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23 agosto 2016

Sesquidécada: agosto 2001

En agosto de 2001 estaba preparando algunos artículos sobre Juan Luis Vives, ese casi desconocido en esta tierra y que en cualquier otro lugar del mundo sería un referente. Mientras leía algunas monografías sobre el humanista valenciano, me asombraba la paciencia con que tuvo que aguantar su exilio, ese retiro forzado por sus antecedentes familiares judíos. Lo imagino en Brujas enterándose de que la Inquisición ha desenterrado los huesos de su madre para quemarlos en público. Lo imagino rechazando una y otra vez, por miedo o por despecho, volver a una España de rencorosos mediocres y de envidiosos ante la inteligencia ajena. Lo imagino muriendo lejos de su tierra y con la espina clavada de no haber podido saldar con su inmensa obra la mancha del odio racial. Nada nuevo, en fin.

Entre aquellos manuales de historia y filología se colaron, sin embargo, algunas lecturas que conviene traer a la memoria en esta sesquidécada. El primer autor es un clásico de nuestra literatura, Benito Pérez Galdós: su novela Miau impregnó algunas de aquellas tardes de verano con el aroma del Madrid castizo finisecular, con funcionarios cesantes y preocupaciones pequeñoburguesas. Es una obviedad recomendar a Galdós en un blog de filólogo, pero ante los retazos de lecturas digitales fragmentarios y dispersos de nuestros días, tal vez sea buena prescripción recuperar la prosa sosegada y llena de detalles del maestro canario.

También leí en aquellos días una antología de cuentos de Dino Buzzati, un autor para mí imprescindible tras la lectura de su novela El desierto de los tártaros. Los relatos de Buzzati son siempre inquietantes, como corresponde al cuento moderno, y dejan al lector balanceándose en esa estrecha franja entre el desasosiego intelectual y la satisfacción estética.

La última recomendación enlaza casi con el próximo inicio de curso, pues se trata de los textos del Juan de Mairena, de Antonio Machado, un imprescindible conjunto de reflexiones heterónimas acerca del arte, de la pedagogía, de la historia, de la literatura... Pasearse por los textos de Mairena es casi vivir en directo las preocupaciones de una generación que quiso renovar una España caduca, aquella misma España que quemó a los padres de Luis Vives y que con gusto hubiese hecho lo propio con él mismo de no haber puesto tierra de por medio. Leer a Juan de Mairena, a Abel Martín, a Antonio Machado es también redescubrir el oficio de maestro, algo necesario, cada día más:
No olvidéis que es tan fácil quitarle a un maestro la batuta, como difícil dirigir con ella la quinta sinfonía de Beethoven. 

24 octubre 2015

Sesquidécada: octubre 2000

Decía José Martí que "hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro". En octubre de 2000 conseguí cumplir la que me faltaba, que era escribir un libro. En esta sesquidécada recordaré aquel De civilitate: escrits i dansa sobre l'Humanisme, una obra de encargo de la que fui editor y en la que también participé como biógrafo y compilador. 
Por aquel entonces, se había organizado en Valencia "Cinc segles", un conjunto de actividades culturales alrededor del quinto centenario de su universitad, y andaba yo todavía enredado en cursos de doctorado y documentando mi proto-tesis. Mi amigo Vicent-Josep Escartí, con quien había colaborado en algún artículo universitario, me puso en contacto con Toni Tordera para que preparase una recopilación de textos de tres grandes humanistas alrededor del tema de la civilidad o urbanidad: Juan Luis Vives, Erasmo de Rotterdam y Tomás Moro. Además, se incluirían unos textos y reflexiones del coreógrafo Santiago Sempere, quien montaría un espectáculo con ese mismo hilo temático. En aquel proyecto participaron también con biografías o artículos los periodistas Martí Domínguez y Enric Sòria, además del propio Escartí.
El encargo me tuvo ocupado varios meses. Recuerdo que pasé el verano picando textos -apenas había obras digitalizadas-, corrigiendo y componiendo con un portátil Toshiba que me había comprado de segunda mano. Fue una labor muy motivadora que me obligó a revisar y seleccionar citas de entre los muchos escritos de los tres humanistas, ya que en una de las partes del libro, se recogían esas citas como si se tratase de una tertulia entre los tres, para que casi resultase creíble ese encuentro ficticio. También me ocupé de la biografía de Erasmo, al que admiraba con devoción. 
No puedo decir que el libro fuese un éxito en las librerías y, si no recuerdo mal, solo me enviaron, años después, un ingreso irrisorio de derechos de autor. Era un libro muy específico para una ocasión muy circunstancial. Sin embargo, estuve -y estoy- muy orgulloso de haberlo sacado a la luz y de verlo hoy en el escaparate de los Google books, con esa satisfacción de haber cumplido con la tercera de las exigencias de la vida que mencionaba José Martí.

No cerraré esta sesquidécada sin mencionar otros dos libros que leí en aquel octubre de 2000 y que os resultarán tal vez más divertidos e interesantes. Rabos de lagartija, de Juan Marsé y La soledad era esto, de Juan José Millás. El primero, que ganó en su día el Premio Nacional de Narrativa, es una novela ambientada en la Barcelona de mediados del siglo XX, con unos personajes entrañables y una trama muy bien contada. La soledad era esto, en cambio, es una novela de los 90, con el sello personal de Millás, probablemente una de las mejores para mi gusto, y que prefigura ya muchos de sus rasgos de estilo.

25 noviembre 2012

Sesquidécada: noviembre 1997


Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Tal vez por azar, esta sesquidécada de noviembre tiene mucha relación con la condición de la mujer y con su lugar en este mundo gestionado por hombres. En aquel lejano noviembre de 1997, uno de los cursos de Doctorado que realicé en mi carrera sin rumbo fijo tenía el apasionante título de "La imagen de la mujer en el Siglo de Oro". Lo impartía Teresa Ferrer y creo que fue el primer trabajo de investigación serio que abordé, y además lo hice con un entusiasmo desbordado. Las primeras lecturas iban encaminadas a mostrarnos los programas de educación de la mujer en el siglo XVI. Los autores de referencia: Juan Luis Vives y Fray Luis de León. Ambos pertenecían al estamento religioso y ambos fueron perseguidos por sus correligionarios. Veamos qué ideas tenían acerca del papel de la mujer.
Juan Luis Vives fue uno de los más lúcidos humanistas del siglo XVI. Tal vez por ello tuvo que marcharse de España, iniciando así una larga nómina de cerebros fugados que llega hasta nuestros días. Tras su éxito como intelectual en toda Europa, sus amigos españoles insistían en que volviese del exilio, pero Vives, que había visto exhumar los huesos de su madre para ser quemados por judaizante, prefirió morir lejos de España antes que convertirse en mártir por decir las cosas claras.
Por lo que respecta a las mujeres, la obra más conocida es Instrucción de la mujer cristiana, dedicada a Catalina de Aragón. Pretendía servir de modelo pragmático de conducta para las mujeres de la clase alta urbana de Europa. En ella se define a la mujer como un ser inclinado al placer sensual, mudable, con inclinación al mal, envidioso, necesitado de amparo... y se dan una serie de recomendaciones para que sea obediente, casta y doméstica. Este programa de educación incluye una serie de lecturas virtuosas para conseguir tal fin: Séneca, Cicerón, San Jerónimo...

Pocos años más tarde, será Fray Luis de León quien vuelva al tema con otra obra similar: La perfecta casada. El público al que va destinada esta obra es también de clase alta y pretende la misma ejemplaridad que Luis Vives. Insiste en los mismos defectos de la mujer: ánimo flaco, inclinada al ocio y al gasto, habladora en exceso, falta de ingenio, rencillosa y falta de cordura y seso. Los remedios que propone van en la línea que ya conocemos: matrimonio, vida ocupada, honestidad, silenciosa, ahorradora... 

Ambos autores toman como punto de partida las cartas de San Pablo Ad Corintios, aunque matizadas con las ideas de Erasmo en la Institución del matrimonio cristiano, también presente en los Coloquios matrimoniales de Pedro Luján.
Con los siglos, la lectura de estos autores tal vez nos parezca rancia y misógina en extremo. Sin embargo, no debemos olvidar, como he apuntado arriba, que los dos fueron personas adelantadas a su tiempo, con unas ideas bastante renovadoras que les llevaron incluso a la cárcel o el exilio. Los programas de ambos sitúan a la mujer en un lugar concreto del mundo, el hogar o la familia, un ámbito reducido sí, pero al menos con unas ciertas atribuciones y poder. Hemos de considerar que 'los otros', quienes dominaban los púlpitos ni siquiera tenían un programa educativo para la mujer, porque para ellos ni siquiera merecían atención por ser seres inferiores. De este modo se explica que, por ejemplo, Giambattista Porta, en su Magiae naturalis, dedicado a Felipe II diga que "las mujeres durante su periodo menstrual pueden infectar los pepinillos y los melones por el mero hecho de tocarlos o mirarlos haciendo que los mismos se marchiten (...) Contaminan con su sangre melancólica a otros seres humanos a través de los ojos...". El fraile Castañega aconseja vestir a los niños con "unos pedazos de espejo pegados a los cabellos sobre la frente" para protegerlos de la mirada de "las viejas que han dejado de purgar sus flores". Gaspar Navarro, en 1631, afirma que "este sexo femenino es más flaco de cabeza y las cosas naturales o ilusiones del Demonio las tienen por del Cielo, y de Dios; sueñan más que los hombres y piensan que son verdades apuradas... son más imaginativas que los hombres, pues como tengan ellas menos juyzio y discurso, y menos prudencia, más se inclina el Demonio a engañar a las mugeres". Estos 'pensamientos mágicos' acerca de la mujer, compartidos por la mayoría de intelectuales del clero, o fuera de él, siguieron dominando el mundo durante varios siglos más, hasta la llegada de la Ilustración.
Por suerte, los programas educativos de los humanistas fueron evolucionando y hoy en día cualquier mujer tiene las mismas oportunidades que un hombre, cobra el mismo salario, tiene la misma consideración social y puede decidir por sí misma sin ser considerada un ser inferior, con lo que la celebración de este día contra la Violencia de Género pronto dejará de tener sentido, ¿o no?