Una de las cosas que extrañé, hace ya varios años es cierto, cuando entré al convento.
Sí los hay -sillones, no monumentos-, gracias a Dios, en los cuartos de la Casa de Ejercicios.
Uno está todo el día pendiente. Y pidiendo a Dios por ellos. Pero es difícil decir algo. Por eso, vuelvo a publicar a Enriqueta en el Macanudo de hoy. Ella sí dice lo que yo quisiera: