domingo, 21 de abril de 2013

Hablar con extraños (10)


29. Una oruga no es un gusano, así como un murciélago no es un colibrí. Zoología no, amigo mío, filosofía poética. Metafóricamente se le puede llamar pájaro al avión pero también a la chorrina. Estas son leyes de la poesía o al menos de la retórica. Bueno, sin retórica no hay poesía.

(En el Colegio Mayor Universitario Nuestra Señora de África, Madrid)

30. En España que es un país religioso hay hasta tres ángeles por metro cúbico de atmósfera. En Inglaterra tenemos uno coma dos.

(En la Carihuela, Torremolinos, Málaga)

31. A mí también me torturaron pero yo no canté. No me pudieron sacar palabra, y eso que me reventaron los huevos a patadas. Pero todavía me gustan las mujeres y a veces se me empina. Se me empina blanda, como el gusano que empieza a ser mariposa.

(En la sala de espera de una dentista argentina afincada en Madrid)

sábado, 20 de abril de 2013

Insomnio



Insomnio. Nocivo y pertinaz estado de vigilia que nos permite seguir pensando tonterías y maldades durante más tiempo, y con más ahínco que de costumbre, tan solo para conseguir los mismos y miserables resultados de siempre.

viernes, 19 de abril de 2013

Un poema "hilado" de Irazoki

Aquellos de vosotros que seguís buenamente esta bitácora, sabéis de mi cariño por la gente a la que admiro: me considero afortunado por la gran cantidad de personas que la vida ha ido cruzando en mi camino para hacérmela más llevadera, y en esta misma ventana he dejado constancia en múltiples ocasiones.

Una de esos regalos impagables que la vida te hace de cuando en cuando es Francisco Javier Irazoki (Lesaka, Navarra,1954), personificación de la bonhomía y la discreción; alguien por quien, desde que lo conocí hace ya un tiempo, no he dejado de sentir ese afecto que él derrocha a raudales en cada abrazo. Al igual que ha ido creciendo mi admiración por su labor poética, donde la calidad humana y literaria, hila que te hila, van de la mano de manera armónica.

Recientemente ha publicado en Hiperión su último poemario, Retrato de un hilo, aunque en puridad habría que decir que estos poemas no son nuevos sino que se han ido decantando lentamente en el tiempo gracias a su maestría y sapiencia.
Voces más autorizadas que la de uno (Fernado Aramburu y Álvaro Valvede, por ejemplo) han constatado por extenso de manera fehaciente y certera lo que yo intento decir torpemente.
 
Para muestra, un botón.

Otra duna

Yo no era el único en los brazos
de la mujer más solitaria que conocimos.

Al amarla,
íbamos a la caricia del desierto,
allí éramos hurgados por sus espejismos y oasis.

De noche hacía un frío súbito,
o un viento arenoso,
y perdíamos el rumbo
al alumbrar el vacío horizonte.

Recuerdo el sabor a caída de sus besos.

Francisco Javier Irazoki
(Retrato de un hilo, Hiperión, 2013)

Gracias, querido Zoki, por hacernos felices.
Un abrazo fraterno.
 



jueves, 18 de abril de 2013

Plas (un antiguo relato)



Cuando entro en la sala encuentro una penumbra apaciguadora. En los divanes dormitan tres muchachos, las cortinas echadas sobre los ventanales. Esta tarde de verano todo el mundo está dormido. En la habitación de donde vengo también descansaba una mujer con la cabeza vencida hacia el hombro derecho, un libro abierto en el regazo, los pies descalzos buscando el frescor del suelo de madera. Doy una vuelta por la pieza  y observo la fotografía de un niño ciego mirando bobamente al vacío. Toco su nariz y el cristal está muy frío, desagradablemente frío, así que me retiro en silencio haciendo el menor ruido posible para no despertar a los durmientes.

Por entre las cortinas color crema -para ser más exacta, entre su unión, porque hay dos y no llegan a juntarse del todo- penetra un rayo de sol que muere justo en el terciopelo verde de un sillón con el respaldo muy gastado por el uso. Me apoyo allí y oigo la calma de la tarde, y miro las motitas de polvo que viajan por el rayo de luz, como estrellas en la noche. Mis ojos se van acostumbrando a la penumbra y recorro toda la habitación con la mirada. Aparte de los muchachos y los divanes, diviso una mesa de mármol rosa en la que también reposan unos libros y un geranio. Hay una alfombra gastada y medio sucia, dos lámparas de pie enfrentadas entre sí y separadas por uno de los divanes. Veo también una cómoda antigua con algunos cajones entreabiertos y una máquina de escribir con un folio colocado y en blanco. En una de las paredes destaca sobremanera el retrato de algún antepasado con un gesto en el rostro entre decidido y cruel. Da un poco de miedo.

De alguna parte de la casa viene ahora un tintineo de tazas, un eco doméstico de fregadero tragando agua, ésos gorgoteos inconfundibles, y esta rotura del ritmo quieto me viene bien porque estaba empezando a sucumbir al sopor y no puedo quedarme dormida, puede ser peligroso. Abandono el terciopelo verde, el dorado descanso, desentumezco el cuerpo, doy otra vuelta por la sala, y me acerco a escuchar a la puerta, atenta a no hacer ruido, a no cometer un fallo.

Ahora acaricio levemente el cabello moreno y áspero en la sien de uno de los muchachos que duermen y, bajando un poco, recorro la fina piel de su mejilla. El muchacho sacude la cabeza murmurando algo inconexo, y yo me alejo rápidamente, justo antes de que su mano llegue al territorio poroso abandonado por mí. Se rasca tenue, bajo la mano y vuelve a quedar inmóvil, respirando rítmicamente en su sueño. Un hilillo de saliva resbala de entre sus labios.

Voy hasta la ventana herida de sol, y la claridad me da de golpe en los ojos y me molesta, pero no me retiro. Me apoyo en el cristal ligeramente caliente y miro hacia afuera mortalmente aburrida. Pienso incluso en hacer una incursión hasta la cocina para comer un poco, pero puede que fuera de allí de donde venía el tintineo y no quiero que me sorprendan. Además, se está tan bien aquí, apoyada en el cristal y sintiendo la tibieza del sol vespertino.

Cuando llevo un rato así, noto de nuevo que me aflojo, la somnolencia peligrosa, de modo que me nuevo otro poco. Paseo por la superficie lisa y pulida, busco irregularidades en ella, me froto los ojos dos o tres veces.
Vuelvo otra vez al cristal y pienso que la casa es linda. ¿Cómo se llamarán los muchachos? Ahora hay uno que ronca pero apenas hace ruido. Aun en sueños parece que le diera vergüenza roncar. Debe de ser un chico muy bien educado.

La casa, desde luego, no se asemeja en nada al lugar de donde provengo. Allí no había más que miseria, gente ruidosa y estentórea que entraba y salía de casuchas infames, siempre gritando, locura y caos. Aquí se nota el orden, la cordura en los actos y las cosas, el sosiego propio de los lugares apacibles. Mientras recuerdo, veo en el jardín tres frondosos sauces refrescando sus ramas y hojas en un extremo de la piscina. Afuera, detrás de la verja de madera, también descansa un auto. A mí me gusta tanto viajar en auto. A los demás no tanto, porque nunca me estoy quieta, el paisaje pasando a nuestro lado a esa velocidad me pone nerviosa, siempre moviéndome de un lado para otro. A veces me lanzan manotazos que esquivo como puedo y entonces dejo de molestar y procuro pasar inadvertida.

De detrás de los árboles surge de improviso un perro enorme, no puedo precisar su raza, pero es enorme, de veras. Se para en seco mirando hacia aquí y pienso si me habrá visto. Me quedo inmóvil, esperando, presta a huir si acaso avanza, pero no ha debido verme, pues luego de ladrar dos veces, se aleja en dirección a la verja moviendo la cola desesperadamente. Pienso, perro imbécil, el susto que me ha dado, y observo cómo levanta una pata para evacuar contra el tronco de uno de los sauces, y entonces noto una corriente a mi espalda, algo rompiendo el equilibrio de la sala en penumbra, y antes de darme la vuelta, o huir, o esconderme, una mano vertiginosa me golpea -plas- en la parte de atrás, noto mi cuerpo pegado al cristal, rotas mis alas transparentes. 

Con la última consciencia, oigo las risas de los muchachos y el chisporroteo de una cerilla encendida acercándose inexorablemente.

miércoles, 17 de abril de 2013

Dichos de Luder 15 (J.R.Ribeyro)



71 -La Libertad, por desgracia, no se puede compartir- dice Luder-. Toda compañía, por agradable que sea, implica una cesión. Sólo pueden ser libres los solitarios.
 
72 -Hay que estar muy atento- dice Luder-, hay que estar día y noche atentísimos para descubrir la ventana por la cual podemos despegar intrépidamente hacia lo desconocido.
 
73 Le preguntan por qué se emborracha esporádicamente en las tabernas más afamadas. -Por precaución- dice Luder-. Sucede que a veces me despierto con la vaga satisfacción de estar llegando a ser una persona respetable.
 
74 -Al despertarte no tires nunca de la cola del sueño- dice Luder-. Es mejor dejar que el monstruo regrese a su madriguera.
 
75 -Me conmueve la desesperación de tantos jóvenes artistas por no perder el carro de la modernidad- dice Luder-. No se dan cuenta que ese carro conduce inexorablemente al Museo de las Antigüedades.

martes, 16 de abril de 2013

Puntualidad


Nunca pasan cuando deben, y hoy, sin embargo…

Conque a ver qué culpa tengo yo de que el tren llegara justo en ese momento, a más velocidad de la que debiera y puntual como nunca.

Y ese horario de ferrocarriles no es mío, ya se lo he dicho.