Llevo tres años sin salir de casa. Temo que mi piel, cada vez más blanca, se vuelva transparente y deje ver mis venas azuladas, los músculos flácidos, un estómago viejo que apenas puede rumiar la comida. Hace un mes que no viene nadie, sólo el chico del supermercado, con él no puedo hablar, es rumano. El vecino de enfrente se marchó sin despedirse, aún me odiaba. Sobre la mesa, como testigo de mi irreflexión, sigue el escrito que me negué a firmar. Tras convencer a la mayoría de los vecinos de lo caro que resultaría un ascensor, me quedé inválido.
2 comentarios:
Este micro es todo un ejemplo. Debería circular de comunidad de vecinos en comunidad de vecinos porque mira que hay problemas con la instalación del ascensor en los edificios antiguos. Los de los pisos bajos, lógicamente, no quieren, los de los altos, y más si son gente mayor, lo necesitan.
Buena reflexión.
Un abrazo.
Al final , todo se paga ; las buenas como las malas acciones !
Besos desde Málaga.
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