[Bonnie y Clyde, 1933]
En el año 2009 el FBI desclasificó el archivo que contenía la investigación que concluyó con el asesinato de Bonnie y Clyde a manos de la policía en mayo de 1934. En las casi mil páginas que contenía el documento no solo se incluían las pruebas y los indicios que la policía había ido acumulando a lo largo de casi dos años de persecución, sino también objetos personales encontrados en los registros domiciliarios. Entre ellos estaba una serie de fotografías en la que Bonnie y Clyde miraban a la cámara con actitud desafiante, elegantemente vestidos y posando con los revólveres y escopetas con los que realizaban sus atracos. Algunas de las fotografías habían sido filtradas a la prensa, pero otras nunca habían visto la luz. Una de ellas mostraba los cadáveres de los dos jóvenes tendidos en la mesa de autopsias, donde el forense extrajo más de cincuenta balas de cada cuerpo.
Pero las fotografías no eran los documentos más curiosos que contenía el archivo. Entre todos aquellos papeles desclasificados se encontraba también la correspondencia que habían mantenido Bonnie y Clyde mientras él cumplía condena por un delito menor, al poco tiempo de conocerse. La policía las había encontrado entre las pertenencias que la pareja había tenido que abandonar en una de sus huidas, cuando el cerco de la policía se estrechaba cada vez más sobre ellos. Cuando Bonnie y Clyde fueron asesinados a tiros en una emboscada, la investigación se cerró y las cartas permanecieron como material clasificado, sin que nunca fueran filtradas a la prensa.
El otro día di con ellas por casualidad y pude leerlas. Supongo que tiene que ver con cierta idealización romántica de la pareja que me había hecho, pero lo cierto es que las cartas me resultaron tremendamente aburridas. Bonnie solo repite tres o cuatro ideas, básicamente que se aburre, que ha visto a tal o cual familiar y que va a ir a ver a Clyde a la cárcel. En las de él hay algunos datos más de lo que hacen en prisión, de cómo se encuentra y de lo que echa de menos a Bonnie, pero poco más. Nada de pasión, nada de sexo, nada de amor. Cuando las comparo con las que intercambiaron James Joyce y Nora Barnacle, resultan especialmente llamativas. El escritor y su mujer siempre llevaron una vida bastante corriente, muy diferente a la carrera delictiva de Bonnie y Clyde. Sin embargo, sus cartas están llenas de prácticas sexuales extremas, de gustos sofisticados en la cama, de filias eróticas curiosas. Se nota que se desean, que les está matando la distancia, que echan de menos el cuerpo del otro. En las de Bonnie y Clyde no hay nada de eso. Supongo que la comparación con un escritor como Joyce no es justa, pero no se trata de la calidad literaria. Bonnie y Clyde parecen simplemente dos adolescentes aburridos que no paran de quejarse, mientras que Nora y James arden de fiebre el uno por el otro. Y a mí me gusta ver a la gente arder.
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