Lo primero que tengo es terror de haber escrito mal alguna de las palabras en francés del título. Lo segundo es el gusto de presentarles el blog de una amiga. Una amiga de la infancia. Una amiga de esas con las que, aunque contactamos muy de vez en cuando, nunca perdimos los lazos (siempre le agradeceré de corazón que fuera mi más fiel escritora de cartas durante mis primeros años en el viejo mundo, incluso coincidiendo con un primer exilio suyo dentro de las Américas). La vida dio muchas vueltas desde que nos conocimos y ambas vivimos hoy, aunque por circunstancias distintas, al otro lado del océano, por eso estoy encantada de saber que ahora puedo seguir más de cerca su día a día gracias a su lindísimo blog.
Al parecer, con el paso de los años descubrió su afición y vocación por la cocina y ahora nos lo cuenta en forma de recetas para que podamos disfrutar de sus manjares y su cotidianeidad también en la distancia.
La cuestión es que Cielo es ahora parisina, habla francés, tiene dos parisinitos y cocina platos con nombres preciosos propios de una película de Jean Pierre Jeunet. Y, como a mí me gusta el glamour, el fromage, la patisserie francaise, el vino de Bordeaux, los modelitos de Yves Saint Laurent, la Provence, pasear por le Champs Elysees y tomar café au lait (olé!), también me gusta contarles que tengo una amiga con dotes culinarias y cibernéticas que escribe un blog maravilloso.
Así que desenpolven ese francés medio olvidado del colegio y visítenlo. Enfúndense en un delantal rojo con ribetes de terciopelo y, batidora en mano, prueben de hacer algún platito de esos que alegrarán el día al prójimo (a ese prójimo en forma de novio, marido, hijos, amigos o vecinos que tanto lo agradecerá). Después, mientras tomemos un té con unos Financiers au miel et aux framboises me cuentan qué tal.