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14 septiembre 2024

Educa fakes, los bulos nuestros de cada día

 

La expresión de opiniones apresuradas, simplistas e infundadas es un género discursivo muy habitual en nuestras vidas. El ser humano en sus interacciones tiene la necesidad de hilvanar un hilo conductor, sea cual sea, para sostener una conversación que se alargue lo que dura un café, una cerveza o una comida de trabajo o familia. Comúnmente, a este género discursivo se lo conoce como "conversación de barra de bar", y tiene su epítome en la "cuñadez", esa frase sentenciosa que cierra el interloquio con un aforismo tan elegante y ampuloso como ridículo y vacuo.

Todos caemos en alguna ocasión en estos discursos sobre política, economía, salud o educación. Todos somos "cuñados" en la mayoría de temas que no controlamos. Lo preocupante es serlo en aquellos que constituyen tu oficio, en los que tendrías que ser autoridad y no advenedizo. El libro Educa fakes, de los especialistas Jesús Rogero y Daniel Turienzo, es una acertada y concisa guía para no caer en esos debates infundados, en esas mentiras interesadas, en esas medias verdades de barra de bar. Como profesionales deberíamos repasarlos uno por uno y tomar conciencia de que la educación no escapa de las trampas de otros ámbitos en lo que se refiere a la manipulación, los sesgos y la creación de marcos discursivos, que lo único que pretenden es allanar el camino a decisiones ajenas a lo educativo. El libro tiene diferentes apartados en los que se recogen 50 bulos sobre el nivel educativo, el esfuerzo, los recursos, la segregación escolar, la ideología y la política educativas. Está redactado de manera sintética y amena, con gráficos explicativos y la bibliografía básica para desmontar ciertas afirmaciones que a menudo se dan por válidas desde los medios de comunicación o las redes sociales. Es una obra que se lee casi de un tirón, con avidez y cierto cabeceo de aquiscencia en la mayoría de epígrafes. Hay que decir que algunas afirmaciones son más medias verdades que bulos, ya que las cuestiones que se plantean en ellas se mueven en el ámbito de la política o la ideología y por ello cabe la posibilidad de matizar los claroscuros, como bien señalan los autores en todo momento. Recordad que en el "discurso cuñado" las medias verdades no existen porque solo funcionan las máximas y las sentencias.

Encontrarme con este libro justo cuando se cumple un año de la publicación de mi Aula o jaula ha sido una buena ocasión para reflexionar de nuevo sobre lo complejo que resulta nuestro oficio, sobre las dificultades de gestionar un sistema tan diverso y con tantos factores en liza y, sobre todo, lo fácil que resulta para ciertas personas encontrar soluciones simples, apresuradas e infundadas para solucionar los grandes problemas de la Escuela. No os fiéis de ellos fuera de la barra de un bar.


Educa fakes. Jesús Rogero y Daniel Turienzo. Capitan Swing. 2024

18 junio 2024

La maestra: una historia ejemplar

Sobre las Novelas ejemplares de Cervantes se ha comentado a menudo que el adjetivo sirve tanto para decir que son ejemplos de la vida, como para decir que son modelos para tener en cuenta. La maestra, de José Antonio LuceroJosé Antonio Lucero, como ocurre con los relatos cervantinos, puede leerse con dos puntos de vista complementarios: por un lado, el ejemplo histórico de algo que sucedió (quizá no exactamente igual, pero sí muy parecido), y por otro como guía de lo que debería ser el oficio de educador.

La maestra narra la historia de dos mujeres que coinciden en la escuela rural de un pueblo andaluz poco antes de la rebelión militar de 1936. La protagonista es una novata que sustituye a la maestra titular y se verá pronto envuelta en el clima de hostilidad que rodea a la escuela republicana en su afán por modernizar la educación. La lucha por una escuela laica y de calidad chocará con las visiones de algunas familias y también con los poderes de la omnipresente jerarquía eclesiástica. 

Se trata de una novela bien documentada que huye de la novela de tesis, pero que mantiene a través de los diálogos de sus personajes el rigor testimonial de un periodo complejo, tan lleno de ilusión como de odio. La trama se articula en dos tiempos separados por alrededor de treinta años, que proporcionan al lector una perspectiva rica de los personajes y de la evolución histórica. En definitiva, una novela que merece la pena leer, una novela que encaja muy bien en este tiempo anómalo actual en el que hay docentes que defienden una educación aséptica, sin darse cuenta de que la Escuela nunca puede permanecer ajena a la realidad, al futuro de los niños, a sus derechos y libertades. 

La maestra. José Antonio Lucero (Ediciones B. Penguin libros. 2024)

29 abril 2024

Las cuatro esquinas del mar, la brisa y la sal

Leer las novelas de Lola Cabrillana (y ya lleva tres) te llena la casa de brisa y de sal. Con el vuelo de sus páginas se agita el aroma del mar y se oyen a lo lejos las gaviotas. Con las novelas de Lola también se escuchan las voces de los chiringuitos, del mercadillo, del patio de la casa o de la escuela. Como si estuviésemos leyendo una novela costumbrista, como si estuviésemos contemplando un cuadro de Sorolla. Ya reseñé en este blog su primera novela de gran éxito, La maestra gitana (aunque no os tenéis que perder tampoco Voces color canela), una obra que prometía una brillante carrera en el mundo editorial. Lola tiene esa capacidad de contar historias con la gracia y sencillez que tenían nuestras madres y abuelas, quizá porque en las familias gitanas todavía se le da importancia a esa tradición oral que otras culturas hemos ido abandonando. Ese estilo llano y claro es el que necesitan ciertas historias para ser contadas, el mismo estilo claro que también se necesita para sacar a la luz ciertas injusticias y reclamaciones. 


Las cuatro esquinas del mar es una novela en la que cabe casi todo, el amor, la amistad, la familia, los celos, el rencor, la traición, el racismo, la violencia, la justicia y la sinrazón. En cada esquina del mar podríamos poner un poste y, como si fuese un ring de boxeo, sacar a luchar lo mejor y lo peor que tenemos como seres humanos y como sociedad. Esa ha sido mi impresión al leer la novela, estar asistiendo a una lucha implacable entre vicios y virtudes, entre el amor y el odio, entre lo público y lo privado. Es una novela negra sin llegar a serlo, solo por la intriga de descubrir al criminal; también es una novela romántica, en la que no es fácil amar y ser amado; pero, sobre todo, para mí, es una novela en la que los payos hemos de vernos como Dorian Gray, reflejados en un lienzo en el que somos esclavos de nuestros prejuicios y de los peores tópicos hacia ese mundo gitano que nos produce un miedo proporcional a nuestra ignorancia sobre él. Estoy seguro de que Las cuatro esquinas del mar acabará convertida en una película o en una serie de televisión, pues tiene todo lo que estas necesitan. Ojalá sea así y ojalá sirva también para despertar conciencias y acabar con la gitanofobia que sigue presente en Occidente desde hace siglos. De momento, disfrutemos con sus palabras envueltas de brisa y sal.


Más información: Lola Cabrillana: Las cuatro esquinas del mar. Grijalbo-Penguin Libros


31 marzo 2024

Lo radical es educar

 

Es complicado escribir un libro o dirigir una película sobre educación sin caer en tópicos, en excesos, en estereotipos o en dramas. Es complicado porque en el día a día de los docentes nos acompañan los lugares comunes, las situaciones extremas y los dramas, demasiados como para caber en una película. Así que, cuando un profe va al cine con la mirada puesta en una trama educativa, casi siempre está predispuesto a no espantarse de nada, a aceptar que lo que verá en pantalla será una especie de dejà vu mejor o peor contado.

Así acudí al estreno de Radical, la película de Cristopher Zalla que todavía podéis ver en cines (si vivís en una ciudad grande). Acudí con la idea de compararla con las otras dos películas de profes que he visto en los últimos meses, Sala de profesores y El maestro que prometió el mar, de las que ya he hablado en este blog. Solo sabía que se basaba en una historia real sobre un maestro mexicano, así que me enfrenté a ella solo con los prejuicios que ya he comentado arriba. Y fue un gran alivio saber que todavía hay películas sobre la Escuela que me pueden sorprender.

Al margen de la historia principal que hace saltar a la fama la historia de este maestro, una historia que lamentablemente es tan maravillosa como excepcional, lo que más me interesa de la película son los temas educativos que va abordando con esa naturalidad con la que convivimos con ellos a diario (lo que en redes sociales dirían "melones para abrir"). Esos temas van desde el sentido de la educación, el valor de las pruebas externas y estandarizadas, las necesidades de compensación educativa, el absentismo, las metodologías activas, el enfoque competencial, el papel de la inspección educativa... Muchos temas que, evidentemente, se quedan apenas esbozados, pero que mueven al espectador hacia una reflexión crítica sobre el sistema educativo. Sin entrar en los momentos más dramáticos, cabe decir que muchas de las situaciones que aparecen en la película las vivimos con bastante asiduidad, al menos en la escuela pública, y eso sí que duele, porque creo que más de un espectador se va con la sensación de que ciertas cosas solo pueden ocurrir en países con altos índices de violencia, pero no es así, les pasan también a nuestros alumnos, a nuestras familias. Y da igual si detrás de cada uno de ellos está o no un futuro premio Nobel, porque lo que de verdad importa es que, detrás de cada uno de ellos, hay un niño o niña que espera y desea un futuro mejor, y está muchas veces en nuestras manos ayudarlos a alcanzarlo: Para ello, menos exámenes y más acompañamiento diario, porque lo radical no es filtrar al mejor, sino educar a todos para que lo sean cada cual a su manera.

12 febrero 2024

La educación es otra historia... y es interesante conocerla

 

No soy investigador ni creo estar a la altura de serlo, por el momento. Tuve mi ocasión mientras preparaba una tesis que quedó inconclusa, pero cambié de rumbo y me dediqué al aula. Por eso tengo mucho respeto a los que se dedican a la investigación, sean del campo que sean, porque conozco las dificultades y condicionantes que jalonan esa carrera profesional. También admiro a los que se dedican a la divulgación científica o humanística, un trabajo que puede ejercerse desde la investigación o desde otros ámbitos. En el libro La educación es otra historia convergen la investigación y la divulgación, ambas de calidad, gracias a que su autora, Fátima M. García Doval reúne las virtudes de ser una científica en el campo de la educación y, a la vez, una excelente contadora de historias, algo que se agradece en los libros destinados al público general. Porque este ensayo es un viaje a través de la historia de la educación, un viaje desde las primeras aulas de la Antigüedad (Egipto, Mesopotamia...) hasta las escuelas de gramática del Renacimiento. Conocer desde su origen las motivaciones de las sociedades para construir un sistema educativo nos permite también preguntarnos para qué queremos una escuela, para quiénes trabajamos los docentes que habitamos en ella. En ese recorrido por la diacronía del aula, se habla de lectura y escritura, de piedras, arcilla, palos, papiros y cuadernos, de ejercicios en clase y deberes en casa, de lecciones y proyectos, de problemas matemáticos y de ortografía... También se habla de la atención a la diversidad y las tecnologías, problemas que no aparecen de la nada, sino que tienen asimismo su recorrido histórico. Y quizá lo que más me ha llamado la atención sea ese capítulo destinado a "la otra mitad de la historia", las eternamente olvidadas mujeres.

En conclusión, un libro ameno y bien documentado que merece la pena conocer. Ojalá una segunda parte con la historia más reciente de la educación, desde el siglo XX hasta nuestros días, con una muestra comparada de sistemas educativos que completara ese panorama global de la educación, tan necesario para educadores, para periodistas y también para esa sociedad que, a menudo, olvida lo complejo que resulta educar. 

La educación es otra historia 

Fátima Mª García Doval

Editorial Graó. 2023 

10 febrero 2024

El estupor de educar


El oficio de enseñar no es fácil de explicar a los profanos. Parece que todos hemos sido enseñantes en alguna ocasión de nuestras vidas, en la infancia con nuestros amigos, de adultos con nuestros hijos o sobrinos... Todos creemos saber transmitir conocimientos que nosotros dominamos, pero los que nos dedicamos al oficio como profesionales sabemos de sobra que "enseñar" no es solo eso, que el hecho de explicarle a alguien cómo se hace una raíz cuadrada o cómo se analiza una oración no nos convierte en maestros o profesores. 
Hay en cartelera dos magníficas películas que tratan de la educación y de sus retos. Por un lado, El maestro que prometió el mar, una historia basada en hechos reales, ambientada en los momentos previos al alzamiento militar contra la república española, y Sala de profesores, una cinta alemana que plantea un conflicto actual. Más allá de la distancia entre una escuela rural de la España de los años treinta del siglo pasado y un instituto alemán del siglo XXI, hay varios puntos en común entre ambas películas: el desafío continuo del docente ante realidades que cambian por factores que escapan a su control, la importancia de los aspectos emocionales en el acto de enseñar, el compromiso ético y profesional del buen educador, la frecuente incomprensión de la sociedad en el complejo acto de educar... Pero también hay notables diferencias entre ellas, como señalaré a continuación.

En El maestro que prometió el mar, dirigida por Patricia Font y protagonizada por Enrique Auquer, encontramos a un maestro rural imbuido por los principios de una educación laica y de calidad para todos, al margen de los condicionantes del origen social, económico o familiar. Son los principios heredados de la Institución Libre de Enseñanza, con muchos puntos en común con ciertas cuestiones que todavía hoy se ponen en duda: el aprendizaje por proyectos, el contacto del alumnado con la realidad exterior, el enfoque comunicativo, el descubrimiento, la motivación... La actitud cercana y familiar de Antoni Benaiges (el maestro real en el que se basa el filme) supondrá para el alumnado una sensación novedosa que contrasta con el autoritarismo y los castigos del párroco que ejercía anteriormente de maestro. También encontrará resistencias entre algunas familias del pueblo, pero, poco a poco, irá ganando la confianza al mostrar los avances en el aula. Incluso superará la visita del inspector, que ya es decir. Antoni Benaiges representa el espíritu de renovación educativa que emprendió la república y que pronto se vio zanjado por la rebelión militar, devolviéndonos al siglo XIX con la purga de maestros y con la entrega del sistema educativo al credo e idelogía fascista de los insurrectos. Cuando casi un siglo después, todavía seguimos discutiendo sobre la presencia de la religión en los centros sostenidos con fondos públicos, cuando casi un siglo después todavía seguimos discutiendo sobre la necesidad de contextualizar el aprendizaje en la realidad del alumnado, cuando casi un siglo después todavía seguimos discutiendo sobre el valor de lo emocional en el aprendizaje... poco hemos aprendido de la historia, por mucho que digamos que es esencial conocerla para no repetir sus errores.



Muy diferentes son las cuestiones que se entrelazan en Sala de profesores, una película angustiosa que se desarrolla en su totalidad entre las paredes de un centro de secundaria. La protagonista es una profesora, Carla Nowak, tutora de un grupo similar a nuestro 1º de ESO, en un instituto alemán en el que estudia alumnado muy diverso. Alrededor de la sala de profesores pivotan varios conflictos desencadenados a partir de unos hurtos. Esos conflictos van abriéndose en un abanico de cuestiones que casi todos los docentes conocemos: la xenofobia, la autoridad del profesorado, la presión de las familias, la privacidad, los bulos y rumores, la envidia, el compromiso profesional... En el centro de todos ellos se encuentra Carla, que trata de apagar fuegos mientras enciende otros de manera más o menos involuntaria. La narración adopta técnicamente el estilo del thriller para generar en el espectador una desazón que va creciendo hasta un final demasiado simbólico a mi parecer. Creo que la película es demasiado ambiciosa sembrando interrogantes que no llega a resolver. En este sentido, el papel de la protagonista queda también desdibujado, aunque tal vez sea esa la intención del director, Ilker Çatak. Personalmente, como docente, nada de lo que se cuenta en la película me sorprende: creo que casi todos hemos visto o padecido situaciones similares o incluso peores; es posible que un espectador no docente vea la historia con la distancia que requiere y llegue a conclusiones diferentes. En todo caso, es una película que merece la pena descubrir, aunque solo sea para asomarse a las intrigas de los centros educativos actuales.


Dos películas sobre educación, muy distintas en temas y técnicas, pero con el eje común del oficio docente. Antoni y Carla, separados por el espacio y el tiempo, pero unidos en ese asombro de enfrentarse al reto de enseñar, unidos en el estupor de educar. 

01 enero 2024

Escuelas que valgan la pena

Pepe Menéndez no es un docente más, es un maestro, un director, un observador, un gestor, un reportero y, de manera general, un educador. Su paso por diferentes escuelas y su experiencia en la formación y gestión de comunidades educativas nos ofrece una visión muy rica del mundo educativo, una visión que no siempre vamos a poder conocer los que como yo pasamos media vida laboral en el mismo entorno. Mi visión de la Escuela Pública es de todos conocida, ya que da sentido a mi trabajo diario en un centro de especial dificultad. Esa visión también tiene sus sesgos, como todas en realidad, ya que se limita a un entorno muy localizado. Pepe Menéndez trabaja en otros ámbitos, los de la red de escuelas jesuitas, que parecen muy distintos de los de mi día a día. Sin embargo, he encontrado en este ensayo Escuelas que valgan la pena, numerosos puntos de contacto entre ambas realidades, que acaban siendo la misma cuando hablamos de propósitos y sentidos del acto de educar. En el fondo, mis alumnos de compensatoria se diferencian bien poco de los que menciona Pepe en su testimonios, tanto de escuelas de aquí, como los diferentes casos de Latinoamérica que ilustran su libro.
Como podemos comprobar, tanto por las reflexiones del autor, como a través de los numerosos testimonios de docentes que se ofrecen en el libro, el papel del educador, en este sentido, poco cambia cuando se pone en relación con el alumnado: 

Los adultos y, especialmente, los profesores, somos el reflejo en que se miran los adolescentes. Si los tratamos de manera infantil, suelen tender a acomodarse en ese perfil. Si los tratamos como personas capaces de tener criterio y responsabilidad, puede ocurrir que no siempre respondan a nuestras expectativas. Pero, en cualquier caso, estarán ejercitándose en ese rol diferente propio de personas que están creciendo y aprendiendo a disponer de su libertad.

Tampoco cambia que la mayoría de administraciones educativas cuiden poco o nada a sus docentes, escatimando recursos y haciendo difícil el desempeño de las tareas educativas. Administraciones que encubren con terminologías kafkianas grandes despropósitos derivados de su incapacidad a la hora de acabar con la segregación o el fracaso escolar: 

Nunca he entendido esa tendencia de la mayoría de las administraciones públicas de cualquier Estado por crear nomenclaturas tan alambicadas y tendientes a la estigmatización.

Coincido con Pepe Menéndez en la necesidad de ayudar en esa compensación educativa, en la necesidad de no dejar a nadie en las cunetas educativas, una compensación que muchas veces se confunde con bajar el nivel o regalar notas y títulos:

No se trata de una actitud conmiserativa, sino de una posición inicial que favorezca que los alumnos entiendan que pueden lograrlo si se esfuerzan. Que no vean en sus profesores una dificultad mayor de la que tienen en sus propios aprendizajes. (...) 

También es demasiado frecuente, para mi gusto, que algunos profesores ridiculicen con sus comentarios la decisión final de aprobar algunos alumnos:”¡venga, otro más al saco de la ignorancia!” o “no importa trabajar todo el año, al final van a aprobar igual”, son algunos de los comentarios que se pueden oír.

A lo largo del ensayo, se nos recuerda la complejidad del acto de educar, así como los retos que supone tener en cuenta los múltiples factores que influyen en ello, desde el propio alumnado hasta las familias o el trabajo en equipo de los docentes:

Aprender es un proceso interior que requiere la movilización de factores relacionados con el deseo, la motivación, la conexión con lo que se aprende y, sin duda, con un compromiso del alumno con el aprendizaje. (...)

Las familias no son un colectivo homogéneo que responda a las mismas motivaciones actitudes y comportamientos. Ni siquiera el lenguaje es común a todas ellas. Las posibilidades reales de éxito educativo del alumnado se sustentan en buena medida en el entorno familiar. Por eso las escuelas debemos esforzarnos en dedicar tiempo a las relaciones con ellas. (...)

La enseñanza es uno de los sectores en que el trabajo individual ha constituido su esencia más profunda (...). El compromiso de la docencia compartida requiere que todos cumplan su función para el planteamiento de tareas, el seguimiento, la observación y el análisis que llevan a una evaluación realmente en equipo y rigurosa.

En general, el ensayo ofrece un panorama amplio de retos y dificultades que nos afectan a todos. Hay cuestiones diferenciales que son propias de las escuelas privadas o concertadas, incluso algunas de sistemas muy diferentes del nuestro, como ocurre en buena parte de Latinoamérica. También discrepo en algunas reflexiones que vinculan demasiado la docencia con la vocación o con ciertos aspectos de virtudes humanas, excesivamente dependientes de la voluntad y no del rigor profesional. En este sentido, creo que es necesario implicar a las administraciones para que doten de recursos a las escuelas, con el fin de que no tengan que depender ni de la vocación ni de la ayuda de fundaciones u órdenes religiosas. Por contra, sí que comparto la idea de que la educación no puede consistir en lo puramente académico, que hay que acabar con esa dicotomía instruir/educar, como si todo ello no fuese necesario de manera global:

El modelo del sistema educativo que tenemos nos ha conducido tradicionalmente a una gran confusión sobre el propósito de la escuela. Por un lado, tiene establecidos unos objetivos generales en el currículo sobre competencias académicas, relacionadas con unos contenidos y, por otro, identifica una serie de competencias transversales en las habilidades y actitudes. Pero los programas oficiales de las asignaturas centran la mirada en los contenidos academicistas, priorizándolos sobre la evolución y las características de los alumnos, disociando así el saber y la persona.

En conclusión, Escuelas que valgan la pena es un ensayo muy recomendable para ponernos en ese espejo que nos interpela y nos cuestiona como educadores, en ese espejo que, como dice Pepe Menéndez, nos hace sentir "el escalofrío de la frágil barrera que separa la euforia del desencanto en la enseñanza".


Pepe Menéndez: Escuelas que valgan la pena, Paidós (2020)

10 noviembre 2023

Miedo y asco en las aulas

En 1971 el periodista Hunter S. Thompson fue enviado a hacer un fotorreportaje sobre motocross a la vez que cubría una convención policial sobre narcóticos en Las Vegas. Fruto de aquel encargo fue la mítica novela Miedo y asco en Las Vegas, que se convertiría en un icono de lo que luego se llamaría periodismo gonzo. Como señala la crítica, la mayor parte del libro está basado en hechos reales, pero alterados y exagerados hasta tal punto que pueden traspasar la línea de la ficción. Durante la lectura de la novela Había del verbo a ver. Diario del instituto, del licenciado en Filología, poeta y corrector Ánjel María Fernández, me he acordado bastante de Thompson y de sus desvaríos. Hablo de novela y no de diario porque creo que se trata de una obra que se acerca más a la literatura que al ensayo, a pesar de que se autodenomine "diario". Para mí, es literatura porque construye una trama y selecciona unos personajes, con un guion bien trazado, y con una buena dosis de elementos retóricos. No pretendo decir que lo que cuenta es mentira, sino que ha convertido la realidad en un espacio mítico, o mejor dicho, distópico. Después de trabajar 17 años en un centro de especial dificultad, ninguno de esos alumnos "zoquetes", ninguna de sus barbaridades, ninguno de sus desafíos y ninguno de sus sueños rotos me resulta extraño. Conozco muy bien ese perfil de alumno al que se relegaba a los grupos E o F, después de haber colocado a los "buenos" en los A y B, quedando en el C y D el colectivo de los "salvables" (he de decir que a muchos de los desahuciados los hemos salvado también, gracias a ser mejores profesionales que lo que se sugiere en este libro). Me sorprende, eso sí, que existan aún esos grupos que la ley señala como ilegales porque segregan al alumnado con dificultades (prácticamente todos los alumnos protagonistas son absentistas, de necesidades educativas o de compensatoria). Como bien explica el narrador, el profesor que escribe el diario, son grupos en los que la ratio no importa porque da igual que sean cuatro que doce, son carne de fracaso y abandono escolar. Como considero este libro una novela y no un ensayo, no voy a explicar los fallos de guion, por ejemplo cuando el profesor trata de explicar el concepto de adjetivo cuando tiene delante alumnos que necesitan alfabetización básica, o cuando sigue aplicando la técnica de la explicación y el examen ante grupos que presentan una asistencia irregular. Gracias a que lo considero una novela y no un diario, entiendo que los pensamientos y juicios del profesor-narrador sean tan desagradables y humillantes, con un menosprecio total de las condiciones de esos menores que quizá solo necesitan alguien que los escuche. Desde luego, el personaje del profesor está muy bien trazado, un cóctel de Bill Murray, Jack Nicholson, Mr. Scrooge y el propio Hunter S. Thompson. Hay una sensación perenne de que el narrador no es un profesor real, sino un infiltrado que ha venido a documentarse para escribir esta crónica de un curso en el infierno. En ese sentido, la novela es un éxito, porque transmite las grandes frustraciones del docente que no quiere serlo. Quizá solo por eso valga la pena leerlo, para que algunos de los que no conocen otras realidades más allá de sus sillones burgueses sepan que hay niños que huelen a leña y a enfermedad y a hambre, que hay niños a los que les gusta vacilarte acerca de la posición de un mapa, pese a haber vivido en más hogares de los que tú pisarás en tu vida, que hay niños que con doce o catorce años parece que tengan treinta. Es curioso que el narrador haya recogido fielmente los horrores del aula, pero se haya dejado en el tintero las alegrías, aunque en algún momento que se le han puesto delante no haya sabido interpretarlas. Al hilo de esto último, el libro también me ha recordado a Sin noticias de Gurb, el relato de un marciano que no entiende nada de la realidad humana y que interpreta todo al revés. Siguiendo esta línea, quizá en su próxima novela se arrime al día a día de un hospital y nos cuente con el mismo desagrado el olor a enfermedad y muerte: probablemente, un médico nunca lo haría. 

Había del verbo a ver
Ánjel María Fernández

23 mayo 2023

Los elegidos somos nosotros

Conocemos bien, gracias a la buena literatura, el desarraigo que rodea al exilio tras la victoria de la dictadura franquista. Conocemos también el exilio interior y su silencio, la amargura de callar y resistir pasivamente la humillación de los vencedores. A menudo hemos escuchado que mejor callar que morir, que la libertad de expresión no puede estar por encima de la supervivencia, que, por lo menos el régimen te dejaba vivir si acatabas la mordaza ideológica. Sabemos que tampoco eso es cierto, que se siguió fusilando a los silenciosos, solo por el mero hecho de haberse señalado en alguna ocasión. La máquina franquista de odio y rencor aplastó a los disidentes y a cualquier otro que se viese de alguna manera salpicado por el contagio infecto de las ideas progresistas. La última novela de Nando López habla un poco de todo ello, de los silencios y de los rencores, del perdón y la venganza, pero sobre todo habla también de otro exilio interior, el que tuvo que ocultar no las ideas, sino los sentimientos, el exilio del amor homosexual, considerado por el régimen como una enfermedad que había que erradicar. 

Los elegidos es una novela de amor y de amistad, una novela de lealtad y compromiso. Es la novela de los que no tuvieron voz, de quienes se vieron arrinconados a un breve rincón del periódico en el mejor de los casos. Pero, para los amantes de la literatura, Los elegidos es también un homenaje a los clásicos, a la literatura que nos salva del horror y de la vida, que a veces son lo mismo. Es una novela coral a varias voces, las de sus dos protagonistas principales, Asun y Santos, las de la tribu del teatro, arropadas o arrastradas por las de sus amigos y enemigos; una novela coral en la que resuenan también los ecos de Lorca, Wilde, Calderón o Sófocles como bien se precia en cualquier tragedia clásica. Es un homenaje a los mitos y personajes que nunca mueren, a diferencia de tantos pequeños héroes que se dejaron la piel y los huesos en las cunetas del franquismo, por pensar diferente o por amar diferente. Gracias a Nando López podemos asomarnos a sus vidas y ser nosotros los elegidos. Aunque solo sea por saldar cuentas con ellos, vale la pena escucharlos.

Los elegidos. Nando López. Editorial Destino. 2023

30 abril 2023

La maestra gitana: entre bordados y costuras rotas

Tenía muchas ganas de leer la novela La maestra gitana de Lola Cabrillana. Le tenía muchas ganas por diversos motivos. Primero porque Lola es una docente comprometida y generosa con la que aprendo mucho y con la que comparto bastantes opiniones  educativas en Twitter. También porque me encantó su primera novela, Voces color canela, una deliciosa trama de historias cruzadas que me revelaron a una escritora con mucho que decir y mucho que escribir. Y finalmente, porque sabía que esta novela que acaba de publicar abordaría muchos asuntos que vale la pena difundir. Todas esas razones y todas esas ganas me han llevado a devorar el libro en pocos días, con el ansia de descubrir las historias de Mara, de Saray, de Coral, de Modou, de la Redonda, de Manuel...
Llevo más de quince años en un centro donde convivimos con bastante alumnado gitano. Desde hace siete me ocupo de Casa Camarón, un programa de compensación educativa para dar respuesta a las necesidades de estos chicos y chicas. En la novela he encontrado muchas de las frases y de las inquietudes que han compartido conmigo; también he hallado esa sensación de exclusión con la que muchas veces se han sentido tratados. En pleno siglo XXI seguimos teniendo a un colectivo sistemáticamente marginado, un colectivo que padece el racismo en las aulas, un colectivo en el que se señala a todos por los vicios de unos pocos. Lola Cabrillana ha sacado a la luz a esas familias que se debaten entre el respeto a unas tradiciones y la necesidad de adaptarse a los tiempos, a esas familias que son como tantas otras que no llevan el estigma de la mala fama. Familias que luchan a diario por sus hijos, por sus mayores, familias con honor y dignidad, propio y ajeno, a pesar de los golpes de la vida. Veo en la novela, por ejemplo, que algunos personajes masculinos muestran actitudes machistas, mientras las mujeres aceptan con resignación su destino; he oído muchas veces esos tópicos como excusa de la falta de integración de los gitanos en la sociedad moderna. Curiosamente, estos días estamos leyendo en bachillerato Entre visillos, de Carmen Martín Gaite, donde podemos encontrar prácticamente las mismas actitudes machistas entre castellanos, entre payos de clase media y alta... La novela de Lola es eso, una novela, con varias historias entrañables detrás, pero también es un documento de primera mano para asomarse sin prejuicios a la trastienda de ese universo gitano tan cercano y lejano a la vez, ese universo que a día de hoy sigue sufriendo un olvido injusto. La novela es también un hermoso panegírico al oficio de docente, de maestro, de educador, esa figura que no solo imparte lecciones de historia, sino que se implica en las tareas de coordinación, en las tutorías y, sobre todo, en conseguir lo mejor para el futuro de sus alumnos. Quizá a muchos les parezca una novela amable, con felicidad a raudales desbordada por las rendijas de sus capítulos, pero también os aviso de que, tras los bordados de colores, hay mucha tela que cortar, y Lola solo ha dejado hilvanadas muchas de las costuras del sistema que todavía hay que coser bien. Ojalá tuviéramos una sociedad y una escuela como el mercadillo del padre de Lola, perdón, del padre de Mara.

La maestra gitana, Lola Cabrillana. Editorial Grijalbo.

08 febrero 2023

Un viaje por las Letras


¿Se puede vivir sin literatura? Algunos de nuestros alumnos a veces se quejan por tener que leer libros de ficción. “Maestro, ¿esto para qué sirve?” Tienen razón: casi nunca nos hemos parado a explicarles que la literatura no es útil, al menos en el sentido en que ellos parecen preguntarlo. ¿Para qué vas al cine? ¿Para qué comes pipas en el parque mientras hablas de nada con tus amigos? ¿Para qué te quedas embobado mirando a la chica o chico que te gusta? La literatura es prescindible, al menos la historia de la literatura, tal y como forma parte de sus vidas académicas. Sí, los hará más sabios, les proporcionará una visión del mundo más intensa, los acercará a su patrimonio cultural y todo eso. Pero también es cierto que esa parcela de la literatura llena de fechas y autores probablemente se marchitará en sus memorias, si no la riegan de vez en cuando. Sin embargo, hay que decirles que existe otra literatura imprescindible, esa literatura que atraviesa la historia de la humanidad de punta a cabo, esa literatura oral, tradicional, colectiva, clásica, mítica, épica… esa literatura que no se construye tanto con nombres y fechas, sino con personajes, tópicos o motivos universales. Son los cuentos contados al calor del hogar, las canciones compartidas en la siega, los poemas de amor y desamor, los dramas representados en las plazas de los pueblos… Sobre esos cimientos de la cultura literaria (cuentos, epopeyas, mitos, tragedias, romances…) se ha construido todo nuestro patrimonio literario, ese que va creciendo con los siglos y enriqueciendo nuestra cultura. Del mismo modo que la tecnología y la ciencia nos permiten avanzar en derechos y comodidades, los movimientos literarios nos han llevado a lo largo de los siglos a entender mejor quiénes somos, dónde estamos y para qué vivimos. Y del mismo modo que nunca despertaríamos vocaciones científicas entre los jóvenes recomendando monografías sobre física o álgebra, tampoco vamos a fomentar el amor por la lectura y la literatura lanzándolos sin salvavidas al piélago de los clásicos. Invitamos a descubrir la ciencia examinando una mosca con el microscopio, recogiendo hojas en un paseo por el bosque, lanzando objetos al aire… ¿Por qué nos resistimos tanto a mostrar el lado lúdico y curioso de la literatura? ¿Por qué esa proverbial desconfianza de los cómics, de la literatura juvenil, de los clásicos adaptados, de la divulgación sin pretensiones…? ¿Por qué no tenemos un Google maps de la historia de la literatura que nos permita planificar un viaje literario antes de hacer turismo de verdad? Es evidente que una cosa no puede sustituir a la otra, que podremos hacernos una idea de lo que nos vamos a encontrar, pero nunca lo viviremos como si estuviésemos allí. Un viaje por las Letras, de Pedro Cifuentes, funciona un poco como ese navegador virtual que anima a los profanos y a los curiosos a preparar el viaje por la historia universal de la literatura y les facilita un itinerario seguro y eficaz para no dejarse nada sin ver. Un mapa que recorre milenios a lo largo de nuestra tradición y de nuestro mundo, desde Mesopotamia a Europa, de la Antigüedad al Siglo XXI. No es fácil trazar un viaje por tan vasto territorio, pero si algo bueno tiene la literatura es que permite viajar en todas las dimensiones, porque su materia prima es la ficción, la misma que nos sirve para construir los sueños, las mentiras, los delirios y las esperanzas. Con esos ingredientes tan etéreos, solo un artista como Pedro Cifuentes se atrevería a cocinar esta delicatessen, una preciosa guía por los escenarios de la literatura, contemplados ahora por la mirada sorprendida de los más jóvenes, esa misma mirada que se asoma a empujones al microscopio, la mirada jovial del bisoño explorador en busca de insectos o plantas. Asómate tú también.

Un viaje por las Letras (Harper Collins). Pedro Cifuentes

12 diciembre 2022

Buscando respuestas en el infierno

Demonios, una novela de medias verdades.

No es fácil reseñar la novela demonios de Javier Vicente Moreno sin desvelar algún elemento esencial de su trama. No se trata de una novela de intriga ni tampoco un drama amoroso que pueda desmontarse si salen a la luz los detalles que el lector desconoce. Pero en el fondo sí que se trata de un drama amoroso con intriga, aunque también podría decirse que es una comedia negra con tintes fantásticos. En mi opinión, esa es la gran virtud de esta obra de Javier Vicente: conseguir que la tragedia se disfrace de comedia a través de un hábil narrador que maneja los hilos de una trama llena de recodos y habitaciones sin visitar. El juego de puntos de vista articula esas zonas de luz y sombra con maestría, dejando al lector a merced de un narrador demiurgo, que administra con rigor y crueldad los datos precisos para descubrir la gran pregunta, esa pregunta que lleva al protagonista a su particular descenso a los infiernos. Se puede apreciar que me gusta el narrador, creo que es el gran logro de la novela, más allá incluso de sus personajes poliédricos y esquivos. He intentado buscarle antecedentes a ese tono erudito, soberbio y socarrón que se gasta en bastantes ocasiones, un estilo que recuerda un poco a Eduardo Mendoza y otro poco a John Kennedy Toole: esa mezcla de lo ácido, lo cómico y lo sórdido están ahí presentes. Por supuesto, hay mucha literatura clásica detrás, referentes que no es necesario desgranar, desde la mitología o la epopeya, hasta la novela decimonónica. Sin embargo, esta intertextualidad se encuentra diluida en una prosa ágil y esmerada, una prosa que busca continuamente la complicidad del lector, de ese lector que es capaz de disfrutar por igual de la sobriedad de Baroja que de la riqueza de Luis Martín-Santos. Así pues, demonios es una novela que merece la pena leer, una primera novela de un autor que tiene mucho que contar y que sabe hacerlo bien. Es una novela sin moralejas pero con mensaje: la verdad es demasiado compleja como para ser única, y mucho más si la confiamos a la memoria. En cuanto a los demonios, conviene que cada uno tengamos a mano la pregunta adecuada por si, de repente, llega el momento de pedirles explicaciones, porque el cielo puede esperar, pero el infierno, no.

Página web de la editorial Saralejandria: demonios

07 noviembre 2021

Presente imperfecto, futuro indefinido

El último libro de Nando López no es literatura juvenil. Tampoco teatro. Ni humor educativo. Conociendo un poco su actividad en redes sociales tendríamos que haber supuesto que abordaría tarde o temprano el género del relato corto, un modelo que domina con gran maestría en sus hilos de Twitter. Sin embargo, cada canal tiene sus exigencias y este libro no es una recopilación de hilos ni nada que se le parezca. Este libro es una madeja de relatos que se tocan, se esquivan o se rozan, como en las vidas reales se trenzan nuestras intrigas diarias hasta formar un ovillo difícil de desenredar. Las vidas difíciles y los amores difíciles, como ese otro libro de relatos homónimo de Italo Calvino, que enseguida me vino a la mente, porque en Presente imperfecto son también amores complejos los que se asoman al lector. Amores conjugados en diversos tiempos y modos, amores pasados, presentes y futuros, amores hipotéticos y condicionales (o incondicionales). 

Me he acordado de Calvino, pero también de María de Zayas, a quien bien conoce el autor, y sus novelas amorosas y ejemplares. Quiero pensar que ella hubiese escrito hoy unos relatos muy parecidos, libres, sin la presión del modelo heterosexual que impregna el canon literario. Me resisto a catalogar la obra de Nando como novela LGTBIQ, como si hubiese una literatura específicamente orientada a este colectivo por el simple hecho de mostrar amores diversos, como si las personas hetero-cis-normativas solo pudiesen leer historias de amor heterosexual para no caer en la tentación o el pecado. En Presente imperfecto no vais a encontrar más que literatura, historias de amor pasión, amor traición, desengaño, frustración, dolor... pero hallaréis también esperanza y optimismo. He atisbado entre sus líneas a Melibea o a Ana Ozores, no necesariamente con esos pronombres; he notado tras sus protagonistas la amarga señal del Destino o el voluble girar de la Fortuna. Leer de amores es vivir dos veces los amores propios, pues siempre encuentra uno entre líneas las trazas de vivencias o deseos paralelos. Y eso lo sabe explotar a la perfección Nando López, con sus diálogos y sus guiños constantes a una realidad que, como avisaba Pessoa, nunca sabremos si es real o fingida. Y sin entrar en detalles, lo que siempre acabo agradeciendo en sus libros es la complicidad con el lector, una complicidad generosa y comprometida, esa complicidad con la que uno cierra el libro sabiendo que, aunque el presente sea imperfecto y el futuro indefinido, siempre hallaremos un tiempo en el que conjugar a la perfección nuestros sueños.  

Presente imperfecto, Nando López, Editorial Dos Bigotes, 2021. (Reseña editorial en Instagram)

13 junio 2021

Deja que te arrastre La Ola

Es muy probable que hayáis visto la película. Es probable incluso que conocierais el experimento original en el que está basada. Ahora llega la versión impresa en libro: La Ola, de Todd Strasser, editado con el esmero que siempre ponen en Blackie books. Aunque yo también conocía la historia real, sumergirme en esta narración ha sido una experiencia extraña, sobre todo porque la visión como docente te permite dotar de numerosas caras al complejo poliedro de un experimento de aula. Me he sentado con el libro y no he podido parar de leer hasta que lo he terminado. Es como si a mí también me hubiese arrastrado La Ola, como si yo también quisiese que los problemas acabasen a golpe de consignas y saludos comunitarios. He vivido con desazón esos momentos en los que la disciplina se convierte en una droga, que se necesita más y más, porque en unas aulas cada día más heterogéneas, algunos viven la diversidad como amenaza y el orden como un bálsamo.

No haría falta decirlo, pero hay que recordarlo: en los derechos básicos, no valen equidistancias. Hay ideologías que no pueden apelar a la libertad porque sus consignas son excluyentes, porque sus propuestas atentan contra los derechos de los demás. No puedes hacer valer tus derechos y libertades, si con ellos estás humillando y privando al resto de los suyos. De eso habla La Ola, de lo fácil que resulta convencer a alguien de que hay fines que justifican los medios. Hace un tiempo escribí una nota en el blog acerca de esto, acerca de la normalidad que se esconde en ciertas políticas que son aparentemente lógicas, pero que acaban siendo crueles e inhumanas. Los seres humanos a veces escondemos bajo el instinto de protección toneladas de veneno y hiel. En estos días tristes podéis comprobarlo en los titulares de prensa y en las redes sociales, donde al final cada cual elige la ola que lo ha de arrastrar. Sin embargo, no olvidéis que algunas olas te llevan a la orilla, mientras otras buscan arrojarnos al fondo del mar, y el fascismo es una de ellas.

18 septiembre 2020

Uno para todos: cosas (y profes) que te pasan

Recuerdo que en el BUP tuve una profesora de Biología que nos mandó un trabajo sobre la minería en España. Así, sin anestesia, nos dijo: "hay que hacer un trabajo, mínimo diez páginas, para el 16 de noviembre...". Recuerdo copiar el fragmento dedicado a la minería de la Espasa de 8 tomos que teníamos en casa y con el que apenas llegaba a tres páginas de letra gorda de boli Bic. Recuerdo ir a la biblioteca del barrio y copiar los fragmentos correspondientes de la Monitor y de la Salvat. Como aún me faltaba una página para las diez, copié al azar un trozo de las memorias de un minero asturiano que encontré en una librería de saldo, con el consiguiente enfado de mi padre que me brindaba anécdotas más jugosas que yo desestimaba por miedo a que no encajasen en la bibliografía no explicada de mi primer topetazo con la realidad del instituto. 

Aquella profesora fue algo que me pasó, dejó un recuerdo latente que solo resucitó cuando yo mismo me dediqué a la docencia y supe que no tendría que mandar jamás ese tipo de trabajos. Fue un acontecimiento admonitorio más que instructivo. Creo que la mayoría de los que nos dedicamos a la docencia recuperamos para nosotros y generamos en nuestro alumnado ese tipo de recuerdos, vivencias que se almacenan silenciosas en la memoria y que se reactivan para bien o para mal en las vidas adultas cuando se necesitan. Y si nosotros somos adultos con plena conciencia, no hay que olvidar que ellos son niños o adolescentes para los que ocupamos un lugar breve en su existencia. No pasamos por sus vidas: solo somos aconteceres que permanecerán agazapados en su recuerdo.

He visto la película recién estrenada Uno para todos y me he acordado de aquella profesora de Biología, pero sobre todo he recordado a don Arturo, que despertó mi pasión por leer y escribir, de don Hipólito, que me animó a conocer la historia; he recordado fugazmente a muchos de mis profesores de la carrera, que vivían la docencia como una pasión digna de contagio. Del mismo modo que lo vivo yo ahora, supongo que eran conscientes de lo efímero de su paso por nuestras vidas, mientras asumían a la par de la trascendencia que tendrían sus palabras y sus actos en el futuro de muchos de nosotros.

Aleix, el protagonista de la película, no sabe nada de esto, es un bisoño de la educación. Sabe que está de paso, sabe que sus alumnos lo olvidarán enseguida y que muchos ni siquiera recordarán su nombre cuando pasen al instituto. Pero es un educador, y eso se lleva en el genoma o en el oficio, llámenlo como quieran, vocación o profesionalidad. Sabe que no puede limitarse a dar su materia y largarse a las cinco a su casa a rumiar sus problemas, que son más importantes que los de sus niños. Sabe que tiene que implicarse, porque en el futuro uno de esos niños o niñas recordará que Aleix lo salvó del infierno, que Aleix lo animó a soñar, que Aleix lo escuchó, la abrazó... 

Uno para todos es solo un trozo de nuestras historias de educadores, un trozo de la pasajera historia de unos niños. Es una película que todos percibiremos como cercana, como una extensión de nuestro día a día, en sus luces y sus sombras, en sus alegrías y sus vergüenzas. Los actores son verosímiles, la Escuela también, las familias, los dramas... Un curso en hora y media, reiterado y diferente a la vez, año tras año, colegio a colegio. Aleix es cada uno de nosotros repetido, ampliado y renovado.

Somos cosas que pasan en la vida de nuestros alumnos. Somos recuerdos dormidos. Somos piezas de unas memorias en construcción que necesitan cimientos sólidos. Por eso somos tan importantes, porque los docentes lo mismo somos ladrillos caravista en el edificio que alzan nuestros jóvenes, que pilares que permanecen ocultos, pero que sustentan sus vidas sin que sean conscientes de ello. Para bien o para mal. Siempre mejor lo primero.

26 agosto 2020

La boda de Rosa: mujeres que pinchan y cortan

Tiene Italo Calvino, el gran fabulador de Las ciudades invisibles, tres novelas cortas, agrupadas bajo el nombre de Nuestros antepasados, que retratan bajo divertidas alegorías la condición humana. Hoy, cuando he visto en el cine La boda de Rosa, la última película de Icíar Bollaín, me he acordado de Calvino y del contenido simbólico de nuestras vidas, porque, en el fondo, casi todo el cine y casi toda la literatura acaba siendo un símbolo particular o general de esta existencia más o menos fructífera.

En El vizconde demediado, la primera de esas novelitas, encontramos a un noble al que un cañonazo ha partido en dos, quedando en cada mitad las virtudes y los defectos separados. Los personajes de la película de Bollaín tienen también esa dualidad marcada, tan terribles como tiernos en pensamiento o en obra, polarizados en su propia interioridad, lejos del mundo de buenos y malos al que nos tiene acostumbrados el cine comercial. No sabemos si el anuncio de la boda de Rosa es el cañonazo que nos los muestra desgajados, pero nos gustaría pensar que el sacramento quizá sirva de sutura para muchos de ellos.

Creo que muchos conocen la segunda de las novelas, la de El barón rampante, ese joven aristócrata que decide un día encaramarse a un árbol y no volver a pisar el suelo. Rosa es la baronesa rampante, la hidalga que, en un destello de lucidez, en un arrebato de voluntad, se alza sobre ese fango que la tiene atrapada para aferrarse al mechón de la Fortuna, que todos sabemos que pasa fugaz y hay que asir con presteza para no claudicar ante el funesto destino. Estará tentada en más de una ocasión para bajar de las copas de sus sueños, estará a punto de apoyarse en una rama muerta o quebradiza, pero la voluntad son las alas de la vida y poco se resiste a su poderoso vuelo.

La tercera novela, El caballero inexistente, es la más críptica, la más oscura, pues relata el deambular de una armadura vacía, sin caballero en su interior. ¿Es nuestra protagonista una carcasa vacía? ¿Se puede vivir sin alma, vivir en alma ajena? Suena poético, pero en la vida real muchos viven sin vivir en ellos, viven para otros, por otros. ¿Cuál es el límite de nuestra renuncia? ¿Hasta qué punto podemos entregar nuestras vidas a los demás sin perder la nuestra? Es, como digo, el mensaje más triste del filme, el que te deja rumiando en silencio cuando se apagan las luces.

Pero no os engañéis, La boda de Rosa es mucho más que todas esas alucinaciones que os he contado, más producto de mis propias lecturas que de la intención de sus creadores. Es un canto a la libertad, a la locura, al libre albedrío. Es una lección de amor en todas sus vertientes: fraterno, filial, amistad... Es una reivindicación de la herencia, de la transmisión de emociones de madres a hijas, una reivindicación también de la nostalgia de una infancia en la que creemos que el futuro se puede coser igual que una tela. Pero, sobre todo, es una película de mujeres, de mujeres en positivo, mujeres que agarran el mundo por las solapas y lo sacuden hasta colocarlo en su sitio. Mujeres que tejen, mujeres que pinchan y cortan, como debería ser. No os la perdáis.

En Twitter hay una etiqueta de #CoserRelatos para compartir historias relacionadas con la película. Aquí podéis leer la mía

22 julio 2020

La versión de Eric: cuando lo normal es la excepción

Las películas de Almodóvar pueden resultar exageradas, rocambolescas en ocasiones, pero más de uno se reconoce en ellas. Lo mismo pasa con el cine de Berlanga, tan desmesurado como la vida misma. No existe eso que la gente llama normalidad y, como decía Tolstoi, todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera. En las novelas de Nando López todo es tremendamente normal en su excepcionalidad. Esas situaciones que pueden parecer azarosamente anómalas se acaban convirtiendo en momentos ordinarios de lo cotidiano. Esa es para mí la mayor virtud de sus obras, junto con el impecable manejo de los diálogos. 
La versión de Eric, su última novela, sigue en esa línea de presentar al lector una realidad tan habitual como invisible, la realidad de unos personajes que se buscan a sí mismos dentro y fuera de sus cuerpos, la realidad de unos pensamientos que afloran en diálogos intensos y verosímiles, la triste realidad de una sociedad que trata las diferencias como trastornos, en lugar de considerarlas una riqueza. Para mayor gozo del lector, la estructura narrativa permite mantener el suspense hasta prácticamente las últimas cinco páginas de la novela, un logro que no resulta fácil sin recurrir a efectismos o lugares comunes.
No entiendo muy bien por qué hay novelas que se encasillan en la literatura juvenil y acaban siendo etiquetadas como lecturas para jóvenes. La versión de Eric, a pesar de haber ganado un premio de literatura juvenil, es mucho más que una novela juvenil. Es cierto que la trama implica a adolescentes y se articula sobre un suceso que se ha de resolver, pero la profundidad de los temas y la técnica empleada la acercan más a la novela negra que a la novela juvenil. Ya ocurrió lo mismo con otras obras del mismo autor, La edad de la iraNadie nos oye, ambas novelas difíciles de encasillar. En cualquier caso, hay que leer La versión de Eric sin esa presión de la etiqueta, para poder disfrutarla como una buena novela, simple y llanamente. 
En cuanto a Nando López, quienes lo seguimos de cerca sabemos que está convirtiéndose en un referente de nuestra época, como también lo han sido Berlanga o Almodóvar, un referente literario, pero también una figura clave en la reivindicación de la diversidad, esa diversidad que nos hace más ricos y más humanos. 

11 julio 2020

Amor intempestivo, vidas en desazón

Y pues Vuestra Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso, parecióme no tomarle por el medio, sino del principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto.

La última novela de Rafael Reig bien podría llevar algo parecido al prólogo del Lazarillo de Tormes. No es una novela-epístola, aunque sí autobiográfica, protagonizada por un pícaro que quizá no sabe que lo es, y explica el caso, casus, la caída, el azar de su protagonista hasta llegar a la atalaya desde la que se dirige al lector.
Me confieso admirador de ese Rafael Reig del Manual de literatura para caníbales y del articulista incisivo en las columnas de diferentes medios. Sus novelas tienen ese tono de humor inteligente que las convierte en objetos de lujo para minorías, objetos que sin ser brillantes son elegantes. Por eso no es un escritor de masas, por eso tendrá que seguir esperando para escribir su obra maestra.
En Amor intempestivo Rafael Reig cuenta por extenso su caso, haciendo de la novela un diario, o viceversa. Sin embargo, no sería una novela si la narración se redujese a unas memorias. Hay ficción, más de la que los lectores pensamos (creo), y hay un estilo particular en el que recuperamos al mejor Reig. La trama se enrosca sobre sí misma para volver una y otra vez a los elementos fundamentales que configuran la narración: el amor en todas sus dimensiones (amor filial, amor sexo, amor amistad) y la búsqueda de una identidad perdida. Vamos, la base de casi cualquier novela. Pero la novela es también el retrato de una generación literaria intempestiva, fuera de tiempo y sazón, como afirma el autor. Una generación que parece haber nacido tarde para convertirse en referente, como Muñoz Molina, Millás, etc. y demasiado pronto para ejercer de modelo en unos tiempos en los que apenas se lee. ¿Cuál es el papel del novelista perdido en ese interludio? Encontrar su voz, elegir su obra, ajustar cuentas con su pasado: "Si no tienes cuentas pendientes con el mundo, no te pones a escribir novelas". Rafael Reig traza en esta novela un mapa de sus elecciones, de todo ese abanico de vidas posibles que le han ido saliendo al paso. He leído la novela imaginándolo atado al mástil de su obra rechazando una y otra vez los seductores abrazos de las sirenas que pasan por su vida, unas sirenas demasiado humanas, demasiado carnales. En ese destino trágico se halla también el caso, que no mencionaré aquí por no desvelar el núcleo argumental que para mí tiene la novela, un núcleo que también se relaciona directamente con el amor, con la creación, con la vida.
Amor intempestivo es una novela para amantes de la literatura, para filólogos, para desubicados, para escritores que siguen esperando su musa, sin saber que la han echado de su cama cientos de veces. Igual que el lector del Lazarillo se queda con esa amarga sensación de haber padecido mucho sufrimiento para acabar de cornudo y apaleado, el lector de Reig también experimenta la desazón de ese narrador que parece claudicar ante la adversidad. Sin embargo, nada mejor que retroceder para coger carrerilla. ¿Quién iba a pensar que aquel pregonero de vinos se convertiría en un personaje inmortal? ¿Quién pone en duda que Reig sea capaz de escribir una obra maestra? Ojalá. 

14 marzo 2020

Hasta nunca, Peter Pan: melodías en el espejo

Hay novelas generacionales que se convierten en un espejo en el que mirarnos, un espejo que nos devuelve nuestros goces, pero a veces también nuestras miserias, como a Dorian Gray. Son esas novelas en las que unos muchachos se bañan en el Jarama hasta que ocurre una desgracia, novelas en las que chavales puestos hasta las orejas de coca se balancean en un puente de la M30, relatos con sabor a Nocilla… No sé si la última novela de Nando López acabará también convertida en una obra generacional, en ese tótem ante el cual los críticos literarios ofrendarán sus glorias a los nuevos narradores de este siglo tan complejo. Si llegase a ocurrir, habríamos certificado esa opinión que sitúa a las jóvenes promesas más cerca de los cuarenta años que de los veinte. Habríamos certificado que hace falta salir de casa para vivir y para escribir, y que eso está ocurriendo a unas edades tardías. A Nando López no parece preocuparle esto, tiene vida más que de sobra para regalarnos novelas que no nos acabaríamos ni en el confinamiento más severo. Porque Nando es un contador de vidas propias y ajenas, un narrador que entrelaza sus vivencias con las mil y una historias que se cruzan con la suya. Nando es una persona que escucha más que habla, lo que le permite atesorar anécdotas y relatos, pero, especialmente, esa escucha atenta le permite construir unos diálogos verosímiles, sinceros, vivos. Si Nando López retrocediese a la Edad Media sería uno de esos juglares que todo señor querría tener a nómina en su castillo. Por suerte para sus contemporáneos, desde muy pronto tuvo claro que su oficio era escribir historias; para mayor satisfacción, ha sido docente y fanático del teatro, sin contar su curiosidad insaciable por todo lo que pasa en la vida real y en las redes sociales, lo que acaba por convertirlo en una especie de hombre total del Renacimiento.

Hasta nunca, Peter Pan sí que es para mí una novela generacional, a pesar de que soy ligeramente mayor que sus protagonistas. Hay mucho en ella que no se corresponde con lo que he vivido, pero me reconozco en muchos diálogos, en muchas reflexiones, en ese escenario actual tan complejo de entender. He visto de cerca las dudas de sus personajes, la angustia de tomar decisiones que tienen toda la pinta de ser equivocadas desde el principio, el dolor de las injusticias, el falso consuelo de una nostalgia más social que sentimental. Esta novela nos lanza a la encrucijada de un tiempo en el que las expectativas se convirtieron en condenas, un tiempo en el que el mayor miedo es la exposición impúdica del fracaso como síntoma de nuestras malas decisiones. Esos personajes se convierten así en títeres de una tragedia moderna en la que los dioses son la generación anterior, la que depositó en ellos sueños que no podían cumplir, como en una versión actual de la caja de Pandora. Una especie de maldición que se perpetúa además en la generación siguiente, víctima de los errores y horrores propios y de los heredados, una maldición que los convierte en versiones de Peter Pan atrapados en el tiempo.

Pero, a pesar de los magníficos diálogos y de la potencia de sus personajes, nada de esto sería reseñable si Nando López no hubiese montado la trama sobre un artificio, entre barroco y vanguardista, que hace encajar narradores interpuestos en diversos niveles, obligando al lector a mover las piezas de un cubo de Rubik dramático para entender quién se esconde tras cada una de las máscaras. Máscaras que son las que ocultan los deseos y los miedos de cada personaje y que acaban siendo también las del lector. El narrador principal es más que el Cide Hamete Benengeli del Quijote, más que el narrador del juego de muñecas rusas del Manuscrito encontrado en Zaragoza, más que Unamuno en su nivola… es un demiurgo que opera a la vez como narrador, como director de escena, como guionista, como técnico de sonido o DJ, como dramaturgo, como cineasta... como Nando López. No es sencillo mover tantos hilos a la vez sin que se enreden los títeres, pero lo ha conseguido con gran destreza, hilvanando una lectura ágil de la que es difícil escapar. Nando López nos ha vuelto a regalar una novela grandiosa que sonará en nuestro recuerdo lector como sonaba el Dúo Dinámico en el recuerdo de nuestros padres. Una novela que a nosotros mismos, amigos de Peter, nos hará soñar con regresar un buen día a unos años en los que nos mirábamos en ese espejo que nos devolvía la música de Los Planetas, sin rastro alguno de Dorian Gray.

Hasta nunca, Peter Pan, Nando López (Espasa)

14 febrero 2020

Envuelto en el nido

Abordé la última novela de Ángel Gil Cheza con cierta prevención por dos motivos: el primero responde a una cuestión pragmática, la de no poder nunca escribir una reseña negativa, ya que es más alto, más joven y más fuerte que yo, algo preocupante si te cruzas varias veces con él a lo largo del día (además, siempre me podría decir que mi crítica solo responde a la envidia); el segundo motivo es que acababa de leer una novela de Bolaño, lo que te deja con el listón lector demasiado alto para lo que venga detrás. Así, entre la espada y la pared, me sumergí en la lectura de Otoño lejos del nido, una novela negra ambientada en una Barcelona postcrisis, con un brillante elenco de personajes enhebrados por conflictos no resueltos que se desmadejan a lo largo de casi quinientas páginas. A pesar de mis dudas iniciales y de las dimensiones de la novela, he de decir que ha sido emocionante y casi adictivo enfrentarme a una trama que engancha desde el primer momento y que mantiene el interés prácticamente intacto hasta el mismo final. De hecho, me vi en el trance de acabar las últimas treinta páginas en un día complicado, en el que aprovechaba lapsos de tres o cuatro minutos libres para ir avanzando hasta el fin, como si fuese un adolescente agónico que aprovecha los bites sincopados de una mala cobertura para recibir los mensajes de sus amigos. 
Otoño lejos del nido es más que un crimen por resolver. Es también algo más que una conspiración. Es una instantánea de nuestros horrores cotidianos, como lo son casi todas las buenas novelas negras. Los efectos de la crisis, la frágil existencia humana, los límites de la ambición, el valor de la amistad, el lastre de la memoria, la melancólica soledad... El propio autor lo mencionaba en la presentación oficial de la novela: un nido construido con ramas en medio de un bosque representa fielmente la soledad que buscamos o la soledad a la que estamos condenados. En esa línea, los personajes van trazando caminos erráticos solo en apariencia, cada cual en su burbuja, hasta dotar de sentido a sus actos. Sinceramente, creo que el lector encontrará unos personajes muy bien construidos, plenamente funcionales en la trama, pero con una entidad que parece filtrarse más allá de la ficción, hasta convertirse en esas personas reales con las que nos cruzamos a diario. 
En la novela de Ángel Gil Cheza se mata y se ama, se añora y se odia, pero siempre hay un lugar al que todos desean volver, ese nido de otoño en el que quedan fuera el dolor, la frustración… y la soledad. Para muchos de nosotros, ese nido siempre ha sido y será la literatura, la buena literatura. Aprovechen para envolverse en ella.

Las imágenes están extraídas de las siguientes entrevistas: