Iniciamos la tercera entrega de humor de cine de febrero (enlace a la segunda) con la trumpista recreación de Dominique Mutio del cartel de la película Tiburón (Jaws, 1975), titulada en Francia Les dents de la mer (Los dientes del mar). No hace mucho, en el apunte Humor de cine y tv de enero 2025 (1ª parte), reunimos las versiones protagonizadas por Trump que entonces teníamos en nuestra colección. Y con esta que tan buen partido saca al famoso tupé llegamos a la media docena. Proseguimos con el dibujante francés de ascendencia argentinobrasileña Micaël [Queiroz], que representó a Elon Musk a imagen de El gran dictador (1940) de Chaplin. En Humor de cine y tv de enero 2025 (2ª parte) encontrarán una extensa muestra de interpretaciones de Donald Trump de la famosa danza con el globo terráqueo.
Televisivo show de Mediaset es la brevísima excursión al espacio (el viaje dura 11 minutos) de Jesús Calleja cuya presentación como astronauta fue objeto ayer de la ironía de Santy Gutiérrez.
PS - El sábado 1 de marzo llegó el homenaje a Gene Hackman de Miki y Duarte. Lo acompañamos con la despedida de Carlos Boyero.
Siento un latigazo y anticipada melancolía cuando me entero de la muerte de un tipo al que no conocía, pero que me hipnotizaba cada vez que aparecía en una pantalla. Se la comía, era imposible desentenderte de su presencia, era uno de los grandes. Y quedan pocos. Se llamaba Gene Hackman. Veo en la televisión imágenes recientes de un Hackman devastado por la edad. Tenía 95 y muy vividos años. Todavía no saben qué ocurrió. Como el acorralado Zweig y su esposa, como el también devastado Koestler y la suya, a lo mejor o a lo peor decidieron largarse juntos de un mundo que se les había puesto muy chungo. Pero el pobre perro, igual quería seguir aquí. O fue por un maldito escape de gas. ¿Qué más da? Que le vaya bien en el otro mundo o en la nada a ese actor maravilloso, tan duro y tan versátil. Incluso podía ser cómico, como demostró haciendo de Lex Luthor en Superman.
Y era muy tío de forma natural. Como Bogart, Mitchum, Marvin. No hacía falta que la producción les colocara un sombrero en la cabeza y un cigarrillo en la boca. Eran otra cosa, una forma de ser y de estar. Estereotipos de siempre, masculinidad tóxica, machismo ancestral, arquetipos caducos, afirmarían sin rubor quienes ahora viven su esplendor en la niebla, o en su nómina, con nuevos conceptos. Pues vale. Pero todos esos tíos, además de la fascinación que desprendían, te hacían creer en los personajes que interpretaban. Cuestión de personalidad, magnetismo, talento.
Hackman nunca me pareció ni joven ni viejo. No tenía edad en el cine interpretando a canallas, como ese tipo de crueldad infinita que sin embargo no puede construir su soñada casa sin que aparezcan las goteras en la genial Sin perdón, el policía obsesionado y siempre burlado para pillar al rey de la heroína en French Connection, el descubridor profesional de intensos secretos ajenos y alguien más solo que la una de La conversación, o mi héroe favorito, ese perdedor que amaba a los caballos, capaz de compartir con su colega de toda la vida el premio proteico de entrar el primero en la meta en el precioso wéstern Muerde la bala. E incluso en películas mediocres u olvidables, me gustaba verle. No ocurre con mucha gente.
La cámara siempre ha estado enamorada de esas actrices y actores. Los convertía en dioses. Les admirabas, les querías. Perdí de vista a Hackman hace mucho tiempo, pero siempre tendré incrustada en mi memoria su imagen. Gracias por todo, Sr. Hackman.