Perdona si últimamente hemos perdido un poco el contacto, pero mis deberes como justiciero del bien me han tenido en estos días mas que ocupado.
Te tenía acostumbrado a explicarte, con mas o menos rigurosidad, lo que me sucedía semana tras semana en mi nueva vida como superhéroe y la llegada de ciertos peligros para los habitantes de Torontontero, y de la humanidad en general, me lo han impedido totalmente.
Sabes que estamos en Navidad, fiestas donde el amor y la armonía, la felicidad y la alegría, los regalos y las interminables comilonas, copan cada una de las casas del plantea. Pero también un terrible peligro acecha durante estas fiestas: los niños!
Sí, sí, esas criaturas de baja estatura, mirada inocente, curiosidad inacabable... Pero no nos engañemos, estimado amigo, bajo esas frágiles apariencias se escondes unos terribles depredadores, unas maléficas mentes capaces de las mas atroces acciones que harían temblar hasta a mi archi-enemigo Morcillus.
Pues bien, durante buena parte del año, estos especímenes de equivocadamente poca peligrosidad, estas recluidos en unos centros de alta seguridad donde un personal altamente preparado, conocidos como “Maestros”, centran toda su energía en controlar tal malvadas mentes e intentar transformar a estas temibles criaturas en “personitas” de provecho. Pero con la llegada de la navidad, estos centros cierran sus puertas y dejan en libertad a los especímenes NIÑOS. Y es aquí donde tenemos el problema. Durante horas y horas, estas criaturas campan a sus anchas haciendo lo que les viene en gana, provocando mil y un alborotos, destrozando lo que encuentran en su camino, gritando y “perreando” cuando no consiguen aquello que desean.
Días antes de navidad, me disponía a realizar mis compras navideñas llevado por el espíritu consumista que acompaña estas fiestas. Tenía que comprar un montón de regalos: que si el amigo invisible familiar, que si el Papa Noel, que si regalito de navidad... La lista era enorme: el último cd de IL DIVO, ese grupillo de cantantes “engominaos” que solo sacan álbumes para navidad, para mi madre; el ABDOMINATOR TOTAL SYSTEM, una de esas máquinas anunciadas en la tele-tienda que te electrocutan la barriga para obtener una “tableta chocolatina” estupenda, para mi padre (que se puede esperar de un fan incondicional de David Hasselhoff), un cinturón ancho para mi hermana (aunque mi hermana se empeñe en decir que es una faldilla) que enseña mas que esconde y una muñeca Lanny Barbie para mi hermano (dice que es para cuando vaya a la playa, pero no se yo si...).
En fin, donde encontrar todos esos regalos sin tener que ir de arriba para abajo?... Exacto: en El Corte Tailandés!
Aquello no era un centro comercial, aquello era todo un planeta dentro de un comercio! Podías encontrar de todo (y si no, te devolvían el dinero!).
Me encontraba en la sección de juguetes, manoseando un moderno Transformer y recordando cuando era niño y pasaba horas y horas jugando con mi inolvidable Mazinger Z. Aquello si que era un robot con un par de... de... puños! Y Afrodita-A con su par de... de... puños, también! (menudos sueños eróticos he tenido yo con esa robot... uuuhhmmm!!).
Que par de... cohetes!
De repente, mi octavo sentido (el sexto es el de “a veces veo muertos”, el séptimo es cuando veo venir que me voy a tirar un “cuesco” de aquellos que tiran patrás) me decía que un peligro estaba acechándome.
Miré a mi alrededor buscando un enorme Gozdilla, un Escuadrón de la muerte, un alien con ganas de dominar el mundo a base de comerse el hipotálamo de sus víctimas, un autobús de viudas desdentadas buscando el calor de un semental... No, me encontré a un grupo de niños y niñas, de unos 7 años, que me miraban con curiosidad.
-Por qué vas vestido así?
-Porqué...
-Por qué llevas capa?
-Es que...
-Por qué te tapas la cara?
-Veras...
-Por qué estás tan gordo?
-Oye, sin faltar al...
-Por qué estas en la sección de juguetes?
Y comenzó el peor de los interrogatorios si dejar tiempo a responder a sus inacabables preguntas. Y lo peor fue cuando uno de ellos llegó, según él, a la respuesta definitiva a todas sus preguntas.
-Seguro que es mariquita!
-Mariquita, mariquita, mariquita, mariquita...!
Y comenzaron a cantar al unísono señalándome con sus “deditos” y su sonrisa traviesa, provocando que todos los clientes me observaran con mirada “non grata”. Yo intentaba normalizar aquella comprometida situación poniendo cara de “ay, como son los niños!”, pero cada vez que sentía sus palabras, aparecía un nuevo niño de uno de los pasillos, de las estanterías, de entre la pila de juguetes, de detrás de la montaña de muñecas Hanna Montana...
Intenté calmar aquel griterío con unas suaves y educativas palabras:
-Queridos niños... o cerráis la boca o tendré que enseñaros otro agujero por donde os podréis comer el bollicao. Una pista: comienza por CU y acaba el LO. Lo adivináis?
Los niños dejaron de gritar, pero sus miradas se endurecieron, sus mofletes se enrojecieron y unas nerviosas palpitaciones se podían observar en sus sienes.
-Si me pegas se lo diré a mi padre!
-Y yo a mi madre!
-Y te denunciaremos!
-Y saldrás por la tele!
-Y todos dirán que un mariquita a pegado a unos niños!
-El mariquita pega-niños, el mariquita pega-niños, el mariquita pega-niños...!
Y otra vez! Que si la gente mirando, que si mas niños que aparecían de todos lados...
Y al final no tuve mas remedio que utilizar mi super-velocidad.
Eso y una buena colección de Barbies, Nenucos, Power Rangers, Monopolis y demás.
A falta de Bollicaos, buenos son juguetes!
Y es que los niños son tan majos...