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martes, mayo 29, 2007

Delicado equilibrio (2)

Copio textual el comentario de Pablo M a la primera entrada:
"... Intento aporte. Tal vez la clave esté en re-pactar. Me explico mejor. El problema es instalarse en el amor como algo definitivo. El amor reclama creatividad y búsqueda. Yo no soy el de ayer y tampoco el de mañana y por lo tanto, debo renovar el pacto de amor cada día. Sólo así puedo seguir creciendo, recibiendo y dando. A veces nos quedamos demasiado quietos y sin darnos cuenta, en poco tiempo, paralizados. Parafraseando a la distancia la profunda filosofía de Mafalda..."el amor es como la sopa: si no lo tomás, se enfría".
Re-pactar.
Mi matrimonio no es el mismo que hace 22 años; sin darnos cuenta, re-pactamos muchísimas veces. Hoy es totalmente diferente y mucho más maduro. No quiere decir que el pacto original fuera pobre, sino que éste nuevo, siempre es más rico y mucho más insulso que el de mañana. Creo que por allí va la dinámica del amor. Volver a elegir. Volver a pactar. Día a día decir SI."
Ahora mío (Josefina): Me pareció muy bueno... y para seguir pensando, aportando y enriqueciéndonos.

miércoles, mayo 23, 2007

Delicado equilibrio

A veces sucede en los matrimonios con hijos, que los esposos -después de un tiempo de trabajar seriamente por lograr el bienestar deseado para los que quieren, o también después de un tiempo significativo de dedicarse mucho al cuidado y educación de los hijos- se encuentran un día muy alejados entre ellos. Lo que comenzó siendo el fruto natural del amor mutuo, poco a poco, fue ocupando el centro de sus vidas; y desplazando silenciosamente el fin primero.
También a los consagrados nos sucede: Un día nos damos cuenta que tenemos el corazón tan totalizado en las obras del Señor, que nos encontramos, sin querer, bastante alejados de Él.
Creo que el secreto no está –ni en las familias ni en los consagrados- en dejarlo todo para volver a ser sólo dos... sino en tratar de cuidar, siempre y cada día, la relación primera como única y verdadera causa de la fecundidad.

Quiero decir: el amor, si no es fecundo y abierto, no es verdadero amor; o, al menos, no será por mucho tiempo verdadero amor. Pero debemos cuidar no quedarnos 'enganchados' con los frutos y vayamos, por eso, descuidando el amor.