30 de julio de 1958,
al terminar de organizar la casa de Coayacán, casa azul, que habitaron Diego Rivera y Frida Kahlo
Oyeme, criatura:
Ayer terminé de arreglar tu casa: a ver si cuando regreses no te peleas conmigo por todo lo que hice. El salón, que hace muchos años tú ocupabas como estudio y en el que pintaste tantas cosas maravillosas, lo arreglé con puros cuadros tuyos (...) Me morí de las ganas de robarme "La Columna Rota", pero como me han entregado todo inventariado, ni modo (...) Oyeme niña: me quedé mudo ante tu auto-retrato con el monito y el perro. ¡Qué manera de hacer colores! porque eso es la pintura; claro eso y otros poemas (...) Mira, en el cuarto donde naciste coloqué los retratos de tu familia que tú pintaste y te dejé a la mano el traje de tehuana que tanto te gusta, con alhajas y todo (...) El comedor está casi como lo dejaste. La única novedad son los cinco cuadros tuyos, se ven muy bien (...) Oyeme: te dejamos los pisos de la casa vieja del color de siempre. Quiero que me reproches lo menos que se pueda (...) Hice algo de composición en tus libreros y en un rincón puse la ropa que ya no vas a necesitar nunca. Caballete, paleta, pinceles, todo como lo tenías. Y tu retrato, aquel lindo retrato que te pintó nuestro muy querido Roberto Montenegro (...) Algunos de tus más lindos collares prehispánicos te los guardé en un mueblecito. En el pasillo donde está la cama que ocupaste algunos días, antes de que te fueras, todo, absolutamente todo, está como lo dejaste. Una semana antes de tu salida, ¿recuerdas? estuve contigo, allí en na silla, junto a ti, diciéndote cosas, leyéndote aquellos sonetos que te escribí y que te gustan mucho y a mí me gustan por eso, porque te gustan tanto. La enfermera te inyectó. Eran como las diez. Empezabas a dormirte cuando me hiciste seña de acercarme. Te besé y luego tomé tu mano derecha entre las mías. ¿Te acuerdas? Luego te apagué la luz. Te dormiste y me quedé un rato velando tu sueño. Afuera el cielo, barrido y regado, me recibió misteriosamente, como era natural. Te vi muy acabada. Te confieso que lloré en la calle al ir a buscar el camión para irme a mi casa. Ahora que por fin has conseguido la salud y para siempre, te quisiera decir, mejor dicho repetir, repetir que (...) bueno (...) Ya tú sabes (...) Tú, como un jardín pisoteado una noche sin cielo. Tú, como una ventana azotada por la tempestad; tú, como un pañuelo caído en sangre; tú como una mariposa llena de lágrimas; como un día atropelladamente roto; como una lágrima sobre un mar de lágrimas; araucaria cantante y victoriosa; rayo de luz en el camino de cualquiera. Frida, quedó en tu recámara, en una vitrina, el ropón de bautizo de Diego y en otra, algunos de tus juguetes y del maestro, de cuando eran chamacos. El maravilloso perrito dormido, te lo dejé donde lo tuviste siempre (...) Frida, ¿te gustará lo que hicimos con tu casa? Bueno criatura adorada y única, nos estamos viendo. Claro, que algo falta en tu casa, pero está para siempre dentro de mi corazón y es tuyo. Hasta pronto, Dios mediante. Oyeme, tu teatrito de títeres, con la Danza de la muerte, quedó junto a las escaleras (...).