Una de las cuestiones fundamentales de la acción política es la forma en la que se accede a las personas. Esto es, en la manera en que se entra en sus vidas y en sus pensamientos, para que se pongan de parte de una de las ideologías y/o entregue su voto a alguno de los partidos en liza.
Evidentemente, son muchos los factores que se dan cita aquí, relacionados no sólo con el nivel cultural de la ciudadanía o con lo que los partidos quieran transmitir; son tantos que desborda las pretensiones del blog. Debajo de esa variedad de cuestiones se mueven unas pocas ideas-fuerza, las raíces, que es lo que me interesa a mí en este momento de campaña electoral.
Se pueden tocar la 'fibra racional' de las personas. Por desgracia, el debate de ideas y conceptos en la política actual está en peligro de extinción, y en las campañas electorales está completamente desterrada. La mayor parte de la ciudadanía no toma parte en estos debates y las pocas claves racionales y técnicas que lanzan los políticos, muy de vez en cuando, son para el consumo interno de sus propios intelectuales. Nos quedan las dos que son más comunes: la 'fibra del sentido común' y la 'fibra sensible'.
La primera de ellas, es decirle a la gente que piense por lo que pasa en el día a día de su cotidianidad, en las cosas que se hicieron en el pasado y en las cosas que pueden hacerse en el futuro. De dónde salen los problemas y cuáles son las soluciones. Son discursos pragmáticos similares a la praxis de los médicos: etiología, diagnóstico y tratamiento. La gran mayoría de la sociedad puede entender y hacerse cargo de este tipo de pensamiento. Cada partido, en función de su ideología, le dice a su electorado qué es lo que ocurre, porqué ocurre y cómo se puede solucionar. Luego la gente decide con cuál se queda de esas formas de hacer las cosas. En condiciones normales esta sería la forma adecuada de acceder a las personas para que otorguen su voto, en libertad, con autonomía, y con conocimiento de causa. Cada ciudadano escucha lo que tiene que decirle todos los partidos y a partir de ahí decide qué es lo que va a hacer y a que proyecto político apoyará para que solucione sus problemas. Se trata de convencer a la gente para que te vote a ti y no al otro por lo bueno que tú tienes, o porque tu interpretación del momento dado es más certera que la del otro. Cada uno expone sus argumentos, sin violencia verbal, sin tomar a la gente por estúpida, respetándola. La gente recibe información que apela a su sentido común y entonces, es libre de aceptar o no un determinado discurso. Es una pena, la oportunidad que pierden cada día nuestros políticos de educar a la ciudadanía en la sensatez, el sentido común y la resolución pragmática de sus problemas sin caer en estridencias.
Pero qué ocurre, la deriva de la situación en la sociedad ha hecho que ninguna de las dos formas anteriores de acceder al votante se lleve a cabo. Lo que se impone con fuerza, y se exacerba en campaña electoral, es tocar la 'fibra sensible' de la gente. Buscar los mecanismos ocultos de la mente humana y atacarlos. ¿Qué es lo que produce ira, odio, rechazo, animadversión y miedo? Los partidos políticos, todos ellos, atacan a sus electores en busca de esos sentimientos. No se apela ni a la inteligencia ni al sentido común, se apela a la bilis y a la mala sangre, se apela a justar las cuentas del pasado. De entre los muchos sentimientos negativos que son atacados por los políticos hay uno, que a mi entender, sobresale poderosamente en nuestro país: el miedo.
Perturbar el ánimo de la gente mostrándole todo tipo de peligros, que nazca en su interior la aprensión por que vaya a sucederle algo malo, abotargar su capacidad de interpretación y decisión, bloquearlo irracionalmente hasta el punto de que ceda su capacidad crítica a lo que digan desde el partido: convertir a los ciudadanos en electores zombies. La gente ya no piensa por sí misma, se limita a repetir las consignas que le mandan desde los púlpitos electorales. Los partidos políticos, todos ellos, lo que buscan en campaña electoral es paralizar la capacidad de la gente a pensar, y que repitan como robots estúpidos los eslóganes de sus líderes. La desgracia es que millones de personas en este país están muy dispuestas a que las asusten y acojonen y a tomarse en serio la sarta de estupideces que les están diciendo en los mítines electorales. Verán que lo que les están diciendo es verdad, que el miedo que les están inoculando como si fuera un veneno es por su bien. ¡Tremendo! El miedo funciona, es un arma muy poderosa, porque produce tremendas mutaciones en el pensamiento de las personas. Y en los cuarteles de la estrategia electoral de los partidos lo saben. Esta forma de acceder a la gente es rastrera e inmunda, irresponsable. No se puede tratar a la ciudadanía como si fueran lerdos y faltarles el respeto a su dignidad y su inteligencia.
Y en esto hay involucrada gente muy lista, que saben de psicología, de sociología, de marketing, de comunicación, que saben cómo pulsar los mecanismos del miedo de la gente. Saben cómo utilizar los medios de comunicación de masas, saben como introducirse en la mente de la gente para que visualice aquello que le aterra. No sólo hay un mecanismo del miedo, hay muchos. Y cada partido ataca a uno de ellos. Elecciones como ésta, y la que vendrá el año que viene son las elecciones del temor y del pavor. El partido que sea capaz de acojonar a más gente es el que ganará. El que se capaz de remover más fantasmas es el que terminará venciendo. Y aquí los dos grandes partidos están cometiendo el mismo pecado fatal. Unos porque apelan al miedo y los fantasmas del pasado y otros porque apelan a los miedos y fantasmas del futuro.
El partido que ahora gobierna, al que la crisis le ha pegado una cornada de aúpa, el que va perdiendo por goleada en la encuestas, le muestra a la gente el miedo del pasado: que volverá el Franquismo, que volverán los fachas criminales, que se perderá la libertad, que esto será un infierno lleno de curas, etc. El partido que ahora está en la oposición, el que no ayuda para nada a salir del atolladero, el que va ganado por goleada en las encuestas, le muestra a la gente el miedo del futuro: que la crisis va a seguir, que esto es un pozo sin fondo, que vamos a terminar convertidos en un país pobre, etc. Ambos dos coinciden en el apocalipsis, ambos dos coinciden en acojonar a la gente, tocando su fibra sensible, acojonándolos a la tremenda. Cuánto más miedo mejor. ¡Sois unos irresponsables!
Y claro es tanto el ruido que hacen que no se escucha otra cosa que no sean tragedias, afrentas, odios, insultos, descalificaciones, y demás. No hay voces con sosiego ni moderación. Y encima, dos ex-presidentes del Gobierno, González y Aznar, en vez de ayudar y educar políticamente a sus votantes, lo que hacen es jugar a pirómanos sociales e incendiar más si cabe algo que ya está muy calentito.
Para ilustrar esto que digo, pongo el enlace al famoso vídeo de Gabilondo y Zapatero donde queda patente que esta estrategia de la tierra quemada, del odio y la tensión es algo premeditado y consentido por los grandes líderes, que forma parte importante de sus campañas electorales.
Pongo este porque es el único documento que he encontrado de este tipo de actuaciones. Si alguien encuentra otro dónde se vea a otro líder político, especialmente Rajoy, en esta situación con gusto lo colgaré también, no hay problema. Por suerte para mí, ni soy afiliado, ni simpatizante, ni votante de ninguno de estos dos partidos.
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