La tórtola apuñalada
no es una víctima,
es un tipo de tórtola.
Berta García Faet
Aquel día conocimos al coleccionista de insectos que vivía en el Museo de la Tortura de San Pertersburgo. Su experiencia con los alfileres y los murmullos incomprensibles le había hecho comprender dos cosas:
1. Que un corazón de mamífero sometido/ a altas dosis de desierto tiene la propiedad de predecir lo venidero cuando es cortado en pequeños trocitos y colocado debajo de la lengua.
2. Que lo que se acaba (lo triste)/ no anula el suceso (lo bello)/ sino que le es paralelo.
Por eso cuando vinieron las heladas rojas el coleccionista de insectos decidió encerrarnos en el sótano. Cada noche encendía un candil distinto y nos hablaba de los murmullos de los insectos, que cantaban en lenguas extrañas. Nosotras nos sentíamos bonitas: eso bastaba: eso entonces bastaba.
[es un cuento colectivo. La imagen del museo de la tortura y los versos en cursiva son del poemario "Fresa y herida", de Berta García Faet, que recomiendo mucho. La imagen de las heladas rojas es de Giovanni Collazos, al que también tenéis que leer tanto como podáis. Lo demás es mío.]