Este poeta que sucumbe es
Manuel de Mágina, hasta ahora lo conocía por su afición a la fotografía, que nos muestra periódicamente en su blog. Después de leer su poemario, no podré pensar en él sino como poeta. Si digo que me sus versos me han conmovido es poco, más bien debería decir que me han traspasado, que se han colado por mi piel hasta estremecer mi alma. No entiendo de poesía, pero sé discernir lo que me gusta y lo que no, lo que verdadero de los artificios, y este libro es honesto con el lector.
No me considero preparada para hacer un análisis erudito del poemario, creo que es mejor dejaros una muestra del mismo. Este es el poema que inicia el libro y la primera parte del mismo Un tiempo de Mujeres.
Ahora
Sé que el dolor cae en gotas grandes de tus
ojos, pero golpean el suelo de mi corazón.
como gotas grandes desde la herida que te
he abierto, pero golpean en el suelo de mi
corazón. Golpean y su epidermis es una piel
torturada por la humedad de tus lágrimas.
Golpean y caen de tus ojos hermosísimos,
tan hermosos ahora como nunca los vi. Rosa
de mi corazón, yo no quería herirte, no quise
más que vivir, ser yo. Abrirme al mundo,
amar a otras mujeres, no morir en ti.
Tras el poeta está el editor,
Ramón Alcaraz, muchos de vosotros lo conocéis como profesor de taller literario, ahora inicia una nueva aventura, casi una locura en los tiempos que corren, poner en marcha una editorial, El desván de la Memoria. Esta es la primera publicación de la esta editorial recién nacida, que viene al mundo con una premisa muy clara: primar la calidad, tanto del libro como de su contenido. Y puedo dar fe de que lo ha conseguido. La edición está muy cuidada, el diseño de la portada, la calidad del papel, el tamaño de la letra... Todo está pensado para facilitar y hacer agradable la lectura.
Mi enhorabuena para los dos, y mis mejores deseos para esa editorial recién nacida, a ella va dedicada esta entrada, es mi modesto regalo de bienvenida a este complicado mundo.
Os dejo otra muestra de la poesía de Manuel, de la segunda parte del poemario El huerto de las 180 calabazas.
Primer día del anochecer
La noche aterriza de emergencia en el filo de
la tarde. La guían entre las colinas y el
riachuelo irisaciones azulonas y farolas
calabaza. Las crestas de la sierra son los
dientes desiguales del ocaso. Cae la tarde y
cae la tristeza en el alma, con ruido y
estrépito, como bolas pesadas de plomo en la
campana del sentimiento. Conduzco y mi
lentitud no es más que un signo de la
amargura: Vulcano acaba de desaparecer en
una residencia de ancianos.