Con otra hermana, entramos a hacer una compra a la farmacia. Cuando nos acercamos al mostrador:
- ¡Hola! ¿Son felices? - Nos preguntó a boca de jarro el señor que nos atendió.
Las dos contestamos bien pronto que sí, y le devolvimos la pregunta, que respondió más o menos así:
- Yo también. O, al menos, prefiero no plantearme si no lo soy.
Después del pequeño desconcierto por lo inesperado del recibimiento -muy cordial desde el principio al final de la estadía-, me dí cuenta que había sido una muy buena pregunta.
Y sobre todo, para hacérnosla nosotros los religiosos.
Me alegré que las dos pudiésemos dar un sí tan simple: En medio de todos los problemas que siempre tiene la vida -la de todos- somos felices. Soy feliz.
Creo que es un lindo -y medular- testimonio de la vida religiosa.
Para agradecer.
Madre Nuestra
Hace 12 años.