lavarme el hoy.

16/11/09

Crónica de un instante en las Halturas


(*)



Fue necesario llegar hasta - la que me pareció - la piedra más alta; ahora lo sé. Sólo así he podido sentir en el eco de tu vuelo un susurro en mi memoria, como si numerosos vientos aleatorios me hubieran empujado hacia aquí para verte en la distancia.

Pero fue hace algunos años que ya no importan en un zoológico que tampoco importa, cuando te vi por primera vez. Te habían fabricado una montaña de mentirita con piedras sin vida y un arbolito gris, de esos que fallecen a solas en las esquinas. Un envoltorio de alambre olímpico te protegía de la libertad y los cables de luz, tan peligrosos para los pájaros. Dormías sobre una rama y yo no pude evitar un dejo de decepción; es que ya tenía listos la cámara fotográfica y los pochoclos. Entonces todo sucedió en un instante; me gusta pensar que nadie más pudo verte. Quizás los demás visitantes se habían ido a fotografiar a los monoarañas o a comprar más pochoclo. En ese momento - ya despierto para siempre en mis retinas - desplegaste las alas como quien abre un Habismo en el tiempo y una noche súbita se extendió por toda la jaula. De pronto todos los demás fuimos los prisioneros, por siempre aferrados al suelo y a nuestras maquinarias, inútiles cazadoras de luz. Mientras yo me sentía más-hombre-que-nunca, me miraste apenas de lado, desde tu envergadura.

- Soy un cóndor - me dijiste. Jamás lo olvides, hombrecito - agregaría yo, tiempo después.

Desde esta piedra-que-late puedo ahora divisarte una vez más, varios metros más arriba, dibujándome. Me gusta pensar que sos el mismo cóndor, y yo soy el mismo yo, porque de alguna manera somos partículas del mismo polvo que el viento distribuye o el río pierde. Nuevamente me llenaste la mirada de silencio; dentro de mí vuela un pájaro de sangre, lleva tu nombre eterno que jamás termina de pronunciarse,
cóndor
cóndor

cóndor.
Sé que cuando escriba nuestra historia habré de perderte para siempre. Mientras tanto no te olvido, aunque todo este paisaje me esté olvidando a mí.


(Balcón Sur, Quebrada del Condorito)



antü | trece



(*) La foto es sólo ilustrativa (?) y pertenece al Volcán Batea Mahuida, cerca de Aluminé, Neuquén.

5/11/09

Los rompenueces

y sí, seguimos con los cuentitos, vio (?)


Éramos pobres en esa época y no teníamos otra cosa que comer más que nueces. Aunque el nogal del patio las suministraba en abundancia, teníamos que pelearnos con los pájaros por ellas. Como teníamos imaginación, preparábamos una gran variedad de comidas: nueces tostadas, pan de nuez, sopa de fécula y nueces, turrón de nueces, nueces en almíbar, mermelada de nuez, licor de nueces; y así, hasta que la palabra nuez perdía sentido.


Cuando se nos rompió el cascanueces estuvimos en problemas y ya no pudimos pelar los codiciados frutos. Entonces pasamos hambre durante un par de días hasta que mi hermano tuvo una gran idea. El plan consistía en colocar cuidadosamente la nuez en el marco de la puerta y, acto seguido, cerrar la puerta con velocidad, fuerza y decisión. Salvando lo engorroso de recoger los pedacitos de cáscara esparcidos por todo el piso, la idea era efectiva. Y la pusimos en práctica de inmediato.
Desde el patio se escuchaban portazos y ruidos de cosas que crujían. Los vecinos debían pensar que discutíamos todo el tiempo, pero en realidad comíamos nueces.



antü | 27