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martes, 3 de septiembre de 2013

de lo que dijo Clara Bow cuando Robert Savage intentó suicidarse o de cómo los hombres de verdad utilizan pistolas




Mi padre me inculcó desde pequeña el gusto por las películas antiguas, especialmente el cine mudo. Las veíamos casi siempre los domingos por la tarde, y mi padre nunca me dejaba hacer palomitas. Decía que las películas no estaban hechas para atiborrarse a comida mientras las veías, ni siquiera los bodrios actuales de Hollywood. Era una falta de respeto. Mis preferidas eran las de Chaplin y Keaton, porque me hacían reír. No entendía aún la crítica social que había en ellas, pero era gracioso ver cómo perseguían y golpeaban a los protagonistas. Con seis o siete años ya había visto varias veces la filmografía completa de ambos. A los doce o trece empecé a sentir fascinación por las actrices del cine mudo, y es algo que todavía me sigue pasando. Las actrices actuales no me dicen nada, me recuerdan a estatuas de diosas antiguas: hermosas, pero distantes e inexpresivas. Las divas del cine mudo eran todo lo contrario. Tenían esa belleza extraña y tenebrosa de los cuentos de terror. Ese aire macabro que el maquillaje que se usaba en el cine mudo acentuaba aun más: para que el público pudiese apreciar mejor los gestos de los actores en una cinta en blanco y negro y de baja calidad, se les pintaban los labios y el contorno de los ojos de color negro y la piel de blanco. 

De todas aquellas actrices, mi preferida siempre fue Clara Bow. De alguna manera, Bow había conseguido sobrevivir a una infancia marcada por la enfermedad mental de su madre y las palizas de su padre, un disminuido psíquico. Fue la única de sus hermanos que lo consiguió. La madre era propensa a sufrir ataques, y atormentaba continuamente a su hija diciendo que tenía que matarla. Una noche, la muchacha se vio despertada de un sueño profundo por su madre, que blandía un cuchillo de cocina con el que pretendía cumplir la promesa que tantas veces había repetido. "Este mundo es terrible, estarías mejor muerta", la oía repetir. Afortunadamente, se desmayó antes de poder cumplir la tarea.

Supongo que esto marcó a Bow, que nunca se tomó la vida demasiado en serio. En una ocasión, Robert Savage, uno de sus múltiples amantes, se obsesióno con ella hasta la locura. Viendo sus avances burlados, Savage se tumbó sobre un diván y se cortó ligeramente la muñecas de modo que la sangre fluyera sobre un retrato de Bow. Ésta convocó una rueda de prensa, y todos los periodistas imaginaron que iba a expresar su pena por el desgraciado incidente. Sin embargo, Bow no era el tipo de persona que lamenta las idioteces de los demás. Dijo que cómo se atrevía Savage a insultarla con una demostración tan tibia. Un hombre de verdad habría utilizado una pistola. 


viernes, 15 de marzo de 2013

palpita-palpita-palpita-palpita



Ayer llegó a casa "Sangrantes". Aún no lo he leído, pero ya palpita-palpita-palpita encima de la mesa.

Cristina Peri Rossi Jeannette L. Clariond Chantal Maillard Ada Salas Angélica Liddell Teresa Domingo Maite Dono Marta Agudo Rocío Cerón Julieta Valero Estíbaliz Espinosa Miriam Reyes Olga Novo Begoña Callejón Leire Bilbao Ana Gorría Laia López Manrique María Ramos C.L. Andrada Elena Medel Natalia Litvinova Layla Martínez Berta García Faet Laura Rosal Eba Reiro Clara Bueno Sara Torres Agostina Ciccone Sandra Martínez. 

cuatro poemas cada una. doscientas cincuenta y cinco páginas. edición a cargo de Luna Miguel 

os iré contando


pum-pum  pum-pum  pum-pum 



[está publicado por la editorial Origami. Se puede conseguir a través de su página web y en librerías como Arrebato o Antonio Machado, las dos en Madrid. Dentro de poco en más librerías]




domingo, 1 de enero de 2012

despertar de la fiebre en un año distinto




despertar de la fiebre como el que despierta de un ataque de narcolepsia como el que despierta de un ataque de narcolepsia y no sabe dónde está pero sabe que está lejos de su casa en algún lugar extraño     despertar y encontrar un poemario en el correo un poemario sin puntos ni comas ni mayúsculas    para no dejarnos respirar porque la respiración nos hace parecer máquinas salvajes o ciervos     un poemario que va sobre el amor y sobre el sexo y sobre una mujer o muchas mujeres que solo son una       a mi que no me gustan los poemas de amor porque no los entiendo pero tu nombre/ lo llevo azul o templado entre mis dedos pero su pálpito de luciérnagas  pero yo te nombraré pájaro.



Los versos en cursiva son de Tomás Rivero, del poemario "Fornicaciones". Su blog aquí

miércoles, 31 de agosto de 2011