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Desde hace trescientos años
está por despertar la muchacha sentada
a la mesa, en Vermeer, que sueña con los ángeles
pero ligeramente, pues el amor la cela
A su espalda, en un cuadro - sostiene la leyenda -
Cupido está pintado - pintura en la pintura -:
un simulacro doble, y, a sus pies, una máscara
hace juego con él
Al fondo, en el dintel de la puerta entornada
borró el pintor - se dice - la figura
de un hombre enamorado - ¿celoso de ese intruso? -
Y el pintor y nosotros y el no ser de ese joven
entreabrimos in absentia la puerta
contenido el aliento para que el sueño siga
por lo que nos ofrece: el fruto inaccesible.
Enrique Lihn