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29.6.07

PUNTUACIONES SOBRE JACK EL DESTRIPADOR

1.Toda sociedad represiva engendra un predador a su medida.
2.Asesinar o redimir prostitutas son las dos caras de una misma moneda. El asesino bien podría haber recorrido los prostíbulos con una Biblia en la mano y la piel pálida y malsana de los castos, pronunciando el verbo santo, extendiendo sus manos vírgenes hacia el amor. Imaginemos el brillo de los fanáticos en sus ojos. Eso sí que da miedo. Es aterrador.
3.La piedad no tiene demasiados secretos. Es la contracara del odio, ese odio inmenso que termina por avergonzarnos. Uno se arrepiente. Perdona. Surge el amor de donde no hay. La culpa esconde el fracaso del asesinato en un mundo donde todo bajo el sol engendra su sombra y los límites indefectiblemente se tocan.
4.Pensemos por un momento ¿por qué las gargantas de las víctimas? Lógico: es la perfecta localización de la angustia (y también, claro está la abolición de la palabra). Por qué el vientre y los genitales? Bueno es obvio, no?
5.¿Por qué las prostitutas? Las prostitutas eran para los victorianos como las brujas para los medievales. Seres que cargaban con los pecados de los demás, donde la gran paradoja es te mato o te quemo o te azoto por mis malos pensamientos. La puta corporizaba (nunca mejor empleado el término) la cara oscura que una sociedad entera se negaba a ver. La extraña piedad del vengador cristiano dice: mediante MI cuchillo te libro de TU sufrimiento.
6.Digamos que un yo no circunscripto puede preguntarse: ¿dónde termino? Insistamos con esta última pregunta ¿dónde acabo? Esa es la cuestión: qué hace con su semen.
7. Ya estamos sabiendo de gente que hace arte con el propio cuerpo. Pero arte con el cuerpo de los demás... Es el próximo paso.
8. Pero no tratemos de meternos en la cabeza de los asesinos seriales (ya bastante peligrosos somos sin eso). Contemplemos este razonamiento: el asesino necesitó crear su mito. Necesitó crear su amenaza. Sembrar un terror proporcional a su miedo. La culpa. Algo que desde afuera lo persiguiera por siempre. Seria la policía. El repudio de la sociedad. La pena de muerte. La culpa, la impotencia, el miedo, el dolor. No lo atraparían.
9. Los crímenes eran cometidos a la luz de la luna (aLUNAdos, LUNAticos), bajo la luz en la que operan su doble vida poetas, vampiros prostitutas y asesinos.
10. La policía ordenó fotografiar los ojos de las víctimas para ver si guardaban la última imagen que registraron en vida, es decir, el rostro del asesino. Pero las pupilas de la ultima imagen no tenían esa información.
11.Evidententemente se ataca lo que se teme. Nada ha sido tan temido por la organización patriarcal como la sexualidad de la mujer.
12. Jack volvió sospechoso al extraños. Seguramente sería un excelente vecino. Sacaría a pasear a su perro y saludaría a todos con amabilidad. Personalmente yo siempre desconfié del jefe del consorcio.
13.En las malas películas de terror los fantasmas se alimentan con la sustancia de nuestros miedos.
14. La gente hace cosas extrañas en su intimidad.
15. Se dice que se encontró su diario. Es un buen chiste. No solo podría haber sido obra de cualquier escritor mediocre sino, lo que es peor, cualquiera podría haberlo escrito.
16.El hombre guarda la memoria del cazador y probado está que la civilización engendra monstruos.
17. El miedo abstracto es ALGO que necesita un lugar donde posarse. Queda la tranquilidad de una sombra, una forma de capa y sombrero huyendo por los pazadizos y callejuelas de las ciudades con la forma de nuestros miedos.
© Javier Galarza

28.2.07

DE LA POESÍA COMO SÍNTOMA Y EL LUGAR VACANTE DE DIOS


Un acertado pensamiento de Deleuze interroga: ¿por qué sólo escritores como SADE y MASOCH (como nombres propios) han dado origen «psi» al nombre de una serie de patologías, síntomas o perversiones (SADismo — MASOquismo); cuando también otros tantos escritores como KAFKA (autores que, según Deleuze, escriben desde el fantasma) podrían dar lugar a toda una gama de clasificaciones de síntomas o neurosis psicoliterarias (y con nombre propio)?. Si de adjetivar se trata, hemos atravesado un siglo kafkiano y borgeano. ¿Podríamos entonces hablar también de una neurosis proustiana o una perversión lautreamonteana?
Preguntamos entonces: ¿la poesía es un síntoma?Lo es en cuanto a emergente. Un trabajo de construcción libre e inasible como un sueño, con altas dosis de ambigüedad y emoción y cierto sentido que permanece velado a la lógica. En el decir de Paul Valery «esa vacilación prolongada entre el sonido y el sentido«. Muchos de los mejores poemas son revelaciones inquietantes que nos han dejado algunos artistas antes de colapsar, de despeñarse definitivamente fuera de toda órbita, inscribiendo un real como la sexualidad o la muerte donde cuerpo y lenguaje han sido puestos en juego. Esa sentencia de Baudelaire «sé siempre poeta, aún en prosa” explicita que el discurso lineal adolece de una manifiesta incapacidad de decir.



Y precisamente el decir de la poesía intenta develar lo que el lenguaje cotidiano vela. La atomización y olvido del lenguaje de los dioses. Ese plus de la palabra o el verbo que la charlatanería cotidiana suele degradar.



¿Será eso la poesía? ¿La pura posibilidad de lo no decible? ¿Intentos contra lo innombrable? ¿El momento de terror e incertidumbre donde el NO AUTOR debe dejarse caer a ese lugar del vacío que el poema le ha asignado, una tierra lejana e incierta desde donde el poema cuestiona en su base misma, interpelando tanto al creador como al lector allí donde el sentido se retira, colapsa, no está y, a la vez, es creado a cada momento desde esa misma ausencia?
El poema como un síntoma vivido a través del cuerpo y desde el cuerpo y más allá aún, produciendo ese lugar inasible y desesperante del propio cuerpo poético (y su gramática), y la gramática implícita en todo cuerpo. Inscribiendo de este modo una resignificación que trasciende la trama simbólica, dando a luz un nuevo sentido que se vela y alumbra a cada momento.


«Habitar poéticamente» el silencio de la casa del ser, abriendo claros y grietas, inscribiendo otras dimensiones en el don del lenguaje, despertando zonas dormidas del pensar, creando nuevas moradas en la casa del verbo.
¿Qué nos decía Nietzsche en Zaratustra con su afirmación «el hombre es un puente»?. Probablemente que sólo somos tránsito, devenir, instancia a ser superada; salto sin red hacia el superhombre o hacia el abismo mismo, lo inexorable, la verdad, la locura, la incertidumbre propia de toda existencia jugada en un definitivo acto de afirmación de la vida, vivir en este momento TODOS LOS MOMENTOS. Todos los saltos sin red que nos propone la vida, en una afirmación de la nada que no deja de ser celebración, fiesta dionisíaca, embriaguez...



«El desierto avanza» avisó el mismo Nietzsche, anunciando una catástrofe de proporciones nunca vistas. ¿Intuiría que su mente partiría hacia otras latitudes cuando escribió: «y si algún día la prudencia me abandona, que mi espíritu vuele libre junto a mi locura»? La poesía y sus profecías autocumplidas. Como Sylvia Plath que en sus últimos días escribe «una vez que uno ha visto a dios ¿que remedio hay?». Lautreamont axioma «la poesía debe ser hecha por todos». Rimbaud se llama al silencio y las aventuras salvajes de un exilio que duraría toda la vida. Unas cuantas pastillas apuradas por Pizarnik en una noche dura o el despeñamiento de Alfonsina en su propio mito de regreso a la sustancia amniótica de ese mar que fuera su origen. Borges y su validación de unas pocas metáforas certeras y afortunadas (el río como el tiempo, etc.). Lewis Carrol internándose en los espejos y en los juegos de palabras para prolongar su sueño de una niña inasible. Rilke en su melancolía sin retorno, intuyendo que sólo podrá lograr verdad en el ser a través de su poesía, esa forma de la sublimación que le permite hablar con los ángeles en su teoría de lo abierto, para hacer soportable una tristeza que lo desgarraba y lo interrogaba infinitamente. Emily Dickinson y la ceremonia de una cotidianidad y su voto de silencio y su blanca elección y la reducción de sus espacios físicos y su ritual agorafóbico de flores disecadas junto a sus poemas. Cesar Vallejo preanunciando su muerte en París un día de lluvia. Paul Celan demostrando que la poesía no sólo es posible después de Auschwitz, sino también imprescindible.



A la sombra del hoy cayendo sobre nosotros se entiende aún más aquella afirmación proto lacaniana de Rimbaud que dice «yo es otro», esa necesaria extranjería que el poeta convoca para desconocerse por siempre en su tarea de «fijar vértigos», su convocatoria a la otredad como vivencia, credo y mística.



Holderlin despeñándose, anunciando (antes de su encierro en la torre) la noche del mundo ante la huida de los dioses. Allí donde los poetas llevarían la antorcha «como los sagrados sacerdotes del dios del vino, que de tierra en tierra peregrinaban en la noche sagrada siguiendo el rastro de los dioses huidos».



Es hora de pensar que la muerte de dios tiene como consecuencia el largo duelo de dios. Y habitar el vacío sin sustituciones puede permitir nuevas formas de adjetivar el abismo, moviéndose sin muletas en la experiencia límite de la nada. La noche ha caído porque la muerte de dios implica también un duelo tan largo como primal.



Siguiendo a Holderlin «el hombre es un mendigo cuando piensa y un dios cuando sueña». Podemos deducir que, si la razón actúa a manera de cárcel, en el gran averno de lo inconsciente (donde yace la memoria de la especie) somos ilimitados. Pero somos ilimitados en la memoria de una especie que a su vez ha perdido la memoria. Y ahora que cae la noche, es tan hermoso saber que lo hemos perdido todo. Que no hay certezas que nos cubran ni ideas que guarezcan ni ficciones que cobijen ni tesoros en la tierra. Que detrás de las apariencias no hay nada. Saber que estamos perdidos. Definitivamente perdidos. Intuyendo que quizás, tan sólo quizás, el dios atomizado tras su muerte reviva parcialmente en escritos apurados en servilletas de papel.


Ese extraño artista llamado John Cage comprendió claramente que la música es la arquitectura del silencio y dijo alguna vez: «no bien comprendemos que lo hemos perdido todo, comienza la poesía». Es hora de celebrar. Lo hemos perdido todo. Estamos perdidos. Definitivamente perdidos. Brindemos por eso.
También.

P.D.
1.El arte permite recuperar el salvajismo del acto de ver, como la poesía el hábito extraviado, extraño, de decir, nombrar, nominar. Entonces esa extrañeza del decir alumbra un nuevo significado que al no ser absoluto abre diferentes posibilidades para el antitotalitarismo donde la subjetividad puede manifestarse como un dibujo o una proyección.



2. Nominar. El verbo. La posibilidad de nombrar. Un decir que dé cuerpo. La violencia del verbo redentor, la palabra que crea profanando un lugar con la paradoja de lo divino.

3. Hay un mito fundante en cada poeta, su nominación, sus palabras fundamentales, su inauguración, su bautismo en la palabra, la consagración de sus metáforas - allí en sus correspondencias- (Alfonsina y el mar, Lorca y la luna, Pizarnik y las lilas) su recibimiento - aprendimiento y apropiación del don del lenguaje, su inserción libre con variada exactitud en el registro simbólico, la cadencia de su plegaria e imprecaciones, su hölderliana conversación con dioses y humanos, su principio en el verbo y su final.

© JAVIER GALARZA