Paracelso, Fragmenta cum libro de fundamento Sapientiae
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sábado, 1 de mayo de 2010
lunes, 14 de enero de 2008
Los apuntes de Paracelso
Esto prometo: ejercer mi medicina y no apartarme de ella mientras Dios me consienta ejercerla, y refutar todas las falsas medicinas y doctrinas. Después, amar a los enfermos, a cada uno de ellos más que si de mi propio cuerpo se tratara. No cerrar los ojos, y orientarme por ellos, ni dar medicamentos sin comprenderlo ni aceptar dinero sin ganarlo. No confiarme en ningún boticario ni entregar ningún niño a la violencia. No llorar, sino saber...
1537
En una planta hay más virtud y energía que en todos los gruesos libros que se leen en las universidades, a los que no ha sido concedida larga vida .
De las cosas naturales, 1526
La Medicina descansa sobre cuatro columnas: la Filosofía, la Astronomía, la Alquimia y la Ética. La primera columna debe comprender filosóficamente la tierra y el agua; la segunda debe aportar el pleno conocimiento de lo que es de naturaleza ígnea y aérea; la tercera debería explicar sin falta las propiedades de los cuatro elementos -es decir, de todo el Cosmos- e iniciar en el arte de su elaboración, y finalmente la cuarta debería mostrar al médico aquellas virtudes que han de acompañarle hasta su muerte y deben apoyar y completar las otras tres columnas.
El arte de la Medicina echa sus raíces en el corazón. Si tu corazón es falso, también tu medicina lo será; si tu corazón es recto, también lo será el médico que haya en tí.
Porque como por fuera, así por dentro; lo que no está fuera, tampoco está dentro del hombre. Lo exterior y lo interior son UNA sola cosa, UNA constelación, UNA influencia, UNA concordancia, UNA duración... UN fruto.
Liber Paragranum
El poder del astro es siempre superior al poder del médico
La finalidad del espíritu es conservar el cuerpo ni más ni menos como el aire que protege a las criaturas contra la sofocación. El espíritu de cada cuerpo es además substancial, visible, tangible y sensible para los demás espíritus, todos los cuales en su mutua aproximación pueden emparentarse lo mismo que lo hacen los cuerpos. Nuestro propio espíritu, por ejemplo, puede entablar conocimiento con el espíritu de otro hombre cualquiera y ambos tratarse y conocerse entre sí exactamente como podemos hacerlo corporalmente él y yo. Los espíritus utilizan entre ellos un idioma propio con el que se hablan libremente, sin que los unan o relacionen en cambio nuestros discursos humanos. De todo esto puede resultar, como comprenderéis, que os espíritus mantengan entre ellos afinidades, enemistades u odios y que el uno alcance a herir al otro, igual que los hombres entre sí. De esta manera decimos que puede haber lesiones del espíritu, por cuanto el espíritu mora en el cuerpo y se traduce en él; y el cuerpo, consiguiente, sufrir y enfermar, no materialmente, puesto que no se trata de una Entidad Material, sino por el espíritu.
Cuando dos seres se buscan y se unen en un amor ardiente y aparentemente insólito, hay que pensar que su afecto no nace ni reside en el cuerpo, sino que proviene de los espíritus de ambos cuerpos, unidos por mutuos lazos y superiores afinidades o bien por tremendos odios recíprocos, en los que pueden perdurar extrañamente. Son estos los que llamamos espíritus gemelos. Para aclarar aún más este discurso debo expresaros que los espíritus no están engendrados por la razón, sino por la voluntad. Todo lo que vive de acuerdo a su voluntad, vive en el espíritu así como todo lo que vive de acuerdo a la razón lo hace contra el espíritu.De la razón nace el alma y no el espíritu, el cual es obra exclusiva de la voluntad, esto es, del "querer".
Libro de las Entidades
La maquinaria del universo se divide en dos partes, un cuerpo visible y un cuerpo invisible. Lo visible y tangible es el cuerpo del universo, que consta de tres principios, Azufre, Mercurio y Sal. Este es el cuerpo elemental del universo, y los mismos elementos son ese cuerpo. El cuerpo que no es tangible, sino impalpable e invisible, el cielo sideral o firmamento. El firmamento que vemos es corpóreo, visible y material. Este, empero, no es el firmamento mismo, sino su cuerpo. Nadie ha visto nunca al firmamento, sino sólo su cuerpo, así como el alma del hombre no es visible. El universo entero está así dividido en dos partes, en cuerpo y firmamento. Además, el firmamento consiste de dos partes. Una es el cielo entre las estrellas; el otro en el globo de la tierra. De aquí que el firmamento se compone de dos esencias. Una es peculiar al firmamento del cielo, y la otra es peculiar al elemento de este globo y esfera. El firmamento del globo o esfera es de naturaleza tal que a partir suyo nace todo los que el cuerpo de la tierra o los elementos proporcionan. Así, del fundamento del firmamento del globo brotan los frutos, lo que no podría realizarse sin el firmamento. Y lo mismo con todas las cosas que se producen desde el suelo. El otro firmamento tiene su especial operación en el cielo, esto es, se relaciona solamente con el hombre. Ahora, aunque ambos sistemas estelares, el superior y el inferior, están vinculados, conjuntos, unidos, y van el uno con el otro, hay sin embargo esta diferencia, que las estrellas superiores gobiernan los sentidos superiores, y que las inferiores gobiernan las cosas que crecen; esto es, el sistema superior ordena el intelecto animal, y el inferior aquellas cosas que crecen, brotando de la esfera misma.
El hombre está dividido en sí mismo; efectivamente, en el cuerpo del globo y el cuerpo de los sentidos, esto es, en un cuerpo visible, palpable, y un cuerpo invisible e impalpable; o, en otras palabras, en un cuerpo elemental de los tres principios, Sal, Azufre y Mercurio, y un cuerpo estelar. Por lo que se refiere al cuerpo del hombre, es meramente carne y sangre. Aquello que es impalpable en el, se llama espíritu. Así el hombre está formado de carne, sangre y espíritu. Además, la carne y la sangre no son el hombre, sino el espíritu que existe en sí mismo. El espíritu del hombre es sabiduría, sentido e intelecto; y esto son el hombre. El cuerpo es meramente materia bruta. El espíritu está sujeto a as estrellas, y el cuerpo está sujeto al espíritu. Así, el astro gobierna al hombre en su espíritu, y el espíritu gobierna al cuerpo en la carne y la sangre. Ese espíritu, empero, es mortal, puesto que no es el alma. El alma es sobrenatural, y aquí no hablo de eso sino de lo que, siendo creado en Adán, se atrinchera en la Naturaleza, es decir, carne, sangre y este espíritu.
El cielo es el hombre y el hombre el cielo, y todos los hombres juntos son el cielo, y el cielo no es más que un hombre. Hay que saber eso para entender por qué las cosas son así en un lugar y en otro de otro modo, por qué aquí hay un nuevo, allá un viejo y en todas partes tantas cosas distintas. Pero todo esto no se ve en el cielo, sino en la distribución de las fuerzas actuantes en él... Nosotros los hombres tenemos un cielo y éste también está en cada uno de nosotros en toda su plenitud, indiviso y correspondiente a la naturaleza de cada cual. Por eso cada vida humana sigue su propio curso, por eso fallecimiento, muerte y enfermedad están desigualmente repartidas, según la acción de cada cielo. Porque si el mismo cielo estuviera en todos nosotros, todos los hombres tendrían que estar enfermos al mismo tiempo y sanos al mismo tiempo. No obstante no es así, porque la unidad del Gran Cielo se disolvió en nuestra multiplicidad en los instantes del parto. En cuanto un hijo es concebido, recibe su propio cielo. Si todos los niños fueran dados a luz en el mismo instante, todos llevarían el mismo cielo en sí, y su vida seguiría el mismo curso. Así pues, según como se encuentre la bóveda estelar, así se inculcará el "cielo interior" del hombre. ¡Un milagro sin igual!
Tan grande como la diferencia entre los dos cuerpos -el visible y el invisible, el material y el etéreo- en forma y figura es la que distingue su esencia entre sí... Son como un matrimonio, que es uno en la carne, pero doble en esencia... Y como esto es así, en el hombre habita una contradicción... A saber, que el astro en él tiene otra índole, otro ánimo, otra intención que los elementos inferiores; y por otra parte estos elementos tienen a su vez otra sabiduría y otra índole que el astro del hombre. De ello se sigue que sean contrapuestos entre sí. Por ejemplo; el cuerpo elemental, material, quiere exuberancia, concupiscencia; el astro, en cambio, estudiar, aprender, practicar las artes, etc. De ahí surge una contradicción en el hombre mismo. El cuerpo visible, material, quiere lo uno, el invisible, etéreo, lo otro, y ninguno quiere lo mismo. Por eso cada uno de estos cuerpos vive el impulso de superar lo que le ha sido dado, y ninguno quiere mantenerse en el centro y actuar con medida. Ambos quieren desbordar sus límites y el uno quiere desplazar al otro; así surge la enemistad entre ellos. Porque todo lo que supera su medida trae la perdición.
Los pensamientos son libres y nada los domina. En ellos reposa la libertad del hombre, y ellos aventajan la luz de la Naturaleza. Porque de los pensamientos nace una fuerza creadora que no es elemental ni sideral... Los pensamientos crean un nuevo cielo, un nuevo firmamento, una nueva fuente de energía (Kraft) de la que fluyen nuevas artes... Si uno se propone crear algo, crea por así decirlo un nuevo cielo, y del mismo afluye a él la obra que quiere crear... Porque tan poderoso es el hombre, que es más que cielo y tierra.
Los sentidos no son corpóreos sino que son del espíritu así como las estrellas son del espíritu. El hombre entonces atrae por el espíritu de su astro, en quien ese espíritu es concebido y nace. Pues el espíritu del hombre se nutre tanto como el cuerpo... El hombre está dividido en dos partes; un cuerpo elemental, es decir, carne y sangre, por lo que ese cuerpo debe nutrirse; y en espíritu, de donde está obligado a mantener su espíritu del espíritu del astro. El hombre mismo es polvo y cenizas de la tierra. Tal, entonces, es la condición del hombre, viendo que él mismo está formado de ese modo.
Un hombre y una mujer no pueden generar un hombre, sino junto que aquellos dos, los elementos y el espíritu de las estrellas. Estos cuatro constituyen al hombre. El semen no está en el hombre, salvo en tanto entra en él elementalmente. Cuando, en el acto de concepción, los elementos no operan, no se genera ningún cuerpo. Donde el astro no opera, no se produce ningún espíritu... El cuerpo y el espíritu deben estar allí. Estos dos constituyentes forman al hombre... El astro, mediante su espíritu, confiere los sentidos.
El carpintero es la semilla de su casa. Según sea, tal será su casa. Es su imaginación la que hace la casa, y su mano la perfecciona. La casa es como la imaginación. Ahora, si tal es la propiedad de la imaginación que construye una casa, la Naturaleza también será una imaginación haciendo un hijo, y haciéndole de acuerdo a su imaginación. Así, la forma y la esencia son una cosa.
El firmamento y el nuevo cielo se constituyen por la imaginación; y debiera saberse que esta imaginación es efectiva, y produce muchas cosas, siendo maravillosa en sus operaciones. Con frecuencia ocurre que la imaginación de los progenitores, padre y madre, confiere al retoño nacido en esa creación un cielo diferente, otra figura, otro ascendente además del que da la astrología. Así ocurre con frecuencia se gesta un retoño contrario al astro, y dispuesto de otra modo que la figura que dictan los cielos. Por la fuerza de esta imaginación han nacido muchos hombres cultos.
La imaginación se ocupa, no de la carne y la sangre, sino del espíritu del astro que existe en cada hombre. Este espíritu sabe muchas cosas; futuras, presente y pasadas, todas las artes y ciencias. Pero la carne y la sangre son rudas e imperfectas, de modo que no pueden por sí mismas efectuar lo que el espíritu desea. Pero si la carne y la sangre se someten a los sentidos, y son purificadas por ellos, entonces el espíritu actúa en consecuencia, si tan sólo el cuerpo se aviniera. Estos sentidos son supremos en las artes inciertas. Por esta razón son llamadas artes inciertas; pues ¿quién puede saber qué imaginación hay en ellas? ¿Qué imagina y efectúa el espíritu que es dado a ellas? Sin embargo, el arte mismo es cierto. Pero el artista que lo usa puede ser inadecuado para la creación de nuevos cielos y la generación de un firmamento.
Astrología Magna
La Luna emite una luz, pero a ella no se advierten los colores; pero en cuanto se alza el Sol es posible distinguirlos a todos entre sí. Así pues, la Naturaleza tiene una luz que brilla como el Sol; e igual que la luz del Sol respecto a la de la Luna, así la luz de la Naturaleza brilla más allá de la fuerza de los ojos. A su luz se hace visible lo invisible; por ello, tened siempre presente que una luz eclipsa a la otra.
Opus Paramirum
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