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07 enero 2022

Sesquidécada: enero 2007

Abrimos un nuevo año en el blog siguiendo con esta serie de lecturas añejas, las sesquidécadas que, desde hace la friolera de 13 años, rescatan impresiones lectoras quince años después. Estas breves reseñas son una manera tan digna como otra cualquiera de mantener vivo este diario digital en tiempos de caprichos más breves y efímeros. Pronto las sesquidécadas se alcanzarán a sí mismas y tal vez acaben repescando algunas relecturas, en un ejercicio de recursividad al estilo de Cortázar o Borges. Quizá en ese momento el blog se pliegue sobre sí mismo y desaparezca como en uno de aquellos episodios de la Pantera Rosa. 

Y hablando de recursividad y de círculos que se cierran, las lecturas siempre nos brindan ocasión para casualidades y reencuentros, como algunos de los que aparecerán este mes de enero de 2007. La primera lectura y coincidencia tiene que ver con Estambul. En 2006 le concedieron el Nobel a Orhan Pamuk y de ahí surgió un interés generalizado por este autor. En agosto ya había leído Me llamo Rojo, como he comentado aquí, y eso me animó a pedir para Reyes una nueva obra suya, en este caso Estambul. Es una novela autobiográfica con aromas de diario, pero también de cuaderno de viaje. Es un libro sugerente y cautivador que abre las ganas de visitar la ciudad y empaparse en su cultura y tradición. La manera de escribir de Pamuk, tan particular y esmerada, es un buen aliciente para dejarse llevar por los sentidos y por las memorias revividas del autor. Hablaba de coincidencia porque el primer libro de este año 2022 ha sido El viaje a Oriente de Flaubert, de mi compañero de claustro Fernando Peña, un ensayo sobre los cuadernos de viaje del escritor francés en su periplo por Egipto, Asia Menor, Turquía y Grecia. Precisamente una de las etapas es Estambul, y resulta curioso poder comparar la visión del forastero europeo de mediados del XIX con la del nativo del siglo XXI, en qué coinciden, en qué difieren. Un buen juego para empezar el año.

El segundo encuentro azaroso viene de Irlanda. El último libro que leí en 2021 fue de una autora irlandesa, Maggie O'Farrell, y el primero que leí en 2007 fue de otro irlandés, Flann O'Brien. El tercer policía fue la primera novela que conocí de este extraño escritor. Después llegarían otras tan curiosas y desconcertantes como esta. No es posible reseñar El tercer policía sin destripar algo de su contenido. Es una novela negra, pero no lo es. Su estilo es más de autores como Bioy Casares o Gómez de la Serna, pero con el humor de Wilde o el surrealismo de Carroll. Es una novela solo para lectores incondicionales, que abre el camino a otras joyas como las Crónicas de Dalkey o La boca pobre. Auténtica delicatessen lectora. 


Por último, hace unas semanas fallecía Verónica Forqué y, al abrir mi diario de lecturas, me encuentro con Bajarse al moro, la obra teatral de José Luis Alonso de Santos, cuya versión cinematográfica protagonizó la actriz hace mil años, cuando éramos jóvenes y aún creíamos en los Reyes Magos y en que era posible escapar de la comodidad burguesa. Releí entonces Bajarse al moro para usarla en el aula de 4º ESO, pero ya vi que a mis alumnos de 2007 les resultaban ajenos el humor, la ironía y las vivencias de los jóvenes de 1985, así que no volví a llevarla al aula, aunque sí la mantengo en las recomendaciones lectoras voluntarias. Personalmente, me parece una obra deliciosa, con un humor elegante y una crítica social tan sutil como demoledora. Por otro lado, la adaptación cinematográfica es un complemento muy atractivo para abordar las intertextualidades. Ahora, a casi 40 años de distancia, es todo historia. Unos clásicos de su género.

13 agosto 2021

Sesquidécada: agosto 2006

La sesquidécada de agosto de 2006 nos lleva de viaje por partida triple, un viaje en el tiempo, otro en la geografía y otro en la literatura. Pónganse cómodos que vamos con ello.

George Orwell nos traslada con Homenaje a Cataluña a un tiempo en el que la palabra libertad aún no había caído en manos de los usureros neoliberales del diccionario patriota. Es un relato autobiográfico que se convierte en novela imprescindible, como tantas otras ambientadas en la guerra civil, para entender qué nos jugamos entonces y qué corremos el riesgo de perder hoy día. Es también el testimonio de alguien que vivio de cerca el conflicto pero que lo muestra con una perspectiva que huye de las moralejas y del maniqueísmo de esas visiones que solo contemplan dos bandos homogéneos enfrentados. Como señala Gabriel Jackson, "no hay otra obra breve en la inmensa literatura sobre la Guerra Civil española que ilustre tan agudamente los dilemas políticos y filosóficos de la República en tiempos de guerra". Un viaje en el tiempo más que necesario en nuestros días de olvidos interesados.

El viaje geográfico lo haremos de la mano del cineasta David Mamet con un pequeño relato por el paisaje otoñal de Vermont: Al sur del edén. No es un libro de viajes, ni una guía, ni siquiera una novela, solo impresiones sobre una geografía que evoca sueños, sentimientos, recuerdos y pensamientos tejidos entre los bosques y ríos de un territorio todavía a salvo del deterioro humano. Es en definitiva un libro ligero para refrescarse en las tórridas tardes de verano, soñando con un edén más o menos inalcanzable.

Finalmente, el viaje literario se lo dejamos a Orhan Pamuk y una novela imprescindible: Me llamo Rojo. Se trata de una novela que moviliza buenos recursos literarios para trazar una intriga que en realidad se convierte en una excusa para reflexionar sobre el arte, la cultura, el amor, la escritura, la pintura, la religión... No alcanzo a recordar la trama, pero sí la sensación de estar embarcado en un relato muy rico y vivo, en el que las referencias culturales acompañaban al lector en un viaje sugerente por el mundo de los libros en el imperio otomano del siglo XVI. Una joya literaria.

01 julio 2021

Sesquidécada: junio 2006

Veo el registro de lecturas de junio de 2006 e imagino que sería un mes muy intenso en lo laboral y personal, ya que únicamente aparecen el Leviatán de Paul Auster y el inicio de un libro de viajes de Paul Theroux: En el gallo de hierro. Del primero confieso que no recuerdo nada, aunque me suena que me gustó bastante, de modo que poco puedo aportar a esta sesquidécada. Respecto a Theroux, es un autor que me interesa mucho porque su manera de contar los viajes siempre es sugerente y muy apropiada para distraerse en vacaciones. Theroux es un experto viajero que sabe seleccionar los detalles necesarios para que un libro de viajes sea algo más que una guía de aventureros y para que tampoco sea un diario demasiado lírico o costumbrista. En el gallo de hierro podemos encontrar un periplo por tierras de China y Mongolia, de Pekín a Shanghai, de Shanghai a Cantón, y de allí hacia el norte por todo el interior del país. Un viaje en tren por la China menos conocida, conviviendo con la gente que viaja en vagones que contrastan con la modernidad actual de la red ferroviaria china. Probablemente es una lectura que se convertirá en historia con la evolución del coloso asiático, pero siempre conservará el sabor nostálgico de los grandes viajes en tren.

18 julio 2020

Sesquidécada: julio 2005

No he podido recordarlo, pero algo estaría maquinando para revisar de cabo a rabo la Poética de Aristóteles en pleno julio de 2005. Es una obra de referencia para los filólogos, breve, amena y muy clara, que también resulta interesante (igual que su Retórica), para entender el discurso de la política o de la publicidad. Por ejemplo, dice Aristóteles que "es preferible elegir cosas naturalmente imposibles, con tal que parezcan verosímiles, que no las posibles, si parecen increíbles"; les suena ¿verdad? 

En esta sesquidécada hay también ansia de viajes, con un autor que merece la pena seguir: Paul Theroux. Es un referente en la literatura de viajes y recupero aquí Las columnas de Hércules, un periplo por países del Mediterráneo. Su estilo es muy ameno y lleno de referencias culturales que no llegan a ser eruditas ni didácticas. La buena literatura de viajes no debe confundirse con una guía turística y en ello Theroux es muy habilidoso. Casi todos sus libros ofrecen esa grata sensación de convertirse en acompañante del viajero, descubriendo con él cada lugar como un hallazgo. Con tanta plataforma digital de contenidos, puede que este tipo de literatura quede cada día más relegada a unos pocos friquis.

Y para terminar, un poco de música. Las memorias ochenteras de Sabino Méndez en Corre, rocker, una crónica personal del integrante de Loquillo y los trogloditas y varias bandas más. Es un buen libro para recordar momentos de aquella época y para entender lo que ocurría en la trastienda de la movida. Un documento para la nostalgia y para entender que los héroes también tienen sus ruindades.
Felices lecturas veraniegas. 

23 junio 2018

Sesquidécada: junio 2003

Esta sesquidécada, quizá por la cercanía del verano, suele venir cargada de libros de viajes. Tres obras recupero, cada una de ellas de un estilo diferente, para que haya donde elegir. Comencemos el viaje.

El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Más conocida por la adaptación sui generis al cine en Apocalypse now, la novela de Conrad es un relato complejo, mucho más profundo que un mero viaje al corazón de la jungla. Hay novelas que te dejan un recuerdo nítido de su trama o de sus personajes, pero otras, como esta, que te dejan un recuerdo cenagoso, una sensación turbia no haber escapado de ellas, como si sus líneas se hubiesen desmadejado en tu memoria y formasen una telaraña que no te puedes sacudir. El horror, un horror demasiado cercano, especialmente si lo ponemos en relación con la Europa de nuestros días.

El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez. Una compañía de teatro ambulante en la España de posguerra, poco más hace falta decir. Lectura ideal para amantes de la literatura, del teatro, de los cómicos de la legua, del nacimiento del cine, del hambre y la miseria de un país devastado por la sinrazón. Una novela que no suele aparecer destacada en las historias de la literatura, a pesar de representar como pocas el contexto de recepción del teatro español de masas, alejado del teatro burgués de las clases medias y del teatro intelectual de las minorías.

La Biblia en España, de George Borrow. A pesar de su título, nada tiene que ver con lo religioso, más allá del motivo que impulsa al viajero Borrow a visitar España. Los relatos literarios de viajeros suelen ser bastante extensos, pues es condición intrínseca del extraño demorarse en todas las cuestiones curiosas, sin embargo, la narración de George Borrow, don Jorgito el inglés, como lo llamaban en los albores del XIX, es una auténtica delicia para cualquier lector. Inasequible al desaliento y con una mentalidad demasiado avanzada a su época, recorre aquella España atrasada intentando vender biblias; en su empeño y gracias a la hospitalidad de los gitanos, acaba convirtiéndose en un experto en caló, idioma al que traduce las Escrituras. El relato autobiográfico de sus andanzas no tiene desperdicio y es una lástima que siga siendo un libro bastante desconocido.

Espero que tengáis un buen verano de lecturas y que podamos seguir hablando de ellas.

29 agosto 2017

Sesquidécada: agosto 2002

Mientras leía hace unas semanas el último libro de Antonio Orejudo, Los cinco y yo, recordaba con buen sabor la primera novela suya que leí, Ventajas de viajar en tren, y por azares del calendario resulta que es una de las candidatas para protagonizar esta sesquidécada de agosto de 2002. 
Reconozco que me animé a leerla al ver esa portada que invita al viaje, aunque luego se trate de un viaje muy particular. Aun así, fue una novela que me gustó bastante, una de esas narraciones extrañas que siempre merecen ser revisitadas. Lástima no tener más tiempo para ello. No daré ninguna pista acerca de su contenido para que os animéis a leerla.
Hablando de viajes, la segunda reseña que rescato en estas postrimerías de agosto tiene mucho que ver con el descanso y el reposo vacacional. Se trata de Un año en Provenza, de Peter Mayle, un relato de las vivencias de un británico en el sur de Francia. Es una lectura que invita a degustar los placeres del buen comer y beber, y también a huir de las prisas y el ajetreo urbano. Una obra recomendada para superar el síndrome postvacacional.

Por último, un libro inclasificable, entre lo biográfico y lo metaliterario, la novela-ensayo Bartleby y compañía, de Enrique Vila-Matas, un complejo entramado de ficción y realidad al hilo de los escritores que deciden dejar de serlo, si alguna vez lo han sido. Una obra que comenzó una serie en la producción de este autor solo recomendable para filólogos y aspirantes a escritor.

No me extiendo más, que ya veo acercarse septiembre por el horizonte. Feliz vuelta al trabajo.

24 enero 2016

Sesquidécada: enero 2001

Empezamos las sesquidécadas del año 2001, aquellas lecturas de hace quince años, con unas recomendaciones viajeras, tanto por los espacios reales como los de la ficción. Los lectores del blog ya conocen mi afición por la literatura de viajes, especialmente la de viajeros de otras épocas, aquellos que ofrecen una visión que permite comparar en qué hemos cambiado y en qué no. 

El primer libro que reseño es el Viaje a los Estados Unidos de Louis L. Simonin, un ingeniero de minas francés, tan aficionado a viajar como a escribir sobre sus andanzas. Esta obra es una recopilación de sus observaciones sobre los Estados Unidos alrededor de 1870. Al margen de las numerosas reflexiones sobre aspectos de la técnica, especialmente del ferrocarril, algunas de sus anotaciones son muy curiosas para el lector de nuestro siglo. Aquí parece vislumbrar el comercio global y el TTIP:
Llegará el día, sin duda, en el que tubos subterráneos recorrerán el globo y donde por un golpe de pistón, por medio de una máquina neumática, se enviarán estas provisiones de un extremo al otro del universo. Será el día en que cada país producirá solamente lo que puede producir y habremos terminado de una vez por todas con los hortelanos parisinos.
Por supuesto, también describe la situación de las clases más desfavorecidas, como los inmigrantes irlandeses o los indios:
Es en este despacho de trabajo donde se consiguen la mayor parte de las sirvientes, tan difíciles de encontrar en América. Son sobre todo irlandesas quienes se ocupan de estas funciones domésticas que ningún americano consentiría en realizar.
Quiero aprovechar la oportunidad de traer la obra de Simonin para mencionar otra lectura que acabo de terminar y con la que está muy relacionada. Se trata de La América de una planta, otra crónica de un viaje por Estados Unidos, en esta ocasión de dos periodistas rusos en el año 1935. Es un libro ameno y delicioso, con el aliciente añadido del choque entre el punto de vista de estos dos comunistas con el mundo que acababa de pasar por el crack de 1929 y que empezaba un nuevo despertar capitalista. Aunque hay muchos fragmentos interesantes (incluyendo el paso por los Estados del Sur y la situación de los negros), os dejo en la imagen una breve cita de las reflexiones de un director sobre el cine de Hollywood:

Por último, esta sesquidécada, como decía al principio, incluye también un viaje a los paisajes de la ficción. Se trata de una novela de Luis Mateo Díez, La ruina del cielo, otra de sus obras ambientadas en Celama. Si hemos de buscar un equivalente a Juan Rulfo, sería éste nuestro autor, un escritor que cuida el lenguaje hasta el extremo y que es capaz de crear un universo lleno de evocaciones, sueños y vidas que nunca sabemos si se extinguieron o no. En tiempos revueltos, recuperar las novelas de Luis Mateo Díez puede ser bastante terapéutico.

21 julio 2015

Sesquidécada: julio 2000


Con los rigores del verano atacando con fuerza, la sesquidécada de julio viene con lecturas ligeras, variadas y para todos los gustos. En primer lugar, para los lectores de prensa, tenemos una recopilación de columnas de Juan José Millás, a quien suelo recomendar asiduamente en este blog. Aunque hay muchas antologías de "articuentos", como llama Millás a sus ficciones de opinión, la que leí en julio de 2000 se llamaba Cuerpo y protésis. En ella hay numerosos textos relacionados con el cuerpo humano y con el extrañamiento que produce en general el funcionamiento de las personas, en sí mismas y en su relación con la sociedad. Sin duda, Millás está en su salsa en este género corto, un paso intermedio entre los extensos artículos de Larra y la brevedad de Twitter. La arquitectura de las columnas de Millás, como él mismo ha comentado en alguna ocasión, es similar a la de los insectos, cabeza, tórax y abdomen. Y del mismo modo que un entomólogo observa con pasión la perfección de esos pequeños seres, los lectores de Millás contemplamos entusiasmados el entramado verbal y la brillante artesanía compositiva que se muestra en gran parte de su producción periodística, mucho más interesante a mi juicio que la de sus novelas. A pesar de que algunas de aquellas columnas han perdido el referente que les dio origen, os animo a que les echéis un vistazo.

Para los lectores que buscan literatura de calidad sin agobios de tiempo ni extensión, ofrezco el segundo autor de la sesquidécada: Augusto Monterroso. Sus cuentos son exquisitos, auténticas joyas de la narrativa breve, comprometidos en ocasiones, líricos en otras, siempre literarios. Quizá reconocido mundialmente por su célebre microrrelato del dinosaurio, merece la pena acercarse a otros cuentos no tan famosos pero igualmente espléndidos. En clase de 2º de ESO llevamos años trabajando el cuento "El eclipse", comparándolo con el cómic de Tintín en el Templo del Sol, y que nos da pie a criticar la visión soberbia de las culturas occidentales frente al saber de los mayas y otros pueblos americanos. Por suerte, hay muchísimas ediciones digitales al alcance del lector actual. Es difícil elegir uno, pero en estos días de leyes y mordazas no habría que olvidar "La oveja negra", humor negro para un mundo teñido de cierta desesperanza.

Historias de viajeros (Naukas)
Por último, ofrezco una delicatessen para filólogos, historiadores y otras gentes de mal vivir. Se trata de una obra poco conocida pero que esconde un gran tesoro para lectores exigentes: Los viajes de Juan de Mandeville. La edición original es del siglo XIV y su autor firma como John Mandeville, aunque no se conoce realmente si existió alguien con ese nombre o en realidad es un personaje ficticio inventado por algún monje de la época. El libro relata los viajes de John Mandeville (o Juan de Mandavila) por Tierra Santa, India, China y otras tierras legendarias, en las que se describen animales y pueblos exóticos. Sin embargo, se trata de un gran engaño literario, pues dichas observaciones son producto de lecturas de otras obras de la época, como bestiarios, textos bíblicos, leyendas más o menos populares, etc. Esto no fue obstáculo para que se convirtiese en un best seller durante muchos siglos, con lectores ilustres, como Cristóbal Colón, que quizá viese reforzadas sus teorías al leer en este libro que se podría dar la vuelta al mundo si se viajase en línea recta ininterrumpidamente. Recomiendo, si tenéis ocasión, leer la versión en facsímil de una edición en castellano del siglo XVI, disponible en bibliotecas universitarias, pues en ella se pueden apreciar las ilustraciones de las razas extraordinarias que describe el autor de los viajes. Si no puede ser, existe una versión muy digna en los clásicos universales de Cátedra, que también os hará disfrutar de un viaje pseudo-histórico-geográfico-literario en el tiempo. Para los más friquis, también está accesible la versión original en inglés.
De la mano de Gorka Fernández, podéis escuchar el podcast de esta sesquidécada en El Recreo (a partir del minuto 27). Feliz verano, felices lecturas.

25 enero 2015

Sesquidécada: enero 2000

Se cumplen ahora seis años de sesquidécadas, 72 notas en el blog hablando de lectura y literatura. Esta serie se inició en una época en la que la irrupción de Twitter levantaba rumores acerca de la muerte de los blogs. Y aquí estamos todavía, tal vez distintos, pero vivos. Esta sesquidécada, la número 73, como corresponde a la magia de sus cifras, es también un poco especial, porque gracias a mi amigo y colega Gorka Fernández -uno de los más veteranos blogueros, incluso antes de formar parte de Tres Tizas- damos el salto a la radio y al podcast. En su programa El Recreo irán apareciendo mensualmente reseñas de estas sesquidécadas, en un formato más abierto, que permita hablar relajadamente de libros y lecturas. La primera entrega, la de este mes de enero, la podéis escuchar en este podcast -a partir del minuto 28-, donde también se incluye una recomendable entrevista a Juan Carlos Palomino, responsable de Espiral. En ella cuento el origen de esta serie y desvelo algunos secretos de su trastienda.


Como se señala en el podcast, esta sesquidécada de enero sacrifica algunas lecturas interesantes de enero de 2000 -lo siento por Luis Landero o por Gil Vicente- para convertirse en una nota viajera, hacia Oriente y hacia Occidente.

El primer reseñado es Alvar Núñez Cabeza de Vaca con sus Naufragios. De los cronistas de Indias, nos hemos quedado con Bartolomé de las Casas, olvidando que hay espléndidos relatos con estilos muy diversos. La de Cabeza de Vaca es la primera crónica de los pasos europeos por el sur de Estados Unidos, especialmente la zona de la Florida y el Golfo de México. En ella se puede apreciar el asombro y la curiosidad ante unos territorios jamás vistos con la aparición de animales y plantas desconocidas a los que hay que nombrar. En el texto de los Naufragios aparecen palabras nuevas que irán engrosando el léxico castellano. Solo por ello merece la pena asomarse aunque sea un poquito a sus páginas.

El segundo texto es el Viaje de Jerusalem del maestro Francisco Guerrero, un músico renacentista relegado durante siglos y recuperado recientemente por Jordi Savall. Accedí al texto original de Guerrero gracias al apoyo de José Luis Canet, Julio Alonso y Vicent-Josep Escartí, con quienes estaba desarrollando diversos cursos de doctorado en la Universitat de València. A Vicent Escartí, especialista en textos memorialísticos, le propuse orientar mi trabajo hacia una edición digital semipaleográfica acompañada de la versión modernizada; de este modo, el texto de Guerrero quedó a disposición de los estudiosos desde aquel año de 2000. Ahora he recuperado la versión completa con notas y os la dejo también a vosotros. La edición de este texto del viaje fue para mí una experiencia maravillosa porque me obligó a aprender mucho sobre Tierra Santa, sobre los Evangelios e incluso sobre Música, especialmente en su conexión con muchos de nuestros poetas clásicos. Es una suerte poder compartirlo con vosotros y verificar de este modo que, como apuntaba hace poco en la plataforma Lectyo, leer no es un acto solitario, sino una actividad colectiva que permite tejer una red de complicidades. Nos leemos y nos escuchamos en la próxima sesquidécada.

15 agosto 2010

Sesquidécada: agosto 1995


Luis Landero, Miquel Llor, Valle-Inclán, Eduardo Marquina, Juan Carlos Onetti, Charles Baudelaire, Rojas Zorrilla, Américo Castro, Henry James e incluso dinamita cerebral... Si madurar como lector supone un cierto rigor en la selección de las lecturas y dejar de picotear aquí y allá, tal vez pueda considerar que he madurado en los últimos quince años. Al menos, mis listas de lecturas actuales no parecen un cajón 'desastre' como esta que acabo de citar: Lo que he perdido en variedad lo he ganado en cordura.
Para esta sesquidécada, del lejano agosto de 1995 voy a rescatar, sin embargo, a un autor casi desconocido: James A. Michener. En aquel año empecé a leer la serie de tres volúmenes Iberia: Viajes y reflexiones sobre España, editada por Grijalbo y que no creo que hayan vuelto a reeditar. Reconozco que me atraen mucho los libros de viajes, en especial los de viajeros extranjeros por España; es una pasión que nació cuando apenas era un niño tras la lectura de los Cuentos de la Alhambra, de Washington Irving, y de Carmen, de Prosper Merimée, y que sigue vigente hoy día, pues hace muy poco leí las Aventuras de un irlandés en España, de Walter Starkie (por cierto, recomiendo vivamente la lectura de La Biblia en España, de George Borrow -editorial Alianza-, una deliciosa visión de la España de principios del XIX llena de momentos divertidos y de reflexiones lúcidas sobre cultura y política).
Volviendo a Michener y sus viajes por España, se trata de una crónica viajera muy personal con el paisaje de la España de los años sesenta como fondo y figura. En algunos momentos, la narración discurre por diferentes tópicos como los toros o el Camino de Santiago, pero el carácter subjetivo de la obra nos deja momentos muy interesantes que sirven para que no olvidemos quiénes fuimos e incluso quiénes no hemos dejado de ser.
Consciente de que sois pocos los que aguantáis un agosto bloguero, me atrevo a copiar extensas citas que me parecieron interesantes en su día y que creo que todavía tienen vigor y mucha actualidad. Espero que os gusten.
Cualquier nación que sea capaz de desayunarse todos los días a base de chocolate con churros merece quedar exenta de demostrar su valor de otras maneras. (Vol. II, p.206)
Los españoles son conservadores en el vestir (...) No vi ni una sola camisa de sport, ni siquiera un traje de color claro. (Vol.I, p.53)
Uno de los indicios más seguros de que nos hallamos en España es el número de muchachas casadas que han dejado de cuidar la línea y han engordado (...) en cuanto una mujer se casa, ya puede tumbarse a la bartola; tiene a su hombe y no hay nada de este mundo que se lo pueda quitar, de modo que ya le tiene sin cuidado engordar. En España no hay divorcio, y ni sus hijos ni su hogar pueden serle arrebatados, o sea que se siente segura. Naturalmente, lo más probable es que su marido se eche una amante. Las tres cuartas partes de esos caballeros españoles (...) tienen una amante (...) (Vol.I, p.54)
Dudo que haya otro país europeo con más porcentaje de ruido que España (...). Todos los que poseen televisores se creen en la obligación de ponerlos al mayor volumen posible, para que los vecinos se enteren. Los dueños de motocicleta han de tener el acelerador rugiendo el día entero, para envidia de los que no han tenido tanta suerte. (Vol.I, p.136)
España está realmente corriendo peligro de achabacanar las cosas mismas que le hacen atractiva a los turistas. (...) Si esta cultura, por obra de los propios españoles, se convierte en parodia de sí misma, nadie que tenga buen gusto volverá a ocuparse de ella. (Vol. I, p.229)
La situación de los literatos en España es lo contrario a la existente en Estados Unidos: los escritores norteamericanos ganan mucho dinero, pero apenas influyen en la sociedad en que viven; los españoles, por el contrario, ganan poco, pero una vez muertos se convierten en figuras nacionales. (Vol.III, p.46)
Si la aristocracia española hubiese aceptado deberes dirigentes proporcionados a los privilegios de que disfrutaba (...), España habría prosperado, pero no aconteció así. Cuando España necesitaba industrializarse, los nobles dijeron que no. Cuando España necesitaba un Ejército y una armada de primera fuerza para defender su Imperio, los nobles insistieron en utilizar estos contingentes bélicos en pro de sus intereses personales, con un general para cada diez o quince soldados rasos, deformando de tal manera al Ejército que, de ser el mejor de Europa, pasó a ser el peor. Cuando le llegó a la Iglesia el momento de hacer en España lo que había hecho en los demás países de Europa, es decir, reajustar la religión a las circunstancias de un mundo en evolución, los nobles, desde sus puestos de poder, se negaron a permitir toda actitud crítica. Ninguna nación europea, con las posibles excepciones de Hungría y Rumania, ha sido tan mal servida por su clase dirigente como España. Tenían capacidad moral e intelectual de Gobierno, pero no la usaron; en vez de buscar el bien común no buscaron más que el propio, y el abismo entre ellos y el pueblo se ensanchó trágicamente. (Vol.II, p.50)
No recordaba ningún país, aparte de la India, donde la diferencia entre ricos y pobres fuese tan grande. (Vol.I, p.122)

22 enero 2007

Viajero de sillón

Habla Joselu en su blog del viaje como experiencia de vida. Él mismo nos ha relatado estas navidades un maravilloso periplo (iniciático) que resume la experiencia del ser humano ante lo desconocido. En su nota, un lector ha comentado que el viaje, en ocasiones, envejece y no nos hace más sabios.

Por mi parte coincido en que el viaje siempre es fuente de conocimiento, pues nos hace enfrentarnos a la hostilidad de lo nuevo, desautomatiza la rutina y provoca un esfuerzo suplementario del instinto de supervivencia. El viaje es un acto que nos convierte en adultos y por ello me agobia apreciar en mis alumnos ciertas reticencias frente a los viajes -intercambios, cursos de verano, Erasmus-, como si se tratase de un temor a hacerse mayores, como un apego al hogar que los hace infantiles fuera de tiempo.

Sin embargo, desde que existe la literatura, todos sabemos que no es necesario viajar para sentir la experiencia viajera, que la imaginación pasa por encima del lastre corporal y nos sitúa en un plano superior de las experiencias físicas.

Quizá, quienes más sabían de esto eran los viajeros de la Edad Media, expuestos a mil asechanzas y contratiempos y que, aún así, se aventuraban a llegar a tierras perdidas más allá de sus propias imaginaciones. Pero, ante un original, siempre acaba por surgir la copia. Y la copia de un relato viajero 'verídico' siempre puede ser más sustanciosa si se añaden detalles interesantes, 'pecata minuta' para entretener, más que nada.

No hace mucho, Umberto Eco recreó esos viajes medievales en su novela Baudolino. Eco es un experto en la Edad Media y un gran fabulador, por eso no le pasó inadvertido ese mundo de viajeros 'mentirosillos' que seguramente no se habían movido de su silla mientras describían un mundo más leído que visitado.

Uno de los textos más entretenidos de esta generación de viajeros virtuales es el Libro de las Maravillas del Mundo, de John Mandavila (o Los viajes de sir John Mandeville -ed. Cátedra-), un autor del siglo XIV, tan mentiroso como para encubrir su propio nombre con un seudónimo. Probablemente salió de su casa, pero no debió de pasar más allá de Egipto, por lo que sus correrías son, en su mayor parte, ficticias.

La obra pretende ser un viaje por Asia, incluyendo Tierra Santa, por supuesto, y en él se recogen datos ciertos refrendados por otros viajeros de la época, incluido Marco Polo. Sin embargo, entre bromas y veras, aparecen fragmentos tomados directamente de los bestiarios, de las historias naturales, de las recopilaciones de anécdotas orientales, etc. De este modo, aparecen hombres sin cabeza y con la cara en el pecho, otros con cabeza de perro, otros con un solo pie enorme con el que se protegen del sol, etc. además de un sinfín de animales imaginarios como el basilisco o el ave fénix, por no hablar de la mítica tierra del Preste Juan.

En fin, que lo que me interesaba era imaginar a ese falso viajero, rodeado de libros de viajes, escribiendo una obra acerca de aventuras soñadas; me interesaba imaginar sus ideas acerca de los posibles lectores: ¿pensaría que lo iban a creer? ¿acaso él mismo creía lo que leía y escribía? ¿creería, como apunta el lector de Joselu, que no vale la pena envejecer viajando con el cuerpo mientras la mente sea capaz de vagar libre...?
Y siguiendo ese hilo, me pregunto yo: ¿en qué punto se aleja lo literario de lo real? ¿para qué contentarse con lo limitado si podemos disfrutar de lo infinito? ¿cuántos de ustedes preferirían no conocer tantas certezas del mundo para poder imaginar razas y lugares imposibles? ¿Eh?