07 enero 2022

Sesquidécada: enero 2007

Abrimos un nuevo año en el blog siguiendo con esta serie de lecturas añejas, las sesquidécadas que, desde hace la friolera de 13 años, rescatan impresiones lectoras quince años después. Estas breves reseñas son una manera tan digna como otra cualquiera de mantener vivo este diario digital en tiempos de caprichos más breves y efímeros. Pronto las sesquidécadas se alcanzarán a sí mismas y tal vez acaben repescando algunas relecturas, en un ejercicio de recursividad al estilo de Cortázar o Borges. Quizá en ese momento el blog se pliegue sobre sí mismo y desaparezca como en uno de aquellos episodios de la Pantera Rosa. 

Y hablando de recursividad y de círculos que se cierran, las lecturas siempre nos brindan ocasión para casualidades y reencuentros, como algunos de los que aparecerán este mes de enero de 2007. La primera lectura y coincidencia tiene que ver con Estambul. En 2006 le concedieron el Nobel a Orhan Pamuk y de ahí surgió un interés generalizado por este autor. En agosto ya había leído Me llamo Rojo, como he comentado aquí, y eso me animó a pedir para Reyes una nueva obra suya, en este caso Estambul. Es una novela autobiográfica con aromas de diario, pero también de cuaderno de viaje. Es un libro sugerente y cautivador que abre las ganas de visitar la ciudad y empaparse en su cultura y tradición. La manera de escribir de Pamuk, tan particular y esmerada, es un buen aliciente para dejarse llevar por los sentidos y por las memorias revividas del autor. Hablaba de coincidencia porque el primer libro de este año 2022 ha sido El viaje a Oriente de Flaubert, de mi compañero de claustro Fernando Peña, un ensayo sobre los cuadernos de viaje del escritor francés en su periplo por Egipto, Asia Menor, Turquía y Grecia. Precisamente una de las etapas es Estambul, y resulta curioso poder comparar la visión del forastero europeo de mediados del XIX con la del nativo del siglo XXI, en qué coinciden, en qué difieren. Un buen juego para empezar el año.

El segundo encuentro azaroso viene de Irlanda. El último libro que leí en 2021 fue de una autora irlandesa, Maggie O'Farrell, y el primero que leí en 2007 fue de otro irlandés, Flann O'Brien. El tercer policía fue la primera novela que conocí de este extraño escritor. Después llegarían otras tan curiosas y desconcertantes como esta. No es posible reseñar El tercer policía sin destripar algo de su contenido. Es una novela negra, pero no lo es. Su estilo es más de autores como Bioy Casares o Gómez de la Serna, pero con el humor de Wilde o el surrealismo de Carroll. Es una novela solo para lectores incondicionales, que abre el camino a otras joyas como las Crónicas de Dalkey o La boca pobre. Auténtica delicatessen lectora. 


Por último, hace unas semanas fallecía Verónica Forqué y, al abrir mi diario de lecturas, me encuentro con Bajarse al moro, la obra teatral de José Luis Alonso de Santos, cuya versión cinematográfica protagonizó la actriz hace mil años, cuando éramos jóvenes y aún creíamos en los Reyes Magos y en que era posible escapar de la comodidad burguesa. Releí entonces Bajarse al moro para usarla en el aula de 4º ESO, pero ya vi que a mis alumnos de 2007 les resultaban ajenos el humor, la ironía y las vivencias de los jóvenes de 1985, así que no volví a llevarla al aula, aunque sí la mantengo en las recomendaciones lectoras voluntarias. Personalmente, me parece una obra deliciosa, con un humor elegante y una crítica social tan sutil como demoledora. Por otro lado, la adaptación cinematográfica es un complemento muy atractivo para abordar las intertextualidades. Ahora, a casi 40 años de distancia, es todo historia. Unos clásicos de su género.

29 diciembre 2021

Lecturas de un año, lecturas de diez años


Se acaba este año 2021 y hago balance de las lecturas de este periodo, que son más de 50, seleccionando como en otras ocasiones las doce que más me han gustado o marcado. Las podéis encontrar también en uno de los tableros de Pinterest, junto con otras selecciones de años anteriores (2020, 2019, 2018...). También me he dado cuenta de que cumplo 10 años de lectura en esta red social de Pinterest, en la que voy publicando mis lecturas desde entonces en el panel ESTOY LEYENDO. Son 574 lecturas, un repertorio que puede parecer exagerado, pero que evidencia también nuestros límites como lectores. Diez años que se resumen en un barrido vertical de unos pocos segundos, mucho más limitado que mirar cualquier estantería de una biblioteca, de una librería. Seguiremos leyendo para disfrutar, para aprender. Seguiremos leyendo para vivir vidas que nunca tendremos, para sentir penas y alegrías ajenas. Seguiremos siendo limitados lectores que asumen que nunca vivirán lo suficiente para leer todo lo que quisieran. Feliz fin de año.

19 diciembre 2021

Sesquidécada: diciembre 2006

En diciembre de 2006 me asomé a las Ventanas de Manhatan, de Muñoz Molina, y a los interiores de Laura y Julio, de Juan José Millás. Me reí con algunos monólogos de Luis Piedrahita y con el humor fino de Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura. También me zampé alguna novela juvenil: El precio de la verdad (Carolin Phillips), El cuarto de las ratas (Alfredo Gómez Cerdá) o Noche de viernes (Jordi Sierra i Fabra). Sin embargo, de todas aquellas lecturas, solo voy a rescatar para esta sesquidécada un breve ensayo divulgativo al que todavía le sigo dando bastante uso: Las claves de la argumentación, de Anthony Weston.

Los docentes de lengua y literatura (y también los de otras especialidades) necesitamos enseñar la argumentación a nuestro alumnado. Enseñar la argumentación, sin embargo, no es explicar la teoría y poner preguntas sobre ello, sino poner en marcha las estrategias y tareas necesarias para desarrollar esa competencia, la de leer, comprender, analizar críticamente y ser capaz de defender racionalmente una tesis (o la contraria). El libro de Weston es un manual ligero para adentrarse en algunas de esas habilidades, con las pautas precisas para identificar argumentos y para planificar los nuestros. También es un buen método para reconocer y evitar las falacias. Nunca lo he propuesto como lectura para el alumnado (podría encajar en el Bachiller, pero tienen demasiada carga de lecturas como para añadir una más), pero sí que he extractado pasajes y les he dado indicaciones que les sirvan de ayuda en sus textos. Demasiadas veces decimos que el alumnado no sabe argumentar, pero lo que veo es que muy pocas veces los hemos acompañado sistemáticamente en la construcción de textos argumentativos bien armados. En una época como la actual, llena de bulos y postverdades, las claves de una buena argumentación son también una vacuna contra la desinformación y el maniqueísmo.  

13 diciembre 2021

Vuelve a su cita #poema27

Algunas Sinsombrero en el Lyceum Club Femenino.

Por diciembre vuelve el acontecimiento poético por excelencia: #poema27, en su edición número 14. Para los más despistados, hay que recordar que esta cita anual celebra el acto fundacional de la Generación del 27, cuando en los próximos días 16 y 17 de diciembre se cumplan los 94 años del encuentro de algunos autores de ese movimiento literario en el Ateneo de Sevilla. Este aniversario poético lo celebramos llenando la red de poemas y versos de aquellos poetas. Cada año, docentes, alumnado y aficionados a la poesía en general, se suman a esta invitación y comparten en redes sus poemas o versos preferidos.

Así pues, a lo largo de esta semana podéis publicar cualquier homenaje poético en los blogs, en Facebook, en Instagram y, por supuesto, en Twitter, bajo la etiqueta #poema27. La nómina de autores es bastante extensa y podéis encontrar suficientes poemas de ellos en la red, sin olvidar a las mujeres de la Generación, esas olvidadas que tímidamente asoman en los últimos años bajo la etiqueta de Las sinsombrero, como si necesitaran unirse para ser escuchadas tantos años después. Es también una oportunidad para llenar las aulas de poesía y para jugar en familia con la narrativa digital. Os dejo unos ejemplos y variados enlaces al final por si queréis investigar. Para el aula se pueden repartir poemas (por ejemplo, esta antología del 27), para ser grabados en podcast o vídeo de manera voluntaria. ¿Os animáis?


Mis homenajes:
Año 2017: Al final de la tarde (Ernestina Champourcín)
Año 2016: Underwood girls (Pedro Salinas)
Año 2015: La tarde... Josefina de la Torre
Año 2014: Dos poemas y más
Año 2013: Canción que nunca pone el pie en el suelo (Rosales)
Año 2012: Al oído de una muchacha (Lorca)
Año 2011: Amor oscuro (Altolaguirre)
Año 2010: Cernuda y Morente
Año 2009: Cernuda

06 diciembre 2021

Un trimestre de claroscuros


Estamos por aquí de nuevo para hacer balance de los avances en este oficio tan rico como imprevisible. Como es habitual, desgloso la memoria en dos bloques, el de mi labor como docente de lengua y literatura y el de la función directiva. Este curso tengo un 1º de Bachillerato por primera vez desde hace mucho. Cuando empecé en la dirección tuve claro que había que estar en los cursos bajos, que es donde se cuece la convivencia y donde se sientan las bases del futuro del centro. Por eso he tenido siempre grupos de 1º y 2º de ESO, junto con la compensatoria, que es también fundamental. Este año, a petición del jefe de departamento, los profes definitivos hemos asumido los grupos de bachiller (no todos) para que no queden tampoco a merced de los azares de las bolsas de interinos. Eso me ha devuelto a un nivel en el que había puesto en práctica proyectos como Piénsame el amor... o la Celestina, que he retomado con ligeros cambios. Así hemos ido comentando durante cinco lunes La Celestina, mientras avanzábamos en la literatura medieval, el comentario de textos y la morfología. 


Por otro lado, tengo también una codocencia en el ámbito lingüístico y social de 1ESO, en la que entro con una compañera del Departamento de Historia a reforzar competencias comunicativas. Si recordáis, el curso pasado estas codocencias se hacían entre un ámbito y el otro, lo que facilitaba la transversalidad. Este nuevo modelo en el que docentes de lengua entran con docentes de historia tiene sus ventajas e inconvenientes: ventajas como la seguridad para abordar determinados contenidos más específicos, inconvenientes como confiar esos contenidos a la hora en la que entra el otro docente en lugar de integrarlos en el ámbito. Poco a poco iremos ajustando esos detalles.
Finalmente, tengo también docencia en dos programas de atención a la diversidad que se engloban en el PAM (Plan de Actuación para la Mejora). Uno de ellos ya lo conocéis, porque llevo con él seis años: Casa Camarón, para atender al alumnado gitano. Estos alumnos han sufrido aun más los efectos de la pandemia, que ha agravado en ellos el absentismo. Tendemos a echarles a ellos la culpa de ese abandono y desapego escolar, cuando son víctimas de un modelo que los ha excluido a ellos y a sus familias, un modelo que establece y mantiene guetos que hacen inviable casi todo intento de integración, como hemos podido comprobar en los cursos de formación que hemos desarrollado junto al Secretariado Gitano. Hablo de un alumnado que ha perdido el tren del currículo, 15 o 20 chavales que ya no pueden seguir las clases, aunque quisieran. Por suerte, cada día tenemos más que sí lo hacen, que se adaptan y van avanzando poco a poco (este año, por ejemplo, hemos tenido a la primera alumna gitana que ha titulado en la ESO, la primera en 17 años que llevo en el centro). Casa Camarón es un reto diario para los que hemos asumido ese programa, un reto que agota nuestra paciencia en más de una ocasión, pero que también nos proporciona alegrías, la mayor parte de las veces cuando salen del centro y continúan sus estudios, donde vemos claramente que la educación es una inversión de futuro.
El otro programa lo hemos puesto en marcha este curso y consiste en detectar y atender las altas capacidades. Algunos alumnos ya venían con el diagnóstico y otros los estamos valorando; en total son unos siete alumnos/as de 1ESO. De momento, solo salen algunas horas de clase para reforzar áreas concretas: lenguas, plástica, historia, música y matemáticas. Es un proyecto piloto que necesita seguimiento y supervisión para que realmente sea eficaz. Os iré contando.
En la función directiva, este es el sexto curso de mi ejercicio del cargo y sigo viéndome como un novato, cada día con más dudas y proyectos para abordar. Quizá ahora mantenga un cierto sosiego que no me lleva a la exasperación de los primeros momentos, aunque hay cosas que siguen sacándome de mis casillas. Por ejemplo, la burocracia acumulada, burocracia repetida, en lo analógico y digital: sin ir más lejos, hace poco fueron las elecciones a Consejo Escolar; para una misma acta hay que entrar en tres plataformas, además de imprimirla y de enviarla por correo. Así con casi todo. Las mañanas se convierten a menudo en una comedia (negra) en la que enviar un correo puede llevarte dos o tres horas, entre interrupciones y pérdidas de login. Por no hablar de la renovación del certificado digital... Por contra, la relación con los docentes, las familias y el alumnado acaban siendo lo más gratificante, de manera general, ya que casos puntuales negativos hay en todo. También hemos recuperado el seminario de formación de directores y directoras que coordino y que sirve de punto de encuentro y de solución de dudas para muchos, especialmente los nuevos y nuevas.


En cuanto a los resultados de este primer trimestre, se observa que tanto la mejora académica como la de convivencia se han estancado. Si bien no hemos tenido ningún expediente disciplinario, sí que se está notando un incremento sustancial de los partes de convivencia, en la mayoría de casos por incumplimiento de los protocolos del plan de contingencia contra el COVID. La ratio de 20 del curso pasado (y los grupos de semipresencialidad) ha dado paso a una ratio de 23 en toda la ESO (excepto algunos grupos de 3/4 ESO), lo que ha generado más incidentes diarios y una peor atención de la diversidad. Hay que decir que el centro, diseñado para 600 alumnos, alberga actualmente a 830, lo que no puede ser bueno. No tenemos espacios comunes, las aulas específicas han desaparecido, también la biblioteca y el aula de usos múltiples. Lo que hemos ganado en reducción de ratio lo hemos perdido en espacios. Cuando vuelvan las "ratios de siempre" no sé qué haremos, sobre todo con los cada día más frecuentes trastornos mentales (autolesiones, depresión, ansiedad...). Debo decir que, por lo menos, hemos tenido un incremento de profesorado para mantener esas ratios: de los 65 profesores de hace cinco años hemos pasado a más de 90, eso sí con una subida de matrícula de 150 alumnos. Todas estas cifras condicionan el funcionamiento del centro: imposibilidad de hacer claustros o reuniones de delegados presenciales, dificultad para encontrar espacios para encuentros presenciales o actividades complementarias, compleja coordinación de equipos docentes (que apenas se conocen), etc. Ya veremos cómo evoluciona el centro en el futuro, un centro que está desbordado y que no puede ya cumplir con la demanda de toda la zona Oeste de la ciudad.
Seguro que me dejo muchas cosas en el tintero, como siempre. La vida docente y la función directiva son una montaña rusa, que para eso sí que somos un parque de atracciones. Hay mañanas en las que empiezas como docente, sigues como psicólogo, avanzas como policía y terminas como contable. Otras mañanas te querrías ocultar en una cueva donde nadie te encontrase. Otras disfrutas de la guardia de patio como un niño de 12 años. Es la grandeza de este trabajo. Es el propio claroscuro de la vida.

20 noviembre 2021

Sesquidécada: noviembre 2006

Uno de los libros que rescato en esta sesquidécada me gustó tanto cuando lo leí que me llevó a escribir en su momento una reseña en este mismo blog, por lo que no voy a insistir mucho en recomendarlo. Se trata del Manual de literatura para caníbales, de Rafael Reig, una historia de literatura sui generis, solo apta para letraheridos. Creo que resulta difícil encontrar la edición que manejé, pero he visto que la han reeditado con el nombre de La cadena trófica en dos volúmenes. El humor y la ironía de Reig, salpicados de crítica literaria, o viceversa.


Para los que buscan literatura juvenil de acción y aventura, recupero también una novela de Fernando Lalana, que gustó mucho a mis alumnos de 3ESO: Amnesia. Con el ritmo de una película de acción y el suspense de un peligro sobre raíles (como en la película Imparable), la trama de esta obra engancha al joven lector hasta el final. Buena literatura para iniciarse en el placer de leer.

07 noviembre 2021

Presente imperfecto, futuro indefinido

El último libro de Nando López no es literatura juvenil. Tampoco teatro. Ni humor educativo. Conociendo un poco su actividad en redes sociales tendríamos que haber supuesto que abordaría tarde o temprano el género del relato corto, un modelo que domina con gran maestría en sus hilos de Twitter. Sin embargo, cada canal tiene sus exigencias y este libro no es una recopilación de hilos ni nada que se le parezca. Este libro es una madeja de relatos que se tocan, se esquivan o se rozan, como en las vidas reales se trenzan nuestras intrigas diarias hasta formar un ovillo difícil de desenredar. Las vidas difíciles y los amores difíciles, como ese otro libro de relatos homónimo de Italo Calvino, que enseguida me vino a la mente, porque en Presente imperfecto son también amores complejos los que se asoman al lector. Amores conjugados en diversos tiempos y modos, amores pasados, presentes y futuros, amores hipotéticos y condicionales (o incondicionales). 

Me he acordado de Calvino, pero también de María de Zayas, a quien bien conoce el autor, y sus novelas amorosas y ejemplares. Quiero pensar que ella hubiese escrito hoy unos relatos muy parecidos, libres, sin la presión del modelo heterosexual que impregna el canon literario. Me resisto a catalogar la obra de Nando como novela LGTBIQ, como si hubiese una literatura específicamente orientada a este colectivo por el simple hecho de mostrar amores diversos, como si las personas hetero-cis-normativas solo pudiesen leer historias de amor heterosexual para no caer en la tentación o el pecado. En Presente imperfecto no vais a encontrar más que literatura, historias de amor pasión, amor traición, desengaño, frustración, dolor... pero hallaréis también esperanza y optimismo. He atisbado entre sus líneas a Melibea o a Ana Ozores, no necesariamente con esos pronombres; he notado tras sus protagonistas la amarga señal del Destino o el voluble girar de la Fortuna. Leer de amores es vivir dos veces los amores propios, pues siempre encuentra uno entre líneas las trazas de vivencias o deseos paralelos. Y eso lo sabe explotar a la perfección Nando López, con sus diálogos y sus guiños constantes a una realidad que, como avisaba Pessoa, nunca sabremos si es real o fingida. Y sin entrar en detalles, lo que siempre acabo agradeciendo en sus libros es la complicidad con el lector, una complicidad generosa y comprometida, esa complicidad con la que uno cierra el libro sabiendo que, aunque el presente sea imperfecto y el futuro indefinido, siempre hallaremos un tiempo en el que conjugar a la perfección nuestros sueños.  

Presente imperfecto, Nando López, Editorial Dos Bigotes, 2021. (Reseña editorial en Instagram)

24 octubre 2021

Sesquidécada: octubre 2006

El otoño de 2006 comenzó con lecturas juveniles, probablemente como material para recomendar en clase, en una época en la que mi planteamiento de las lecturas era ofrecer un abanico abierto para que eligiesen ellos. De aquellos títulos, para esta sesquidécada, solo voy a rescatar uno, La última campanada, de Alfredo Gómez Cerdá, un título que creo que puede funcionar todavía bastante bien, porque contiene los ingredientes que les atraen: misterio, intriga, buen ritmo narrativo y personajes cercanos. Además, el autor es ya un clásico de la literatura juvenil y vale la pena tenerlo en ese canon de referentes para la animación lectora.


El otro autor que rescato hoy os va a sonar más, porque está de "rabiosa actualidad". Se trata de Mario Vargas Llosa. Es un autor del que solo he leído tres novelas: La ciudad y los perros, Pantaleón y las visitadoras, y Travesuras de la niña mala, la obra que leí en octubre de 2006. A mi profesora de literatura hispanoamericana, este autor no le gustaba, tal vez por su faceta política. Aun así, me he acercado a su obra y me han gustado esas tres novelas y probablemente siga leyendo alguna más en el futuro, porque creo que hay que separar la política (y la vida) de la literatura. Por eso, Travesuras de la niña mala es una novela de la que guardo muy buen recuerdo, bien escrita, bien ambientada, bien armada. Es una novela cosmopolita e intimista a la vez, erótica y política, triste y alegre, una novela como la vida misma. No sé cómo la leería hoy, con la distancia de los años, con un mundo tan cambiado, pero ya digo que la literatura debería ser intemporal y sobrevivir a los vaivenes de unos tiempos tan agitados. ¡Abajo Vargas Llosa, vivan sus novelas!