MOLESKINE ® LITERARIO

Notas al vuelo en cuaderno Moleskine® .

Maxine Swann hippie

1.22.2010
Maxine Swann. Foto: João Pina for The New York Times

Confieso que la novela que leí de Maxine Swann, Chicas serias (Emecé) me dejó perplejo, por no decir aburrido. La carátula, con esas piernas colgando, me hablaba de confesiones adolescentes. Como meterse en el baño de chicas. Y algo de eso hubo. Pero pensé que podría ser más interesante. Quizá la lectura de Las vírgenes suicidas me marcó mucho. En fin, como sea, no compré, ahora que estuve en Buenos Aires, su nuevo libro también en Emecé Niños Hippies cuyo título y carátula me interesó aún menos. La autora vive entre EEUU y Argentina. La revista Ñ trata de convencerme. No lo hará. Yo estoy más aburrido del hippismo que Houellebecq de su vieja. La nota también trae un texto, este sí bueno, de Swann sobre el exilio en Argentina. Dice la nota:

No hay reglas para los cuatro hermanos de Niños Hippies. No hay límites, no hay horarios, no hay nadie que grite, cuando ya está oscureciendo, "hora de entrar". Lu, Maeve, Clyde, Tuck —dos niñas y dos niños— "son libres de correr hacia donde quieran cuando quieran, así que lo hacen". Se pasan la vida arriba de los manzanos, bailan bajo la lluvia, se cubren el cuerpo con barro y se secan al sol. Ven a sus padres y a los amigos de sus padres bañarse desnudos en el arroyo. Maxine Swann tuvo una infancia similar a la de los hermanos de Niños Hippies (Emecé, 2009), en una granja de Pennsylvania, donde nació en 1969. "Una crianza sin límites te permite muchas aventuras, pero, por otro lado, te provoca miedo y mucho sentido de la responsabilidad. Tenés que formular tus propios límites", dice, vía e-mail, desde Nueva York, donde se encuentra dictando clases de Escritura Creativa en la Universidad de Columbia. La novela está estructurada en ocho relatos, que varían de la tercera a la primera persona (en la voz de Maeve, la segunda hija de la familia y alter ego de Swann) y que tienen ritmos y tonos diferentes. Cuentan, como si alguien estuviera marcando la estatura de los niños en una pared, distintos momentos de la particular crianza de los cuatro hermanos: una visita a la casa en ruinas de los excéntricos abuelos paternos, un viaje en auto con el padre (una figura por momentos adorable y por otras odiosa, pero siempre presente) y su nueva novia, la entrada en la adolescencia y los primeros pudores. En cada nuevo relato, los hermanos han crecido uno o dos años. El salto temporal de los capítulos tiene su correspondencia en el tiempo que le demandó a Swann concluir el libro. El primer relato fue escrito en 1997 y ganó el premio O.Henry, el Pushcart, el Ploughsares ´Cohen y un lugar en The Best American Short Stories (...) Maxine Swann llegó a Buenos Aires en abril de 2001, inicialmente por siete meses, pero su estadía se prolongó. En una crónica en The New York Times cuenta su experiencia durante la crisis, sus mudanzas, su descubrimiento de los barrios, gente y costumbres de Buenos Aires. Justamente, esta ciudad es escenario de su próxima novela "Los Extranjeros", que se publicará en 2010. "La novela sigue la historia de tres mujeres extranjeras –una ucraniana, una alemana y una americana- que llegan a Buenos Aires diez años atrás. Aunque pertenecen a mundos sociales muy distintos, sus caminos se cruzan. Estoy interesada en poder captar una Buenos Aires particular así como también la condición del extranjero". Entre los escritores argentinos que leyó y le gustan nombra a Alejandra Pizarnik, Borges y Saer. "Tengo un particular afecto por la obra de Bioy Casares y en una nota más actual me gusta mucho Pola Olaixarac, su libro Las Teorías Salvajes: me impresionó", dice.

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María Inés Krimer, Premio Emecé 2009

8.05.2009
María Inés Krimer. Fuente: revistañ

La narradora argentina María Inés Krimer resultó ganadora del Premio Emecé de Novela 2009 por su obra Lo que nosotras sabíamos, y fue elegida por unamidad por el jurado integrado por Sylvia Iparraguirre, Jorge Fernández Díaz y Guillermo Martínez. El año pasado, el premio fue adjudicado al también argentino Federico Jeanmarie.

Lo que nosotras sabíamos está ambientada en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, cuya vida gira alrededor de una poderosa empresa cementera. Narrada por una voz femenina y plural, la trama se detiene minuciosamente en los detalles de la convivencia y en los sórdidos secretos de una comunidad cerrada durante la última dictadura. Por esos años, justamente la autora –militante universitaria– se trasladó a una villa cementara bonaerense, que la ayudó a inspirar la historia. "Uno de los hallazgos de esta novela es su punto de vista. Bajo un 'nosotras' voluntaria y meticulosamente frívolo, la novela va desplegando los sórdidos recovecos de la complicidad y la alianza con el poder", señaló Iparraguirre sobre la obra ganadora del galardón que el año pasado se adjudicó Federico Jeanmarie. La ex directora del mítico "Escarabajo de oro" leyó también las consideraciones que los demás miembros del jurado escribieron sobre la novela ganadora. "(Es) una voz plural, insidiosa y precisa, que en el bisbeo del chisme y el espionaje sexual del vecino encuentra un ángulo inesperado para contar los años de dictadura", retrató el autor de Crímenes imperceptibles. Para Fernández Díaz, en cambio, la novela de Krimer funciona como un "policial y como alegoría sobre la muda complicidad de las sociedades frente al autoritarismo". El jurado debió evaluar un total de 206 novelas presentadas por escritores de Argentina, Chile, España, Israel, México y Uruguay

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Samanta Schweblin entrevistada

6.23.2009
Samantha Schweblin. Foto: Martín Felipe. Fuente: adn cultura

Luego de que colocara la semana pasada un post sobre el artículo de Patricio Pron en "Etiqueta Negra" y la pelea de la "Joven Guardia" de la literatura argentina luego de una gira por España, que dejó como única ganadora a la discreta Samanta Schweblin, Mario Bellatin -uno de los jurados del concurso Casa de América el año en que ella ganó- me comentó la enorme calidad de la Schweblin. En palabras de Bellatin, que es un pesado como lector, eso es oro. Espero que pronto llegue a Lima Pájaros en la boca (Emecé), su premiada colección de relatos. En el suplemento ADN Cultura de "La Nación" la entrevistan:

-¿La tuya es literatura fantástica?
-Dicen que sí, pero no sé. Creo que los 15 cuentos de Pájaros en la boca se pueden considerar fantásticos, pero también pueden leerse como relatos realistas. Me interesa esa línea de ambigüedad. Cuanto más se acerca un texto a la realidad, más extraño se vuelve. El género fantástico ya no es Frankenstein . Ahora, es también la posibilidad de algo terrible.

-¿De dónde salen esas historias tan singulares?
-Me impacta mucho la imagen. Una vez, navegando por Internet, vi una foto de Marcos López de un hombre sirena y se me ocurrió todo un cuento. Me senté y lo escribí. La historia del cuento "Pájaros en la boca" también comienza con una imagen muy fuerte: una adolescente que sonríe con los dientes ensangrentados. Eso quedó en mi cabeza y dos o tres días después ya tenía el cuento pensado.

-¿Te has asumido como cuentista?
-Sí. Pero quiero aclarar algo: no escribo cuentos por militancia. Tengo ideas que piden ser escritas en forma de cuento, porque no funcionarían en una novela. Prefiero la brevedad. El día que tenga una idea que no sea abarcable en un cuento intentaré una novela. Pero no sé tampoco qué ventaja podría tener escribir una novela por el solo hecho de escribir una novela. A los editores les encantaría, pero a mí quizá me aburre.

-¿Algún editor te pidió una novela?
-Sí, me han pedido. Es muy gracioso, porque tengo la sensación de que los editores me tienen fe [se ríe]. Pienso que dicen: "Bueno, esta chica en algún momento va a escribir una novela, va a ser escritora". Pusieron unas fichitas ahí a ver si me despabilo y hago lo que en realidad debería hacer.

-¿Te acercás al cuento con cierto ánimo lúdico?
-No. De hecho, escribir no me es sumamente gratificante. Yo termino de escribir un cuento y soy la persona más feliz del mundo. Pero todo el trabajo de la escritura me genera mucha angustia, mucha ansiedad.

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Washington Cucurto por Faverón

1.21.2009
Carátula de la novela. Fuente: puenteaéreo

La última vez que vi en Lima a Gustavo Faverón, enemigo jurado de las ensaladas y de Ricardo Montaner, me comentó la lectura de 1810, la novela de Washington Cucurto editada por Emecé. Y me comentó, sobre todo, un cuento con que se completa el volumen que, al parecer, es una relectura de "Casa tomada", el famoso cuento de Julio Cortázar. Recordé entonces el plan que tenemos varios amigos, escritores latinoamericanos, de hacer un libro de covers literarios de autores del Boom. El de Cucurto cae ni que pintado. Esto dice Gustavo en su blog sobre 1810:

Hace un par de semanas leí una novela que quise recomendarles y se me fue pasando. Su título es 1810. Su largo subtítulo, que pueden leer en la foto, explica dudosamente su contenido: es el relato falsamente histórico (descabellado, más bien) de la revolución independentista de San Martín en Argentina del modo en que habría sucedido si los soldados de su expedición hubieran sido, todos ellos, negros africanos insólitamente cumbiamberos y peculiarmente altisonantes. (...) La novela está escrita en una clave carnavalesca que tiene más de Rei Momo y Padre Ubú que de M.M. Bakhtin, y que encuentra una inusitada armonía en la sucesión de disparates de su argumento: libidinosa y tanática, mortífera y mortal, abrupta y descortés, ruidosa y aleatoria, subversiva y cómica, anacrónica y, sin embargo, inusualmente consciente de sí misma.Quizá lo más interesante del libro, sin embargo, no está en el cuerpo principal de la novela, sino en uno de los dos textos adicionales que le sirven de doble epílogo: se trata de una versión hipertrófica y desbocada del célebre relato "Casa tomada", de Julio Cortázar. En la versión de Washington Cucurto, el texto se convierte en la historia del misterioso desalojo vista desde la óptica del grupo de negros invasores que han penetrado en el hogar burgués para ir empujando a los invisibles señores de la casa en dirección a la calle. Imperdible.

Por cierto, un lector de "Puente Aéreo" opina que Cucurto está sobrevalorado y le pide a Gustavo "menos entusiasmo pa la proxima". La respuesta de Gustavo es extraordinaria y debería aparecer en la tapa de cualquier manual para aprender a hacer reseñas en castellano: "Ok, señor. Para la próxima trataré de ser más ácido, pesimista y desganado en el momento de recomendar los libros que me gustan"

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Federico Jeanmaire premio Emecé

8.01.2008
Federico Jeanmaire. Fuente: aviones desplumados

Hace unos días se declaró la novela Vida interior como ganadora del premio Emecé de Novela que se entrega en Argentina. El jurado, compuesto por Rodolfo Rabanal, Ana María Shúa y Pablo De Santis, habpia dicho que la historia premiada "reafirma un criterio de valor inmodificable: la verdadera literatura vuelve excepcional la sencillez cotidiana". Ayer por la noche se anunció quién es el autor detrás de la novela premiada: Federico Jeanmaire, escritor argentino nacido en 1957, quien fue finalista del premio Herralde en 1990 con la novela Miguel (biografía ficticia de Micguel de Cervantes) y del cual en Lima se puede encontrar Países bajos (Seix Barral). Dice la nota en el suplemento Ñ:
Hay en la novela, según advirtió Shúa, "un sutil manejo del suspenso que mantiene atrapado al lector en ese juego entre la vida interior y las exigencias de la realidad que no perdona".El narrador, ese que según Jeanmaire se parece mucho a Jeanmaire, "juega todo el tiempo con lo que dice, lo que piensa y lo que hace pensando en una cosa diferente a la que está haciendo". Y la novela parte de una raíz autobiográfica para luego desplegarse en la ficción. "Al momento de escribir Vida interior yo venía de dos libros -Papá y La Patria- que eran absolutamente autobiográficos y no sabía muy bien cómo seguir. Este libro me sirvió para empezar a salir de mí mismo", señaló el autor.Además, bromeó, "yo, que nunca había hecho psicoanálisis, terminé analizándome en mis novelas. Por suerte con Vida interior me di de alta y acabo de terminar una nueva novela que es totalmente de ficción. Terminé, me separé de mí para siempre".Para saber más de esta "historia de amor y desamor que se lee como un policial", en palabras de Shúa, habrá que esperar poco más de un mes, porque la editorial ya adelantó que será publicada en setiembre. Saldrá, como arriesgó el autor, con "una faja que diga novela premiada y eso tal vez sirva para llegar a nuevos lectores. Eso en este momento me viene muy bien. Es como una caricia". Vaya entonces caricia, medalla y los 18.000 pesos que entrega el galardón.

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Premio Emecé shortlist

7.22.2008
La última novela ganadora del Emecé. Fuente: musimundo

Este 28 de julio -mientras en el Perú celebramos fiestas patrias comprando carne argentina en el Wong chileno para la parrillada- se dará el premio Emecé. La última ganadora fue Teoría del desamparo de Orlando Von Brennan. El jurado está compuesto por Ana María Shua, Rodolfo Rabanal y Pablo de Santis. Aquí está la extensa shortlist de novelas llegadas desde Argentina, México, Israel, Colombia, Uruguay y Chile. Algunos títulos prometen, los seudónimos no:


Resumen de la eternidad (Daniel Muxica)

Expreso Sobibor. Ruta Calchaquí (Tobías Pedriel)

El juego de los espejos o los asesinatos de las Invasiones Inglesas (Piñata)

Vida interior (Carlos Aguilera)

El verdugo y la pitonisa (Palomelo)

En relación con Mardás (Pablo Livre)

Dementiae Laus (Elogio por la Demencia) (Carlos María Sánchez Granel)

Una vida con sombrero (Pepeluis)

La furia de la langosta (Ana P.)

Lo que la primavera hace con los cerezos (Sebastián Dozo Moreno)

El desarraigo (Valparaíso)

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Cosas de negros

7.07.2008
Washington Cucurto. Fuente: la mulánima

1810: La revolución de Mayo vivida por los negros es la novela que Emecé acaba de publicar de Wáshington Cucurto, y que parte del principio: ¡La historia la puede escribir cualquiera! Y bajo esa premisa, el ilustre y nunca bien ponderado libertador don José de San Martín tiene una vida distinta al mito del hombre que cruzó heroicamente los Andes a caballo:
San Martín, el Libertador de América, es un contrabandista que trae negros desde Africa en un barco inglés. Es homosexual, está enamorado de su lugarteniente Clodoaldo Maripili, fuma marihuana –le daba a la hierba todo el día y gracias a ella cruzó la cordillera y liberó América– y tiene varios hijos ilegítimos, entre otros a Ernestito Cucurtú. Cuando regrese a Buenos Aires, en mayo de 1810, protagonizará una revolución al liberar a los esclavos, que encabezarán una orgía sexual, social y política que dejará todo patas para arriba. “¡Qué insoportable olor a peronismo había en este Cabildo musical, en este virreinato cumbiantero y conventillero cien años antes de Perón! ¡La patria antes de nacer, en la cuna, antes de la emancipación, ya era peronacha”, dice Cucu. Y reescribe las biografías de algunos integrantes de la Primera Junta. Castelli era el disc jockey de la revolución en el Cabildo; Paso, “el principal agitador en las reuniones”; los hermanitos Manuel y Mariano Moreno conquistaron la fama por “las fastuosas jodas sexuales” que organizaban. En la óptica desmesurada de Cucu, los próceres parecen más interesados en quedarse tirados al sol, bailar cumbia, tomar cerveza y “resolver sus problemas a pijazos”. Cucu es el personaje que creó el escritor Washington Cucurto –seudónimo de Santiago Vega–, el protagonista de todas sus novelas. Y, claro, también de la última: 1810, la Revolución de Mayo vivida por los negros (Emecé).

Al parecer, lo que hace es mezclar hechos históricos con elementos y personajes del presente. Así, el narrador habla de blogs en 1810 y cosas así. En una entrevista para Página12 Cucurto declara que no se pica cuando lo molestan en los blogs y que para él la literatura:
(...) es un entretenimiento, es como jugar, por eso mi cara y mi cuerpo aparecen en las tapas de mis libros. Lo que se diga o cómo me vean es parte del juego. No me considero el negro de la literatura, simplemente escribo libros. Los que me pegan me prejuzgan porque no me conocen o leen de una sola manera. Está bien, también uno se tiene que aguantar lo que dicen, hay que hacerse cargo de lo que se escribe. No me quejo, no soy quejoso, simplemente hablo de lo que generan mis libros.

Y también habla del "bluf" que significa para él el concepto de "calidad" en la obra literaria:
A mí no me interesa el concepto de calidad, para mí no existe. El concepto de calidad es un elemento del capitalismo usado por las empresas. Como digo en la novela, es para el sachet de leche, pero no para el arte. La cuestión de la calidad es para alguien que quiere vender algo y necesita demostrar que esto es mejor que esto, que Vargas Llosa es mejor que Jaime Bayly. Pero no es así, son escrituras distintas y todas conviven. A algunos les gustará más o menos, es una cuestión de gustos. Pero al imponer la calidad, se separa todo y para mí el arte no es un lugar para imponer sino para generar cosas. No me gusta la literatura que está muy arriba, que no dialoga, que tiene un concepto muy imperialista: libros perfectos que no se leen, que no transmiten nada, que son sólo para eruditos. Es como imponer una cultura elevada sobre otra. Me gusta decir que mi literatura es un bleuff.

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Contra los Kafkólogos

6.10.2008
Kafka. Fuente: laotrapiel

Se ha publicado en Argentina, bajo el sello Emecé, el libro del checo José Cermak, Kafka, ficciones y mistificaciones que tiene además un prólogo de Kodama, la viuda de Borges. En Moleskine Literario hablamos ya del tema. Cermak pretende desmitificar a Kafka, especialmente a aquel creado por quienes lo conocieron personalmente como Max Brod y Gustav Janouch. Sin embargo, Juan Forn anuncia que el libro no es mucho más que una extensa diatriba contra Janouch hecha por un especialista pero sin mayores fundamentos. Dice Forn:
(...) lo más llamativo de su libro es que, luego de repetir una y otra vez que el engaño de Janouch sólo fue posible por su endiablada habilidad para inventar “imponentes aforismos”, Cermak procede a decirnos muy suelto de cuerpo que ese hombre capaz de crear un Kafka tan magistral que el mundo entero se lo creyó (empezando por Max Brod y Dora Dymant, la mujer en cuyos brazos murió Kafka) no consiguió ganarse la vida con la pluma “ni siquiera en el ala más barata de la literatura”. Según Cermak, “los intentos de Janouch por hacerse valer como escritor en revistas y periódicos checos fracasaron definitoriamente”. Razón por la cual se pasó a la lengua alemana “y allí tuvo una suerte inesperada: consiguió escribir una obrita que por un tiempo le reportó éxito mundial” (se refiere, por supuesto, a las Conversaciones con Kafka) “y aún tendrá que pasar tiempo para que se vea que la estatua por él creada es sólo de arena, al lado de la verdadera, que es de granito”. Una estatua de arena. Eso es lo que nos ofrece Janouch, según Cermak: un libro de arena. Será quizá por eso que su libro tiene un prólogo de María Kodama. Y fíjense lo que dice en él la primera viuda de nuestras letras: “El deseo de apoderarse de la obra de un escritor ha sucedido desde el alba del mundo hasta nuestros días. Curiosamente, los destinos de Borges y Kafka se acercan en esta suerte de vampirismos de las rémoras” (no me miren a mí; yo me limito a citar la palabra alada de Kodama). “Ambos, ya transpuesto el Gran Mar, como llamaban a la muerte los florentinos” (¿qué tendrán que ver los florentinos? perdón, perdón, sigue la cita), “fueron y son víctimas de la voracidad de quienes, muchas veces sin conocerlos, escriben supuestas biografías y conversaciones, que ocultan la ambición de lograr un lugar en la literatura al que nunca accederán por mérito propio”. ¿Tiene el libro de Cermak “mérito propio”? ¿Tiene alguna virtud que el de Janouch no tenga? Permítanme contestar esta pregunta con unas palabras del libro Kafka. Los años de las decisiones, que escribió Reiner Stach, publicó Siglo XXI y ojalá algún día reciba la justicia que se merece. “Una sensación de agarrotamiento ataca a quien visita el estante K en cualquier biblioteca especializada en Germanística: metros y metros de Kafka. No hay instrumento metodológico que no se haya aplicado a su obra. Infinidad de sesudos análisis se citan mutuamente y nos recuerdan los juegos autistas: no es posible imaginar a quién van dirigidos. El escenario está dominado por el principio de repetición y el del plagio. Uno no puede dejar de preguntarse si lo que aquí se representa es la exacerbación, la parodia o la mera decadencia del culto a Kafka. Las escasísimas perlas que se pueden descubrir proceden casi en su totalidad de no especialistas, y en ellas presta providencial ayuda la empatía allí donde el conocimiento termina”. Los kafkólogos se jactan de haber reconstruido la vida de Kafka casi instante por instante (“quedan aún algunos momentos poco conocidos”, afirma con petulancia Cermak en cierto momento de su libro). Podrán quizá recitar hora por hora, incluso minuto por minuto, lo que hizo Kafka cada día de su vida, pero es evidente que todavía no han llegado a conocerlo como lo conocieron –y nos lo hacen conocer– Brod y Janouch.

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Un tándem perfecto

5.30.2008
Un tándem perfecto en el suplemento cultural del ABC. Fuente: ravello bikes


Un tándem ideal de reseñistas, que actúa en combinación perfecta (como si fuera la delantera de un 4-4-2 brasileño abstemio) es el que ha formado el suplemento ABCD las letras con Mercedes Monmany y Rodrigo Fresán. No me los pierdo nunca. Mercedes siempre atenta a los rescates literarios, los autores secretos y a la literatura de Europa del Este; Rodrigo atento a la literatura contemporánea extrema, super actualizado, siempre en lo último (en especial de literatura anglosajona), apasionado de la literatura de género y con una cantidad de referentes contemporáneos (que no abarcan solo la literatura) impresionante. Y ni hablemos de las diferencias de estilo entre los comentaristas, entre la seriedad reflexiva y el desenfado insspirador. Uno es el zorro, el otro el erizo. Ni quiero pensar cuánto gastaría en libros todas las semanas por culpa de estos dos si viviese en España.

En el último número, por ejemplo, Mercedes Monmany comenta la lectura de la novela La ciudad de las acacias de Mihail Sebastian (editado por Pre Textos), autor rumano de entreguerras célebre por sus Diarios. Dice:

Publicada en 1935, La ciudad de las acacias es una pequeña y delicada obra maestra sobre el traumático y melancólico fin de la adolescencia. Un novela que, desde la primera página, está impregnada de una envolvente y tórrida sensualidad, además de una audacia y libertad en su descripción de las escenas sexuales, que trae a la memoria maravillosas novelas como El trigo verde, de Colette (...) La descripción, en esta obra, atañe tanto a los altivos y claustrofóbicos «círculos divisorios» que establecen los grupos de adolescentes para defender su amistad del amenazante mundo exterior, como a los primeros y atormentados amores que se definen sobre todo por un caos indistinguible de violentos sentimientos encontrados. Una disparidad de sentimientos proveniente de movimientos sísmicos interiores, percibidos con «una intensidad desproporcionada», que oscilan entre fieros y orgullosos rechazos y ardientes entusiasmos. En torno a los adolescentes Adriana, Gelu, Cecilia, Buta, Lucretia o Elisabeta, que leen con pasión y con un gusto teatral por el patetismo a Anatole France y Las flores del mal, Sebastian narra de manera arrolladora y carnal el día a día de la entrada en la madurez, del fin de los sueños, de la rebeldía y de esas desasosegantes y bruscas transgresiones que se estrellan antes de haber emprendido el vuelo. Un fin marcado por un prosaico fatalismo que los entregará a todos ellos, casi sin excepción, a una sucesión elegida de «pequeñas miserias y pequeñas ambiciones», que sellarán definitivamente toda una época. Una época que «destruye la juventud y moldea los deseos hasta que la reduce, la mutila y la domestica».

Mientras tanto, Rodrigo Fresán se encarga de comentar la novela negra super famosa en su país, Out, de la japonesa Natsuo Kirino, editada recién por Emecé y que Fresán la imagina protagonizada por las Chicas Almodóvar. Dice Fresán:
Out -título con el que también fue publicada en japonés porque, según Kirino, evoca a la perfección la kakkiri dame o sensación de «no valer nada y de ya no tener nada que perder»- es una novela oscura y sin moral ni moralejas en la que las mujeres no son fatales sino fatalistas y donde, se intuye desde las primeras páginas, ninguna dispondrá de un extático acantilado en cinemascope desde el que arrojarse a la gloria y la leyenda o soñar con caer bien paradas. Es decir, están advertidos: los que busquen aquí la alegría delictiva de resueltas chicas sueltas estilo Thelma y Louise, mejor que pasen de largo y vayan a comer a otra parte. Los que se atrevan con un policial diferente que no por eso desatiende las necesidades y obligaciones de siempre, bienvenidos al lado más sombrío de los neones de una ciudad que nunca duerme porque se mantiene despierta haciendo pedacitos, masticando y tragándose crudos a muchos de sus habitantes. En una entrevista, Kirino -quien comenzó publicando historias de amor y admira a Flannery O´Connor- explicó que lo que a ella le interesa es escribir acerca de cómo reaccionan las personas normales enfrentadas a situaciones excepcionales: «Ese instante terrible en que alguien se descubre capaz de hacer algo impensable». Lo que lleva a Kirino y a Out -fenómeno de ventas, ganadora del más prestigioso premio de literatura policial y a la que algunos culpan del incremento de asesinatos made in Japan de maridos a cargo de cónyuges cansadas- a sentarse a la mesa de la autora que mejor narró todo eso: Patricia Highsmith.

Lo único malo, y es que no hay nada perfecto, es que en ese mismo suplemento del ABC la literatura escrita en castellano, ya sea española o latinoamericana, no esté en tan buenas manos. El desnivel es notable. ¿No podrán lograr sus editores un genial 4-3-3 de reseñistas aunque resulte una formación anticuada?

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La lista de El Mercurio

5.13.2008
Algunos escritores argentinos jóvenes en foto para ADN. De la lista de El Mercurio, aquí se puede ver a Florencia Abbate, Washington Cucurto, Mariana Enríquez y Juan Terranova. Fuente: la nación

Y ya que hemos mencionado el artículo en el que se habla de la Narrativa Argentina hoy, copio aquí la lista ,elaborada por la autora de la nota, de las siete obras publicadas recientemente que considera indispensables para conocer a la nueva generación. La mayoría de los títulos, cabe destacar, han sido editados por Emecé.

Salvatierra de Pedro Mairal

Ensayos Bonsái de Fabián Casas

Cómo desaparecer completamente de Mariana Enríquez

Magic Resort de Florencia Abatte

Ida de Oliverio Coelho:

El curandero del amor de Washington Cucurto

Mi nombre es Rufus de Juan Terranova


También recomiendan asistir a este blog, Tomás hotel, de Maximiliamo Thomas, que es realmente muy bueno. Y pueden visitar también la entrevista que Tomás Eloy Martínez hizo para La Nación sobre estos autores.

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Kafka revisado

Kafka y la muñeca viajera. Fuente: club de lectura virtual

¿Era Kafka Kafkiano? Esa es, al parecer, la pregunta que se ha hecho el ensayista Josef Cermák en su obra, editada por Emecé, Franz Kafka/Ficciones y mistificaciones. Intenta desentrañar ahí si la imagen de infelicidad y vulnerabilidad que se desprende de todos los cuentos sobre la personalidad de Kafka es cierta. Al parecer, no era tan sombrío como parece (aunque eso no quiere decir que sea tan Indiana Jones como en la película de Soderbergh, supongo). Dice la nota en ADN Cultura:

El hombre tuvo sus momentos de alegría, risas, deseos y placer. Con no poca frecuencia practicaba natación, hacía gimnasia, remaba, trabajaba y tomaba sol desnudo en el jardín de su casa: el nudismo como filosofía de vida, al igual que la opción vegetariana en las comidas, era una de sus aficiones; de tanto en tanto, además, frecuentaba las tabernas de Praga, donde bebía y dialogaba con almas perdidas como la suya. Fue quizá para compensar los excesos (que incluían visitas reiteradas a los prostíbulos de la ciudad) que con el tiempo se hizo naturista. En un pie de página de los diarios por él compilados, Max Brod cuenta que Kafka siempre había mostrado interés por la terapia natural: "Siguió todas sus derivaciones: la comida cruda y vegetariana, el nudismo, la gimnasia y la antivacunación". No fue tampoco un hombre pasivo de esos a quienes todo les da lo mismo. Durante su juventud y madurez Kafka se mostró afín al ideario socialista y abogó por la "solidaridad inmediata" con los excluidos. Mantuvo reuniones con los anarquistas checos y hasta redactó un proyecto de sociedad ascética básicamente compuesta por trabajadores pobres. Se lo podría ver como a un intelectual progresista, según la ambigua denominación moderna, un hombre austero, delicado, que deseaba con fervor a las muchachas con las que se cruzaba pero que, al mismo tiempo, concebía el trato con sus cuerpos como algo degradante o, tal como se lo expresó a una de sus amantes circunstanciales, "un castigo por la felicidad de estar juntos".

Eso sí, como es obvio en sus biografías y en sus cartas, Kafka era un enamoradizo. Así lo explica la nota:
Franz Kafka no lo pasó mal en su vida cotidiana. Tuvo casa, comida, buen trabajo e incluso se jubiló con una asignación razonable. Fue además, usando la jerga moderna, un mujeriego incurable. A los 33 años un comentario al pasar revela la intensidad con que se dedicó a las damas: "¡Cuántas complicaciones con muchachas! -escribe en su diario-. ¡Cuántos problemas a pesar de todos mis dolores de cabeza, el insomnio, las canas, la desesperación! Voy a contarlas: desde el verano ya van por lo menos seis. No puedo resistir. No puedo no ceder al deseo de admirar a todas las que son dignas de admiración y amarlas hasta agotar esa admiración" (...) No todo el mundo sabe, sin embargo, que sobre el final de su vida (truncada por la tuberculosis cuando había cumplido poco más de cuarenta años), Kafka logró establecer un vínculo afectivo tan normal como intenso con Dora Diamant, una judía berlinesa de 19 años con quien convivió felizmente y hasta pensó en casarse. Ambos lo habrían hecho, seguramente, si la dolencia física no hubiera ganado la carrera. Dora era una joven polaca que había conocido a Kafka en un centro de vacaciones de la costa báltica llamado Muritz, donde trabajaba como voluntaria atendiendo a niños judíos. Enseguida fueron a vivir juntos a Berlín. Allí las veladas discurrían entre largas discusiones sobre literatura y compartidos ideales políticos: ambos coincidían en defender una ingenua forma de socialismo agrario. Puerto final en la vida de Kafka, Dora aparece cuando la existencia del autor checo ya está cercada por la enfermedad. Con esa mujer (la última antes de la señora muerte), el escritor alcanzó a convivir durante varios meses, algo que hasta el momento no había ocurrido con ninguna otra. La conexión entre ambos iba más allá de lo íntimo ya que, a diferencia de otros amores más inestables, este vínculo abarcaba también lo intelectual. Dora ayudaba a Kafka con sus estudios de hebreo y él le enseñó a considerar la literatura algo sagrado, absoluto, incorruptible, leyéndole una y otra vez sus libros favoritos. Los dos concibieron un plan de mudarse a Tel Aviv; allí abrirían un restorán en el que Dora -que además era actriz- iba a ser la cocinera y Franz, el camarero.

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Jim Crace reseñado

1.06.2008
Carátula de la versión inglesa. Fuente: jim-crace.com

Muchos años después, ante el pelotón de fusilamiento, recordaré la tarde en "El Virrey" en que Edmundo Paz Soldán sacó de la repisa de arriba de los estantes un librito medio extraviado y me dijo que me lo comprara a pesar del precio. "Es de los tuyos" dijo Edmundo, a quien apenas conocía por entonces, y obviamente intrigado por esa frase decidí seguir su consejo. Se trataba de Y amanece la muerte de Jim Crace y pocas veces alguien acertó en mis gustos de manera tan rotunda. Ahora, en Emecé Argentina han publicado una nueva novela de Crace, titulada Seis y reseñada en Radar Libros; y pese a los reparos de la prensa inglesa, desde ya cruzo los dedos para que Planeta Perú la traiga. ¡Que la traiga!

Dice la reseña: "De le generación premiada y ambiguamente aplaudida de narradores británicos que alguna vez se conoció como Young British Novelists, pero que ahora ya peinan algunas canas y reciben galardones a la obra de una vida –hablamos, por supuesto, de Martin Amis, Julian Barnes, Ian McEwan y compañía–, hay un nombre que ha escapado con verdadera destreza al bronce y las mil y una entrevistas en los suplementos del mundo. Se trata de Jim Crace, que nació en 1946 en Enfield, al norte de Inglaterra, en “la última casa de Londres”, donde todo es campo hasta donde se pueda mirar. Hay, como en toda biografía, un puñado de hechos secretos y otros menos privados que arman el perfil inequívoco de una vida. Uno de esos hechos, en la vida de Crace, fue sin duda los cinco años que pasó en Sudán, una vez graduado de la universidad en Literatura Inglesa. El viaje, dicen, parece haberlo inspirado a escribir una literatura que de algún modo se puede definir como el reverso perfecto de la temática contemporánea. Historias atemporales y cartografías utópicas son algunas de las marcas particulares de una literatura que se consagra en los vértices de un realismo peculiar. The gift of stones es una novela que transcurre en una aldea en la temprana edad de piedra, y Quarantine hace lo suyo en los desiertos de Judea. Su libro más aclamado, sin embargo, es Being dead, de 1999 (hay traducción española: Y Amanece la Muerte, Ediciones B), en donde Crace narra con un detallismo pasmoso y algo claustrofóbico la desintegración de dos cuerpos asesinados en los médanos de una playa. Ahora llega a nuestras costas Seis, la última entrega de Crace. Y, fiel a la lógica impredecible de sus tramas, ahora el inglés narra la historia de un padre, y con él la historia de un amor, y de un país, y de una generación. Sucede que Crace practica el arte de narrarlo prácticamente todo (el contexto, los vericuetos psicológicos, las relaciones emocionales, los hechos puros), y en esa vorágine Seis encuentra sus mejores y sus peores páginas. La historia central es la de Felix Dern, un actor de una ciudad que no se nombra (hay quienes arriesgarían que se trata de Budapest), que ha dejado embarazada a cada mujer con la que se acostó. De este modo, en una propuesta estructural algo esquemática pero también significativa, seis son los capítulos del libro y seis son los hijos que, a su pesar, cargan la existencia de este ambiguo personaje. La prensa inglesa dijo que Seis es “una rara mezcla de oblicuidad y énfasis pesados”, “una brillante y elegante arrogancia, pero, en el fondo, no mucho más que eso”. Ahora, los lectores en castellano podrán decirlo.

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Padre e hijo

11.11.2007
Padre e hijo: los Mailer. Fuente: nymag

Hablando de Norman Mailer, en Página12 se adelantaron a su muerte y comentan El gran vacío, una curiosa entrevista que le haciera al gran escritor su último hijo, John Buffalo Mailer, y que acaba de ser publicada en castellano por Emecé. Se habla de literatura y, sobre todo, de política. Dice la reseña:
"John Buffalo es actor y guionista, y en El gran vacío parece haber jugado por un rato, además, el rol imposible de periodista. Al primer halago, sin embargo, el padre lo corta en seco: “Elimina eso. De ahora en adelante, nada de cumplidos. Eres mi hijo, no puedes andar por ahí haciéndome cumplidos”. Pero claro: el modo en que las intervenciones de cada uno se encadenan poco se parece al diálogo. John Buffalo pregunta, ocasionalmente opina, y Norman contesta, se expande, diserta. En ese sentido, y a esta altura de las cosas, El gran vacío es de aquellos libros que empiezan a cerrar el arco biológico de una obra. Uno de esos libros que atan cabos sueltos, que cierran el moño del paquete y le van dando circularidad a la obra de una vida."

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Los días gesellianos de Juan Forn

10.17.2007
Juan Forn en Villa Gessel. Fuente: la nación

El fin de semana pasado, el ADN Cultura entrevistó a Juan Forn sobre su esperada nueva novela, María Domecq, que aparece bajo el sello Emecé y que ha despertado mucha curiosidad en especial porque contiene elementos autobiográficos. La entrevista es en Villa Gessel, donde vive el autor desde hace cinco años con su familia.

Sobre lo autobiográfico dice: " La única justificación que yo le encuentro a este uso descarado de la primera persona con mi nombre y mi apellido es que no tengo otro modo de contar esta historia que pasa por mí pero que me supera. De algún modo, puede ser la historia de todo aquel que se ha sentido desplazado en su medio social, o que ha lidiado con un secreto de familia o con una enfermedad que le sacudió los cimientos. La novela es fruto de la combinación del relato que me hizo ese historiador sobre la historia de Butterfly y la pancreatitis que tuve, técnicamente, un reflujo de bilis; mala sangre, para los griegos. Acá tengo algo, me dije cuando uní todo eso (...) Al principio pensé que iba a ser un libro de no ficción, pero no le encontraba la vuelta. Después no sabía si meterme a mí o inventar un personaje, y hasta qué punto era lícito cruzar ficción y no ficción, por ese temor un poco paralizante de afectar a algunas personas o de hablar de mi enfermedad. En Música para camaleones , Truman Capote dice que quiere escribir usando todo lo que había aprendido del relato oral, de las revistas de chismes, las biografías, la crónica, la novela, y cruzar todo para construir un gran relato. Para eso necesitás una gran historia y yo confiaba en que la tenía. "

También habla de su apacible, envidiable vida en Villa Gessell: "Me levanto, desayuno, nado en una pileta de aquí a la vuelta, almorzamos juntos con mi mujer y mi hija, alguno de los dos la lleva al colegio y a la tarde laburamos, escribiendo o leyendo. Buscamos a la enana, hacemos familia hasta la hora de comer y a la noche la que pinte: amigos, una película o seguir leyendo o escribiendo. Yo he dejado de ser noctámbulo pero todavía me tira. De los veinte a los cuarenta nunca me fui a dormir antes del amanecer porque escribía de noche. Yo no entendía la idea de cuidarme. La empecé a entender cuando nació mi hija y se volvió un imperativo, una necesidad. Llegar a estar bien para mi mujer y mi hija es un cambio. Antes hacía estupideces insignes por querer vivir más intensamente, por sentir la vida a full . En eso creo que cambié. El hecho de vivir acá y criar a nuestra hija estando los dos en casa redefine la idea que yo tenía de familia".

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Ana María Shua

10.02.2007
Ana María Shua en Página12. Fuente: página12

La escritora argentina Ana María Shua publica con Emecé la novela El peso de la tentación, en la que toma un tema que cada vez aparece más en la literatura latinoamericana: la obesidad (pienso en los libros de García Lao o el de Alonso Cueto). En Página12 aparece hoy una entrevista a la autora:

Dice Ana María Shua: " Cómo voy a hacer con esta novela para hablar de literatura, seguramente voy a terminar hablando de obesidad”, bromea Ana María Shua. “El tema de los gordos o de la obesidad no es prestigioso. Inmediatamente surge la idea de que se trata de una cuestión menor, de algo liviano, probablemente cómico, entonces los escritores le escapan al asunto, y por eso mismo no quería escribir esta novela”. “Al final, uno no puede escribir sobre cualquier cosa. Cuando empecé a escribir, pensaba que todos los temas eran posibles. Mi primera novela, Soy paciente, tenía que ver con alguien que se internaba en un hospital, que también quedaba encerrado y atrapado en una maraña burocrática. Pensaba que era uno de los miles de temas que se me iban a ocurrir. Y no es así, porque cada uno tiene su propio mundo y se mueve dentro de ciertos límites. Evidentemente me interesa trabajar con gente que está encerrada, más o menos contra su voluntad, que se ve sometida a una autoridad injusta, que padece situaciones de humillación. La relación con la autoridad es algo que vuelve una y otra vez en lo que escribo, y también la medicina y la situación de sometimiento del paciente.”

También dice: "El tema del comer o no comer, del control o descontrol, está presente en toda la literatura universal. Desde el gozoso descontrol de Rabelais, que es con un gran festejo, hasta ese texto bíblico tan terrible y monstruoso del Deuteronomio, en que Dios amenaza al pueblo judío con el canibalismo porque habrá tanta hambre que los padres se terminarán comiendo a los hijos, lo que implica un paso atrás en la humanidad, es la deshumanización más absoluta. En el descontrol, en la imposibilidad de reprimir el instinto, hay una suerte de deshumanización, porque si hay algo humano por excelencia es la represión del instinto."

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Juan Forn

9.30.2007
Juan Forn. Foto: Romina Franceschin. Fuente: Radar libros

El escritor argentino Juan Forn, a raíz de una enfermedad, debió dejar su labor periodística y dedicarse de lleno a escribir. El resultado es María Domécq, una novela autobiográfica que publica Emecé y donde convergen su profesión periodística con su enfermedad, su vida en Villa Gessell y una extraña historia, que leí en La tierra elegida, sobre Madame Butterfly y los orígenes reales de esa ópera. Un texto de auto-ficción, dirían en Francia. En Radar libros le hacen una entrevista al respecto, poniendo énfasis en que estamos ante la mejor novela del autor argentino.

Dice la nota: "El libro de Forn comienza con la historia de Butterfly, "una pequeñísima anécdota de la vida portuaria japonesa", que entre 1885 y 1905 se convirtió, en diferentes manos, "en nouvelle francesa, opereta europea, cuento norteamericano, vaudeville atlántico y, por fin, gran ópera italiana". Esa materia prima, que le sirvió para escribir una nota para este suplemento en 1999, la que cierra a la vez La tierra elegida, se engarza con un asunto vinculado a la figura emblemática, al prohombre del bronce familiar, cuando un historiador le sugiere a Forn que el almirante Manuel Domecq García, su bisabuelo, pudo haber inspirado al protagonista occidental de Madame Butterfly. El indicio conduce a una posible rama "podada", en sombras, de la familia: un hijo japonés del marino. Pero eso no es todo, amigos, porque tras el cataclismo del páncreas a Forn se le aparece, en pleno proceso de recuperación, una mujer que leyó su nota y le cuenta que ella también es bisnieta del almirante y nieta de "la loca del altillo" –otra rama podada, en este caso porque esta hija del hombre de la Armada era "retrasada"–. La aparición de esta mujer que padece lupus, María Domecq, propicia el repaso por lo conocido y el rastreo de lo desconocido, velado, en la familia del narrador, que descubrirá entre otras cosas que el bisabuelo mítico y heroico fue el ideólogo de las masacres de la Semana Trágica, a comienzos de 1919, "el responsable del primer pogrom en territorio argentino –escribe–, el organizador del primer grupo paramilitar a gran escala en la historia de nuestro país". El fabuloso viaje de la novela retrocede hasta la guerra del Paraguay, donde murió el tatarabuelo Tomás Domecq, pasa por la guerra ruso-japonesa de comienzos del siglo XX –el almirante fue el encargado de llevar hasta allí dos naves que el gobierno argentino le vendió a Japón– y por la Segunda Guerra Mundial, de la que el tío abuelo "bastardo" Noboru Yokoi participó a raíz de su alistamiento en el Ejército Imperial, y desembarca de este lado del Atlántico, con el afincamiento de este hombre y sus dos hijos en la comunidad Yuba, cerca de San Pablo".

Entrevistado, Juan Forn declara: "Elegí escribir y no era lo mejor visto en el entorno de mis amigos de la adolescencia y hasta en mi familia; ya dentro del ambiente, elegí apasionadamente cierta clase de literatura, contra opiniones de gente con estéticas muy diferentes, y lo confrontacional fue una especie de combustible para mí. Pero la confrontación es binaria y lentamente fui descubriendo algo que cualquier pelandrún vería en los textos orientales, hojeando apenas el Tao Te King o el I Ching, algo que también dice Todorov: los opuestos no están en los antípodas. Los opuestos son absolutamente vecinos. Y que del blanco al negro hay un paso ínfimo, que en la práctica son dos largas comarcas del gris. Exactamente lo mismo que el Yin y el Yang: uno está dentro del otro y dialogan. Lo siguiente a eso, para mí, fue la relación vaso medio lleno, vaso medio vacío. Me he pasado la vida, por estilo, viendo la parte vacía. En el periodismo cultural, o como editor, trabajaba mirando esa mitad. Y llevo unos años diciéndome, todas las mañanas, "a ver, cuáles son las cosas que conforman el lado medio lleno". Me las digo a mí mismo, camino por la playa, miro los árboles y el sol, a mi hija y a mi mujer, a mis amigos geselinos y al libro que estoy leyendo. Confío en que eso, con el tiempo, salga solo. Por ahora, todavía, conviven momentos de alegría absoluta con otros en los que, agh, me sale el agreta porteño de adentro"

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Brasileños

9.20.2007
Daniel Galera, de quien acaban de traducir su exitosa Manos de caballo. Fuente: Digestivo cultural

Tiene razón Diego Erlan en decir que resulta un poco absurdo que la música brasileña sea tan conocida y admirada en América Latina, pero desconozcamos casi todo de su literatura. Siempre la literatura brasileña ha sido el gran misterio de Latinoamérica; pero basta leer algunos autores para descubrir, como la punta de un iceberg, que esconden maravillas no descubiertas. Ahora en Argentina deciden publicar una antología titulado Terriblemente felices (Emecé) sobre narradores brasileños actuales. Allí participan Roca Reiners Terron, Marcelino Freire y también otros destacados como Sergio Sant' Anna y Luiz Ruffato. Además, algunas editoriales alternativas apuestan por ellos: Manos de caballo (Interzona), de Daniel Galera y Dos hermanos (Beatriz Viterbo), de Milton Hatoum. Este último, junto a Galera y Ruffato, se encuentra en Buenos Aires para el mes cultural del Brasil y Clarín los entrevista.

Dice la nota: "Milton Hatoum entiende que el idioma sea una dificultad para ambos países, pero no un problema: "A veces no sé si Brasil es una isla o la isla es la Argentina. Porque hablamos un perfecto portuñol. Se habla mucho de integración, pero creo que los libros hacen el diálogo entre las culturas". El gran tema de su novela Dos hermanos es la búsqueda de la identidad. Y el autor entiende que los orígenes son plurales. No así el origen de su libro, que estuvo marcado por Esaú y Jacob (1904), de Machado de Assís, un autor que considera inspirador para los escritores contemporáneos. "En la actualidad hay voces, estilos y autores que intentan encontrar su voz narrativa", dice Hatoum. Uno de ellos, sin duda, es Daniel Galera, que con una prosa vertiginosa, minuciosa y urbana recrea la ciudad donde nació, Porto Alegre. "Intenté convertir a la ciudad en una especie de mapa geográfico de la psicología del personaje", explica Galera. Y el mayor desafío de su generación, dice, fue conseguir destacar en una escena superpoblada. La narrativa de Luiz Ruffato también plantea el tema de la identidad. Su condición de hijo de agricultores sin tierra determinó sus preocupaciones como escritor. Cuando comenzó a escribir se sorprendió al no encontrar personajes proletarios en la historia de la literatura de su país, pródiga en representar a la elite. Dice por e-mail: "Conocía bastante bien los deseos y ambiciones de la clase media baja, siempre desplazada, rostros anónimos que caminan por las ciudades soñando una vida mejor. Ese es mi universo".

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Magic Resort

8.19.2007
Invitación a la presentación con carátula del libro. Fuente: cáncerdeque.blogspot.com

Conocí a la activísima Florencia Abatte es la FIL Guadalajara y la reencontré en Lima, cuando publicó una curiosa antología de escritoras argentinas en Estruendo Mudo y vino invitada para la FIL del año pasado. Entre los peruanos, Julio Ortega no deja de recomendarla ampliamente. El título de su nueva novela es Magic Resort, y ha sido publicada por Emecé al igual que su anterior novela El grito. He leído varias reseñas sobre la novela, algunas positivas como la que publica Patricio Lennard en Página12. Y otras con un saldo no tan bueno, como la de Martín Lojo en La Nación. Pero lo que realmente me llama la atención es la presentación de Ariel Schettini, publicada en Linkillo, el blog de Daniel Link. Esperaré que los amigos de Planeta se animen a traer esta novela, o "instalación" como dice Schettini (y de paso ¡que traigan los Diarios de Cheever que han sido reeditados, POR FAVOR!).

Además, puede visitar la página web de la novela.

Dice Ariel Schettini: "Decir que Magic Resort (Buenos Aires, Emecé, 2007, 144 págs) de Florencia Abbate es una novela es mucho. O es quizás anacrónico. La novela, el género novela, necesita un tiempo que Magic Resort ya no tiene. Y en ese ya no del tiempo (que es el presente) es donde se escribió como robada al tiempo la novela (¿qué otra cosa es el Resort sino un tiempo –y un espacio- robado al tiempo y al mundo?). Un lugar donde (como en la novela de Abbate, uno se mete y se enclaustra para poder salir. Me gustaría decir que la novela de Florencia es una novela de formación. Formación tardía, digamos para veinte y treinteañeros contemporáneos que son los personajes -condenados a una vida de post aprendizaje- de aprenderlo todo de nuevo y de no haber aprendido nada. Pero tampoco estoy seguro de que se trate una novela. Sólo voy a decir que es una novela de formación donde se forman los personajes a medida que la novela se deforma. Quizás sería mejor no llamarla una novela ni una obra "literaria" sino una "instalación". Un hecho estético donde retazos de texto literario se yuxtaponen a imágenes, poemas, e-mails, sueños y a crónicas de un presente inclasificable (como lo es siempre el presente) como si no hubiera posibilidad de pensar el presente más que como habitación transitoria, período cada vez más corto, estrechez de la perspectiva y niebla general dejada por los efectos de un desplome general del tiempo."

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Premio Emecé

7.27.2007
Orlando Van Bredam. Fuente: inforegióncultura

Una nueva novela de detectives triunfa en los premios literarios. Se trata del premio Emecé, que se entrega en Argentina, y que esta vez fue a parar en manos de Orlando Van Bredam, un profesor entrerriano de 54 años -quien vive en un pequeño pueblo llamado Formosa, en el límite con Paraguay, donde ocurre la novela- que envió su novela Teoría del desamparo y terminó convirtiéndose en el insospechado ganador. ¿Un nuevo Bufalino? Habrá que leerlo.

El jurado estuvo compuesto por los escritores Vlady Kociancich, Abelardo Castillo y Andrés Rivera.

Sobre su obra dice el autor: "La idea de la novela surgió de un cuento breve que yo escribí hace muchos años donde planteaba esta hipótesis: qué pasaría si un día, un hombre cualquiera, descubre que hay un cadáver en el baúl de su automóvil. Y a partir de algo macabro, en vez de ir hacia el lado de lo tenebroso, lo disparé más hacia el lado de la parodia y del humor"

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