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6 de octubre de 2014

La mujer del diplomático (Isabel San Sebastián)

- Libro nro. 299 leído en este blog  
(Total de leídos en todos los géneros: 2656)

Género:  Narrativa
Año:  2014
Páginas:  480
Grupo C



Leemos en la biografía de la escritora chilena Isabel San Sebastián  que buena parte de su vida profesional la ha desarrollado en el campo del periodismo y que, además, tiene en su haber varias novelas de corte histórico. La mujer del diplomático es el primer trabajo suyo que leemos en este blog y la impresión inicial es que esas dos facetas se complementan perfectamente, aunque es difícil dilucidar si en las páginas de esta novela priva el periodismo por sobre la literatura o a la inversa. 

Leemos también que tiene mucho de autobiográfico, lo cual, de ser así, requiere datos, lugares y acontecimientos reales. Habrá recurrido entonces a hemerotecas, bibliografía y archivos, tal vez personales, para ubicar a los dos personajes centrales de su historia. Dividida en dos períodos de tiempo que se alternan en cada capítulo, la autora presenta a dos mujeres -una madre y su hija-  que en primera persona nos cuentan sus vidas. La hija, Lucía, lo hace en la época actual y la madre, María, a través de un diario personal que Lucía encuentra en un viejo arcón. No es la primera vez que los viejos arcones aportan material para una novela.

María cuenta en su diario íntimo la relación que mantuvo con su esposo, un diplomático acreditado en Suecia, en el tiempo histórico que le tocó vivir: el año 1962, cuando la crisis de los cohetes soviéticos en Cuba mantuvo al mundo en vilo durante 13 días. Nunca se estuvo tan cerca de un estallido nuclear entre las dos superpotencias y esto es explotado por la autora con super abundantes crónicas periódisticas que iban dando cuenta de los acontecimientos. En este marco la mujer del diplomático vuelca en el diario sus angustias, sus sospechas de que el marido le es infiel, junto con el día a día de la evolución de la crisis.

Lucía se entera así de cómo había sido la vida de su madre, y ella a su vez, relata a los lectores como es la suya en la época actual con sus vaivenes sentimentales y en la que mecha también abundante material periodístico y comentarios personales sobre otros sucesos más recientes como la muerte del dictador libio Muammar Gaddafi y el atentado al Jumbo de Pan Am que cayó en la localidad escocesa de Lockerbie, un hecho que tuvo consecuencias directas para la historia de Lucía, según la autora.

Hay en la novela, tal vez, un exceso de copias textuales de artículos periodísticos, como así también de transcripciones de letras de canciones de Armando Manzanero y Joan Manuel Serrat que acompañan la historia sentimental que narra.  El estilo es ágil, fluído y didáctico sobre un acontecimiento crucial del siglo XX: el enfrentamiento Kennedy-Kruschev en torno a la llamada crisis de los misiles.
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Sinopsis 
En La mujer del diplomático la escritora viaja desde la actualidad a los años 60 a través de Lucía, una editora que descubre el diario que su madre ya fallecida escribió desde Estocolmo, donde se encontraba con su marido diplomático. Un relato en el que además de narrar los momentos más tensos de la Guerra Fría y sus temores ante la amenaza nuclear, María -la madre de Lucía- revela sus sospechas por una supuesta infidelidad del marido.
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La autora
Isabel San Sebastián nació en Chile en 1959, uno de los muchos destinos diplomáticos de su padre junto con París, Estocolmo, Cuzco o La Habana. Ha trabajado en prensa (ABC, El Mundo), radio (Cadena Ser, Onda Cero, RNE, Cope, Punto Radio) y televisión (TVE, Antena 3, Telecinco, Telemadrid, 13TV), actividades a las que roba tiempo para dedicarse a su pasión de escribir. Autora de diversos ensayos, ha publicado con gran éxito las novelas: La visigoda (2007, Premio Ciudad de Cartagena), Astur (2008) e Imperator (2010). Su última novela histórica, Un reino lejano (2012), publicada en Plaza & Janés, superó el éxito de las anteriores. Con La mujer del diplomático, cambia de registro para narrar una historia familiar a caballo entre el momento actual y el convulso período político de mediados de los sesenta.
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24 de julio de 2014

Mi camino (Orlando Lizama)

- Libro nro. 276 leído en este blog -
(Total de leídos en todos los géneros: 2634)

Género:  Autobiográfico, periodismo
Año:        2014
Páginas:  246

Grupo C

Valoración

La valoración será diferente de las que tenemos acostumbradas porque se trata de una obra también diferente. Parafraseando parcialmente el tema de Joan Manuel Serrat, digo que "entre este libro y yo hay algo personal". Es fácil explicarlo: el autor es un querido amigo y colega periodista, de modo que me limito a su presentación en sociedad con algunas consideraciones personales.

Me gustaría saber si hay algún periodista que en algún momento de su vida profesional, o posterior, no haya pensado en escribir un libro, ya sea en forma de novela, ensayo o, como en este caso, un relato autobiográfico como el que presenta Orlando Lizama en este volumen que se puede conseguir en Amazon. Orlando ha dado ese paso y el objetivo está cumplido.  Sé por versión directa  que este proyecto, ahora realidad, fue madurando durante bastante tiempo.

Desde el comienzo el lector se da cuenta de que el texto está escrito por un periodista. Con párrafos cortos, claros, precisos, el autor narra en primera persona como ha sido "su camino" en esta profesión, a partir de una infancia difícil en su Chile natal que Orlando expone en toda su crudeza y en la que supo lo que es el hambre y la miseria. Esas carencias lo impulsaron a superarse a sí mismo a través de una actividad que lo absorbió y en la que finalmente encontró el premio a sus esfuerzos. 

Se trata de una narración honesta y veraz, algo de lo que puedo dar fe pues muchos de los sucesos que relata los compartí durante nuestra convivencia en la agencia británica Reuters, en la que, si mal no recuerdo, ninguno de los dos pudo alardear de supremacía en las decenas de partidas de ajedrez que disputamos. Algún día tal vez podamos despejar esa incógnita...En las páginas de "Mi camino" encontramos también una crónica de lo que era América latina en la época de las dictaduras militares y los grupos subversivos de izquierda.

Orlando me hizo llegar una copia de su texto antes de la publicación. Publicarlo  aquí es un gusto personal.  Espero que su lectura  sirva de incentivo para que otros colegas se animen también a compartir "su camino".
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Sinopsis

Mi Camino es una lección de vida inserta en un relato nostálgico, irónico y optimista de un niño que se sobrepone a la pobreza hasta convertirse en un corresponsal extranjero en América Latina. A través de una narración sin pretensiones, pero apasionante y a veces reflexiva, la obra reúne anécdotas infantiles, los avatares de una educación difícil y las experiencias de un periodista en un continente donde se enfrentaban las dictaduras militares de derechas y los extremismos de izquierdas. Pero más allá de la simple narración, Mi Camino es un testimonio del agradecimiento del autor a los familiares, amigos y colegas que le dieron una mano y lo empujaron hacia una vida feliz.
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Primeras líneas
Nací en el pueblo chileno de Melipilla, entre Santiago y el puerto de San Antonio, donde mi padre era un obrero que se encargaba de que no hubiera cables cortados y que no se interrumpieran las comunicaciones del Servicio de Telégrafos de Chile. Guardahilos, le llamaban. Mi primer nombre fue Orlando porque a mi madre le gustaba entonces todo lo que fuera italiano, según me explicaron mis dos hermanos mayores y mi hermana, Regina. Como era la costumbre de entonces, mi segundo nombre era Jorge pues era el de un tío que las ofició de padrino cuando me bautizaron en una iglesia católica de Melipilla. Traté de hurgar en mi genealogía durante años. Sólo pude confirmar que mi madre, María Esperanza Madariaga Barraza, provenía de una familia del norte del país y que sus antepasados eran españoles vascos. La de mi padre, Eduardo Lizama Baeza, también era del norte. Sus abuelos habían llegado de un pueblo de Navarra, también en España.
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El autor
 Orlando Lizama es un periodista chileno que recorrió América Latina durante las décadas en que América Latina fue escenario de golpes militares, de sublevaciones izquierdistas y de violaciones de los derechos humanos. Hasta retirarse en Estados Unidos, Lizama trabajó en Washington y en Miami como editor de agencias de noticias y corresponsal, uniéndose a los millones de hispanos que han llegado a este país para hacer realidad sus aspiraciones cercenadas por las constantes crisis económicas del continente. Aun cuando está retirado de la vida periodística activa, el autor de Mi Camino sigue colaborando con diversos medios, incluyendo la agencia española Efe.
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2 de octubre de 2011

Inés del alma mía (Isabel Allende)



Género: Novela, histórica
Pags: 352
Año: 2006



Bueno

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Con Isabel Allende ocurre algo curioso. Por un lado, cientos de miles de seguidores la acompañan fielmente en su carrera literaria, y por el otro, son también muchos los detractores que la consideran una escritora de segundo orden. También es cierto que muchos de estos últimos -plumas reputadas- ya quisieran aproximarse al volumen de ventas de la escritora chilena.

Es indudablemente una hacedora de literatura popular, que cuenta historias de una manera sencilla y directa, sin internarse en laberintos lingüisticos. Personalmente, sus novelas me parecen interesantes y correctamente escritas, con altibajos como suele ocurrir en toda producción literaria.

Con antecedentes como La casa de los espíritus, Paula, Zorro, De amor y de sombra, y algún otro título, el crédito sigue abierto por parte de sus miles de seguidores, como lo demuestran las cifras de ventas. Me parece que es uno de los modelos a seguir para quienes se inician en el oficio de contadores de historias.

Después de esta especie de introducción, veamos ahora que nos pareció Inés del alma mía. No es indudablemene una de sus mejores producciones pero no por ello deja de resultar interesante y también didáctica para saber algo más acerca de una parte de la historia de Chile.

Según la propia autora, que reside en California desde hace un cuarto de siglo, la preparación del libro le obligó a consultar numerosos libros de historia para conocer en detalle aspectos de la vida de la protagonista de la novela, Inés Suárez, del conquistador español Pedro de Valdivia, fundador del reino de Chile, y de los mapuches, los indígenas con las que tuvieron que lidiar.

Isabel Allende se tomó el trabajo de documentarse conciezudamente y reescribir toda esa información en forma de novela, que aderezó con situaciones y diálogos producto de su imaginación, como es natural en una obra de ficción basada en hechos históricos. Con su oficio de escritora, no le debe haber resultado muy difícil contar la vida de Inés Suárez, así que el mérito es también de los historiadores que le aportaron el material necesario. Novelar la historia, ese fue su cometido.

Uno de los méritos fue rescatar practicamente del anonimato al personaje de Inés Suárez, la mujer que se trasladó desde su Extremadura natal hasta América, donde trabó una intensa relación con Pedro de Valdivia y fue su compañera en la conquista de Chile. La novela es un relato de Inés en primera persona, en el que nos narra las viscitudes de la gesta, con crudas descripciones de la crueldad exhibida tanto por los conquistadores como por los indígenas mapuches.

La novela viene a ser una especie de diario en el que Inés deja constancia de los hechos con el propósito de que Isabel, su hija adoptiva, pudiera conocer su historia.

Isabel Allende no habrá tenido que devanarse mucho los sesos para contarnos en forma novelada la vida de Inés Suárez. Oficio le sobra para ello. El secreto ha sido combinar investigación con algo de imaginación. Respetamos a esta escritora por su estilo simple y llano. Leerla no significa esfuerzo sino una agradable manera de pasar el tiempo.
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10 de mayo de 2011

El cuento de los martes



Clarisa (Isabel Allende)
Clarisa nació cuando aún no existía la luz eléctrica en la ciudad, vio por televisión al primer astronauta levitando sobre la superficie de la luna y se murió de asombro cuando llegó el Papa de visita y le salieron al encuentro los homosexuales disfrazados de monjas. Había pasado la infancia entre matas de helechos y corredores alumbrados por candiles de aceite. Los días transcurrían lentos en aquella época. Clarisa nunca se adaptó a los sobresaltos de los días de hoy, siempre me pareció que estaba detenida en el aire color sepia de un retrato de otro siglo.
Supongo que alguna vez tuvo cintura virginal, porte gracioso y perfil de medallón, pero cuando yo la conocí ya era una anciana algo estrafalaria, con los hombros alzados como dos suaves jorobas y su noble cabeza coronada por un quiste sebáceo, como un huevo de paloma, alrededor del cual ella enrollaba sus cabellos blancos.
Tenía una mirada traviesa y profunda, capaz de penetrar la maldad más recóndita y regresar intacta. En sus muchos años de existencia alcanzó fama de santa y después de su muerte muchos tienen su fotografía en un altar doméstico, junto a otras imágenes venerables, para pedirle ayuda en las dificultades menores, a pesar de que su prestigio de milagrera no está reconocido por el Vaticano y con seguridad nunca lo estará, porque los beneficios otorgados por ella son de índole caprichosa: no cura ciegos como Santa Lucía ni encuentra marido para las solteras como San Antonio, pero dicen que ayuda a soportar el malestar de la embriaguez, los tropiezos de la conscripción y el acecho de la soledad. Sus prodigios son humildes e improbables, pero tan necesarios como las aparatosas maravillas de los santos de catedral.
La conocí en mi adolescencia, cuando yo trabajaba como sirvienta en casa de La Señora, una dama de la noche, como llamaba Clarisa a las de ese oficio. Ya entonces era casi puro espíritu, parecía siempre a punto de despegar del suelo y salir volando por la ventana. Tenía manos de curandera y quienes no podían pagar un médico o estaban desilusionados de la ciencia tradicional esperaban turno para que ella les aliviara los dolores o los consolara de la mala suerte. Mi patrona solía llamarla para que le aplicara las manos en la espalda. De paso, Clarisa hurgaba en el alma de La Señora con el propósito de torcerle la vida y conducirla por los caminos de Dios, caminos que la otra no tenía mayor urgencia en recorrer, porque esa decisión habría descalabrado su negocio.
Clarisa le entregaba el calor curativo de sus palmas por diez o quince minutos, según la intensidad del dolor, y luego aceptaba un jugo de fruta como recompensa por sus servicios. Sentadas frente a frente en la cocina, las dos mujeres charlaban sobre lo humano y lo divino, mi patrona más de lo humano y ella más de lo divino, sin traicionar la tolerancia y el rigor de las buenas maneras. Después cambié de empleo y perdí de vista a Clarisa hasta un par de décadas más tarde, en que volvimos a encontrarnos y pudimos restablecer la amistad hasta el día de hoy, sin hacer mayor caso de los diversos obstáculos que se nos interpusieron, inclusive el de su muerte, que vino a sembrar cierto desorden en la buena comunicación.
Aun en los tiempos en que la vejez le impedía moverse con el entusiasmo misionero de antaño, Clarisa preservó su constancia para socorrer al prójimo, a veces incluso contra la voluntad de los beneficiarios, como era el caso de los chulos de la calle República, quienes debían soportar, sumidos en la mayor mortificación, las arengas públicas de esa buena señora en su afán inalterable de redimirlos. Clarisa se desprendía de todo lo suyo para darlo a los necesitados; por lo general sólo tenía la ropa que llevaba puesta y hacia el fin de su vida le resultaba difícil encontrar pobres más pobres que ella. La caridad se convirtió en un camino de ida y vuelta y ya no se sabía quién daba y quién recibía.
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(LEER EL CUENTO COMPLETO)

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