Esta tarde me iba a poner con la novela, sí, esa a la que le estoy dando tantas vueltas; la misma a la que le prometí que le dedicaría todos los días de mi baja. Mentí como una bellaca. Claro que cuando hice esa promesa no sabía que las intervenciones quirúrgicas además de llevarse un trocito de ti pueden robarte también las ganas de escribir.
Justo cuado arrancaba el ordenador llamaron a la puerta, mi vecina y su hijo, creo que suspiré aliviada, en realidad no me apetecía escribir. Al poco de entrar me reprendió porque últimamente no publico en el blog, así que esta entrada se la dedico a ella: Mari Ángeles, va por ti y por Alejandro, ese pedazo de niño tan cariñoso que tienes.
Es curioso, en la charla que di en el Instituto Andaluz de la Mujer, que al final fue más bien una tertulia o mesa redonda, pues no asistió mucha gente y decidimos hacerla más cercana; alguien me preguntó cuál era el estado de ánimo más propicio para ponerme a escribir, y sin dudar le contesté: cuando estoy bien, cuando me siento animada, con fuerzas para todo, aunque ese momento coincida con época de mucho trabajo o jaleo familiar. Y es cierto, estos días de baja los he dedicado a leer, a descansar, a pensar, y espero que cuando la semana que viene me incorpore al trabajo, vuelva a sentir el hormigueo en los dedos, el rebullir de las ideas en la cabeza, las idas y venidas de mis personajes a cualquier hora del día o de la noche, que no entienden de horarios.
Ahora no estoy mal, pero tampoco me encuentro bien del todo. Físicamente aún me siento débil, y eso repercute en mi estado de ánimo, no me acostumbro a este ritmo más pausado; lo único bueno, el tiempo que he sacado para la lectura, le he dado caña a mi libro electrónico y los clásicos, literatura de la buena, a ver si se me pega algo.
Justo cuado arrancaba el ordenador llamaron a la puerta, mi vecina y su hijo, creo que suspiré aliviada, en realidad no me apetecía escribir. Al poco de entrar me reprendió porque últimamente no publico en el blog, así que esta entrada se la dedico a ella: Mari Ángeles, va por ti y por Alejandro, ese pedazo de niño tan cariñoso que tienes.
Es curioso, en la charla que di en el Instituto Andaluz de la Mujer, que al final fue más bien una tertulia o mesa redonda, pues no asistió mucha gente y decidimos hacerla más cercana; alguien me preguntó cuál era el estado de ánimo más propicio para ponerme a escribir, y sin dudar le contesté: cuando estoy bien, cuando me siento animada, con fuerzas para todo, aunque ese momento coincida con época de mucho trabajo o jaleo familiar. Y es cierto, estos días de baja los he dedicado a leer, a descansar, a pensar, y espero que cuando la semana que viene me incorpore al trabajo, vuelva a sentir el hormigueo en los dedos, el rebullir de las ideas en la cabeza, las idas y venidas de mis personajes a cualquier hora del día o de la noche, que no entienden de horarios.
Ahora no estoy mal, pero tampoco me encuentro bien del todo. Físicamente aún me siento débil, y eso repercute en mi estado de ánimo, no me acostumbro a este ritmo más pausado; lo único bueno, el tiempo que he sacado para la lectura, le he dado caña a mi libro electrónico y los clásicos, literatura de la buena, a ver si se me pega algo.