La semana pasada, vino a nuestra casa para un encuentro un sacerdote de Añatuya, Santiago del Estero (provincia de JK.), que hace muchos años no veíamos. Fue un alegrón.
Como estuve allí cerca de 6 años y quedaron muchísimos amigos, también fue un recordar a todos ellos.
El padre me contó que se volvía el lunes en un micro de las 20 hs. y quedamos que le prepararía dos revistas de las que editamos para los 100 años de la llegada de nuestra Congregación a la Argentina: una para el obispo y otra para una comunidad de Vicentinas que las Esclavas queremos muchísimo. Estábamos en el mismo barrio y coincidíamos -como suele suceder en esa diócesis, por lo menos en esos años- en trabajos, oraciones, eventos y demás.
Tuve un día muy lleno, pero a la tarde pude preparar las revistas y le hice una cartita a una de las hermanas, con la que quedé muy amiga.
Cuando fui a alcanzárselo al P. José: ¡Se acababa de ir hacía 10 minutos!
¡No lo podía creer! Apenas eran pasada las seis...
La alegría y la ilusión que teníamos de mandarles ese recuerdo y nuestro cariño quedaba en nada.
Así, me puse a pasear por la casa para ver si verdaderamente no estaba José. En eso, uno de los curas a los que pregunté y no sabía, me dice:
- Sólo te queda ir a Retiro (es la estación terminal de micros).
Lo miré un poco descreída -no queda muy lejos, y tenemos un colectivo cerca que nos deja regio, pero el día había estado completo- y seguí mi búsqueda vana.
Pero al rato recapacité y me dí cuenta que era lo más lógico: El reencuentro con amigos vale eso y mucho más.
Después de Vísperas partí a la estación. A entrar comencé, por supuesto, con un 'Acordaos', ya que no es fácil encontrar a una persona en una terminal de ómnibus; y también fui a informes a preguntar en qué plataforma podría salir el coche a Añatuya. Empecé a caminar atenta pero confiada y, por supuesto, cuando estaba a mitad de camino me salía al encuentro el P. José que estaba buscando un lugar para comprar algo de comer para el viaje.
Pensar que casi me doy por vencida en casa... pero me ayudó el cura de la idea y, por supesto, María ¡que no falla!
Ayer me llegó un mail de la H.María Isabel, mi amiga Vicentina, con la misma alegría que nosotros por el reencuentro después de tanto tiempo. Desde ya que nos seguiremos escribiendo.