Cuando alcanzamos la semana 12, y nos dijeron que todo iba bien, nosotros no nos lo creíamos pero nuestros allegados empezaron a verlo como algo ya más que posible y viable. Hubo, sobretodo entre amigos, quien nos preguntó si podía comprar alguna cosilla para la pequeña que viene en camino, y la respuesta fue rotunda y contundente: ¡¡¡NOOO!!!
Sé perfectamente que mis anteriores embarazos se fueron al traste muuucho antes, pero que hayamos superado esa barrera no nos da impunidad, inmunidad ni nada que acabe en "-dad". Sigo asociaciones y grupos de duelo perinatal por Facebook que, aunque ahora he silenciado para airearme psicológicamente, me recuerdan que las pérdidas no entienden de semanas ni trimestres, por más que las estadísticas estimen un descenso del riesgo de pérdida contra más se avanza en la gestación.
Entre nuestras malas vivencias, mi carácter y por historias cercanas, decidí establecer una barrera lógica a petición de quienes querían tener un detalle con nosotros: las 20 semanas (tras las correspondientes pruebas ecográficas).
¿Por qué? Por coincidir con el visto bueno médico (o no), por representar a priori el ecuador de la gestación y por poner una fecha razonable sin que se me tiraran a la yugular por grinch preñil.
Así pues, B ya tiene sus primeras cositas (algo de ropita, complementos de puericultura, un marco para las fotos de su primer año de vida, etc); no son muchas, todo lo contrario, pero para mi ya son demasiadas y logran abrumarme, ¡MUCHO!
La ingenuidad y osadía me hicieron comprar alguna que otra chuminada para la que sería nuestra primera estrellita, y ver después eso, pérdida tras pérdida, me hacía mucho mal, tanto que lo enterré todo dentro de una caja en lo más profundo de un armario que a penas abrimos. Hace nada que lo he vuelto a sacar todo, pero sigue doliendo, porque sabes que eso hubiese sido para otra personita...
Siendo así, y con mis miedos siempre a cuestas, no me atrevo a hacer nada material respecto a B, me da reparo que todo aquello que pueda comprar y/o arreglar se acabe convirtiendo en otro recuerdo de "lo que pudo ser y no fue".
No es por ser mala, pero solamente cuando se ha pasado por una pérdida, o varias, se puede llegar a entender esta "prudencia llevada al extremo de lo razonable".
Tengo conocidas, amigas, que han pasado por FIV, y ellas conocen -yo no- lo que es que no llegue nunca ese positivo, el temor al blanco nuclear del TE, el ver pasar los meses sin dar fruto alguno, pero cuando lo han logrado no han temido a la pérdida, porque en su caso no la han conocido, y a los 6 meses ya lo tenían todo. Parecía que con lograr el embarazo ya estaba todo conseguido, personalmente aprendí que el positivo no es más que el pistoletazo de una carrera de fondo cuya meta real se halla cuando tienes a tu bebé en brazos. Y nadie sabe los obstáculos que le pueden ir surgiendo..., NADIE.
Por poneros un ejemplo, mi prima, quien no requirió de RA para concebir a su hija, estuvo con el corazón en un puño hasta pasadas las 30 semanas de embarazo porque empezaron a marearla con el pliegue nucal y luego no sé qué historia de inmadurez en el cerebro y, teniendo ya su habitación montada y cositas compradas, le llegaron a exponer que de ser así quizá tendría que abortar (previo comité médico de excepción por haber sobrepasado las semanas legales). Imaginaros...
Así pues, mi niña no tiene NADA ni comprado ni hecho por su madre. A duras penas me he movilizado pidiendo presupuestos para arreglar las ventanas de la que tendría que ser su habitación o arreglar y pintar las paredes de la misma.
Entré, aún no sé cómo, a una casa de puericultura para informarme de los "trío" y no veo momento de poner una fecha para contemplarlo en serio.
¿Ropita? ¿Qué es eso? Mirar he mirado, sí, pero no he comprado nada, tristemente aún siento que todo esto no va conmigo.
Y pocos lo entienden y muchos lo critican hasta el punto de decirme que voy tarde y que mi niña nacerá y no tendrá nada. Ojo, ¿no será que la gente, por sus ansias, a veces se precipita con las compras? Que yo soy un extremo, y lo reconozco, pero también hay extremos por el otro lado...
Quiero a mi hija por encima de tooodas las cosas, aún no habiéndola visto, y no me considero mala madre por no haberle empezado a llenar el armario de modelitos cucos y su ajuar. Si llega el momento del final feliz tened por seguro que no le faltará de nada, pero ahora no me veo capaz.