Por un instante pensé que iba a ser madre...
Vos me lo habías dicho; habías visto mis ojos brillosos y me habías tocado el vientre...
La noche me había entreverado entre el orgasmo del sexo en el rincón de aquella casa, y el miedo por pensarme en un cuerpo extraño de repente... ajena a cualquiera que se hubiese cruzado alguna madrugada entre el vino y las flores...
Y quise comenzar a comprender desde ese momento el grito que iba a tener que callar y el llanto que me ibas a hacer tragar como buen hijo de dios... Todo se volvió negro. Y estuve muchas veces abstraida pensando cómo iba a ser decirte que estaba por ser madre, que ibas a tener que acompañarme, a pesar de la tristeza, y amoldar tu perfil de estructuras mentales para privarte de tantas cosas.
Ya sé que fue real pensar aquello... El hijo crece y desmantela los campos grises, corrompe todos los lugares, los aniña, los corroe, los agiganta, los ilustra...
((Nuestros ojos caídos golpean el vacío de todo el tiempo que se comió aquél... Todas las palabras débiles que podamos llegar a emitir, no salvarán los días que logró llevarse consigo bajo sus pequeños brazos frágiles))...
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