Me ha pasado, más de una vez, encontrarme con personas que están pasando una etapa de dificultades serias y – cuando peso de éstas muchas veces te hace trastabillar- además sienten gran tristeza o desilusión por no poder caminar erguidas por la vida. Se sienten fracasadas.
Creo que es una equivocación:
Si alguien, por equis motivo, ha tenido que marchar por caminos escabrosos, con falta de agua, sin alimentos, y por fin llega a destino en un estado deplorable, no dudamos en alabarlo y admirarlo mucho más que si lo hubiera logrado cómodamente.
Y si es así en las situaciones materiales ¿cómo no será igual en las anímicas, exitenciales o vitales?¿Cómo vamos a pretender que haya que atravezarlas sin un rasguño, caída, rectificación y demás? Mas bien, las cicatrices del camino serán fuente, al llegar, de alegría y de certeza de mayor dignidad.
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Jesús resucitado no dudó en conservar, seguro que resplandecientes, sus heridas.