¡El encuentro musical del viernes pasado -ver entrada anterior- fue precioso!
Llegaron a nuestra casa, unas dos horas antes, más de
cuarenta chicos –adolescentes y niños chiquitos, varones y mujeres- con sus
instrumentos y, por supuesto, sus acompañantes, algunos papás y la directora.
En un rato se llenó todo de sonidos; los que afinaban, los que ensayaban y los que
iban de aquí para allí.
En realidad forman dos grupos: la orquesta grande, la
mayoría adolescentes pero también hay algunos que parecen no tener más de 10 u
11 años; y la de los principiantes, que son verdaderamente chiquitos. Emociona
verlos con sus flautas traversas, violines, violas y demás.
La iglesia se llenó de público, que aplaudía cada vez con
más fuerza y entusiasmo
Comenzaron tocando los grandes dos piezas, o más bien movimientos o partes de una obra
grande -no era un concierto, sino un
cierre de año o sea una muestra de lo trabajado-, después hicieron su parte los
pequeñitos, y después volvieron los más grandes.
Lo primero fue el
coral ‘Jesús Alegría del Hombre’ y los más chiquitos empezaron con elb ´Himno a
la Alegría’. Hubo solo de flautas traversas, una chiquita solo de violín,
música clásica y también folklore armonizado. Toda una muestra.
Los chicos, de zonas rurales proximas a Mar del Plata, van
tres veces por semana –martes y jueves a contra-turno de la escuela y el sábado
durante más tiempo; los pasan a buscar- a la estancia, donde estudian y
ensayan, comen y meriendan, y también se divierten y tienen catequesis. En total son alrededor de 80.
Además
de lo lindo que fue todo, creo que la alegría era mayor aún considerando lo
valioso que debe ser para estos chicos vivir durante su niñez y adolescencia una experiencia así.
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