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viernes, 24 de abril de 2015

Deambular

El barrio de Tetuán es un sitio extraño. La disposición de las calles no tiene ningún sentido. Algunas que parecen grandes y transitadas de repente acaban en muros. Otras dan vueltas y vueltas durante varias manzanas. Otras que parecen simples callejones en realidad están atestadas de comercios. Todas están llenas de solares, de edificios de principios de siglo que se caen a pedazos, de recovecos mal iluminados, de casas abandonadas, de arreglos arquitectónicos que rozan el surrealismo. Por eso es muy fácil perderse. El barrio te absorbe en un punto determinado y te suelta lejos de allí, en medio de un solar o frente a una mantequería de 1910 o junto al local donde la santera te hace todos los amarres que necesites. Me ha pasado varias veces, sobre todo cuando voy distraída. El barrio nota tus pasos algo más vacilantes, percibe que estás deambulando, y lo aprovecha. Ayer me atrapó en la calle Topete y me soltó algunas manzanas más para allá, justo enfrente de una librería en la que no había estado nunca. Nada más entrar aluciné. Las pilas de libros y revistas llegaban al techo. La librería entera se caía abajo. 



       





Rebuscando en un montón de libros sobre catolicismo, evangelios y vidas de santos encontré un pequeño ejemplar rojo intenso. Al principio pensé que eran los Nuevos Testamentos, pero resultó que era el libro rojo de Mao. Quién sabe por qué estaba allí. Quizá simplemente por descuido, o quizá alguien pensó que era el sitio que le correspondía. El caso es que abrí la portada y era una primera edición en castellano, de 1966, impresa en China y numerado, en perfecto estado. Le pregunté al librero cuánto costaba y me miró de arriba abajo. Era difícil adivinar qué estaba pensando. Puede que evaluase cuánto podía pagar o puede que estuviese decidiendo si tenía que llevármelo o no. Después de un rato de silencio sonrió y me dijo “Te lo dejo en 10 euros y te aseguro que no puedo bajarlo más”. Cuando le di la vuelta vi que en realidad costaba 25, así que supongo que le caí bien. Quién sabe, quizá pasé una especie de prueba iniciática, porque todos los clientes que entraron mientras estaba allí fueron saludados por su nombre y se pusieron a rebuscar concienzudamente en un sitio muy concreto de la librería nada más entrar. Tendré que volver.






Después de aquello tuve que rehacer casi todo el camino para ir a Correos, porque ni siquiera sabía muy bien en qué lugar concreto del barrio estaba. Tras varias vueltas, acabé encontrando la oficina. Me habían llegado varios avisos de paquetes, aunquealgunos ni siquiera sabía muy bien qué contenían porque eran regalos. Los abrí allí mismo en la oficina de Correos y creo que hasta se me escapó alguna lágrima de la emoción.  








martes, 5 de agosto de 2014

Réquiem por Lolita




Leo la antología "Réquiem por Lolita" y me vuelvo a encontrar este poema de Unai Velasco. Ya lo conocía de su libro "En este lugar", pero es una pasada. Lo tengo tan subrayado y anotado que casi no puedo leerlo en el libro. De hecho he decidido copiar también los subrayados para que veáis a qué me refiero. Es un poco largo, así que solo he copiado las tres últimas estrofas. 


Una teoría centífruga

Dama de la marca, a tu pies yo arrojo mi colección de esponjas
mis aromas más tibios mis defensas
más bajas
una lanza de destellos para tus musculaturas verdes
para que tu furia arrecie y nuestras pieles se levantes sorprendidas. 
Yo toco al azar tus tres cabezas de hidra, y les impongo
mi catálogo de servidumbres, puedo respirar
tus escamas blancas
recojo los requisitos más luminosos de tu aliento, yo.
Porque conozco tus impuestos, la preparación
de tus jinetes
la polvareda de tu designio.
Mujer de los territorios desarrapados donde no crece el porvenir
vierto en tu voz chatarras viejas para que suenen
chatarras nuevas para que suenen.
Tú hocicas remueves limos limpios
huergas hueles entre la piara de besos
y todas mis ramas carnes crecen, entienden predicciones:
estuve en Dodona y vi hogueras de comunicación
sobre las mesetas.
Sé que curtes piel
    sé que te preparas para la guerra.



Mujer amada de esta marca, he destripado abundantes peces
he comido con avidez el hígado de las aves
he seguido los mínimos movimientos de tu pelo
                                                            su política,
y nada me ha revelado tu estrategia de lunares. 
Conducido a la batalla campal de las almas
paso revista a todas mis sabidurías.
                                                  Pero para qué
para qué acudir a esta guerra
si no hay aldeas que arrasar
                                        en mis brazos
mujeres que raptar
si por mi espalda no corren niños
                                cuyo pecho fracturar
bueyes pesadumbres que desjarretes.
Solamente hay maizales de desolación fructíferos
y mi barba es miserable, un cañaveral estanco.



Amada mía, ensortijada y botánica,
rindo en este lugar elegantes transformaciones,
he aquí la bisutería que mi cabeza puede ofrecerte
como una hilera de esclavos
como una rendición mis cojines
mas mullidos para el desencanto canto canto de alabanza
de alabanza
canto d


                                 es mentira
   es mentira


Unai Velasco
En este lugar (2009)

domingo, 6 de julio de 2014

Últimas lecturas: Walter Benjamin, Émil Cioran y Agota Kristof



Crítica de la violencia, Walter Benjamin (Biblioteca Nueva). Creo que la razón por la que más me gusta leer ensayo es porque me despeja la cabeza. Muchas veces me sucede que tengo una certeza sobre algo pero no me he detenido a pensarlo ordenadamente. Es como tener una especie de murmullo en el fondo del cerebro y no poder dejar de oírlo: intuyes lo que dice pero no acabas de entender las palabras exactas. Creo que eso es precisamente lo que hacen los buenos ensayos en mi cerebro: ayudarme a entender ese murmullo. Benjamin era una asignatura pendiente desde hacía un montón. Crítica de la violencia tiene apenas cien hojas, pero eso ha bastado para ayudarme a ordenar un montón de ideas que solo me daban vueltas en la cabeza como intuiciones. En concreto, por qué odiamos a la policía, por qué resulta tan insoportable su violencia y de dónde parte su legitimidad -o más bien, la falta de ella- en los distintos modelos de Estado. Sigo teniendo muchas deudas pendientes con Benjamin.





En las cimas de la desesperación, Émil Cioran (Tusquets). Supongo que En las cimas de la desesperación entra en la categoría de ensayo, pero me cuesta clasificarlo así. Quizá porque hay demasiado dolor, demasiada incredulidad, demasiada rabia. El efecto que ha producido Cioran en mí se parece mucho más al que me produce la poesía, que tiene que ver con introducir murmullos en mi cabeza mucho más que con aclararlos. Cioran hablándome al oído de los fuegos que le consumen, del dolor de despertarse cada mañana, de los abismos que todos llevamos dentro. En la introducción, el propio Cioran dice que escribió ese libro con veintidós años y que si no lo hubiese hecho seguramente se habría quitado la vida. No creo que la literatura sirva para nada, no creo que tenga ningún valor transformador ni que sirva para cambiar las cosas. Pero sí que estoy convencida de que es capaz de librarte de un montón de mierda. Quizá eso sea suficiente. 






Claus y Lucas. Agota Kristof (El Aleph).  El volumen que tengo -por lo que sé la última edición que se ha publicado en castellano-, incluye los tres libros que Agota Kristoff escribió sobre los dos hermanos que dan título al libro. Varias personas de las que me fío un montón lo tenían en sus listas de lecturas favoritas, así que me decidí a hacerme con uno. Solo un día después de haberlo terminado, me cuesta describir lo que ha supuesto Claus y Lucas para mí. Supongo que una forma sencilla de hacerlo es decir que a partir de ahora también estará entre mis diez lecturas favoritas, pero eso lo le hace justicia. Es uno de los libros más crueles y más terribles que he leído, pero sin duda también uno de los más hermosos. El primero de los libros que componen la trilogía, titulado "El gran cuaderno", es bello y retorcido y tortuoso y fascinante. Es un libro redondo, perfecto. De hecho, es tan perfecto que los otros dos libros casi resultan innecesarios. Son también hermosos, pero al lado del primero quedan casi deslucidos. Quizá porque en ellos los dos niños protagonistas ya han crecido y se pierde esa perspectiva aterradora de la infancia. Quizá porque hay mucho más de la historia de la propia Kristof en el primero que en los otros dos. 

jueves, 26 de junio de 2014

Aceldama




 “No hay ciudades, hay ficciones urbanísticas. 
Habitamos en los simulacros de la habitabilidad” 
Pornograffiti, Jorge Fernández Gonzalo

 “La verdadera identidad de Londres está en su ausencia. 
Como ciudad, ya no existe. En esto solo es verdaderamente moderna:
 Londres fue la primera metrópolis en desaparecer.” 
London, Patrick Keiller.


1º hipótesis-Francisco J. Pérez como creador de dispositivos de autohipnosis.  


Aceldama concebido como un libro no para contar una historia, sino para generar efectos en los que lo leen. Aceldama como un dispositivo de autohipnosis. Aceldama como una sustancia psicoactiva. Aceldama como un artefacto dirigido a la programación neurolingüística de los lectores. Aceldama como una trampa. 

2º hipótesis- Francisco J Pérez como creador de ciudades que funcionan como entidades orgánicas

Aceldama como una entidad orgánica. Arquitectura como prótesis. Arquitectura como entidad viva generadora de flujos. La ciudad como una extensión hipertrofiada de sus habitantes. 

3º hipótesis- Francisco J. Pérez como creador de ciudades que funcionan como instituciones totales

Aceldama como un conjunto de estructuras protésicas que escudriñan los cuerpos, los inspeccionan y los interpretan. Aceldama como una institución total: en tanto que entidad orgánica, todo forma parte de Aceldama. No hay nada fuera de Aceldama. Aceldama como una institución total de la misma forma que el cuerpo es una institución total en lo que respecta a cada uno de las células que lo forman. No hay posibilidad de salir. No hay nada fuera. No se está dentro o fuera de Aceldama, se es Aceldama.

4º hipótesis- Francisco J. Pérez como creador de un tratado de psicogeografía extrema.

Aceldama como un tratado de psicogeografía extrema. Como un mapa psicótico de Barcelona. Aceldama como una guía de los abismos de Barcelona. De Barcelona como ente orgánico. Las ciudades no son lugares, son entes. Si dejamos de entender la ciudad como un lugar, tenemos que abandonar la idea de mapa y sustituirla por la radiografía, el escáner, la ecografía. Aceldama es el tratamiento orgánico de Barcelona. Aceldama es dejar de tratar a Barcelona como un lugar y empezar a tratarla como un organismo. Aceldama no es una distopía futura porque el futuro no existe. Barcelona es solo el nombre turístico de Aceldama. Aceldama no es una proyección distópica del futuro de Barcelona. Barcelona no existe fuera de las guías de viaje, de las noticias promocionales en los telediarios. Bienvenidos a Aceldama. 


viernes, 28 de febrero de 2014

últimas lecturas: Albert Camus, Fleur Jaeggy y Diego Luis Sanromán.



Los justos, Albert Camus (Alianza). Siguiendo la pista de mi obsesión por Boris Savinkov llego al texto de Camus, que cuenta la planificación y ejecución de un atentado por parte de un grupo terrorista ruso. Los personajes están directamente inspirados en los miembros de la célula a la que pertenecía Savinkov, y los conflictos que se plantean en la obra son también los que obsesionan al ruso en sus diarios. El terrorismo como socialización del dolor, la dialéctica del fin y los medios, el potencial transformador de la violencia, la incidencia de las acciones en la sociedad, la represión, el miedo, las dudas. Camus hace girar la obra en torno a dos personajes principales, el idealista Ivan Kaliayev, lleno de dudas, y el implacable Stepan Fedorov, hombre de acción y firme defensor del uso de la violencia como herramienta política. El enfrentamiento constante entre los dos personajes le permitirá desplegar todas las tensiones ideológicas y personales a las que se ven sometidos los personajes, que irán evolucionando a medida que se suceden los acontecimientos. Como siempre que leo teatro, me deja con las ganas de escribir algo que se pudiese representar, por el simple placer de ver a los personajes cobrar vida.



Convertiré a los niños en asesinos, Diego Luis Sanromán (Plaza y Valdés). Uno de mis asesinos en serie preferidos de todos los tiempo es David Richard Berkowitz, conocido como el "Hijo de Sam". Sus crímenes no eran muy originales -se limitaba a disparar con un revólver del 44 a víctimas escogidas al azar-, pero la historia que hay detrás es muy curiosa. Cuando fue detenido, Berkowitz aseguró que había cometido los crímenes obligado por un demonio que había poseído al perro de su vecino. Por supuesto, la policía no le dio ningún crédito, pero cuando acudieron a su casa, encontraron algo bastante sorprendente: las paredes de su apartamento estaban llenas de extrañas frases que Berkowitz había escrito con pintura roja. En las pinturas podían leerse frases como "En este agujero vive el Rey Malvado" o "Convertiré a los niños en asesinos". Desde hacía meses, Berkowitz había iniciado una extraña vida ascética en el apartamento, cuyas ventanas estaban cubiertas con sábanas. Casi nunca salía de él y los vecinos apenas le veían: solo abría la puerta cuando oía ladrar o jadear en el descansillo al perro del vecino. Esa idea de los demonios interiores, de las casas que se convierten en una extensión de nuestra propia mente, sirve al autor para construir una serie de relatos de terror que tienen como hilo conductor los abismos que todos llevamos dentro, los agujeros oscuros que guardamos en la mente y que esperan agazapados para poder salir. La narración en primera persona le da fuerza al relato, porque hace que el autor nos introduzca en la mente de los asesinos y las víctimas, muchas veces indistinguibles unos de otros. 




El temor del cielo, Fleur Jaeggy (Tusquets). No había leído nada de Fleur Jaeggy hasta que uno de mis mejores amigos me puso este libro en las manos en mi última visita a Jaén. Me resulta dificil describir las sensaciones que me ha producido. La atmósfera de crueldad cotidiana, la forma precisa y fría de narrar de la autora, su capacidad para generar desasosiego, dolor, intranquilidad. Todos los personajes de los distintos relatos tienen en común una especie de contención, de autodisciplina que raya en la locura. Todos son crueles, todos guardan secretos, todos esconden una especie de violencia latente que guía sus actos. Jaeegy me ha parecido una narradora enorme, capaz de hacerte un nudo en el estómago con dos frases. Esta tarde voy a la biblioteca a por "Los hermosos años del castigo".

viernes, 31 de enero de 2014

últimas lecturas de poesía




Últimamente no leo mucho. Después de casi nueve meses fuera, creo que el cuerpo todavía tiene que acostumbrarse al ritmo frenético de este agujero infernal que es Madrid. La energía de la ciudad me sobrepasa. Solo tengo ganas de ir a la calle Preciados y empezar a correr de arriba a abajo, chocando con todo el mundo. De entrar en cualquiera de las cadenas de librerías de Callao y empezar a tirar todos los libros al suelo, uno por uno. Cientos de libros al suelo. Por ninguna razón en concreto, simplemente por exceso de energía. Por la necesidad de procesar el ritmo de la ciudad. El único momento en el que logro concentrarme para leer es en algún punto entre la una y las dos de la mañana, cuando el cerebro empieza a entrar en una especie de estado de semi inconsciencia. Todas las lecturas que he hecho últimamente han sido en ese estado, así que no sé hasta qué punto es fiable lo que pueda decir de ellas, pero aquí va. 

El mejor descubrimiento que he hecho últimamente en poesía ha sido "La falta de lectura", de José Ramón Otero Roko. El libro fue publicado por DVD hace ya algunos años y no sabía nada de su existencia, pero tengo la suerte de tener amigos que me ponen en las manos los libros necesarios en el momento justo. La poesía de Otero Roko es compleja, no porque sea rebuscada o esté llena de palabras incomprensibles, sino porque juega con la idea de la desestructuración del lenguaje. Además, con una intención política que queda clara en las citas que acompañan al libro, tomadas de textos como "El discurso sobre la servidumbre voluntaria" de La Boétie o el "Tratado del saber vivir para uso de las jóvenes generaciones", de Vaneigem. Es decir, no se trata solo de desestructurar el lenguaje, sino más bien de detonarlo. De hacerlo pedazos. 





Otro préstamo, otro descubrimiento: "No", de Manuel Lombardo Duro. Cuando me dejaron el libro, hablamos sobre el odio. Eran casi las tres de la mañana, dábamos vueltas por los callejones del centro de Madrid y hablábamos de lo poderoso que es el odio. De lo liberador que es odiar algo con todas tus fuerzas. De eso va el poemario de Lombardo Duro, de la aniquilación y la destrucción, del "feroz terrorismo de la muerte", y "la feroz dictadura de los órganos". Versos que son citas de Stirner: "He fundado mi causa en la nada". Otros que hablan de la belleza y de la muerte como si fuese una vieja conocida: "Si un hombre/se acerca a otro hombre/ es con la secreta intención de aniquilarlo"

Un regalo: "Luna muerta", de Teresa Domingo Catalá. A Teresa la conocía por "Luzbel de penumbra" y por algunos poemas sueltos en antologías, y me gustaba desde entonces. Pero su último poemario es aún mejor. O igual es que simplemente ya no me acordaba de lo buena que era. Quince sonetos ricos y complejos fuertemente ligados con la obra de Juan Eduardo Cirlot. Como si, de alguna manera, la autora contestase a los versos de Cirlot. Una maravilla. "Tu luz me apartará de los barrancos,/lágrimas de pesar que pertenecen/ al cadáver que dejo en tu ladera". 




lunes, 30 de diciembre de 2013

amontonamiento de recomendaciones de 2013 (junto con algunas anteriores)



Este año he pensado mucho si hacer o no una lista con mis lecturas de 2013. Desde que tengo el blog he hecho una todos los años, pero éste he ido retrasándolo hasta que al final estamos a 30 de diciembre. Al fin y al cabo, hace nada hice una con mis ochenta libros, y me da la sensación de que muchos de ellos van a repetirse. Además, en realidad leo muy pocas novedades editoriales porque mi presupuesto me da sobre todo para bibliotecas y librerías de segunda mano, donde no hay precisamente muchas novedades. Cuando invierto en libros nuevos suele ser de poesía y de ensayo especializado, porque son las dos cosas en las que más suelen flojear las bibliotecas que tengo cerca. Eso explica que mi lista no coincida en nada con ninguna de las que se han publicado en los medios a lo largo de este mes: por decir algunas, con la de El país solo comparto un libro ("Limbo", de Ada Salas) y con la de ABC y El Mundo ninguno. Solo he visto algún parecido con la de Playground,  aunque no comparto el orden: poner "La casa de hojas" en primer lugar, quince puestos antes que el monumental "Cuentos completos" de J.G. Ballard y veintiuno que "La Máscara" del enorme Stalislaw Lem me ha parecido una herejía. Pero ya se sabe lo que pasa con las listas, que nunca le gustan a nadie salvo al que la hace.

Una vez que he soltado todo este montón de excusas balbuceantes, al final he decidido hacer la lista. Como no he leído muchas novedades, he decidido dividirla en libros publicados este año y libros publicados otros años que yo he descubierto ahora. Al final también dejaré un hueco para hablar de algunos poemarios que han salido este año, que son las únicas novedades con las que me siento algo cómoda. A pesar de los números, el orden es aleatorio.


Libros publicados en 2013


1. Cuentos completos, de J.G Ballard (RBA). RBA ha publicado algo así como la Biblia. 1275 páginas del maestro de las distopías, los mundos postapocalípticos y las cosas horribles y atroces en general. Daño cerebral asegurado, sobre todo si se lee a continuación de "La exhibición de atrocidades", como ha sido mi caso.


2. En cualquier caso, ningún remordimiento, Pino Cacucci (Hoja de Lata). Uno de los descubrimientos del año sin ninguna duda. Cacucci novela la historia real de Jules Bonnot, chófer de Arthur Conan Doyle, asaltador de bancos, anarquista, obrero metalúrgico y líder de una banda de dandis que fue pionera en utilizar el coche como forma de huida después de los atracos. Y atención a Hoja de Lata, porque lleva ya publicadas unas cuantas cosas interesantes (por ejemplo "Paz, amor y cócteles molotov", ambientada en el movimiento antiglobalización).


3. Máscara, Staislaw Lem (Impedimenta). Posiblemente, el mejor escritor de ciencia ficción de la historia, aunque me fusilen los adoradores de Philip K. Dick. Máscara que es un conjunto de relatos que todavía no habían sido traducidos al castellano, a pesar de que tiene lo mejor de este escritor.


4. En el bosque, bajo los cerezos en flor, Ango Sakaguchi (Satori). Otro descubrimiento deslumbrante. Tres relatos macabros, crueles y grotescos de un autor del que no sabía nada hasta ahora pero del que pienso leer más en 2014.


5. Antología universal del relato fantástico. VVAA (Atalanta). Qué decir. Una maravilla como las que suele hacer Atalanta. Otras 1200 páginas de las que te hacen estallar el cerebro. A la selección no se le puede hacer ningún reproche, las traducciones son muy buenas y la edición es impecable.


6. Cómo hacer bien el mal, Harry Houdini (Capitán Swing). Seguramente lo que más se recuerde del catálogo de este año de Capitán Swing sea "Sociofobia" (que tengo pendiente), pero "Cómo hacer bien el mal" es una maravilla. En realidad, es como una especie de clase magistral sobre cómo cometer crímenes y salir impune. Houdini entrevistó a un montón de delincuentes y policías y llegó a algunas conclusiones interesantes sobre lo que se debe hacer y lo que no si quieres asesinar, robar y, en general, hacer todo el mal posible.



Libros publicados antes de 2013 que he leído este año

Aquí me dejo un montón, pero tenía que seleccionar algunos. De la mayoría ya he hablado en el blog hasta el aburrimiento, así que no voy a repetirme. Los dos primeros fueron publicados a finales de 2012 y para mí han sido auténticos descubrimientos que he recomendado a todo el mundo que tenía cerca. Los otros cuatro son bastante anteriores, de autores mucho más conocidos. Si alguien quiere preguntar algo sobre cualquiera de ellos, que deje un comentario y amplío.

1. La insólita reunión de los 9 Ricardo Zacarías, Colectivo Juan de Madre (Aristas Martínez)
2. El anarquista que se llamaba como yo, Pablo Martín Sánchez (Acantilado)
3. Inferno, August Strindberg (Acantilado)
4. El caballo amarillo, Boris Savinkov (Impedimenta)
5. La flor roja, Vasévolod Garshín (Nevsky)
6. ¿Estáis locos?, René Crevel (Cabaret Voltaire)



Poesía de 2013

Este año he leído bastante poesía, tanto de autores consolidados como de otros que son menos conocidos o están empezando. De ahí que haya esa mezcla en la lista de más abajo. En algunos casos (como el de Ted Hughs, Natalia Litvinova y Unai Velasco) son reediciones, pero se han editado también este año y además yo los he leído en estos meses. El orden es aleatorio, según me iba acordando.


1. Hiela sangre, Francisco Ferrer Lerín (Tusquets)
2. Limbo y otros poemas, Ada Salas (Pre-Textos)
3. [imperia], Daniela Camacho (El perro y la rana)
4. La postpunk amante de Tiresias, Álvaro Guijarro (Canalla Ediciones)
5. Esteparia, Natalia Litvinova (Ártese quien pueda)
6. Contra la niebla, Giovanni Collazos (Unaria)
7. Cartas de cumpleaños, Ted Hughs (Lumen)
8. La tumba del marinero, Luna Miguel (La Bella Varsovia)
9. En este lugar, Unai Velasco (Esto no es Berlín)
10. Estoy gritando, María Sotomayor (Canalla Ediciones)
11. Poesía completa, Anne Sexton (Linteo)

lunes, 9 de diciembre de 2013

sobre viajes en furgoneta, canciones de Kortatu e ideas que están empezando a dar vueltas en los cerebros adecuados

[Kortatu en concierto en 1987]



Hace un par de años, uno de mis mejores amigos comenzó su tesis doctoral en Sociología sobre el rock radical vasco. Por aquel entonces yo solo trabajaba los fines de semana, así que le acompañé varias veces en sus frecuentes viajes a Euskadi para entrevistar a gente o tratar de encontrar maquetas y grabaciones de las que nadie se había vuelto a acordar desde hace veinte años. Los viajes los hacíamos en una C15 que había sobrevivido a tres dueños y tres accidentes, y a la que había que dar patadas para que se abriesen las puertas. La furgoneta no pasaba de ninguna manera de los noventa kilómetros por hora, así que el viaje era una especie de infierno de siete horas de duración con varias paradas para que el motor no se recalentase. 

La primera hora la solíamos pasar hablando de cualquier cosa, pero después del puerto de Navacerrada empezaban a sonar cinta tras cinta los grupos sobre los que él estaba haciendo la tesis: Cicatriz, Eskorbuto, Hertzainak, Jotakie o Kontuz Hi!, pero sobre todo Kortatu, que en el fondo era la razón de todos aquellos viajes. Después de escuchar tres o cuatro veces las canciones más famosas de Kortatu y cantarlas a gritos, Alberto me empezaba a contar cosas sobre su tesis, porque decía que hablar conmigo le ayudaba a pensar. "Joder, Lay, es que lo que más mola de aquella época es la efervescencia social. Ahora estamos medio muertos comparado con lo que se vivió en aquel momento en Euskadi." Lo que él trataba de analizar con su investigación era todo el movimiento social que había dado lugar al nacimiento de aquellos grupos, que formaban parte de algo mucho más amplio. Kortatu o Hertzainak fueron solo una expresión más de todo un movimiento popular que supuso la aparición de fanzines, radios libres, periódicos, centros sociales y luchas de todo tipo, como la feminista o la antinuclear. De alguna manera, en Euskadi no se habían tragado del todo aquel montaje vergonzoso de la Transición, así que ésta no había tenido tantos efectos desmovilizadores como en otras partes del Estado. 

Después de aquellos viajes no había vuelto a pensar mucho más en todo aquello, pero al leer el libro que acaba de publicar Lengua de Trapo sobre Kortatu me he alegrado de ver que los autores defienden muchas de las tesis que Alberto y yo intuíamos en esos viajes. Que la violencia de ETA y del Estado habían acabado fagocitando mucho de aquel movimiento, pero que todas aquellas iniciativas merecían la pena porque suponían salir de la dinámica protesta-represión y hacer cosas, y cosas que además eran divertidas. La militancia seria, moralista y coherente fue sustituido por algo que estaba fuera de los parámetros de la coherencia y la integridad, que al fin y al cabo son parámetros del sistema. Editar fanzines es divertido, hacer tu propio grupo de música es divertido, liberar espacios es divertido. Por eso debería hacerse. De hecho, en los últimos meses he conocido a un montón de gente que ha comenzado iniciativas parecidas, y creo que está volviendo a haber una cierta efervescencia en ese sentido. Ojalá prosperen y dentro de poco vuelva a haber iniciativas tan importantes como el fanzine musical Muskaria o la agencia de noticias Tas-Tas. De hecho, estoy bastante segura de que estas ideas ya está rondando la cabeza de mucha gente. 



[Cubierta del libro de Lengua de Trapo]


martes, 3 de diciembre de 2013

algo así como el acto de terrorismo literario definitivo


Hace unos días me pasó algo extraño. Estaba leyendo “La cena de los notables”, de Constantino Bértolo, y de repente descubrí algo a lo que no dejo de darle vueltas desde entonces. “La cena de los notables” es un ensayo sobre la lectura y la escritura, o más bien sobre la enfermedad que supone la lectura y la soberbia que implica la escritura. En un momento dado, Bértolo hace un repaso de algunos personajes literarios que a su vez enferman de literatura a lo largo de la novela, como el Martin Eden de Jack London o el Quijote de Cervantes. Y entonces llega a Emma Bovary.

Por alguna razón, yo estaba completamente convencida de haber leído "Madame Bovary". Es más, creía recordar haberlo leído hace dos veranos en un pdf que nos pasó el profesor de una de las asignaturas que tuve en el primer año del máster. Creía recordar incluso estarlo leyendo en casa de unos amigos en Granada. Y digo creía porque ya no lo sé. A medida que leía el fragmento que Bértolo dedica a Emma Bovary me iba dando cuenta de que no era lo mismo que yo había leído. Que lo que Bértolo contaba no tenía nada que ver con lo que yo pensaba que era el argumento de "Madame Bovary". O, más bien, sí tenía algo que ver: recordaba el personaje, su forma de actuar, incluso su enfermedad con la literatura. Pero no recordaba a los personajes secundarios que cita Bértolo, y estaba bastante segura de que el final que yo había leído era completamente diferente.

Decidí buscar el pdf para ver qué había leído realmente, pero no lo he encontrado. Debí de eliminarlo del ebook y ya no tengo acceso a la plataforma virtual del máster, así que no puedo volver a descargarlo. Sin embargo, yo recuerdo haberle dicho al profesor que lo había leído, recuerdo haber hablado sobre el personaje y  recuerdo que me gustó bastante más de lo que pensaba en un principio. Por supuesto, estaba segura de que la que estaba equivocada era yo y no Bértolo, pero al ir a la biblioteca a por otro libro no pude evitar echar un vistazo al ejemplar de "Madame Bovary". Y sí, efectivamente el final y los personajes coincidían con lo que se contaba en “La cena de los notables”. ¿Qué libro he leído yo entonces? ¿Leí realmente el pdf del profesor o solo recuerdo haberlo leído? ¿Qué otros libros que recuerdo no he leído? ¿El pdf era realmente de "Madame Bovary"? ¿Puede ser que estuviese manipulado y el profesor no se hubiese dado cuenta?


No dejo de darle vueltas sobre todo a esta última pregunta, porque la posibilidad de alterar los libros en los pdfs que circulan por internet me parece maravillosa. Hacer que miles de personas crean que Emma Bovary quema la casa con su marido dentro, que miles de adolescentes respondan mal su examen sobre “El guardián entre el centeno”, que cientos de personas piensen que el tío Tom escondía cadáveres de niños bajo el suelo de su cabaña. Algo así como el acto de terrorismo literario definitivo. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Hoy he matado a una mujer hermosa




Cuando leo la biografía de alguien, no puedo evitar pensar en los pequeños momentos que pasan desapercibidos. Normalmente nos interesan mucho más los otros, los que suponen grandes éxitos o grandes fracasos: el momento en el que el Marqués de Sade grita desde la ventana de su celda para los revolucionarios asalten la Bastilla, el momento en el que Mateo Morral lanza el ramo de flores con la carga explosiva, el momento en el que el verdugo hace girar la manivela y un hierro de un palmo de largo entra por la nuca de Salvador Puig Antich. Pero qué pasa con los otros momentos. Esos que nunca cuentan, de los que nadie se acuerda, pero que son casi más importantes que los otros. El momento en el que Sade recorre las calles de París desorientado y confuso, intentando deshacerse de las ropas y el peinado que le identifican como un miembro de la nobleza. El momento en el que Morral llega a Madrid y deja su maleta en el andén. El momento en el que Puig Antich carga el arma. El momento en el que su verdugo llega a casa y le dice a su mujer "hoy he matado a un muchacho hermoso". 

Leyendo la biografía de Rosa Luxemburgo para preparar la reseña del último texto que escribió me ha vuelto a pasar. He vuelto a pensar en esos instantes que nadie tiene en cuenta. Concretamente en uno de ellos: el preciso momento en el que decide quedarse en Alemania a pesar de que la revolución había acabado. Fracasado el levantamiento popular de noviembre, el Gobierno inicia la caza de las cabezas visibles del movimiento. En las semanas siguientes, decenas de militantes serán detenidos, encarcelados, torturados y ejecutados, y Rosa Luxemburgo y Karl Liebnecht eran los primeros de la lista. Durante dos meses conseguirán esconderse moviéndose de un piso franco a otro, pero el cerco se estrecha cada vez más. El libro que he leído no lo decía, pero estoy segura de que en ese tiempo les propusieron salir del país muchas veces. Los dos tenían contactos en otros países de Europa, y el movimiento obrero de cualquier país los habría acogido sin dudarlo. Pero decidieron quedarse, y yo no puedo parar de pensar en ese preciso momento en el que decidieron que no se marchaban. En ese instante en el que alguien le tendió un pasaporte falso y ella dijo que no. 

Pero hay muchos otros momentos, y también pienso en ellos. El instante en el que Runge recibe la primera salpicadura de sangre de las heridas que está haciendo con su culata en la cabeza de Rosa Luxemburgo. El instante en el que se mira asqueado el uniforme y se pregunta cómo va a limpiar aquello. El instante en el que llega a casa y su mujer mira las manchas de sangre y no dice nada. El instante en el que se tumba en la cama y piensa "hoy he hecho algo bueno por Alemania". O "esa cerda no paraba de gritar". O " he matado a una mujer hermosa". El instante en el que se da la vuelta y se duerme.  



[La reseña de "El orden reina en Berlín", el último texto de Rosa Luxemburgo, puede leerse aquí]

martes, 29 de octubre de 2013

He fundado mi obra en la nada, dijo Stirner, y escribió el mapa del abismo

[Max Stirner, 1806-1856]



Recuerdo la primera vez que me hablaron de Max Stirner. Estaba pasando unos días en una casa que habían ocupado unos amigos en la sierra de Madrid. Eran las once de la noche y había unos diez grados bajo cero y una nevada que nos llegaba a las rodillas. Casi todo el mundo se había acostado ya, solo quedábamos mi amigo José y yo con una botella de algo parecido al pacharán que tenía pinta de haber caducado antes de las guerras carlistas. Tienes que leerte esto, Lay, me dijo, y me tiró sobre la mesa el fanzine peor maquetado y más hecho polvo que he visto en mi vida. Recuerdo que estábamos bastante emocionados hablando casi a gritos de Wilhem Reich y "La función del orgasmo", que habíamos descubierto casi a la vez, así que yo pensé que tendría que ver con ese tema. Qué va, me dijo, es mejor aún.

El fanzine era un montón de fotocopias mal hechas de "El único y su propiedad", la obra más conocida de Max Stirner. Pero también era mucho más que eso. Yo todavía no lo sabía, pero José me acababa de regalar el libro más desestabilizador y peligroso que he leído en mi vida. Stirner había escrito un manifiesto para la destrucción de todo lo existente, una especie de mapa del abismo que rozaba el delirio. Demolía todas y cada una de las instituciones sociales existentes hasta que solo quedaba la nada. Hasta que la misma obra era arrastrada por esa nada. Hasta que solo quedaban las siete últimas palabras del libro: "He fundado mi obra en la nada".

De hecho, el propio Stirner sería arrastrado por el peso de su obra. Profesor de un colegio de señoritas, la publicación de "El único y su propiedad" obligaría a Stirner a abandonar su puesto de trabajo como consecuencia del escándalo producido. La obra era demasiado extraña, demasiado compleja, demasiado inquietante. Arruinado y abandonado por sus familiares y amigos, Stirner pasaría sus últimos meses de vida entrando y saliendo de la cárcel a causa de las numerosas deudas contraídas por su situación de indigencia. Nunca llegaría a ver la influencia que su obra generaría en muchos autores posteriores, desde anarquistas individualistas a nihilistas y existencialistas. Aunque supongo que a Stirner no le habría importado.

Hace unos días, recuperé la lectura de la obra para preparar un artículo. La idea era seguir con el ciclo sobre las claves de algunos autores que empezó con Emma Goldman y va a continuar dentro de unos días con Rosa Luxemburgo en Culturamas. Cuando se lo comenté a Juan, fue a la estantería y me puso entre las manos una edición preciosa de "El único y su propiedad". Es tuya, me dijo. No sé si sabe lo que acaba de regalarme. 


[versión editada y versión fanzine. Está libre de derechos, incluida su traducción al castellano, así que no es difícil de encontrar en internet si alguien está interesado]


martes, 8 de octubre de 2013

últimas lecturas [poesía]

[Georg Trakl]


Este verano no he leído casi nada de poesía. He leído sobre física cuántica, sobre viajes en el tiempo, sobre hombres que aman a niños, sobre dimensiones paralelas, sobre alquimia, sobre ángeles. He leído a suicidas, locos y terroristas, a hombres que han cometido veintisiete atentados, a hombres que solo han cometido uno pero han muerto veintisiete veces, a hombres que aman a niños y niños que aman a hombres, He leído todo eso, pero casi nada de poesía. Supongo que por eso ahora tengo ganas de leerlo todo, todos los poemarios, todos los poetas, todos los versos. Aquí van los cuatro primeros:



Poemas 196-1914, Georg Trakl (Icaria, 2011): Trakl el oscuro, el enfermo, el olvidado. El que intenta suicidarse en medio del frente porque no soporta los cadáveres, los heridos, los amputados. Trakl el que muere de una sobredosis de cocaína, el hambriento, el abandonado. Trakl el que amó a su hermana hasta el incesto, el que fue amado por su hermana hasta el incesto. "Frutos podridos van cayendo de las ramas;/ vuelo indescriptible de aves; encuentro/ con moribundos y a continuación, únicamente/ una serie de años oscuros e interminables".



[imperia], Daniela Camacho (El perro y la rana, 2013): bello hasta el dolor, hasta el agotamiento. Un poemario de esos que te hacen un agujero en el pulmón, de esos que tienen versos que quieres escribir en la piel, en las paredes de tu cuarto, en cada prenda de ropa. Un poemario sobre el cáncer, pero también sobre el miedo y el frío y los temblores de tierra, que son otras formas de llamar a la enfermedad."De ahora en adelante, si piensas en la muerte, no será por ahogamiento ni electrocutación ni por incendio. No habrá espacio entre tu máscara y tu piel para anudar la soga, temerás a los cuchillos y al veneno y las alturas. De ahora en adelante, acopiarás tumores/ como una alucinada".




Incendiario, Bárbara Butragueño (Polibea, 2013): de Bárbara había oído muchas cosas buenas, pero nunca la había escuchado recitar, y creo que tampoco había leído nada suyo. Así que tenía pendiente su poemario, que salió hace unos meses y que he podido leer ahora. Ya he dicho que había oído muchas cosas buenas, pero creo que se han quedado cortas. Incendiario es un poemario muy bueno, muy bien construido y con un ritmo dificil de lograr. En el prólogo, Batania dice que la factura técnica de los poemas es impecable, y no puedo estar más de acuerdo, pero es que además esos poemas laten y respiran: "Mi pequeña, tú que conoces la leche sucia de los días, la cólera interminable de la sed y te das con furia y fe y fuego y eres dulce manojo de vientos que no hace sino arder y tiritar."




Limbo y otros poemas, Ada Salas (Pre-textos, 2013): no sé si es algo subjetivo, si soy yo la que ve oscuridad y desastre por todas partes, pero el nuevo poemario de Ada también me ha parecido más tenebroso que su obra anterior. Y más bello, también, aunque con esa belleza desgarradora que tiene la muerte, la destrucción, la pérdida de la cordura. "Tú mirabas/ y lejos/ el áspero tronar de las trompetas./ Mirabas./ Y estaba por llegar la destrucción del mundo".

jueves, 3 de octubre de 2013

Estoy solo, escribió Savinkov mientras planeaba un atentado



No sé si os ha pasado alguna vez. Hace unos días, buscando información en internet, me encontré con una fotografía antigua y tuve la certeza absoluta de haber conocido a esa persona en algún momento de mi vida. Me resulta extraño, pero estoy totalmente segura de ello. La fotografía era un retrato de Boris Savinkov, un nihilista ruso muerto en 1925. Yo acababa de leer su diario y quería encontrar más información sobre él, porque la edición que yo tenía no incluía fotografías ni había muchos más datos personales que los que el mismo Savinkov proporcionaba. Introduje su nombre en el buscador y aparecieron varios retratos. Fui viéndolos uno a uno, mientras la certeza de que Savinkov era alguien conocido crecía y crecía. 

No era la primera vez que me pasaba. Cuando murió mi abuela, tuve que ordenar sus pertenencias y aparecieron un montón de fotografías que nunca había visto. En una de ellas aparecía un chico moreno de pelo rizado y sonrisa desafiante. Llevaba una de esas camisas anchas que los hombres se ponían antes para trabajar en el campo. Era tan hermoso que dolía verlo. Le pregunté a mi abuelo quién era, y me dijo que había sido el primer novio de mi abuela. Murió, dijo. Una mula le dio una coz y lo reventó por dentro. El médico le operó en la mesa de la cocina de sus padres, pero no pudo hacer nada. No sabía que tu abuela había guardado esa foto todo este tiempo.

Desde que le di la fotografía a mi padre para que la guardara no había vuelto a sucederme. Pero entonces vi a Savinkov, hermoso y terrible. Estoy solo, estoy solo, escribe Savinkov de forma obsesiva en su diario. Estoy solo, escribe mientras planea el atentado que le costará la vida a Vyacheslav von Plevhe, Ministro del Interior del zar, mientras detona la bomba que causará la muerte de Sergei Alexandrovich, Gobernador General de Moscú. Estoy acostumbrado a esta vida entre las sombras, escribe mientras le condenan a muerte. Si eres capaz de amar, si de verdad amas con todo tu ser, entonces eres capaz de matar, escribe mientras participa en la toma del Palacio de Invierno. 


Me pregunto dónde o cómo habré conocido a Savinkov. En qué extraña distorsión entre una dimensión y otra nos habremos cruzado. Me pregunto también qué estará haciendo ahora. Quizá esté siendo arrojado desde una ventana del temible presidio de la Lubianka. Quizá esté bebiendo absenta en algún antro de París con Apollinaire. Quizá esté planeando uno de los veintisiete atentados que cometió a lo largo de su vida. Quizá esté leyendo esto. 



[El diario de Boris Savinkov fue publicado por Impedimenta en 2009, con el nombre "El caballo amarillo. Diario de un terrorista ruso"]



sábado, 27 de julio de 2013

últimas lecturas



La flor roja, Vsévolod Garshín (Nevsky Prospects, 2011). La flor roja es un cuento alucinado y cruel sobre la fiebre, el delirio y la enfermedad mental. Una especie de fábula perturbadora. Comienza cuando el protagonista es ingresado en un manicomio, del que ya no volverá a salir. En ese ambiente opresivo y asfixiante, descubre que todo el mal que acecha a la humanidad está contenido en tres flores rojas que han crecido en el jardín del manicomio. Y de alguna manera, Garshín logra casi convencerme. Oigo a la maleza susurrar, murmurar canciones antiguas, hablar en un lenguaje extraño y venenoso. Ahora entiendo los ojos de tristeza infinita de las fotos de Garshín, su mirada desesperada y suplicante. Él también había oído los alaridos vegetales, las canciones hipnóticas. Y nunca pudo sacárselo de la cabeza.




El horror de Dunwich, H.P Lovecraft (Libros del zorro rojo, 2012). Cuánto más leo a Lovecraft, más me doy cuenta de lo enorme escritor que fue. Sus obras son mucho más que relatos de terror, son narraciones de un universo distinto, puertas a un abismo desconocido. Esta novela en concreto la he leído paralelamente a una obra de divulgación científica sobre física cuántica, y me ha llamado la atención los puntos en común entre ambos libros, a pesar de que la física cuántica nacería un casi cien años más tarde que el libro de Lovecraft. De alguna manera, Lovecraft se adelanta a esos descubrimientos y hace que el monstruo que aterroriza el pueblo de Dunwich sea el producto de una dimensión distinta, de un universo paralelo que no está regido por las mismas leyes físicas que el nuestro. Y ese halo de ciencia ficción, esa sensación de que Lovecraft ha visto el futuro, hace que sus escritos sean aún más terroríficos.




Diario de un hombre de éxito, Ernest Dowson (Periférica, 2012). Ernest Dowson es uno de esos escritores inexplicablemente poco conocidos y traducidos, a pesar de su monumental capacidad poética. Diario de un hombre de éxito es una breve novela escrita en forma de diario, pero lo que hace que el volumen editado por Periférica sea imprescindible no es solo ese diario, sino sobre todo el poema que se incluye al final. Escrito por el poeta para una niña de once años de la que se enamoró, el poema es un canto oscuro y desgarrador, un lamento desesperado sobre los amores que se pierden. Uno de esos textos que te atraviesan: "bailé para olvidar tus azucenas pálidas/ y enfermó y sin consuelo por la vieja pasión, /durante todo el baile, que es eterno, /te he sido fiel, Cynara, a mi manera".





El quimérico inquilino, Roland Topor (Valdemar, 2009). Llegué a este relato por casualidad, mientras echaba un vistazo al deslumbrante catálogo de Valdemar. Decidí comprarlo por impulso, sin tener ninguna referencia de él. Y el descubrimiento fue enorme. Topor construye una novela laberíntica, de esas que te hipnotizan poco a poco, que te van llevando por el camino que quiere el escritor incluso aunque sabes que te está arrastrando. Incluso aunque puedes intuir el final. 




La pareja abominable, Edward Gorey (Valdemar, 2006 ). La pareja abominable reúne algunos de los relatos publicados por Gorey en los distintos volúmenes que realizó a lo largo de su vida. El libro es casi más un objeto de colección que una lectura, porque lo más fascinante de Gorey es ese mundo macabro y terrible que plasmó a través de sus ilustraciones. Asesinatos de niños, parejas de psicópatas, incesto, muertes absurdas y crueles, malos tratos, insectos, canibalismo. Y todo ello adornado con esas rimas casi infantiles, con esos textos que parecen letras de canciones para niños, que hacen que el conjunto sea aún más perverso. 



domingo, 14 de julio de 2013

sobre el opio, el alcohol, los retratos escondidos en los cuadros y la familia Brontë

[Emily Brönte]


Hace unos días acabé de leer Cumbres borrascosas. La novela me pareció soberbia, tan excesiva, torturada, tenebrosa y cruel como esperaba. Sin embargo, buscando información en internet sobre las distintas adaptaciones al cine que se han hecho de ella, encontré por casualidad la biografía de Emily Brontë, profundamente ligada a la de sus hermanos. Y me di cuenta de que la historia de la familia Brontë era tan tenebrosa y torturada como las novelas que escribieron. O puede que incluso más.

Los Brontë fueron seis hermanos, cinco chicas y un chico. Dos de las chicas, María y Elisabeth, enfermaron de tuberculosis en el colegio en el que habían sido internadas tras la muerte de su madre. Fallecieron el mismo año, en 1825. Durante un tiempo, los cuatro hermanos vivieron con una tía, que se ocupó de ellos hasta su muerte unos años después. Tras su fallecimiento, los hermanos decidieron volver a la casa familiar, donde su padre, pastor anglicano, había permanecido todo ese tiempo. Aunque eran apenas unos adolescentes, comenzaron a ganarse la vida en trabajos irregulares y mal pagados. Emily, Charlotte y Anne ejercieron de institutrices en distintas casas, y Branwell encontró un empleo en la oficina del ferrocarril. Por la noche, los cuatro escribían de forma incansable y enfermaban poco a poco, dejando que la tuberculosis deshiciese sus pulmones en aquella casa fría y húmeda. 


[uno de los pocos retratos existentes de Branwell]


Todos conocemos las publicaciones de las tres hermanas, Emily, Charlotte y Anne, que escribieron tanto poesía como novela. Sin embargo, del único chico, Branwell, casi no sabemos nada. Su nombre apenas aparece en la biografía de Emily, y no existe casi ninguna publicación suya. Buscando información sobre él, llegué por casualidad al blog de Juan Camós, al que ya conocía por su programa de radio, A este lado de la tumba. Es curioso, porque sabía de la existencia de este blog desde hacía solo unos días, y no había leído la entrada sobre Branwell. Supongo que llegó cuando tenía que hacerlo, en una de esas sincronicidades que tanto me pasan últimamente.

En su blog, Juan cuenta cómo las hermanas escondieron a Branwell sus publicaciones, cómo tejieron sus historias en silencio, minuciosamente, a escondidas de un hermano que era despreciado una y otra vez por la crítica y los escritores famosos con los que intentaba contactar. Solo y enfermo, Branwell empezó a abusar del alcohol y del opio. Desaparecía durante días de su casa, a donde regresaba envuelto en los delirios de la droga y con los pulmones cada vez más destrozados. Perdió a su prometida, que declinó el matrimonio por "su alcoholismo crónico, su abuso de los opiáceos y sus deudas", y le echaron del trabajo. Entre crisis y crisis, pasaba unos días en la casa familiar, donde se dedicaba a la pintura, otra de sus pasiones frustradas. En su habitación, escondida detrás de un armario, encontraron uno de sus últimos cuadros. En ella había pintado a sus tres hermanas, pálidas y hermosas, situadas junto a una columna. Pero si miramos esa columna con atención, se percibe una mancha de contornos borrosos. Cuando se analizó el cuadro, se descubrió que, bajo esa mancha, Branwell se había pintado a sí mismo. Y después se había borrado, había tapado su rostro con capas de pintura. Como si quisiera desaparecer para siempre de aquella escena. 




Todas las biografías de las hermanas Brontë describen a Branwell como una carga. Como la oveja negra que Emily tenía que cuidar porque no sabía cuidar de sí mismo. Pero yo me pregunto qué sentían las tres hermanas cuando escribían sus libros conjuntos a espaldas de su hermano, cuando escondían los pliegos de folios en los que redactaban sus obras. Por qué nunca le incluyeron ni le ayudaron, a pesar de que sus obras fueron conocidas en vida. "En toda mi vida no he hecho nada grande ni bueno", escribió Branwell en una de sus últimas cartas, antes de morir, alcoholico y enfermo, con solo treinta años. 



miércoles, 10 de julio de 2013

cadáveres que resplandecen como si hubieran visto todos los incendios






Son las cinco de la mañana cuando el sonido de unos disparos rompe la tranquilidad de Vera, un pueblo navarro cercano a la frontera con Francia. En el tiroteo mueren dos guardias civiles y varios militantes anarquistas. Pablo Martín Sánchez aún no lo sabe, pero el disparo que ha recibido en la pierna acaba de decidir su futuro. Lo que sí sabe mientras huye por el monte intentando alcanzar la frontera es que la intentona de Vera ha fracasado. Traicio­nados por los infiltrados y vigilados por la Policía, los anarquistas españoles en el exilio no han podido derribar la dictadura de Primo de Rivera, que se hace fuerte a base de represión. En privado, el dictador se jacta de estar acabando con los anarquistas, que mueren a centenares con un hierro clavado en la nuca por los verdugos del Estado o con una bala en la cabeza gracias a los pistoleros de la patronal. La censura hará su trabajo y los periódicos del momento apenas mencionarán lo sucedido. La intentona de Vera caerá en uno de los olvidos más oscuros de la historia del anarquismo español, a pesar de que en ella participaron algunos de los que luego serán figuras clave de la Guerra Civil, como Durruti, Ascaso o Vivancos.
Pero las dictaduras caen, o al menos son sustituidas por otras, y los censores acaban olvidando algunos episodios. Entonces alguien llamado Pablo Martín Sánchez teclea su nombre en Google y encuentra una página que habla de un militante anarquista que se llamaba como él. La información es muy escasa, apenas un par de fechas y unas pocas líneas, pero lo suficiente para encontrar un hilo del que tirar. Un hilo que lleva a una novela de Baroja, al Registro Civil de Barakaldo, a la residencia de ancianos donde está internada la sobrina de Martín Sánchez, que a pesar de sus 90 años aún recuerda perfectamente la sonrisa ladeada de su tío. Basándose en las conversaciones mantenidas con ella durante meses y en una exhaustiva documentación histórica, ese otro Martín Sán­chez ha reconstruido la historia del militante anarquista, desde su nacimiento en 1890 hasta que fue condenado a garrote vil en 1924. La historia de su amor por Ángela, que le costó un disparo en el pulmón, y una búsqueda de años que solo acabó cuando estaba a punto de ser ajusticiado. La historia de su exilio en París al estallar el golpe de Estado, de su encuentro con Emma Goldman en EE UU, de su trabajo como corresponsal en el matadero de Verdún. La historia de alguien que había luchado y había perdido. Que había conocido demasiado pronto a los que engrasan los fusiles y ajustan las camisas de fuerza, a los que introducen las larvas en los oídos de los hombres mientras duer­men, a los que engendran la enfermedad y la peste. Que había muerto demasiadas veces.
La historia de Martín Sánchez tenía que ser contada porque hay cadáveres demasiado hermosos para ser enterrados, que desprenden luz como si hubiesen visto todos los incendios o hubiesen masticado cientos de luciérnagas. Su historia tenía que ser contada, pero no era sencillo hacerlo sin convertir al militante anarquista en carnaza para el mercado de camisetas, parches y llaveros que devora constantemente frases y rostros. El autor ha conseguido algo tremendamente difícil: contar una historia compleja con sencillez. No hay juegos con el lector ni técnicas narrativas rebuscadas: sólo se cuenta una historia, y esa historia es suficientemente hermosa por sí misma. El anarquista que se llamaba como yo es una novela enorme, de esas que no quieres que se acaben, de las que te hacen pasar las páginas con un nudo en el estómago porque sabes que la insurrección fracasó, que los rebeldes de Vera nunca consiguieron acabar con la dictadura, que Pablo fue condenado a morir por un Estado con las manos demasiado manchadas de sangre. O quizás no. Quizás los incendios nunca se apaguen del todo. Quizás las condenas a muerte no sean tan seguras.

[Reseña publicada originalmente en Diagonal]

jueves, 27 de junio de 2013

Dios murió en tus brazos de anarquista gelatina o Por qué leer a Álvaro Guijarro

[órbita del cometa Halley]


Cada vez que leo algo de Álvaro Guijarro tengo la sensación de estar ante un poeta enorme. De esos que solo pasan una vez cada varias décadas, como el cometa Halley. Creo que tenemos suerte de que escriba.


Dios murió en tus brazos de anarquista gelatina
aquel agosto de papiros hundidos en rocío.

*

Insólitas medicaciones asaltaron mi voluntad
hasta ser un asceta adorador de los floreros.
Aunque yo me sabía destinado a múltiples poderes
ocultos, perseguí el mareo del mosquito.

*

Porque los cabecillas de las mafias serbias
tomaban café solo, apenas quedan asesinos.

*

(¿Por qué tengo que usar novedosos microondas?
¿Por qué tú estás obligada a un necio potencial
que no ha interiorizado diez pipas bien partidas?
¿Por qué los caballos se quedaron en este planeta?)

*

Rodeado de 6 camas hinchables y un ayuntamiento,
revelé al mundo el absurdo de la inteligencia.

*

Tachándome de psicótico y leísta, muy veloces
sobre una bicicleta, ocuparíamos el Ministerio.


Álvaro Guijarro
La postpunk amante de Tiresias
Canalla ediciones, 2013