miércoles, 15 de agosto de 2012
domingo, 12 de junio de 2011
Entrevista a Rafael Nadal
Hace mucho que la noche cayó en Londres, pero Rafael Nadal (Manacor, Mallorca; 25 años) todavía no ha salido a cenar. Antes de debutar en el torneo Queen's, vencedor el domingo por sexta vez de Roland Garros, cierra su martes sentándose en un mullido sofá para repasar con EL PAÍS varios ángulos de su biografía: desde Severiano Ballesteros hasta El niño del pijama de rayas, pasando por los valores que distinguen a los campeones.
Pregunta. Aparece usted sobre un banco de madera, fatigado y en el vestuario de Roland Garros. Es una fotografía de los momentos inmediatamente posteriores a su victoria en la final sobre el suizo Roger Federer. ¿Qué está pasando entonces por su cabeza?
Respuesta. Me quedo muy contento conmigo mismo. Entre mi ilusión y la ayuda de mi equipo, se ha conseguido algo que 10 días atrás parecía casi imposible. En aquella imagen... No se vería, pero lo que estoy es llorando en el vestuario. Llego, me quiero sentar y... es un momento emocionante porque era consciente de que había ganado algo que días antes parecía muy complicado. Se ganó con la determinación de cambiar la situación además de con el trabajo diario, de muchos meses y años. Estoy satisfecho de haber sido capaz de asumir el fracaso inicial o, más que fracaso, el desastre de cómo estaba jugando para a partir de ahí ir un poquito mejor cada día.
P. Tras esa foto, sale a la pista central y se hace otra con el baloncestista Pau Gasol. ¿Qué valores unen a dos ganadores de todo como ustedes?
R. Todos los que ganan tienen siempre una cosa en común que es básica. No es la humildad ni todas esas cosas que quedan muy bien y muy bonitas. Mejor si la tienes, como la tiene él, pero hay mucha gente que ha ganado mucho, una barbaridad, y que es arrogante. Lo que te hace ganar es querer ganar y querer hacer todo lo que toca para ganar. Querer trabajar cuando no te apetece. Saber aguantarte en los momentos complicados pensando que van a cambiar. Ser lo suficientemente tozudo para pensar que las cosas saldrán bien cuando no salen a la primera ni a la décima. Que la mente esté preparada para asumir las dificultades para así poder superarlas. Sin lugar a dudas, todos los que ganan tienen eso.
P. ¿Reconoció eso en Severiano Ballesteros? Cuando él falleció, usted ganó un partido y firmó "Seve" en una cámara tras la victoria. Había 24 años de diferencia de edad entre ustedes y, aun así, conectaron.
R. No viví su gran época, pero sí le conocí. Soy un grandísimo apasionado del golf. He visto todos sus vídeos. Lo que hizo Seve tiene la dificultad añadida de haber sido un pionero en España y haber creado un modo, un estilo, mundial. Su mayor virtud, sin duda, es que quería hacerlo y que se sentía preparado para trabajar lo que hiciera falta para llegar hasta allí. Si tú te crees capaz de llegar hasta allí, da igual si lo haces con una hora de entrenamiento o con 10 millones de horas. Lo importante es llegar. Seve tuvo eso. Jugué 18 hoyos con él y mantuve el contacto. Era una persona excelente.
P. ¿Se estaba entrenando en hierba, por esa forma de pensar, 24 horas después de ganar el torneo grande de la tierra?
R. Eso me lo da la experiencia. El primer año que gané Roland Garros, en 2005, no estuve preparado para hacerlo [perdió en la primera ronda de Halle]. También me lo da el querer mejorar siempre en todas las superficies; querer ser bueno en todos los sitios, algo que yo tenía claro. En 2005 no lo conseguí: me superó la felicidad, el bajón de tensión, el que para mí fuera algo increíble ganar mi primer grande. Una vez que conseguí el segundo Roland Garros... Pam, la cabeza se puso a pensar en lo siguiente [en la hierba].
P. Así que ya tiene mecanizado el viaje de Roland Garros a Queen's [fue eliminado el viernes, en los cuartos de final, por el francés Jo-Wilfried Tsonga].
R. ¿Estoy cansado? Sí. ¿Me apetece estar aquí? No. Me apetece estar en casa. Llevo desde la Copa Davis en Bélgica [marzo] sin pasar una semana en casa. Pienso que este es un sacrificio que puede ayudarme a hacerlo luego mejor en Wimbledon [desde el 20 de junio]. Quizás no me ayude. Lo que es seguro es que yo me voy a sentir más tranquilo conmigo mismo habiendo hecho todo lo correcto para llegar bien a Wimbledon. Tener esa tranquilidad contigo mismo te puede permitir jugar mejor en un momento dado.
P. ¿Ganar en París le quita un peso de encima?
R. Ganar Roland Garros, los 10 títulos que llevo del Grand Slam [dos de Wimbledon, uno del Open de Australia y otro del de Estados Unidos, aparte de los seis parisienses], es dar un paso adelante en mi carrera y también en confianza para jugar el resto del año con más tranquilidad. ¿Es quitarse una mochila de encima? Quizá, sí. No estoy obligado a ganar, pero hacerlo es una satisfacción personal muy grande por estar un año más arriba, un año más ganando un torneo grande como mínimo. Este año, cuando he jugado estando sano, he logrado cuatro finales y tres títulos. Luego, está la historia. Siempre digo que no me importa, pero claro que me importa. Lo que pasa es que tampoco tengo tiempo para explicarlo porque al día siguiente estoy jugando otra competición. Claro que me importa la historia. Claro que me importa tener los mismos títulos de Roland Garros que Borg [Björn, sueco]. Claro que me importa ser de los que tienen más del Grand Slam. Claro que me importa. Yo amo el deporte y lo que hace grande al deporte es la historia. Hay que ser humilde, pero no hay que tener tontería encima. Con 10 títulos, ¿estás entre los grandes de la historia? Pues sí. Es una gran satisfacción personal.
P. En París empezó jugando mal y acabó muy bien.
R. Me ha pasado muchas veces. En todos los Roland Garros he comenzado jugando mal. En ninguno entré jugando bien. En este, especialmente, estaba jugando con un pelín más de nervios que los anteriores. En aquellos no había perdido cuatro finales en un año [todas contra el serbio Novak Djokovic]. Eso es duro, pero también hay que ver que estuve en todas. No estuve para ganar las cuatro finales, pero sí para aceptar las derrotas lo suficientemente bien para volver a luchar desde el primer día en el siguiente torneo. En Roland Garros, al ver que no había sido capaz de ganar ninguna de esas cuatro finales, tuve inseguridad a la hora de encarar el torneo. De ahí viene el problema. Una vez pasada la primera semana, vi que ya no me quedaba otra que jugar bien... Y ahí fue cuando me puse a jugar bien. La obligación me llevó a jugar bien.
P. "Le estaba pasando por encima", resumió Carlos Moyà el inicio de Federer. ¿Cómo gestiona esa situación el número uno, el verse superado cuando se supone que es el mejor?
R. Entiendo la pregunta, pero la respuesta es diferente. Cuando juego, no pienso que soy el número uno, sino que estoy en la final de Roland Garros contra Federer y en que sé que, cuando juega a su máximo nivel, es prácticamente imparable. Ahora bien, los partidos no duran ni cinco ni siete juegos. Sé que jugar al máximo nivel durante tres horas es muy complicado. Si lo consigue, le das la mano y te vas para casa porque es brillante y muy difícil de batir. También sé que, si yo cojo el nivel, si yo cojo el ritmo, le haré difícil jugar tan bien. Si yo empiezo a jugar largo, alto, a lograr que los puntos duren más, él puede empezar a cometer errores. Mi objetivo es llegar al menos a esa situación. Ni me siento humillado ni pasado por encima. Siento que tengo que entrar en juego. En eso pensaba: en esperar al momento adecuado para coger un poquito de aire. La superioridad hay que mantenerla todo el rato. Yo me mantengo estable todo el rato. Cuando él juega muy bien, gana; cuando no juega tan bien, pierde. Al final, en la media es donde se gana.
P. Solo ha cedido un 19% de los puntos de break en las seis finales que ha jugado en París. ¿Cómo lo ha conseguido?
R. De algún modo, tienes que ganar las finales. Los partidos de este calibre y exigencia se juegan al límite. Los gana quien salva más situaciones. Lo importante es tener la confianza, la idea clara de lo que vas a hacer. Que la ansiedad y los nervios no te superen para hacer lo que no quieres hacer. Es una suerte que, de momento, siempre he jugado más nervioso los primeros partidos, en los que quizá hay más margen de error, que las finales, en las que hay menos.
P. ¿Por qué recomienda leer El niño del pijama de rayas?
R. Porque me pareció muy duro, pero, dentro de la dureza, tiene un mensaje. Cuando lo haces a los demás, no es tan grave; cuando te lo hacen a ti, es gravísimo. Ellos [los nazis] matan a diestro y siniestro, pero cuando te pasa en tu propia casa... Da que pensar. Siempre hay una doble visión de la vida, de la misma situación. Interesante.
lunes, 12 de octubre de 2009
Antonio Argüelles, primer mexicano en nadar la Triple Corona en una temporada
Periódico Buenas Noticias
En la oscuridad de la noche, el mar abierto es un abismo. El viento sopla con furia sobre las heladas aguas y las olas a veces crecen hasta dos metros y se abalanzan sobre el solitario mexicano Antonio Argüelles, quien con el cuerpo entumecido por el frío y el rostro lacerado por la sal reta los límites del dolor durante horas interminables.
Una brazada tras otra: una vez sumó hasta 64 mil brazadas continuas en 18 horas eternas.
Ese reto, esa soledad e incertidumbre de nadar ocho, 10 o 13 horas en mar abierto es su regalo al cumplir 50 años.
Y, a pesar de enfrentar una hipertensión en los últimos momentos, Argüelles se convirtió en el primer mexicano en conquistar lo que se conoce como la Triple Corona: nadar en la misma temporada el Maratón Acuático de Manhattan, realizar los cruces de los canales de Santa Catalina y de la Mancha.
Tan sólo, hasta ahora, la hazaña ha sido conseguida por tres nadadores a escala mundial.
“Siempre hay algo nuevo que conquistar –escribe en su libro A cada brazada: el azul interminable. En el camino he buscado constantemente llegar a mis límites y me he expuesto a la destrucción sin importarme las consecuencias. Es mi deseo transmitir a los que inician este viaje conmigo, que los mares de la vida no se conquistan. Lo más que se logra es vivir en paz con uno mismo, consciente de sus límites, pero feliz de vivir.”
Y es que, como le dijo su entrenador mental Jaime Delgado: “Un sicólogo busca el bienestar del sujeto. A mí no me interesa tu bienestar, me interesa que logres tu meta, aun cuando sufras. Para hacer lo que deseas, probablemente tendrás que sufrir mucho”.
Regalo de vida
Sufrió, en efecto, pero se dio a sí mismo su regalo por el medio siglo de vida y también dejó un mensaje para los jóvenes que cursan el bachillerato, en un país en que “50 por ciento de los que inician no terminan” los estudios en ese nivel.
Argüelles Díaz-González (15 de abril de 1959, DF) ex director general del Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) y actual responsable de la Nueva Escuela Tecnológica –“un proyecto que proporciona educación de calidad a costos accesibles” en la zona metropolitana de la ciudad de México–, habla a La Jornada de su reto.
“Cuando me propuse un proyecto personal como éste tenía dos objetivos: uno, levantar la mano y decir ‘México es un país de gordos, con un problema de obesidad muy grave’. Y, dos, mandar un mensaje a los jóvenes de que no pueden ser desertores. Parte de lo que yo quería hacer con esta campaña era levantar la mano y decirle a los chavos: ¿cuántas veces se sienten ustedes frustrados y no quieren terminar la tarea o estudiar? Entonces yo estoy dispuesto a hacer esto que nadie ha hecho –bueno, ningún mexicano–, porque me voy a enfrentar muchas veces a quererme salir y tienes que tener ese swicht mental para saber cómo te controlas. A ver, ¿por qué te quieres salir?, ¿porque tienes mucho frío?, ¿porque estás cansado? Es horrible estar metido ahí 10, 12, algún día hice 18 horas. Tienes que tener técnicas para que el frío no sea un problema y tiene que ver mucho con la mente, cómo logras calentar tu cuerpo y mentalmente vas aislando el frío”.
La historia deportiva de Argüelles inicia a los ocho años, cuando empezó a nadar para bajar de peso. Después, su motivación fue observar al Tibio Muñoz ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de México 68 y el récord mundial de Guillermo Echevarría en los mil 500 metros.
Dejó de nadar cuando entró a la Universidad de Stanford, donde se graduó en estudios germánicos y economía, y entonces empezó a correr maratones (Nueva York, Boston, Londres), hasta totalizar ocho, en los que su mejor tiempo fue de 2:57 horas.
Participó también en varias competencias Ironman, en 1995, 2004, 2006 y 2008. Esta prueba consiste en realizar en un mismo día, sin interrupción, 3.8 kilómetros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y un maratón de 42 mil 195 metros. “Más de 13 horas de agonía pura, sobre todo en la carrera”, es su definición de esa prueba.
Para su cumpleaños 40 se planteó escalar el Everest o cruzar el Canal de la Mancha, esta última idea que, cuando alguien se la comentó por primera vez, pensó que estaba loco. Su familia lo convenció de no escalar la montaña más alta del mundo, por las posibilidades de muerte que implica, por lo que optó por el canal.
Esa vez fue cuando ha pasado más tiempo en el agua: 18 horas 19 minutos. Días antes había fallecido en el canal la mexicana Fausta Marín, una de las cinco personas que han perecido en los 127 años de historia de intentos de cruces: “murió dos semanas antes de que yo nadara. De mi nado en el canal hace 10 años no recuerdo casi nada. Fue un shock. La última vez fui con la idea de que me tenía que gustar Dover, que es casi imposible que a alguien le agrade, porque es un lugar horrible. Esa vez lo disfruté pensando que podría ser la última ocasión en que estuviera ahí”.
En ese 1999 logró también el cruce a nado en la Isla Catalina. “De burro no hice Manhattan porque ese mismo año hubiera conquistado la Triple Corona”, lamenta.
Diez años después decide buscar la Triple Corona, que hasta la fecha sólo habían logrado 13 nadadores, pero ninguno en la misma temporada. “¡Ese es mi regalo!”, se dijo, pero andaba en los preparativos cuando la hazaña fue conseguida por un entrenador de natación californiano y una mujer de 24 años, ésta en tan sólo tres semanas, “algo impresionante”.
Entonces le habló a Nora Toledano, experta nadadora en aguas abiertas, para plantearle su meta, “y me dijo ‘estás loco, es complicadísimo, ¿tienes idea de lo que es hacer los tres nados en una temporada?’, y le respondí que ‘no, pero un año hice dos’, ‘pero tenías 10 años menos’”.
No se desanimó y empezó a buscar patrocinadores para esa empresa, cuyo costo es de 100 mil dólares.
Toledano le diseñó un programa de entrenamiento de 69 semanas, empezando el primer fin de semana de mayo de 2008, que después aumentó a 72 semanas por un tiempo de espera no calculado en el canal.
El programa consistía en kilometraje de nado semanal en albercas, intensidad, pruebas en Las Estacas, Alchichica, Zirahuén y en La Joya; apoyo nutricional, pruebas bioquímicas, entrenamiento con pesas, trabajo mental y corrección de técnica “después de nueve años de no nadar, porque la natación es como la bicicleta, pero vas perdiendo la técnica”.
Sin embargo, en el examen médico “encontraron que soy hipertenso, cuando seis meses antes había ido a ver al cardiólogo y estaba bien”.
“Todos tenemos un canal que cruzar; para algunos es el de La Mancha, para otros son 30 minutos de ejercicio diario y para otros, no desertar de la escuela”, es la frase con la que Argüelles inicia su página en Internet.
Y uno de los momentos que lo marcó fue un cruce a nado de la Isla Catalina a la costa de California.
Recuerda: “Fue una locura, un parteaguas. Nunca me imaginé que podría tener un día tan difícil como el que tuve. Fue el día que Los Ángeles se incendió. En Catalina nadas en las noches para que no te dé tanto el viento de las montañas, que empieza a soplar al mediodía. Empiezas a nadar a las cero horas y llegas normalmente en 10-12 horas. Esa noche yo tenía en contra olas de casi dos metros y medio. Un día horrible. Vas en mar abierto, en la noche, con esas olas y algunas se rompen y me caen encima. La temperatura promedio fue de 15.5 grados. Eso es muy frío. Por ejemplo, en la mañana, sólo báñate con pura agua fría y eso es 17-18 grados. Ahora aguanta 13 horas en esa agua y ese es el reto de los nadadores de aguas abiertas: nadar y acostumbrarnos a esas temperaturas. Una parte importante para esto fue subir de peso, ahora tengo que bajarlo, ya llevo tres de los 10 que subí. Nunca has visto a una foca o a un loco marino delgados, ¿verdad?”
Estuvo cuatro veces “a punto de salir, pero en ese nado fue donde utilicé toda mi experiencia como deportista, no sólo como nadador. Fue muy importante, porque se me complicó muchísimo”.
El éxito llegó después de 13 horas, 10 minutos y 25 segundos, recuerda.
Y fue una muestra de que sí podía lograr la Triple Corona. “Uno de los proyectos es cómo podía nadar sin lastimarme, porque a los 50 años no es tan fácil tener la capacidad mental para no aburrirme. Si no es por la parte mental, no termino el cruce a nado de la Isla Catalina a la costa de California”.
–¿Qué técnicas mentales emplea para un nado tan extenuante?
–La primera es no pensar que hace frío, porque si piensas que hace frío vas a tenerlo. Entonces debes nadar rápido, tú mismo generarte tu propio calor y estar sintiéndolo y pensar que vas a entrar en calor. Es muy importante cuando amanece y sale el sol y ya es otra competencia, es maravilloso. Te cambia el sentimiento, porque en la noche es horrible.
“Lo segundo es que no tengas dolor. ¡Claro que te va doler! Pero si tú piensas que te va a doler, pues te va a doler. Alguien que nunca ha estado en aguas abiertas –y en mi proyecto tuve un seguimiento muy cercano de médicos por la hipertensión y porque querían hacer un protocolo los institutos de nutrición, rehabilitación y cardiología de lo que yo estaba haciendo– iba una doctora que nunca había estado en un nado y me preguntaba cómo me sentía. Alguien le dijo ‘nunca le preguntes a un nadador cómo se siente, porque no te puedes sentir bien’.
“Te sientes bien dentro de todos los problemas que tienes en el agua: tienes frío, estás tragando agua salada y tienes dolor porque estás haciendo una brazada. Yo nado más o menos a un ritmo de 60 brazadas por minuto, multiplica 60 por la cantidad de horas que nado y son las veces que tengo que levantar los brazos. Entonces te va a doler. Tienes que tener el swicht mental de decir no me duele. Por eso entreno mucho la parte mental y cuando es la gran frustración, cuando te quieres salir, pienso que hay dos formas que uno se presenta en la vida: con la excusa de por qué no haces las cosas o con la respuesta sencilla de ‘esta hecho, se terminó, lo hice’”
–Una hazaña así, ¿qué tanto es mental y qué tanto preparación física?
–Un nado es 80 por ciento mental y 20 por ciento físico, pero para poder hacer el 20 por ciento físico tienes que entrenar todos los días y no perder un solo entrenamiento. No puedes hacer un nado sólo con la mente, pero si no tienes la mente no lo puedes hacer.
–¿Qué lo mantiene en el agua tanto tiempo?
–En mi caso, y eso es lo que me ayuda, me gusta tener sueños. Mis escuelas, por ejemplo, que surgieron cuando me corren del sector público por mis filiaciones 100 por ciento priístas, ya que Vicente Fox me despidió de Conalep. Pero algún día estas escuelas serán las preparatorias privadas más importantes de México, no tengo la menor duda. En la prueba Enlace acabamos de salir entre el 10 por ciento de las mejores preparatorias a escala nacional, con cinco años de creadas. Cuando los jóvenes salen de mis escuelas tienen una actitud de que la van a hacer en la vida.
–¿Qué se piensa al realizar tantas brazadas?
–Vas pensando dependiendo qué nado es. En Catalina yo sabía que tenía que llegar a las tres horas, para ver qué sucedía con mi brazo. Al nadar más de tres horas iba a ser muy difícil que yo me recuperara para el canal, no lo iba a poder hacer. En Catalina fue concentrarme mucho en la técnica, para que no me fuera a doler el hombro. Todo mi pensamiento estaba en cómo meto el brazo y cómo jalo y verlo en mi mente, porque tenía que estar perfecto.
“En el maratón de Manhattan fue no acelerarme. Yo veía cómo me pasaba todo mundo, yo iba en penúltimo lugar, pero no me importó.
“Y la primera hora del Canal fue muy difícil, porque no había buenas condiciones. Perfecto es que el viento esté a 13 en la escala de Beaufort como máximo y yo nadé entre 4 y 5. Además, me dijo el capitán que era mi penúltima oportunidad, tal vez pueda haber una oportunidad el martes, pero si no, te tienes que regresar a México sin nadar. Me dijo ‘métete una hora a nadar y si te no te gusta, te sales’. En esa hora muchas veces pensé en quedarme o salir y finalmente dije: ‘lo que quiero es enfrentar este reto, voy a nadar’, y me metí.
“Tienes que pensar en la brazada, en la coordinación, en el ritmo. En mi caso lo divido en 20 minutos, porque es cada vez que como. Tengo una frase que uso: ‘El mamut se come a rebanadas’. No puedes pensar que en un nado te vas tardar 16-18 horas, porque eso es horrible. Entonces te dices ‘yo quiero llegar a los primeros 20 minutos’. La primera hora siempre es complicada, pero una vez que entras en ritmo, se vuelve fácil.
–Yo suponía que usted pensaba en la vida, en la filosofía.
–No. Por lo menos para mí es un trabajo de gran concentración. Yo empiezo a pensar en burradas y lo primero que va a pasar es que voy tragar agua y eso es horrible. Pienso en el ritmo.
Aunque ha visto tiburones, mantarrayas, barracudas, delfines, lobos marinos y focas, asegura no tener miedo de posibles ataques.
“En Catalina, en la noche, hay tiburones. En el canal no hay nada, lo único que hay son muchos barcos. Solamente en las películas te come el tiburón. Para que un tiburón se te acerque tienen que pasar muchas cosas y siempre vas protegido, llevas un kayak y una lancha”.
El estar durante tanto tiempo en el agua requiere satisfacer necesidades personales.
Cada 20 minutos toma 225 mililitros de una combinación de carbohidratos con proteína a una relación de 3-1. “No como nada sólido. ¿Sabes cómo te queda la boca y la garganta después de 12 horas de sal? Te la puedes quitar en pellejitos”.
En su libro, cuenta, “mi segundo objetivo se convierte en erradicar todo aquello que me moleste, comenzando por el dolor abdominal que me sigue matando. Con gran esfuerzo, después de varios minutos de pujar, pude defecar. El alivio fue inmediato. Mi cuerpo empieza a sentirse mejor. Liberado del cólico, puedo concentrarme mejor en el ritmo y en tratar de nadar con más soltura sin voltear tan seguido a la lancha. Tendré que esperar hasta terminar el nado para poder bajarme con calma el traje de baño y asegurarme que no quede ningún rezago”.
Hay que tener sueños y cumplirlos
–¿Que sintió al conquistar la Triple Corona?
–Yo lo que quería era salir del mar. Hay una anécdota interna: cuando termino hace 10 años después de 18 horas de nadar, no puedo levantarme. En la foto cuando acabo estoy de rodillas. Y esta vez quería terminar como Rocky cuando sube las escaleras y alza las manos. Esta vez llegue con mucha energía. ¿Qué sentí? Contento de haber terminado, nada especial. No es así como que a partir de ese momento me sentí iluminado. No, simplemente terminé un proyecto que me había propuesto, un sueño que logré y listo. Mi vida no cambia ni pasa nada.
–Para una persona que a duras penas cruza una alberca, saber lo que usted hizo es increíble –se le indica.
–Siempre digo que todos tenemos un canal que cruzar. Platicas con una persona que fuma y le dices que deje de fumar, le va costar más trabajo que a mí cruzar el canal, sin lugar a dudas. O a una persona que nunca ha hecho ejercicio le dices que empiece a caminar. Todos hacemos cosas especiales y mi reto no era decir ‘yo soy superior a otros’. Simplemente quise levantar la mano para decir ‘hay que hacer ejercicio’ y, dos, ‘hay que tener sueños, pero hay que tener la capacidad, disciplina, orden y la parte mental para terminarlos’. Ese es mi mensaje. Quise poner este ejemplo, lo cumplí y ahora me gusta platicarlo y decir a las personas que es factible cumplir sueños, nada más hay que hacerlo todos los días.