Sonido Fulgor

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jueves, 16 de diciembre de 2010

La vida, la vida


1

No creo en presentimientos, y las premoniciones
no me asustan. No huyo de la calumnia
o el veneno. No hay muerte en la Tierra.
Todo es inmortal, todo. No hay necesidad
de temer a la muerte a los diecisiete,
pero tampoco a los setenta. La realidad y la luz
existen, pero no la muerte o la oscuridad.
Todos estamos a la orilla del mar recientemente
y soy de aquellos que echan las redes
cuando un cardumen de eternidad se acerca a la playa.

2

Vive en la casa, y la casa permanecerá.
Yo te visitaré en algún siglo.
Entra y constrúyeme una casa
-por eso es que tus hijos están junto a mí
y tus esposas, todos sentados en la mesa.,
una mesa para el bisabuelo y para el nieto.
El futuro se cumple aquí y ahora,
y si despectivamente alcé la mano contra ti,
eres tú quien quedará con cinco rayos de luz.
Con omóplatos cual pilastras,
sostengo cada día que va formando mi pasado;
con la cadena del sobreviviente medí el tiempo
y viajé a través de él como si lo hiciese a través de los Urales.

3

Escogí una época cuya estatura fuera a mi medida.
Nos dirigimos hacia el sur creando remolinos de polvo en la estepa.
Las altas yerbas se encontraban en su punto; un saltamontes tocaba.
Herraduras cepilladas y con patillas profetizaban
y como un monje me dijeron que perecería.
Tomé mi destino y lo amarré a la silla de montar,
y ahora que he alcanzado el futuro,
permanezco recto en los estribos cual muchacho.

Unicamente necesito mi inmortalidad
para que mi sangre continúe fluyendo de una época a otra.
Pagaría al momento con mi vida
por un lugar seguro y de constante tibieza,
si no fuera porque la aguja volante de la vida
me lleva por el mundo cual un hilo.

Arsieni Tarkovsky


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