¿Se dieron cuenta cuántas veces el ser humano intenta romper los límites de lo imposible?
Hace un rato mientras me pintaba las uñas de los pies de color marrón-oscuro-casi-negro escuché en la tele una noticia que me hizo pensar que hay gente para todo. Resulta que a raíz de una hazaña que se debía producir esta misma tarde sobre las cuatro, hora española, en las noticias les dio por comentar varias otras de igual o similar calibre. Fíjense que esta especie de locura que le da de vez en cuando a uno de nuestra especie normalmente va ligada a un deseo irrefrenable de convertirse en centro de atención.
El récord de esta tarde era el que pretendía alcanzar un austríaco lanzándose desde una cápsula espacial al vacío -nunca mejor dicho- a una barbaridad de metros-kilómetros de altura para bajar a velocidad supersónica y acabar aterrizando en paracaídas en un desierto norteamericano. Al parecer esta vez no pudo ser por culpa del viento, pero el tal Baumgartner piensa volver a intentarlo mañana. Estén atentos.
Y yo me pregunto ¿qué demonios estaba pensando este hombre cuando se le ocurrió ésto?
Más allá de este intento por pasar a la historia, hubo otra noticia que también me provocó dos sentimientos contrapuestos: emoción y risa tonta. Es la que contaba que en 2008 un sacerdote en Brasil decidió remontar vuelo sobre una silla impulsada por mil globos de fiesta para conseguir el récord y, con los beneficios de tal hito, recaudar fondos para un apostolado de camioneros. Al parecer Adelir Antonio de Carli, que así se llamaba, se perdió en la inmensidad entre el cielo y la tierra y desapareció al cabo de poco tiempo. El pobre hombre llevaba todo tipo de artilugios de orientación y hasta víveres para cinco días, pero ninguna de estas previsiones posibilitaron que llegara a su destino. Lo más curioso de todo ésto es que, según dijeron, sus restos fueron hallados meses más tarde por un petrolero a unos 1.000 km de donde había partido.
Y yo me pregunto ¿qué demonios debía estar pensando el pobre mientras recorría esos mil kilómetros subido en esa especie de feria voladora entre fantasiosa y ridícula?
Digan la verdad: ¿no se encuentran de vez en cuando a ustedes mismos pensando en disparates como éstos y creyendo firmemente que tienen sentido? ¿no creen que si todo el mundo pudiera cumplir lo que sueña habría más de un Adelir colgando de un árbol enganchado en su globo o un Baumgartner nadando contracorriente con su paracaídas a la espalda en cualquier río?
Al final va a ser cierto que el ser humano es extraordinario.