Páginas : 712
Año: 2010
** Bueno **
*** Bueno **
Parafraseando al título, también podemos acotar que –por suerte- “No hay libro que no se acabe”. Esto no quiere decir que estas memorias de Ingrid Betancourt no merezcan ser leídas. Por el contrario, es un libro interesante, un testimonio personal de cómo se vive un secuestro en manos de una organización guerrillera, en este caso las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).
Pero leer 712 páginas relatando la vida diaria en la selva a lo largo de
seis años de cautiverio, se hace un tanto tedioso porque los hechos son
bastante repetitivos. Cada lector puede creer a pie juntillas todo lo que esta
señora colombiana de nacimiento y nacionalizada francesa, nos cuenta, como
también dudar de su veracidad, y pensar que tal vez haya habido omisiones.
De acendrada fé católica, se lo pasa leyendo la Biblia , y eso sugiere la
posibilidad de que no haya creído conveniente “confesar” la más mínima
tentación de sucumbir a necesidades que pueden considerarse normales. Su
comportamiento es demasiado casto, impoluto y ejemplar. Quizás haya sido así,
pero algunos de sus compañeros de cautiverio, la han calificado de altiva,
soberbia y arrogante. ¿Quién tiene la razón?
Según afirma la misma Ingrid Betancourt, el libro fue escrito en francés
porque así podía expresar mejor sus sentimientos, y a las 24 horas de haber
sido rescatada por el ejército colombiano, viajó a Francia, lo cual decepcionó
a muchos de sus compatriotas sudamericanos.
Su acompañante y asesora, Clara Rojas, secuestrada
junto a ella, ha escrito también su versión, en la que refuta afirmaciones de
Ingrid acerca de las
circunstancias en que su colega decidió quedar embarazada mientras estaba en
cautiverio.
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El 23 de febrero de 2002,
en momentos que se dirigía a la zona de distensión establecida por el entonces
presidente Andrés Pastrana con el fin de realizar
conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC, fue secuestrada
junto a su acompañante y asesora Clara Rojas.
Su secuestro, que tuvo una duración de seis años, cuatro meses y nueve días,
mantuvo en vilo a Colombia, así como a Francia y otros países. Durante su cautiverio sufrió los rigores de su reclusión en
zonas selváticas de Colombia, junto con varios compañeros en su prisión. El 2 de julio de 2008,
una operación de inteligencia militar de las Fuerzas
Armadas de Colombia, llamada Operación Jaque, logró su liberación junto con tres
contratistas estadounidenses y once miembros del Ejército Nacional, que habían permanecido
secuestrados algunos por más de diez años.
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