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jueves, abril 22, 2010

La mirada



"A fin de cuentas, al otro lado del espejo estamos nosotros mismos"




Con frecuencia se lee y entrelee en estas líneas sobre el tacto, sobre la relación entre piel y papel. Sobre cómo el alma emana por la punta de los dedos y de cómo la piel deseada tiembla como la hoja de papel al ser plegada. La caricia lene. No ha de ser extraño entonces que al acariciar, bien sea un cuerpo o un modelo, se genere una impronta profunda en lo tocado, que no es más que la huella que el alma marca al entregarse por los dedos (y un surco también se deja en uno mismo, pues el alma nunca se va entregando como si nada).

Pero hoy no hablaré del tacto, sino de la visión.

Si bien el alma se escapa por los dedos, también se dice que los ojos la reflejan. La visión es otro camino en la búsqueda del placer. Voyeristas, pasamos la mirada modelo a modelo, foto a foto, buscando aquella obra que estremezca nuestro espíritu. Con las pupilas dilatadas observamos curvaturas que locamente deseamos tornear. Mirando, conocemos el mundo y buscamos aquello que nos resulta bello.

¿Por qué observar nos resulta tan placentero? La razón más profunda es que vibramos con aquello que refleja lo que el alma de cada cuál es. Entre cientos de cuerpos sólo un par logran conmover el espíritu. Aunque gusten mil o un millar, no toda curva vibra a la misma frecuencia que el espíritu.

Pero existe un motivo más, en la mirada está la anticipación del deseo, el pensar que nuestras manos podrán hacer y tocar aquello que observan. Con la mirada anunciamos al alma aquello que habremos de tocar. Desde la mirada nos reflejamos, avisando que pronto nuestras manos han de posarse en lo tocado.


lunes, noviembre 09, 2009

Dama (otra vez)




Conocí una mujer que era un río, y de él bebía.

Ondulaba entre sus curvas

por las orillas del cause que marcaba su piel.

Llenaba de peces de colores su mirada,

que saltaba siempre

buscando azul.





Conocí a una mujer que era un río, y sus cabellos

me ahogaban al dormir.

A veces -las que más-

sus caricias recorrían el cuerpo como un torrente,

con sus palabras de riachuelo que bajaban por sus labios,

como el agua en la montaña.





Conocí a una mujer que era un río, y a su paso mi cuerpo temblaba.

Me sumergía en ella con mi red de pescar

y en sus aguas de cristal la veía fluir

de un

lugar al otro, del otro a uno más allá.

Mujer de agua, que a veces también me bebe.







Conocí a esa mujer que sigue siendo río,

y a su caudal cada noche me abrazo.








miércoles, diciembre 06, 2006

Topografía

Ya he hablado, varias veces de hecho, sobre la relación que existe entre papel y piel, entre el acto de amar y el de doblar, entre caricia y pliegue. Alguna vez no muy lejana hablaré sobre el origami como un acto de amantes, profundizando sobre aquel “arte femenino” del que una vez comentaba Mario Arenas en una charla sobre origami. También he hablado ya sobre el papel que estoy jugando frente al papel, y sobre el lugar en el que se encuentra mi origami. En últimas, durante ya mucho tiempo he estado tratando de hacer una cartografía propia. Cartografía de piel y de papel, cartografía de lugar.

En esa búsqueda de cartografía propia, me he encontrado con diversos modelos que son aquellos que resumen el origami que hago: Barca y viento, la mujer en mi cabeza, el lirio, por ejemplo, son representaciones de aquel lugar de papel y piel que he construido. Pero también lo es esta nueva topografía:



Hablar de la cartografía de una mujer es complejo y hermoso. Hablar de su topografía me parece apasionante, porque en últimas, es esa topografía la que por si misma habla. Últimamente en los modelos que he plegado he encontrado que el papel habla desde sus piernas, desde su movimiento, desde su piel, en un lenguaje propio que rara vez es el de las rectitudes. El problema enorme es que entender ese lenguaje es como entender el del opuesto: dulce y lleno de caricias, pero al tiempo incomprensible… Entender el lenguaje del papel es complejo y en algunos casos agotador. Tratamos de condenar al papel a puntos fijos y a dobleces obligados. Lo forzamos a que diga cosas que nosotros queremos que diga, pero no lo dejamos decir lo que quiere decir… El papel se vuelve cobarde en nuestras manos y se esconde en el silencio, en la formula segura de lo conocido, en lo de siempre. Uno le pide al papel que diga cosas, y cuando el papel habla resulta que sus palabras son incomprensibles. Para colmo, resulta que hemos perdido en el proceso, el placer de jugar al escondite con el papel.

Estos estudios que estoy haciendo sobre la curva parten de lo mínimo, de lo simple, de lo puro. No sé si logre darle con esto un nuevo papel al doblez, o redefinir el origami incluyendo en él una nueva categoría. No sé si siga estudiando en este sentido, o si esto simplemente permita nutrir aquello que haré en un futuro. Solo sé que me ha resultado placentero en exceso recorrer las piernas del papel para pedirle que comparta sus palabras.

miércoles, noviembre 29, 2006

Una mujer desnuda y en lo oscuro

"Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda. "

Mario Benedetti.


Hay cosas que amo. Cosas que me generan un placer infinito. Es normal porque cada persona, de hecho, tiene sus propias adicciones, sus amores, sus placeres. Yo, por mi parte, amo a las mujeres (especialmente a una de ellas). Amo también su piel, y, sobretodo, el femenino de las mismas. De hecho, debo confesar que todas las mujeres que conozco son hermosas. Quizá se deba a que todas en realidad lo sean (cosa en la que creo), o quizás a que vivo en una ciudad llamada “de la eterna primavera”.
En otros tiempos Medellín se ponía a si misma el nombre de “la ciudad de la eterna primavera” por su clima, pero ahora, se llama por sus mujeres, como flores. Una eterna primavera recorre sus calles. Dirán los lectores de Colombia que las mujeres de Medellín no son como las flores, que esas son las caleñas, y que por eso lo dice así una famosa salsa. A esos les digo que en realidad, todo depende de los ojos del jardinero, y los míos aman ver flores.

No les sorprenderá entonces a quienes han visto mis trabajos que tantas mujeres lo recorran. De hecho aún aquellos masculinos por su tema tienen en sus pliegues enormes condiciones de feminidad, y eso creo que puede ser fácilmente interpretado con solo dar un paseo por las figuras humanas de este blog o de la galería de Nícolas Terry.



Pues bien, el último modelo que he plegado/dibujado/modelado/esbozado en una hoja de papel es, precisamente, una mujer. Confieso (este blog se trata de confesiones) que no sé si deba decir plegado, aunque lo único que hay en esa hoja son pliegues. Los antecedentes de este modelo son obvios: los hermosos orbs de Jeannine Mosely y, por supuesto, los estudios sobre las curvas realizados por Saadya. Tiene también otra influencia que es menos reconocida: Se cruzan en este modelo dos escultores de los cuales conocía poco: Brancusi y Archipenko. El primero lo conocí por un correo hermoso que me envió alguna vez un artista francés llamado Jacques Thibault, el segundo lo conocí por otro artista con quien hablaba sobre la magia del adentro y el afuera en la escultura.

La piel resultante me ha cautivado. No tiene ningún pliegue de papel que genere capas superpuestas, ninguna rectitud, ninguna obligación, sin embargo son solo pliegues. Quizá sea un origami aún más puro que el origami pureland, quizá de hecho, digan los puristas que no es origami. Me gustaría leer sus comentarios, pero yo, mientras tanto, prefiero no discutir y dedicarme a acariciar otra piel (también desnuda, y en lo oscuro).

***

ANEXO.

He enviado foto de este modelo a Saadya, quien me ha señalado otro autor que no recordaba y que, sin duda lleva un trabajo hermoso sobre una línea similar: Mark Leonard. Me parecen hermosos sus trabajos sobre abstractos, pero especialmente relevante me parece este y este otro, (que prácticamente es llevado al exceso). Si conocen otras referencias o modelos importantes sobre el tema quedo pendiente de sus comentarios.

Un abrazo

jueves, octubre 26, 2006

Déjame tocarte

Esta semana he terminado un diplomado que dictaba sobre servicio al cliente. El tema con el que terminé el diplomado (aunque los asistentes sabrán que hablé de él todo el tiempo) era comunicación. El tema me apasiona por lo complicado, por la forma en que interpretamos, en que cada vez nos volvemos más sordos y más ciegos. A la manera de Saramago: "Ciegos que, viendo, no ven..." Me apasiona la forma que tenemos de decidir sin preguntar, sin averiguar qué pensará el otro de lo que dice, o que dirá, o por qué dice lo que dice. Simplemente nos limitamos a juzgar...
Especialmente me resulta apasionante el estudio sobre aquellos lenguajes no verbales que forman parte de (que son) el mensaje. He hablado, por supuesto, de los planteamientos de Edwart T. Hall en cuanto a la distancia interpersonal. Apasionante discusión. He hablado (y quisiera creer que he comunicado) sobre los planteamientos que resume Flora Davis en la comunicación no verbal, sobre quienes dicen que el tono de la voz que es más importante que lo que dice la palabra. Quisiera, porque me pide el alma a gritos, hablar de aquello que las personas con quienes hablo no quieren preguntar, pero no lo haré, porque existe un tema del que no hablé en el diplomado que dicté...

No hablé del “hambre de piel” que vivimos. No hablé del tacto y de la necesidad desesperada que sentimos por tocar, aunque la cultura se oponga a afirmar que tenemos piel. Así pues, para no quedar pendiente del tacto uso estas soledades para decir. Y comienzo con una frase que no es propia y que me parece tan hermosa como dolorosa (¿Quién dijo que no puede doler la hermosura?). Dice:

“La impersonalidad de la vida en nuestro mundo moderno se ha vuelto tan acusada que hemos producido, en efecto, una nueva raza de Intocables. Nos hemos vuelto extraños unos para con otros, no sólo evitando sino defendiéndonos activamente de todas las formas de contacto físico “innecesario”.” MONTAGU, A., MATSON, F.: El contacto humano.

Me ha generado dolor hablar de aquellos intocables que ahora deambulan por las calles en las noches. De tantos y tantos que no quieren tocar ni que los toquen, y de aquellos que siempre lo queremos pero que nuestra cultura nos lo impide, de aquellos que tememos a la piel que cuando tocan se enciende y arde, a la que refresca.



Y me ha generado placer encontrar o simplemente pensar en el origami como arte del tacto. He dicho desde hace mucho tiempo palabras robadas de Yoshizawa “el papel es otra piel”. Digo también que perderse en la piel de una mujer es la mejor comparación con el acto de acariciar una hoja. Arte de amantes es el plegar, arte de caricias. Me pregunto también si resultará entonces que para ser buen plegador habrá que ser buen amante. Si para ser buen artista habrá que saber de piel. Caballero amó la piel de cientos de hombres para que sus dibujos fueran lo que son. Modigliani amó la piel de cien mujeres y Picasso la de mil, Rodìn amó la piel de sus amantes tanto como para lograr llegar a su beso.

Observamos en los origamistas ese hambre de piel que se evidencia en sus manos al rozarse, o en ese deseo que tienen de tocar, de permitir que las cosas entren por la piel. De hecho, comparto y creo en ese principio fundamental de que las cosas entran por la piel y no solo por los ojos.

Vivimos la pasión de tocar, de acariciar, de sentir. Ojalá pudieramos simplemente reconocerlo y aceptarlo. Ojalá, después de aceptarlo, pudieramos dedicarnos a aquello que nos pide el alma a gritos: tocar.
Un abrazo (y una caricia) a todos los que lean.

martes, mayo 30, 2006

8 versos

a emejota


Me han pedido, aunque sin atreverse del todo, un verso plegado 8 veces con la rima que quisiera. Mágico pedido y, por demás complejo. Elegir un verso, un solo verso. Elegir entre tantos y tantos aquella única frase que podría ser el verso que diera forma a tanto por decir. Creo que, la verdad, me resultaría igual de complejo elegir ocho. Solo ocho. Y bueno, uno no sabe cuál ha de ser el criterio para elegir entre uno y otro. Ni tampoco sabe cuál es aquella palabra que quien lee o escucha desea oír… De hecho, ni siquera sé si he de preferir un verso propio. Decía mi madre que “todos alguna vez cometemos poesía” y yo le creo… el asunto es que lo que cometa no sea tan fútil como tanta poesía que nos ronda.


Luego cambio de problema. Me han pedido que aquel verso sea doblado 8 veces… Otra cuestión mágica… Ocho corchéas viven en un compás, ocho suelen ser los compases que se usan para generar una pregunta y ocho los que se usan para dar una respuesta. Si la pregunta es breve, y la respuesta también, son los mismos ocho compaces los que contienen la duda y la solución… Ocho dicen que son los puntos cardinales, y con frecuencia, decimos que nos veremos en ocho días, número mágico que en realidad representa solo siete, el mismo siete que insondablemente nos obliga a llegar a la octava nota de la escala…

¿Que puede ser plegado con solo 8 dobleces? Una vida entera. En realidad, nunca he sido experto en el origami sub-10, extraña categoría creada para modelos que son realizados con menos de 10 dobleces. Este arte del sub-10, por naturaleza simbólico obliga a tomar solo lo esencial, dejando de lado todo aquello que sea accesorio. Obliga a elegir con cuidado. Obliga a estudiar.


Pues bien, plegar este verso tardó más de 8 días, y no por la complejidad del modelo sino por la enorme tarea de decisión que implico elegir que debía ser plegado. Al finn, en medio de mares de palabras y destinos, encuentro aquello que debe ser plegado…

Me han pedido, aunque sin atreverse del todo, a enseñar mis manos, y eso ha sido lo que me ha permitido tener 8 versos que preguntan y ocho que responden, sin rimas, sin métricas, sin consonancias. Ocho versos que se atreven a doblar.

Pido a mis manos que hablen un lenguaje de caricias
Tercas, dicen no: hoy es día de palabras nuevas.

Caprichosas van por su cuenta a buscar lenguajes nuevos
que resuenan en silencio

Desdibujan en el aire dedo a dedo, palmo a palmo
cruzadas por líneas que señalan un destino en el que no creen
(o se cansaron de creer.)

Pido a mis manos que digan algo nuevo
Y ellas, cautas, piden consulta al alma…

Consiguen los dedos ver lo que los ojos tocan
Peldaño a peldaño
se va el alma por los dedos (blanco negro, negro blanco)
Pliegue a pliegue
cantan de seres no creados (valle montaña, montaña valle)

Pido a mis manos un lenguaje de caricias,
y ellas, amantes, se ponen a hablar.

Daniel Naranjo