Alcaudete imaginado
martes, 23 de diciembre de 2014
domingo, 14 de diciembre de 2014
¿Qué mejor regalo que un libro?
Aquí tienes todos mis libros disponibles, puedes pedírmelos en felisamorenoortega@gmail.com o bien comprarlos pinchando en el carrito de la compra que aparece en la columna derecha de la página, bajo las portadas. No olvides indicar si quieres que vayan dedicados a alguien en especial.
¡Feliz Navidad!
lunes, 1 de diciembre de 2014
Esta Navidad regala solidaridad
Se acercan fechas muy propicias para el regalo. En televisión los anuncios de perfumes nos lo recuerdan cada día. Frascos preciosos que envuelven fragancias carísimas. Mujeres hermosas, hombres atractivos, sin defectos aparentes. ¿Seguro? Debajo de la piel de cordero algunos pueden esconder un lobo. Eso es lo que nos muestra la colección de relatos recogida en Cuentos caníbales, que hay oscuros secretos en el alma humana.
El libro nos ofrece un rato de entretenimiento y algo más. Nos da la oportunidad de colaborar con la Asociación Española Contra el Cáncer. 10 euros para investigación, para apoyar a los enfermos, para prevención...
Durante este mes, si compras Cuentos Caníbales, te lo enviaré dedicado a la persona que elijas y envuelto en papel de regalo. Escríbeme a felisamorenoortega@gmail.com o bien adquiérelo a través del carrito de la compra que hay en el lado derecho de esta página. (Los gastos de envío a la península son de 2 euros, para destinos distintos, consultar a través de mi email.)
El libro nos ofrece un rato de entretenimiento y algo más. Nos da la oportunidad de colaborar con la Asociación Española Contra el Cáncer. 10 euros para investigación, para apoyar a los enfermos, para prevención...
Durante este mes, si compras Cuentos Caníbales, te lo enviaré dedicado a la persona que elijas y envuelto en papel de regalo. Escríbeme a felisamorenoortega@gmail.com o bien adquiérelo a través del carrito de la compra que hay en el lado derecho de esta página. (Los gastos de envío a la península son de 2 euros, para destinos distintos, consultar a través de mi email.)
Él ya lo tiene. |
viernes, 31 de octubre de 2014
HALLOBLOGWEEN, 2014
Me apunto a la iniciativa de mi amiga Teresa Camesalle, puedes ver más sobre esta forma de compartir relatos terroríficos en su blog: http://www.teresacameselle.com/2014/10/pasen-y-vean-halloblogween-2014.HTML
Título: No abras la
puerta
Si están encerrados es
porque se lo merecen, son unos degenerados, le decía su madre, pero él no
entendía qué significaba degenerado. Ni entendía por qué apenas les daba de
comer ni por qué los torturaba cada noche azotándolos con un látigo. Tampoco
comprendía el anuncio de prensa que su madre tenía recortado: “Ama cruel busca
sumiso para hacerle sufrir”
miércoles, 10 de septiembre de 2014
Cuentos Caníbales, un libro solidario.
Hace casi seis meses que no me asomo a este blog. Me he dejado seducir por la inmediatez de Facebook y otras redes sociales, pero no olvido que este fue mi inicio como escritora en internet.
Hoy regreso para anunciar que tengo un nuevo libro editado. Es un proyecto muy especial, pues está financiado por la empresa Desguace J.Torres SL y todo el dinero que se recaude con su venta se destinará a la Asociación Española Contra el Cáncer. Es especial también porque está dedicado a mi hermana María, que murió hace poco víctima de esta enfermedad.
Si estás interesado en adquirir este libro, en el margen derecho de esta página puedes encontrar un acceso para pagarlo con Paypal o tarjeta de crédito o de débito. Si prefieres hacerlo por transferencia bancaria, escríbeme un correo a felisamorenoortega@gmail.com
También puedes encontrarlo en todas las librerías de Alcaudete.
El precio es de 10 euros más 2 de gastos de envío (para envíos en Península y Baleares, en otros casos consultar en el correo electrónico).
Agradecería también toda la difusión que puedas hacer sobre este libro, todos conocemos a alguien que ha padecido o padece esta enfermedad, entre todos podemos hacer algo por combatirla. Gracias.
Hoy regreso para anunciar que tengo un nuevo libro editado. Es un proyecto muy especial, pues está financiado por la empresa Desguace J.Torres SL y todo el dinero que se recaude con su venta se destinará a la Asociación Española Contra el Cáncer. Es especial también porque está dedicado a mi hermana María, que murió hace poco víctima de esta enfermedad.
Si estás interesado en adquirir este libro, en el margen derecho de esta página puedes encontrar un acceso para pagarlo con Paypal o tarjeta de crédito o de débito. Si prefieres hacerlo por transferencia bancaria, escríbeme un correo a felisamorenoortega@gmail.com
También puedes encontrarlo en todas las librerías de Alcaudete.
El precio es de 10 euros más 2 de gastos de envío (para envíos en Península y Baleares, en otros casos consultar en el correo electrónico).
Agradecería también toda la difusión que puedas hacer sobre este libro, todos conocemos a alguien que ha padecido o padece esta enfermedad, entre todos podemos hacer algo por combatirla. Gracias.
viernes, 28 de marzo de 2014
lunes, 3 de marzo de 2014
Entrevista en Mundo Palabras
Felisa Moreno Ortega (Alcaudete (Jaén) 1969), a quien ya tuvimos el placer de entrevistar, acaba de presentar la novela La nieve en el almendro. Una autora que desde aquel diciembre de 2010 ha seguido creciendo. Mucho y bien. Buen momento para que nos hable de ella; de la obra y de su carrera.
mundopalabras: Encantados de contar contigo de nuevo en esta página, Felisa. La nieve en el almendro es tu nueva novela. ¿Qué encontrará el lector en ella?
Felisa Moreno: Para mi es un placer y un honor repetir en estas páginas, y agradezco mucho la invitación.
La nieve en el almendro nos trae la historia de un amor imposible, que son los más intensos. Julián, el protagonista, en 1978 se enamora de la madre de su mejor amigo, cuando tan solo cuenta con trece años. Treinta años después, en el bar que regenta aparece esta mujer convertida en una mendiga. A partir de este suceso, la vida de Julián se trastoca. Está casado con una mujer a la que no quiere, sus hijas lo desprecian, mantiene una relación con una prostituta; en definitiva, vive una vida que no le gusta en absoluto. A esto se le añade el peso de los recuerdos, los remordimientos por un hecho trágico que destrozó su infancia. En su bar trabaja Salva, un camarero aspirante a escritor. Él será el encargado de escribir la historia de Julián niño, una novela dentro de otra novela, con un estilo diferente, incluso con título propio: Retazos de amor y sexo. A partir de los recuerdos de Julián, Salva irá reconstruyendo la historia de ese amor adolescente, mientras convive con sus propios demonios.
Aunque la trama pueda parecer compleja, es una novela fácil de leer, con un lenguaje sencillo y sin excesivas florituras. Una novela que conmueve al lector, pues profundiza mucho en los personajes, incluso en los secundarios. No hay buenos ni malos, solo personas empeñadas en sobrevivir, porque hasta el más malvado de la novela, Don Andrés, tiene tras de sí una historia de sufrimiento y humillación.
No debería ser yo quien lo dijera, pero considero que esta es una novela que no dejará indiferente al lector, que tras el proceso de la lectura le llevará al de la reflexión y la asimilación de lo leído. Refleja un tema que es recurrente en mí, y creo que en muchos escritores más, el hecho de que la infancia puede marcar, para bien o para mal, el resto de tu vida.
mp: La asesina de los ojos bondadosos, Trece cuentos inquietantes, Cuentos caníbales, El Club de las Palabras Prohibidas y ahora La nieve en el almendro. Muy fecundos estos últimos años, sin duda. ¿Has sentido alguna evolución en tu narrativa desde las primeras obras hasta esta última?
FM: Por supuesto, he evolucionado y mucho. Creo que los escritores tenemos que estar en constante cambio, aspirar a la perfección, aunque sepamos que llegar a ella es imposible, de ahí la frustración que siempre nos acompaña. A mí me daba miedo la posible reacción de mis lectores ante esta nueva novela, porque se sale de la línea de las obras anteriores, más centradas en la intriga, con tramas más dinámicas o finales sorprendentes. Aún siendo consciente de esto, necesitaba escribir esta historia, para mí suponía un reto en distintos aspectos, sobre todo por ponerme en la piel de un adolescente y de un hombre adulto; hubiera sido más sencillo narrar los hechos desde el punto de vista de algún personaje femenino, desde luego, pero ya no sería lo mismo. Creo que esta es la novela más madura que he escrito hasta ahora, también a la que he dedicado un mayor esfuerzo.
mp: Parece que tu carrera literaria se asienta, Felisa. ¿Te marcas objetivos aún mayores?
FM: Marcarse objetivos en la literatura nos puede llevar a la frustración si, con el tiempo, no llegamos a alcanzarlos. Por eso prefiero vivir el día a día, disfrutar del momento. Por supuesto que me gustaría que me fichara una gran editorial y que mis libros estuvieran en todas las librerías o ganar algún premio importante, pero prefiero pensar que eso no está en mi mano y que debo centrarme en aprender y mejorar, que eso sí depende de mí. Además, mi experiencia con editoriales modestas ha sido muy buena, la relación que se establece es muy cercana. El editor es un amigo, sientes que estás llevando a cabo un proyecto común y que tu opinión es valorada. Esto en una editorial más grande seguro que sería mucho más complicado.
En definitiva, prefiero no marcarme objetivos, solo disfrutar con lo que hago, algo que me enseñó Ramón Alcaraz, mi profesor de escritura creativa y editor de mi última novela.
mp: ¿Estás trabajando en algún nuevo proyecto literario? ¿Qué puedes adelantarnos?
FM: Llevo unos meses en los que me cuesta mucho ponerme a escribir. Inicié una novela policíaca en la que recupero a Raquel, la periodista de mi primera novela La asesina de los ojos bondadosos, pero por ahora está aparcada. Por otra parte, tengo una novela terminada, que aún necesita varios repasos, que aborda el tema de la locura. Está en el “cajón virtual” de mi ordenador, reposando hasta que llegue su momento. También hay algún cuento infantil a medias y otros finalizados a la espera de respuesta editorial, pues me interesa mucho trabajar con los niños. Y hace poco, animada por mi hija, inicié una novela juvenil.
Ah, y estoy preparando la edición en papel de Cuentos Caníbales, que va a ser financiada por la empresa jiennense Desguace Juan Torres Sánchez S.L. y cuyos beneficios irán íntegramente destinados a la Asociación Española Contra el Cáncer
mp: Autopublicación o edición tradicional. Felisa, siempre has podido publicar en una editorial tradicional, pero ¿qué piensas de la autoedición? ¿Te parece una salida digna para una obra? ¿Te lo plantearías?
FM: Creo que no son salidas incompatibles para la obra de un escritor, incluso pueden ser complementarias. Esto se está demostrando en Amazon. Autores que empezaron auto publicándose en esa plataforma, y que tuvieron éxito, han visto luego como las editoriales importantes se interesaban por su obra y la editaban en papel.
Lo único que le diría a los escritores que se plantean la autoedición, sobre todo si es en papel, es que tengan cuidado con las promesas falsas que hacen algunas editoriales de autoedición o coedición. Que sean conscientes de que quien venderá esos libros será el propio autor y que, por tanto, lo que debe procurar es la mayor calidad al menor precio. No descarto la autoedición, es más, Cuentos Caníbales está autoeditado en Amazon. En cuanto al formato papel, también me la he planteado en varias ocasiones, pero si alguna vez la llevara a cabo, tengo muy claro que me iría directamente a una imprenta, sin pasar por intermediarios. Eso no significa que no contratara unos servicios de corrección, de diseño de portada, etc., me refiero a que no pagaría por una supuesta distribución y promoción que luego no es tal. Hoy en día el autor tiene mecanismos para distribuir su propia obra, sin dejarse llevar por encantadores de serpientes.
mp: En el 2010 te pedimos un par de consejos para escritores noveles. Hoy volvemos a hacerlo. Desde tu experiencia, ¿qué puedes aportarles?
FM: Cada día tengo más claro que esto es una carrera de fondo, con altibajos emocionales. A veces, perdemos el norte, nos ofuscamos y creemos que merecemos más de lo que hemos conseguido, el famoso ego del escritor. Miramos con envidia a aquellos que ascienden en el escalafón con menos méritos literarios, al menos desde nuestro punto de vista. Por eso mi principal consejo lo podría dar el conserje de la serie de televisión La que se avecina: “mente fría”. Hay que ser muy conscientes de que somos una gota en la inmensidad del océano, ser humildes y aceptar las críticas, disfrutar de lo que nos aporta la literatura: la grandeza de crear mundos y personajes, la relación con personas que tienen nuestros mismos intereses, el comentario de algún lector agradecido, la reseña en un blog de lectura, o el hecho de que alguien te ofrezca la posibilidad de contar tu experiencia en una entrevista como esta, algo que agradezco y valoro en gran medida.
Otros consejos más prosaicos serían:
- Escribe sobre aquello que realmente te interesa, no te dejes llevar por modas. Trata de escribir lo que te gustaría leer.
- Corrige hasta el aburrimiento, solo así al lector le llegará lo que realmente querías contarle. Cuidado con las repeticiones, el exceso de gerundios, adjetivos, etc. Un error típico del principiante, a mí me pasaba, suele ser el abuso de los adjetivos para “adornar” el texto. Es mejor dedicar tiempo a encontrar el adjetivo o el recurso literario que se ajusta al momento (comparación, metáfora, etc.) que poner una docena de adjetivos sacados de un diccionario de sinónimos.
- Consigue que alguien lea tu obra, si puedes permitirte pagar un profesional, mucho mejor; si no, pide ayuda a algún amigo que sea lector, en quien confíes y sea sincero.
- En relación con la anterior, acepta las críticas constructivas, solo así podrás crecer como escritor.
- No te empeñes en publicar desde el minuto cero. Si la obra tiene la suficiente calidad, le llegará su momento. Si tienes un gran deseo de compartir lo que escribes, recurre a plataformas de autoedición que no te supongan un coste desproporcionado.
- Participa en certámenes, pero no en los de las grandes editoriales, que suelen ser más complicados de ganar (por no decir imposible), sino en otros más modestos. Si ganas o eres finalista, puedes ver tu obra publicada. Así empecé yo y no me ha ido mal, estoy satisfecha con lo logrado hasta el momento.
Puedes adquirir la novela por 12 euros (sin gastos de envío adicionales) enviando un correo a info@editorialeldesvan.com
(Si haces referencia a que has leído esta entrevista en mundopalabras.es, recibirás, junto con el libro, un obsequio de la editorial).
Etiquetas:
La nieve en el almendro,
Medios de comunicación,
Reseñas
domingo, 16 de febrero de 2014
Reseña de Elena Marqués en Canal Literatura
Quiero dar las gracias desde este blog a Elena Marqués, por la completa y detallada reseña que ha hecho de mi libro. Y he querido copiarla aquí porque creo que hace una muy buena aproximación a mi novela.
La nieve en el almendro (El desván de la memoria, 2013), última novela de Felisa Moreno Ortega, es, en realidad, dos novelas que se complementan. Por un lado la que se desarrolla en un presente acuciado por los recuerdos, la del Julián cuarentón y vencido, casado sin amor y padre de dos hijas distantes y desagradecidas que busca el refugio de una prostituta y vuelve a su no menos desastroso pasado al reencontrarse con Macarena, madre de su mejor amigo en la adolescencia de la que estuvo (y quizás aún está) perdidamente enamorado. Por otro los capítulos trazados por Salva, camarero en su bar, conato de escritor que tiene en común con la autora de este libro su vinculación con Alcaudete (¿querrá este dato identificar, de algún modo, a los dos narradores?), que reconstruye lo que su jefe le cuenta en los capítulos de Retazos de amor y sexo hasta que se enfrenta a sus propios problemas y termina abandonando.
Con esto quedaría resumido el libro, del que no quiero desvelar cómo acaba pues sería una verdadera faena para el lector. Es, eso sí, un final sorprendente, y quién sabe si necesario, muy bien guardado a lo largo de todo la obra aunque la autora ha sabido dejar alguna pista, ha trabajado en la coherencia de ese aspecto fundamental que es la estructura.
Igualmente trabajado está el lenguaje, aparentemente sencillo, pero a la vez poético, con imágenes hermosas y vivas que dejan traslucir a una gran escritora en ciernes, con buenas descripciones físicas tras las que enseguida entrevemos la figura completa.
Llama la atención el escaso protagonismo de algunos personajes, los que conforman la vida actual de Julián. Su mujer y sus hijas apenas son sombras que le destrozan los días, a las que evita a toda costa pues su mero contacto lo hace infeliz. Sin embargo, los que componen la segunda novela acaban superponiéndose a los primeros, por ser, al fin y al cabo, los que expliquen tantas cosas (no hay más que ver el título del primer capítulo del libro, «El peso del pasado»). Serán esos actores de su adolescencia los que acaparen nuestra atención.
La abuela de Julián es protagonista fundamental, mucho más que los padres. Su imagen dura se va suavizando poco a poco a los ojos de su nieto y ante los lectores al conocer los reveses que le ha dado la vida.
Porque realmente todos los personajes han atravesado una existencia trágica; algo que se nos haría insoportable si la autora no fuera dosificando la información, cambiándola según la percepción del que lo cuenta, ya sea el Julián adulto o el Julián niño.
Quizás la presentación de muchos personajes como meros prototipos sea necesaria al argumento. Cada uno participa y se muestra en función de su papel en la obra. También su caracterización fluctúa con datos que parecen contradictorios, como si el producto de los recuerdos no alcanzara una sólida consistencia o el transcriptor interpretara y escribiera según el momento. Así, Macarena, un fantasma que apenas habla en la novela número 1, es en «Retazos de amor y sexo» solo una mujer hermosa y sensual, y, aunque se nos informa de cierta actividad política, esta no se desarrolla por no ser un elemento fundamental en la trama. La hermana de Julián, Marta, se presenta simplemente como la niña odiosa y mimada que desemboca en la droga seguramente cuando descubre que la vida no le gusta. La madre es una mujer triste que solo le demuestra indiferencia. La existencia del padre se reduce a estar siempre borracho. Y Salva, que ansía convertirse en escritor, se retira abruptamente agredido por su propio pasado, aunque llega a finalizar lo fundamental de su obra. Nos sirve de escribano y de contrapunto aparentemente amable a la triste realidad de su jefe, maltratado desde la niñez por unas burlas que no acaban de desaparecer.
Por supuesto, hay otros personajes secundarios que no merecen mucha más atención, todo ese público que llena el bar por las mañanas, incómodo ante la realidad sucia de una mendiga a la que desprecian. Será don Andrés quien se erija en portavoz y pida su alejamiento, como podía haber sido cualquier otro, si bien la autoridad que le confiere su cargo en la empresa Resplandor Seguros es la que lo empuja a actuar. Su caracterización como un chulo insensible es también la esperada en estos casos.
Papel fundamental es el de los espacios, mejor tratado que el tiempo, donde se detectan algunas inexactitudes (parece que toda la historia de Macarena se reduce a uno o dos meses, algo difícil de creer dada la profundidad y la trascendencia de la relación). Los lugares de la infancia se plasman en las páginas con todos sus sabores y olores; una pobreza triste que se suaviza en la casa de Macarena, pues su mera presencia todo lo arregla, y el hecho de que sea un lugar prohibido lo idealiza aún más. Y, acompañándolo todo, la insistencia de la lluvia, que no acaba de borrar las máculas de la desgracia.
La nieve en el almendro es una novela de contrastes, donde la diosa se convierte en pordiosera, donde el amor de Julián oscila entre la piel negra de Mariela y la nieve de su recuerdo adolescente, donde la vida mediocre pero acomodada que ha alcanzado se cambia por el abandono y la soledad quizás como deseo de pagar innecesariamente una culpa que solo descubriremos en el último capítulo: aquel hecho de 1978, su enamoramiento de Macarena, que solo traerá consecuencias trágicas y justifica la mayor y más trascendente de sus decisiones.
Por eso digo que el libro está bien estructurado, pues va aportando los elementos para que conozcamos toda la historia de Julián, desde su mísera adolescencia hasta su mísero final, en el momento justo, con datos que se reparten entre las dos historias paralelas con voces diferentes pero, en el fondo, muy semejantes: la del protagonista de esta historia y la de su narrador, que abandona la tarea, quién sabe si definitivamente, por una mujer que vuelve de un pasado también dañino.
Porque La nieve en el almendro es, como ya indica su primer capítulo, una novela sobre el peso del pasado, una cuenta pendiente para todos y cada uno de nosotros. También para Salva, el contrapunto del protagonista, que, sin embargo, acabará igualmente engullido por las circunstancias.
Debo confesar que se sufre mucho al leer esta novela, que se siente uno «abducido» por ese fardo del que es imposible liberarse para construir cada día un nuevo presente. Que es muy difícil tirar lastre. Y que la historia acaba por repetirse en su ciclo inagotable.
Quizás es que yo no haya querido entender que el final no es triste y que la elección de Julián es la que lo libera; que lo que para mí significa sumergirse en una nueva pesadilla no es sino un gran paso para el protagonista. Que la frase del principio «Dicen que si sacas fuera lo que te hace daño, el dolor disminuye, que es como extirpar un cáncer» realmente consigue su efecto.
Pero en esto, como en todo, será el lector quien calibre.
Elena Marquésjueves, 13 de febrero de 2014
Retazos de amor y sexo (I) (La nieve en el almendro)
La nieve en el almendro es algo más que una novela, en realidad son dos, y creo que es justo ofrecer la lectura del primer capítulo de la novela que habita dentro de la otra novela. En esta se narra la vida de Julián adolescente, con la visión que le da Salvador, un camarero que quiere ser escritor.
*Si te interesa la novela puedes adquirirla enviando un email a info@editorialeldesvan.com (te la mandan sin pagar gastos de envío adicionales) o pídela en tu librería habitual y que se pongan en contacto con la editorial.
Retazos
de amor y sexo (I)
La
familia
La abuela, vestida de negro y con un delantal de
cuadritos.
Mi padre
rascándose la entrepierna y viendo Sandokan en la tele.
Mi amigo Carlos agachado, jugando a las chapas.
Las braguitas de colores de Macarena colgando del
tendedero.
Todas
las historias, hasta las más insignificantes o vulgares tienen un inicio, un
punto de partida que nos lleva al desarrollo del argumento; después, éste se
resuelve en un final más o menos inesperado. La mía se inició el día que Carlos
se mudó a nuestro barrio a principios de septiembre de 1978. Casi un mes
después, y a pesar de que ya éramos buenos amigos, yo aún no había entrado en
su piso ni una sola vez. La culpa de que nuestra amistad no incluyera visitas a
nuestras respectivas casas la tenía mi abuela. Me había prohibido terminantemente
ir al piso de mi amigo, si entraba en aquella casa acabaría condenándome al
infierno, al menos eso era lo que ella decía y, para dar más fuerza a sus palabras,
me pellizcaba el brazo hasta hacerme prometer que nunca pasaría el umbral de
aquel piso.
Como
decía, mi historia alcanzó esa categoría cuando Carlos y su madre se mudaron a
nuestro barrio. El niño tardó poco en ser mi mejor amigo, entre otras cosas,
porque no tenía ningún otro. Los dos jugábamos en la acera con la misma
expresión de aburrimiento y cara de acelga cocida. Fue él quien se acercó un
día y me invitó a echar una partida de las chapas. Desde entonces, nos volvimos
inseparables, dos islas que repentinamente se habían unido por un arrecife de
coral o, mejor dicho, por unas chapas multicolores.
Su
madre, tan joven como bonita, se convirtió en el objeto de mi admiración, no
había nada en ella que no me pareciera hermoso y original. Me sentía feliz el
día que podía verla, aunque fuera a distancia, desde la ventana de mi
dormitorio, o por la de la cocina, cuando tendía la colada en el patio de
luces, aunque desde allí apenas podía admirar sus brazos delgados y morenos,
que acababan en unas manos pequeñas y ágiles como palomas.
En
realidad, ella es la protagonista de esta historia, por eso se inicia con el
día en que me habló por primera vez. La jornada empezó mal, como siempre, por
causa de mi abuela.
Esa
mañana, mi abuela cogió a Satanás por la piel del cuello, a salvo de sus garras,
y tomó impulso para lanzarlo por la ventana. Me estremecí al oír el aullido que
escapó de la garganta del gato mientras surcaba el aire enrarecido de aquel
barrio maloliente. Me asomé al ventanuco de cristales sucios, buscando el
cadáver de mi mascota sobre el cemento. Pronto descubrí, con alivio, que el
felino huía calle abajo, sólo perseguido por las risas de unos chiquillos que
jugaban a las canicas en la acera.
Mi
abuela se llamaba Catalina. Vestía de luto riguroso, camisa, falda y toquilla,
excepto un delantal a cuadritos blancos y negros que solía usar para estar en
casa. A mí me recordaba a los personajes de los dibujos animados, que siempre
aparecían en el televisor con la misma ropa. Al principio pensaba que vestían
igual porque eran más pobres que yo, y eso me reconfortaba. Me identificaba con
Marco, mis pantalones también solían gastar remiendos mal disimulados; pero yo
tenía madre y no necesitaba salir a recorrer el mundo tras ella. Una madre, eso
sí, que apenas veía, se marchaba al amanecer y no regresaba hasta la hora de
cenar. Mi abuela, encargada de cuidarme, se recogía el pelo en un moño gris, un
puñado de pelos tristes claveteados con horquillas de metal, a veces se sacaba
una para limpiarse la mugre de las uñas o la cerilla de los oídos. Sus ojos
pequeños, vivos, nerviosos como insectos deslumbrados por una bombilla, nunca
se detenían en un sitio concreto, y eran capaces de inspeccionar una habitación
en escasos segundos. La nariz, chata y aplastada, apenas daba sombra a unos
labios escasos formados por dos líneas pardas que se curvaban hacia abajo en un
rictus de despecho.
Al cabo de una hora, el gato regresó maltrecho
y tembloroso, cuidándose mucho de acercarse a los tobillos de mi abuela,
hinchados como globos y negros como el candil que se trajo del pueblo y que
guardaba en su cuarto como una reliquia, nunca se fío demasiado de la luz
eléctrica. Solía ocultar sus piernas, comidas de varices, tras unas gruesas
medias oscuras. El luto lo llevaba por mi abuelo Macario, aunque yo sospechaba
que no era por pena, sino por el qué dirán. Más de una vez la había sorprendido
mientras escupía en un retrato del abuelo que conservaba sobre la cómoda de su
cuarto. Lo agarraba con rabia y lanzaba insultos y babas sobre la fotografía.
Al final, lloraba e imploraba perdón al difunto en un inesperado brote de arrepentimiento.
Recuerdo,
no sin cierta nostalgia, las noches en que mi madre me obligaba a dormir con mi
abuela porque tenía miedo de quedarse sola en la habitación donde había muerto
mi abuelo. No es que me gustara compartir lecho con el cuerpo ajado de la anciana,
con su insufrible aroma a sopa de ajo y a sudor agrio. El caldo de la sopa que
sus dedos temblorosos derramaban sobre el delantal calaban la combinación y
permanecían allí toda la semana, hasta el domingo, día de baño general. No me
gustaban tampoco sus ronquidos agónicos; más de una noche la pasé en blanco por
temor a que se muriera allí mismo, junto a mí; ni los pedos que se tiraba los
días que comíamos potaje: de garbanzos, de lentejas, de alubias; es decir, casi
todos los días. Lo que me hacía recordar aquella etapa de manera agradable era
la pasión de mi abuela Catalina por las cartas. Cada día jugábamos un rato a la
brisca o al chinchón antes de apagar la luz. Le brillaban los ojos cuando
llevaba buen juego, incluso conseguía enderezar la línea de sus labios en algo
parecido a una sonrisa. No solía dejarse ganar; aunque cuando yo empezaba a
aburrirme, misteriosamente, ella perdía. Pensaba entonces que me permitía
pequeños triunfos porque me quería, porque era su nieto preferido. Cuando
cumplí un par de años más me di cuenta de que mi abuela actuaba movida por el
egoísmo, por el ansia de seguir jugando. Comprendí que aquellas victorias
regaladas eran sólo un caramelo para incitarme a continuar. Aun así, fueron los
únicos momentos agradables que viví con mi abuela, y me gustaba conservarlos
envueltos en ese halo de felicidad que da la nostalgia, aunque fuera
falsa.
Yo
tenía mi propia teoría sobre el miedo de mi abuela a quedarse sola en la
habitación: ella creía en las apariciones de los muertos, y pensaba que su
marido regresaría para llevársela, algo remordía su conciencia, quizás su
negativa a cuidarlo en sus últimos días. Mi madre solía contar que una mañana
se sentó en una mecedora, justo al lado de la puerta de la habitación conyugal
donde reposaba el enfermo, y desde entonces no se movió de allí ni de día ni de
noche; decía que prefería morir de hambre a vivir con aquella vergüenza. Al
principio mi madre no le hizo demasiado caso, pues a la abuela siempre le
gustaron los grandes aspavientos que luego se quedaban en nada; pero esta vez
iba en serio, pasó más de dos días con sus noches meciéndose a un ritmo pausado
y sólo se levantaba para ir al retrete.
Fue
por este motivo por el que el abuelo murió justo en aquella cama. Mi madre se
lo llevó a casa ya moribundo para atenderlo mejor. La abuela no quiso venir,
pero prometió que volvería a moverse y a comer. No nos visitó hasta que
falleció el abuelo, entonces se mudó a vivir con nosotros, algo que cayó muy
mal a mi padre, que nunca se había llevado bien con su suegra.
—¿Qué
miras, zagalón?
—Nada
—Pues
eso, a ver si tengo que hacer contigo lo mismico
que con el gato ese del demonio, el muy gandul se echó la siesta sobre el
chaleco que le estoy tejiendo a tu hermana.
No
contesté, aunque me dolieron sus palabras. Sabía que cuando la abuela estaba de
malas era mejor callar nada. Me hubiera gustado que el chaleco fuera para mí, pocas
veces se acordaba de que tenía un nieto; en todo caso, para pedir ropa usada a
la vecina del tercero y humillarme un poco más obligándome a que me la pusiera
para ir al colegio. Llevar las camisas de otro, algunas incluso con las
iniciales de un extraño bordadas, hacía que me sintiera inferior al resto de
los niños. Mientras que las prendas pertenecieran a chicos de fuera del barrio
no me importaba demasiado, el problema era el vecino del tercero, un año mayor
que yo, hijo único, mimado y orgulloso. Más de una vez me había dejado en
ridículo en el colegio, sobre todo delante de las chicas, me señalaba con el
dedo y decía: esa camisa es mía, ese
pantalón y esos zapatos son míos. Y yo hubiera querido desaparecer. Que la
tierra se abriera a mis pies y me tragara. Ser pobre es una mierda, una gran
mierda, repetía una y otra vez, como si hablar de modo escatológico pudiera
compensar las humillaciones que sufría a diario.
Durante
la comida mi padre me hizo reír, logró que me olvidara del golpe de Satanás y
de ese chaleco que nunca sería para mí. Contó chistes de Jaimito con la voz
gangosa que tanto me gustaba. Mi padre se reía del mundo y sus habitantes,
sobre todo de la abuela, que siempre andaba cuchicheando a sus espaldas,
haciéndose cruces como si del diablo se tratara. Él no le hacía caso, y
acercaba su boca a mi oreja, notaba el calor de su aliento a vino mezclado con
el olor a la obra, al cemento, a los ladrillos mojados y al sudor que
destilaban sus axilas de albañil para decirme que era una mosca cojonera, me guiñaba un ojo y se rascaba la entrepierna con
gestos ostensibles, como si le hubiera picado un insecto. Mi madre nos miraba
sin disimular su enojo. Callada, una estatua de sal, tan inmóvil como amargada.
Me
gustaba observar a mi padre mientras que me hablaba de su trabajo y presumía de
ser el mejor encofrador de la ciudad. Lo imaginaba construyendo aquellos
edificios gigantescos, esqueletos que crecían hacia el cielo y que yo admiraba cuando
iba camino del colegio. Entonces, henchía mi pecho y elevaba la mirada,
orgulloso de ser su hijo. Pronto se llenarían de gente, personas que no sabían
que podían vivir allí gracias a mi padre. Era alto y sus espaldas eran tan
anchas que, en algunas puertas, tenía que pasar de lado. Yo me preguntaba si alguna
vez lograría parecerme a él, aunque no hubiera heredado el azul de sus ojos.
Ese color se lo quedó Marta, la tonta de mi hermana; mi madre solía decir que
la mirada de su niña parecía un trozo de cielo. Yo pensaba que, además de ser
una cursilería, si analizáramos la frase encontraríamos que tras el cielo está
el infierno, y que tras su apariencia de niña buena había un demonio engreído. Ella
fingía inapetencia para que nuestra madre le comprara yogures y quesitos, que a
mí me estaban vedados, a pesar de que mi aspecto famélico contrastaba con la
figura oronda y rebosante de buena salud de mi hermana.
Ese día deseaba que mi padre me contara más cosas
sobre su trabajo o de la vida en general; pero en la tele ponían Sandokan, su
serie favorita, así que no lo quise molestar y así evitarme una colleja. Me
acomodé junto a él en el sofá de escay y traté de mostrar un interés que no
sentía en absoluto, nunca me gustaron las películas de acción. Mi mente se
escapaba hacia otro lugar, muy lejos de los mares del sur. Decidí marchar a mi
puesto de vigilancia. Desde la ventana de mi cuarto podía ver la puerta de
entrada del edificio, gracias a su forma, lugar obligado de paso para todos los
residentes, incluida Macarena, la madre de mi amigo Carlos. Pasaba muchas horas
apostado. A veces, incluso me dormía apoyado contra el cristal. Esa tarde, la
suerte no me favorecía, más de dos horas y mi musa no había salido aún, sin
duda un cambio de turno inesperado. Tendría que sonsacarle a mi amigo el nuevo
horario de su madre en la cafetería; eso sí, con cautela, no fuera a sospechar
algo. Me hubiera gustado ir a casa de Carlos y comprobar si estaba allí
Macarena, su madre, pero mi abuela me lo tenía prohibido terminantemente.
Desilusionado, me fui al cuarto de baño por enésima
vez ese día. Me contemplé en el espejo tratando de encontrar mi lado bueno, el
más atractivo; sin éxito. Me vi allí preguntándome a quién había salido,
mientras observaba mi pelo, negro como el de mi padre, algo más lacio y
deslustrado. Mis ojos no eran azules, sería
demasiado pedir para un chico tan vulgar como yo, pensé. En mi cara se
podría trazar un triángulo perfecto. La barbilla afilada y la boca pequeña
formarían el vértice. Arriba, los ojos marrones, grandes y abiertos como si
quisieran comerse el mundo, configurarían la base. Este triángulo invertido que
era mi rostro empezaba a motearse con granitos rojos que me molestaban, porque
afeaban aún más mi cara, nada atractiva de por sí y, sobre todo, porque eran un
signo de que me estaba haciendo mayor, como lo era la rapidez con que crecía y
el vello que me estaba saliendo por todo el cuerpo. Y me asustaba dejar de ser
un niño.
El
sonido del portero automático me sacó de mi ensimismamiento. La voz cantarina
de Carlos me alivió, quería jugar a las chapas. Bajé las escaleras para
reunirme con él en la calle. No me apetecía jugar, pero necesitaba estar con
alguien. De repente, me puse triste sin ningún motivo en concreto; o sí, quizás
la causa no residía en aquel instante, iba más allá, al momento en que nací en
el seno de aquella familia de tarados a la que le era indiferente, no reparaban
en mí más que en cualquier mueble de la casa. O, simplemente, era que esa tarde
había conseguido ver a Macarena, pero esto último no podía decírselo a mi
amigo.
—¿Qué
te pasa, a qué viene ese careto? —preguntó Carlitos.
—Nada,
lo de siempre, mis viejos han discutido otra vez—mentí.
—Venga
tío, no te agobies.
—La
culpa ha sido de mi abuela, ha estado calentando a mi madre…
—Tu
abuela es un regalito, ¿eh?
—Sí,
bueno, vamos a jugar. Esto… oye, ¿tu madre no trabaja hoy?
—Tiene
turno de noche, se irá más tarde, ¿y eso?
—No,
nada, es que no la vi salir… Venga vamos a jugar.
Preparé
las chapas, arrepentido de haber preguntado tan directamente a mi amigo sobre
su madre. Carlos no pareció sospechar nada. Según mi abuela, era un chiquillo
desgraciado; aunque se le veía feliz, a pesar de ser más canijo que yo y vivir
en los bajos del edificio, el peor sitio por la humedad y los olores. Sentí en
lo más profundo de mi alma que era la única persona del mundo en la que podía
confiar, la única que conocía mi horrible vida de familia.
—¿Sabes?
Hoy he hecho un nuevo experimento —dijo Carlos en voz baja, como si temiera que
alguien pudiera robarle sus ideas.
—¿Y?
—Ya
sabes que estoy investigando en mi vacuna para evitar la muerte…
—Sí
—lo interrumpí—, esa que cobrarás a los ricos y regalarás a los pobres del
barrio…
—…
Pero de vez en cuando me gusta crear cosas diferentes —continuó Carlos,
haciendo como que no me había oído.
—¿Cómo
qué?
—Te
lo cuento si me prometes que lo probarás.
—No
puedo prometerte eso, no hasta que me digas cómo lo has hecho.
—A
ver, mi madre siempre dice que los pepinillos en vinagre son muy nutritivos,
pero a mí no me gusta el sabor del vinagre, así que he cogido el vaso de la Nocilla y lo he mezclado
todo, machacando bien los pepinillos. Aún no lo he probado, pero tiene una
pinta…, una pinta…
—¿Asquerosa?
—Nooooo,
buenísima, ¿lo probarás?
Nos
interrumpió el ruido de la puerta de entrada al bloque. La madre de Carlos se
dirigía hacia nosotros, llevaba puestos unos pantalones muy ajustados y una
camisa de flores. Le dio un beso a su hijo y me dedicó una sonrisa.
—Hola,
tú eres Julián, ¿no? Carlos me habla mucho de ti y, hasta ahora, sólo te he
visto de lejos. ¿Por qué no vienes un día a casa, a merendar, así podremos
conocernos mejor?
—Pues,
pues,… Sí, un día de estos voy, seguro
—dije sin demasiada convicción.
—Te
aseguro que no nos comemos a nadie —y soltó una carcajada, mostrando sus
dientes parejos y muy blancos.
—Ya,
supongo que no come mucho, está muy delgada.
—Háblame
de tú, no soy tan mayor, y no estoy tan delgada, que como muy bien, ¿verdad
Carlitos?
Mi
amigo asintió con la cabeza. Parecía abstraído, no prestaba atención a la
conversación que yo mantenía con su madre.
—Bueno,
tengo que marcharme, no te acuestes demasiado tarde. Y tú, Julián, no olvides
que tenemos una cita; para merendar, ya sabes.
En
ese mismo instante decidí que entraría en aquella casa, aunque me costara
acabar en el infierno, ese horrible sitio que mi abuela describía para mí con
tanta precisión y mala uva.
Macarena
era lo único bonito que había en el edificio, la única persona no gris, no
triste, no amargada, no… Podría pasar horas pensando en las cosas que no era la
madre de Carlos, o simplemente podría decir que era maravillosa. Nunca había
hablado con ella; como me gustaba espiarla, conocía los horarios de la
cafetería donde trabajaba y estaba pendiente de sus entradas y salidas, como si
fuera un novio celoso. Nunca se lo dije a Carlos, pero me gustaba su madre, me
gustaban las braguitas de colores que colgaba en el tendedero del patio de
luces, tan pequeñitas, tan encantadoras. Al verlas no podía evitar compararlas
con las enormes bragas de algodón blanco o color carne de mi madre, con la goma
dada de sí que, más que colada, parecían los restos de un naufragio.
Me
gustaban sus vestidos de flores, los zapatos de plataforma, el bolso hecho con
retazos de piel y sus ojos color avellana. Me gustaban sus sonrisas y su forma
de andar, y sus labios pintados de rojo, como si se le hubieran manchado al
comer fresas; siempre me pregunté si tendrían su sabor agridulce. Una vez las
probé, las fresas. Cuando era niño no era una fruta al alcance de todos; un día
mi madre se lio la manta a la cabeza, como solía decir y nos compró medio kilo.
Las traía cuidadosamente envueltas en papel de estraza, depositó el bulto sobre
la mesa de la cocina y nos llamó a mi hermana y a mí. Los dos mirábamos
asombrados aquel fruto de forma triangular y color intenso. Sabíamos que eran
fresas, las habíamos visto en la frutería del barrio, y nunca hasta ese día las
habíamos probado. No nos decidimos a meter la mano en el plato hasta que mi
madre nos dio permiso para hacerlo con una sonrisa complacida, una de las pocas
veces que la vi sonreír. Ella tan sólo se comió una, para probarlas, dijo, como si se avergonzara de aquella pequeña
debilidad. La mayoría las devoró Marta, y yo también pude degustarlas. Desde
entonces soñé con ellas y con los labios de Macarena, dos frutas tan prohibidas
como deseadas.
*Si te interesa la novela puedes adquirirla enviando un email a info@editorialeldesvan.com (te la mandan sin pagar gastos de envío adicionales) o pídela en tu librería habitual y que se pongan en contacto con la editorial.
Etiquetas:
La nieve en el almendro,
Novelas
miércoles, 12 de febrero de 2014
La caricia de Tánatos de María José Moreno
La caricia de Tánatos contiene una historia inquietante que nos
engancha desde la primera página, Mercedes, la psicóloga protagonista, tiene que enfrentarse a un psicópata muy
hábil, que sabe cómo seducir a sus víctimas y llevarlas hasta límites
insoportables. A la vez, lucha contra sus propias inseguridades, un desengaño
amoroso marcó su vida y la llevó a refugiarse en su trabajo. Sin embargo, la
aparición de un hombre trastorna su pacífica existencia, a la vez que empieza a
recibir mensajes y llamadas amenazadoras.
En esta novela encontramos todo tipo de emociones y
relaciones: de amor, de amistad, de rencor, de venganza… Encontramos secretos
de familia y personajes con una gran carga emocional a sus espaldas. Esta es
una de las cosas que más me han gustado de la novela, cada personaje arrastra
un pasado, y María José nos muestra lo difícil que es empezar una nueva vida,
olvidando los fantasmas de ese pasado.
El lenguaje utilizado es claro y sencillo, muy cuidado, se
nota que la autora ha mimado el texto hasta lograr que la novela llegue al
lector en unas condiciones inmejorables.
Otro aspecto a destacar es el realismo con que se retrata a
los personajes y las situaciones, además, me encanta que esté ambientada en
Córdoba, un ciudad hermosa y acogedora. Todo esto hace que La caricia de
Tánatos posea una alta dosis de credibilidad e, incluso, que nos pueda servir
como advertencia a los lectores ante situaciones de maltrato que van más allá
de lo físico, precisamente, esas son las más difíciles de reconocer.
La lectura de este thriller psicológico nos proporciona un
valor añadido, pues además de ser intrigante y adictivo, sabemos que el punto
de vista que nos da Mercedes está respaldado por los amplios conocimientos de
la autora, psiquiatra de profesión.
Por cierto, un detalle, leyendo esta novela me ha pasado
algo curioso. Me costaba separar el personaje de Mercedes de la escritora,
María José Moreno, será porque la conozco personalmente. Supongo que todos los
escritores ponemos algo nuestro en los personajes que inventamos.
En definitiva, una novela muy recomendable que te enganchará
desde la primera línea y que, una vez finalizada, te puede llevar a la
reflexión sobre ciertas personas y actitudes.
Puedes encontrar La caricia de Tánatos en Amazon, en este
enlace:
María
José Moreno nació en Córdoba (España) en 1958, donde reside. Escritora,
psiquiatra y profesora titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Córdoba, se inicia en el ámbito de las publicaciones con artículos científicos
y libros en el campo de la psiquiatría. En el año 2008 irrumpe en la literatura
de ficción, con un relato titulado “Cosas de Catedráticos”, que fue galardonado
con el Cuarto Accésit en el II Certamen Internacional de Relato Breve de la
Universidad de Córdoba. Al año siguiente, inaugura Lugar de Encuentro, su
propio blog literario. Con más de doscientas mil visitas, es el referente para
la publicación de sus relatos cortos. http://www.mjmorenodiaz.com/
El
año 2010 queda finalista en el Certamen de Novela por entregas (ediciones
Fergutson), con su novela “Vida y milagros de un ex”, la que en 2011 fue
publicada en formato eBook y consiguió más de cuarenta mil descargas,
actualmente en venta bajo el sello B de Books. Además, ha participado en varios
encuentros literarios tratando el tema de la publicación digital independiente
y colabora habitualmente en la Revista Terral (de arte y literatura) desde su
creación.
Tras
el éxito de “Vida y milagros de un ex”, publicó el 2012 “Bajo los tilos”,
novela que se ha mantenido entre los primeros lugares en los top de ventas de
las plataformas digitales más importantes (Amazon, Grammata, Fnac) y que ha
salido publicada en papel en enero de 2014, bajo el sello editorial Vergara del
grupo Ediciones B. En mayo de 2013 publica “La Caricia de Tánatos” en formato
digital, con la editorial El desván de la memoria, novela que constituye la
primera parte de una trilogía y que a los pocos meses también se convirtió en
un fenómeno de ventas. Su estilo narrativo, definido por los lectores como
prodigioso, creativo e intenso, a través de un lenguaje que resulta ameno y
envolvente, la va perfilando poco a poco como un nuevo referente de la
literatura contemporánea.
Etiquetas:
cosas de mis amigos,
Lecturas 2014,
Reseñas
jueves, 23 de enero de 2014
Y por fin, el silencio de Alicia G. García
Elisa tiene sobre su cabeza una
sentencia de muerte, el médico le ha comunicado que tiene un cáncer terminal.
Se pide vacaciones para poner en orden su cabeza y su vida, pero un suceso le
impide alejarse de su trabajo como inspectora de policía. Ha aparecido muerta
una muchacha, su cadáver sufre una mutilación que enlaza el crimen con dos
casos anteriores. Ella y sus dos
compañeros, que se conocen desde su primer destino, tienen un especial interés
en resolver este caso, así que Elisa trata de sobrellevar su enfermedad y los
recuerdos de una infancia que no fue precisamente amable.
Con un lenguaje claro, sencillo, pero
no por eso, falto de belleza, Alicia nos introduce en una historia policíaca
donde no falta el maltrato y el abuso infantil, que condiciona el resto de la
vida de sus personajes. Es importante destacar la relación de amistad que une a
Elisa con sus dos compañeros policías,
que está en el eje de la novela. Ellos son su único apoyo, pues su madre
siempre se ha despreocupado de ella. Me ha sorprendido agradablemente la
profundidad de los personajes, la maestría con la que refleja los sentimientos,
algo que no siempre se encuentra en las novelas de este género. Y la capacidad
de conmover al lector.
Y de repente, el silencio me parece una novela muy recomendable, que engancha desde el
primer capítulo y que tiene momentos brillantes con destellos de alta
literatura. Estoy seguro que Alicia G. García tiene un futuro muy prometedor
como escritora.
Puedes descubrirla por solo 1 euro en Amazon, en el siguiente enlace: http://www.amazon.es/Y-por-fin-el-silencio-ebook/dp/B00HVMH2C4/ref=cm_cr_pr_product_topLA AUTORA:
Me llamo Alicia González García. Nací
en Gijón, Asturias, en 1972. Soy diplomada en Ciencias Empresariales, aunque
mis inquietudes personales y laborales, no han estado muy dirigidas hacia mi
formación reglada. Desde muy joven, participé en
proyectos de carácter social, dirigidos hacia menores en riesgo social, primero
como voluntaria y luego como profesional. En abril del año 2007 inicié mi
andadura en el taller literario el Desván de la Memoria , que dirige Ramón
Alcaraz.Gracias al apoyo de Ramón y a las
experiencias acumulas en mi trabajo, tanto con los menores, como con sus
familias, surgió la historia de “Buenos días”, mi primera novela, que resultó
premiada en marzo del 2009 en el certamen Princesa Galiana que organiza el
ayuntamiento de Toledo. En el año 2010, uno de mis relatos fue
seleccionado para formar parte del libro Atmósferas, publicado por Escritores
en Red. Otro de mis relatos está incluido en
la edición del Crack del 2009, publicado en Marzo de2011 por Ediciones Parnass.
En Abril del año 2012 se produce la
reedición de la novela Buenos días en papel. Un año después, Buenos días,
inicia su andadura en los mundos digitales de Amazon.
Desde hace un par de meses poseo una
pequeña casa, a la que con mucho gusto estáis todos invitados, si os apetece
leer algunos de mis relatos. http://habiaunavezunaletra.blogspot.com.es/
Este 2014 comienza con la publicación
de mi segunda obra “Y por fin, el silencio” una novela de misterio en la que mientras la inspectora Elisa Antuña
descubre que su futuro desaparece, un antiguo caso sin resolver regresa a su
vida, una nueva chica asesinada, un nuevo misterio sin pista. El pasado retorna
para convertir de nuevo sus noches en pesadillas. Sin tiempo para pensar, Elisa
debe actuar, no puede mantener sus fantasmas escondidos por más tiempo.
En
febrero de 2014 verá la luz mi primera obra infantil Bernarda,la dragona,
primero en Chile y unos meses más tarde
aquí en España.
Etiquetas:
Cosas de mis amigos/as,
Lecturas 2014,
Reseñas
miércoles, 8 de enero de 2014
Reseña de La nieve en el almendro por Maribel Romero Soler
Si hay una escritora a la que admiro por su facilidad para inventar y escribir historias esa es Maribel Romero Soler. No hace falta que sus novelas estén en las listas de los más leídos, algunos de esos libros no le llegan ni a la suela de los zapatos. Pero ya sabemos como funciona esto...
Es por eso que esperaba su reseña sobre mi novela, porque su opinión me importa y mucho. Y por eso mismo me ha hecho muy feliz que mi novela le haya gustado.
Me dice cosas como estas:
"Los últimos capítulos son muy intensos, se desvelan secretos que aún permanecían ocultos, las reflexiones de Julián son de gran hondura, envuelven al lector, lo atrapan y lo zarandean.
La prosa es sencilla pero a la vez muy elaborada, con expresiones de alto contenido metafórico, se nota que hay un gran trabajo de creación por parte de su autora, que no se ha limitado a escribir, se ha esforzado por ofrecer belleza.
Los personajes principales son Julián y Salva, porque de las confesiones entre ambos nace la novela, y por supuesto Macarena, que es al fin y al cabo el leitmotiv. Los secundarios son tan secundarios que a veces pasan de puntillas por la historia, aunque es en Retazos de amor y sexo cuando se les retrata con mayor profundidad, sobre todo a la abuela de Julián o a Carlos, su mejor amigo.
La nieve en el almendro no tiene más trama que la vida, que en ocasiones puede ser más cruel de lo que imaginamos. Ha sido mi primera lectura del año y me ha tenido pegada a sus páginas con verdadero deleite. Con Felisa Moreno siempre está garantizada la calidad."
Puedes leer la reseña completa en su blog Ocurrió en febrero.
http://ocurrienfebrero.blogspot.com.es/2014/01/la-nieve-en-el-almendro-de-felisa.html
Suscribirse a:
Entradas (Atom)