Eduardo Espósito me hizo acordar de este poema viejísimo: julio del 91, Villa Mitre salía campeón después de 47 años y esperábamos a Marina, que está por cumplir 20. Los festejos fueron una cosa de locos. Yo, que me crié en la villa, jamás la había visto así, y entre el embarazo, y que todo el mundo se abrazaba, y un montón de viejos lloraban que parecía que hubiera terminado la guerra o algo así, yo tenía una alegría inmensa. Entonces escribí esto, que al tiempo publiqué en un matefleto (unas hojitas con poemas que hacíamos los mateístas, y repartíamos por la calle), y ahí quedó. Me gustó reencontrarme con este texto (esta es una versión posterior, con algún que otro leve retoque), así que lo comparto:
Mentira, Amor, no somos los mejores del mundo. Qué importa, si la gente baila y bailamos los dos y todos bailan, todos estamos bailando. Amor, la calle se llenó de papelitos, música, banderas; por la plaza pasa la embarazadita, el bombo suena suena suena.
Un par de textos de Blaia (libro que por ahora no se deja terminar) que andaban dando vuelta en el archivo pidiendo balanceo y alineación:
Aquí es el lugar donde se encuentra aquél que dice “aquí” .
En 1154 Abu Abdallah Mohammedd al-Sharif al Idrisi dibuja un mapamundi que no es, en rigor, un mapa del mundo sino apenas un mapa de las costas del mediterráneo.
Lo primero que llama la atención en el mapa de Al Idrisi es que la costa africana se encuentra ubicada arriba, disposición acentuada por el sentido de las letras que señalan ciudades, ríos, montañas y rutas comerciales.
Más llamativa debiera resultar, sin embargo, la forma circular del mapa, y el hecho de haber sido pintado sobre una madera a la que se le practicó un pequeño orificio en el centro, lo que permite calzarlo sobre un soporte, y girarlo, para comodidad de quien lo consulte, de modo que al girarlo, lo que era abajo es arriba, lo que era arriba es abajo, lo que era derecha es izquierda, lo que era izquierda es derecha.
Coordenadas para el trazado de un mapa .
El que pasa la mano sobre la pintura es el rey normando de Sicilia, Roger II, molesto con ese mapa en forma de disco que privilegia no el orden del mundo tal como es y sobre el cual él reina, sino el punto de vista del observador, por lo que encarga al geógrafo marroquí Abu Abdallah Mohammedd al-Sharif al Idrisi un nuevo mapa del mundo conocido, y Al Idrisi graba un globo terráqueo sobre una bola de 400 kg de plata que en su brillo real exhibe los siete continentes conocidos y viene acompañado de información diversa sobre las culturas del mundo, como su religión, su lengua, sus costumbres, y setenta mapas de diferentes regiones, y otra vez, entremezclado en el paquete, un mapamundi pintado sobre una madera circular que puede girarse, para comodidad de quien lo consulte, de modo que al girarlo, lo que es abajo es arriba, lo que es arriba es abajo, lo que es derecha es izquierda, lo que es izquierda es derecha, y así pasen Constantinopla, Jerusalem, Trípoli y Marsella, de donde en algún momento del año 1147 zarpa un barco hacia las costas africanas con el Príncipe de Blaia, Jaufre Rudel, de quien no sabemos si va de cruzada con la esperanza de hacerse un terreno en Tierra Santa o si lo mueve el deseo por una mujer que no ha visto y de la que sin embargo se ha enamorado, o si las dos cosas, ya sea yuxtapuestas en uno u otro orden, ya sea superpuestas por acción de la mano que retiene y suelta y gira el disco, poseída por la fiebre del scratch, en esa fiesta en la que pasabas y volvías a pasar bailando sin detenerte nunca y un pelado cantaba en una lengua familiar y extraña yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos, y yo era un punto fijo, con un vaso de algo, no sabemos qué, en la mano, a la vez cerca y lejos, mientras la bola de espejos giraba y repartía sus reflejos plebeyos por el humo y por el mundo conocido, como un mapa que se hacía, deshacía y rehacía a cada instante, en setenta mil mapas de mundos diversos, a mil años casi de Jaufre Rudel de Blaia, que a bordo de una nave que se dirige a las costas africanas escribe una canción en la que se repite, en el segundo y cuarto verso de cada estrofa la palabra loing (lejos) por lo que la canción se inicia decidida como un barco que zarpa, y sin embargo no avanza, o si avanza lo hace en loop, avanza y vuelve, o pretende volver sin conseguirlo, porque volver es imposible, de modo que la canción avanza en forma espiralada, se aparta y se aproxima al punto al que retorna y deja atrás, gira sobre sí misma, como el mundo conocido, como mi cabeza bajo el signo de admiración, como la bola de espejos de esa fiesta en la que seguís bailando sin parar, de beat en beat, de loing en loing, de canción en canción, cada vez más lejos, cada vez más cerca.
Mientras las vuvuzelas no dejan de sonar, y la espera por el partido de octavos se vuelve interminable, y los cinco equipos sudamericanos están en octavos, y el inefable Bambino Veira en su columna (?) en la que supuestamente debe analizar los partidos se despacha con un análisis minucioso del traje de Maradona para terminar con esta frase: "me gusta Diego con ese traje, parece un escritor (!)", yo subo esta foto de Sergio Zaninelli en la que parezco un futbolista, y un poema que tiene que ver con el fútbol, pero también con caminar el lugar donde uno vive, y con las dos entradasanteriores:
ONCE POSTALES DEL HOSPITAL PENNA
para Christian
I
Veinte calles de tierra,
la loma al sol.
II
Los campitos de la morgue
siempre fueron los más aptos
para la práctica entusiasta
del fútbol infantil.
III
El Bachicha. El Keko. El Luisito. El Negro. El Ariel.
El hermano del Negro. El hermano del Carco.
El Carco. El Sapo. El Zurdo. El Chino. Y el Roberto
(que es el que pone el fútbol).
IV
Las paredes blancas a la hora de la siesta.
Una enfermera cruza, blanca, bajo el sol
de un pabellón a otro, y atraviesa
el sendero de pinos.
Carga vendas y potes
con líquidos oscuros.
V
Apenas una brisa entre los pinos
y las finas hojas de los eucaliptos.
VI
Al Bachicha no hay,
ni como insulto, ni como alabanza,
que decirle hijo de puta,
porque se ofende y se va;
y el Bachicha es el único más hábil que tenemos.
Otras cosas sí se le pueden decir,
como güevón o pajero, que se ríe
y no hay
ningún problema.
VII
Al filo de la sombra, de una pila de escombros,
el zigzagueo fugaz de la lagartija.
VIII
Cada tanto una ambulancia interrumpe las acciones.
Dos enfermeros cargan, por el pedregullo, al sol,
un bulto en la camilla.
El que tira adelante hace en voz baja un comentario;
el otro disimula, guarda las formas, pero, se ve,
no puede con la risa.
Un tercero aparece, como zombie, en la puerta de la morgue,
se rasca la cabeza, trae un mate en la mano:
Apuren, que se enfría.
Seguimos, seis a tres.
IX
Lenta pasa,
en la ruta,
la 17
con obreros
dormidos
de la Coca Cola
o la
cervecería.
X
Dos
de los monos más grandes
del equipo rival
(el de Boca y el
de camiseta verde)
capturaron una lagartija:
la tienen de la cola (pobre bicho),
y se retuerce,
y brilla al sol.
Se la quieren meter en el culo
al gordito pecoso que traen de arquero.
Pero no va a ser fácil: El gordito
no se deja.
XI
A la vuelta, con los pinos
alargando su sombra
más allá de la calle,
cuatro viejos esperan
que les tomen la presión.
Con el General muerto, ahora sí que perdimos.
Se dicen, lagrimean, gesticulan.
A la vuelta, catorce a diez,
perdimos otra vez.
en Es lo que hay, 17grises, Bahía Blanca, 2010 (originalmente en Berreta, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1998)
Por ahora, la tapa de esta suerte de "poesía completa hasta acá" que edita 17grises en una colección con compañía ilustre. Los dejo entonces en el blog de 17grises con Maxi Crespi y Guillermo Goicochea para que les cuenten el espectacular proyecto editorial de 17grises en 2010. Ovación.
No es crisis energética, es una foto que tomó Ana Miravalles el martes pasado, mientras yo leía unos fragmentos de Blaia, y Nico Testoni filmaba a oscuras, apenas con la luz de un fósforo (de varios fósforos, para ser exactos). Veremos qué sale.
1 - Un trovador vive en la joie como el pez vive en el agua (Arnaut de Maruelh) 2 - Un trovador hace un poema acerca de la nada mientras duerme sobre un caballo (Guilhem de Peitieu) 3 - Un trovador no canta, antes bien mou son chan (mueve su canto) como el pájaro mou sas alas. El trovador envía su canto por el aire (porque ama de lejos) y espera mover, con él, a quien lo escuche, preferentemente su distante amada (Jaufré Rudel) 4 - Un trovador mou son chan aún cuando no pueda mover su lengua, recientemente cortada por un marido celoso, y cornudo (Peire Vidal) 5 - Un trovador pone su cor (corazón) y anhela un cors (cuerpo), y viceversa. Así hasta volverlos misma palabra, misma cosa (Bernart de Ventadorn) 6 - Un trovador la pone ciento ochenta y ocho veces en ocho días. Acto seguido, enferma (Guilhem de Peitieu) 7 - Un trovador entrebesca los motz (entrelaza las palabras) como dos lenguas se entrelazan en el beso (Bernart Martí)
En su momento subí el link a Eterna Cadencia, de donde viene este video que filmó Patricio Zunini en la maratón de poesía del Festival de Rosario. Me pidieron que lo suba directamente acá, si era posible con los textos. Como los deseos de los seguidores de este blog se acatan inmediatamente, helos aquí, video y poemas:
Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano
I – La Era del Karaoke
Los cactus han brotado en el verano, uniformes e instantáneos. Se los ve desde el bar Oro Preto, en el declive de una tarde bochornosa. Se oye hablar de palmeras, y de playas donde el agua es de un celeste cristalino, y de cardúmenes que se abren como estallidos multicolores, se oye el hielo derretirse en vasos de cuello largo, y motores que regulan en el semáforo de la avenida y los primeros acordes del tema musical de Titanic. Están en un extremo de la peatonal Drago, frente al bar Oro Preto, están entre los cactus, bajo el cartel azul y verde que dice MOVISTAR, delante de un mundo iluminado por celulares y sonrisas ploteadas en el vidrio. ¡DUPLICATE! ¡RECARGAME! ¡SOMOS MÁS! Pero ellos no son parte de la campaña de MOVISTAR, tampoco lo son los cactus, aunque una mujer le dice a otra: mirá qué lindos los cactus que puso MOVISTAR. Pero los cactus, verdes, instantáneos, uniformes y estampados sobre una gruesa lona vinílica, no forman parte de la campaña publicitaria de MOVISTAR, están ahí para simbolizar el desierto aún presente en la ciudad, están ahí para recordarnos que el desierto sigue ahí, bajo el cemento. Aunque es cierto que son lindos y que los artistas se inclinaron por la misma tonalidad de verde que los creativos de la transnacional. Ahora, desde una mesa en la vereda del bar Oro Preto, asistimos al hundimiento del Titanic, que este grupo (dos sikus, dos parlantes, una quena, un amplificador TONOMAC, una flauta de pan) interpreta con entusiasmo andino entre cactus de lona vinílica, ante un cardumen multicolor de celulares que se recargan y se duplican en la pecera telefónica. El Titanic, en la versión electro-kolla, más que hundirse, se disuelve en trinos de quena y siku, y he aquí a los músicos, sobrevivientes tenaces del naufragio de un continente, en los estertores de la era del karaoke, con sus ropajes que juzgamos típicos, aunque no sepamos típicos de qué, de pie y agradeciendo la llovizna de aplausos que no bien toca el desierto se evapora.
II – Señas de identidad
Para el taxista que mira en diagonal el conjunto desde su parada en Avenida Colón son bolivianos, pero están disfrazados de otra cosa; para el cafetero que atraviesa la peatonal con su carrito de metal lleno de termos son paraguayos que se hacen los bolivianos, y además hacen playback; para el cajero del bar Oro Preto son todos de Fuerte Apache, si bien concede que la versión de Chiquitita es lo mejor de un repertorio marcadamente multicultural, y a él, en particular, le gusta; para el guardia de seguridad privada de MOVISTAR son un objeto a desalojar, tarde o temprano, cuando le den la orden; para las administrativas de la Universidad Nacional del Sur que se hacen un minuto y toman un café, las plumas del vestuario son de papagayos amazónicos, y sus colores: ¡hermosos!; para el productor agropecuario que en su camioneta exhibe ESTAMOS CON EL CAMPO, como quien dice “estoy conmigo”, en un ejercicio de solidaridad identitaria difícil de superar, son bolivianos que se cansaron de juntar cebolla en Mayor Buratovich y ahora se dedican al arte musical; para el Presidente de la Nación Nicolás Avellaneda el problema es el desierto; para el joven abogado Estanislao Zeballos se trata de quitarles el caballo y la lanza y obligarlos a cultivar la tierra con el Rémington al pecho, diariamente; para el Ministro de Guerra Julio Argentino Roca 1 Rémington se carga 15 indios a la carrera, el resto es hacer cuentas, y embolsar; para el periodista que se arrima con espíritu etnográfico y pregunta: ¿de dónde son? la respuesta es: vamos a Monte Hermoso, después a San Antonio, hacemos la costa, y tenemos una oferta imperdible: The best of siku, volumen cinco, que contiene La casa del sol naciente, Imagine, Hotel California, Cuando los ángeles lloran, y la versión de Chiquitita que acabamos de escuchar, a sólo quince pesos, por ser usted.
Comienza hoy, en la librería Eterna Cadencia , Honduras 5582, una serie de encuentros de poesía organizados por Patricio Zunini, junto a Victoria Scholnik y Marcelo Carnero. Mañana jueves, leo a las 19:00 hs. Quedan todos formalmente invitados. Acá el programa completo.
Junto al fotógrafo y novelista Carlos Ríos, y su asistente, crítica, poeta y coiffeur Ana Porrúa, fuimos al monumento a la bandera a hacer unas fotos enmascarado, mientras esperábamos a Yanko González Cangas y a Rosabetty Muñoz, que se tomaban unos vinos dentro del monumento, en un copetín ofrecido a la comunidad chilena, por ser el día de la bandera (chilena).
Ahí fui sorprendido por una horda de desaforados escolares fanáticos de la lucha libre y la poesía contemporánea argentina, con quienes posé gustoso.
Volví del XVII Festival de Poesía de Rosario, donde la pasé fantásticamente bien. Ya les iré contando, y subiré poemas de algunos de los amigos con los que me crucé ahí. Ahora les dejo el link de Eterna Cadencia, donde Patricio Zunini subió completo el "Díptico para ser leído con máscara de luchador mexicano", y se puede ver el video en el que lo estoy leyendo, en la plaza del Centro Cultural Bernardino Rivadavia, durante la Maratón de Poesía que cerró el Festival.
Adelanto fragmento de un poema que estoy escribiendo. Es apenas borrador, así que con clemencia. El título tentativo de todo el texto sería algo así como Poema para ser leído con máscara de luchador mexicano, aunque no se. Por lo pronto, el comienzo:
I – La era del Karaoke
Los cactus han brotado en el verano, uniformes e instantáneos. Se los ve
desde el bar Oro Preto, en el declive de una tarde bochornosa.
Se oye hablar de palmeras, y de playas donde el agua es de un celeste cristalino
y de cardúmenes que se abren como estallidos multicolores,
se oye el hielo derretirse en unos vasos de cuello largo,
y motores que regulan en el semáforo de la avenida
y los primeros acordes del tema musical de Titanic.
Están en un extremo de la peatonal Drago, frente al bar Oro Preto,
están entre los cactus, bajo el cartel azul y verde que dice MOVISTAR,
delante de un mundo iluminado por celulares y sonrisas ploteadas en el vidrio.
¡DUPLICATE! ¡RECARGAME! ¡SOMOS MÁS! Pero ellos no son parte
de la campaña de MOVISTAR, tampoco lo son los cactus,
aunque una mujer le dice a otra: mirá qué lindos
los cactus que puso MOVISTAR. Pero los cactus, verdes, instantáneos,
uniformes y estampados sobre una gruesa lona vinílica, no forman parte
de la campaña publicitaria de MOVISTAR, están ahí
para simbolizar el desierto
aún presente en la ciudad, están ahí
para recordarnos que el desierto
sigue ahí, bajo el cemento. Aunque es cierto
que son lindos y que los artistas
se inclinaron por la misma tonalidad de verde que los creativos de la transnacional. Ahora,
desde una mesa en la vereda del bar Oro Preto,
asistimos al hundimiento del Titanic, que este grupo
( dos sikus, dos parlantes, una quena,
un amplificador TONOMAC, una flauta de pan)
interpreta con entusiasmo andino entre cactus de lona vinílica,
ante un cardumen multicolor de celulares
que se recargan y se duplican en la pecera telefónica.
El Titanic, en la versión electro-kolla, más que hundirse, se disuelve
en trinos de quena y siku, y he aquí a los músicos,
sobrevivientes tenaces del naufragio de un continente, en los estertores
de la era del karaoke, con sus ropajes que juzgamos típicos, aunque no sepamos
típicos de qué, de pie y agradeciendo la llovizna
de aplausos que no bien
toca el desierto se evapora.
Y como broche de oro, fuera de poema, con la esperanza de contribuir a la confusión general, esta versión de El Humahuaqueño que me pasó Anita: