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martes, 22 de mayo de 2012

serie.sueño - la tela

Después de que levanté la cabeza se me empezaron a ir los pies hacia arriba.
Pensaba en las telas colgando, pensaba en el viento que no tengo, pensaba en lo que no.
Subo cada vez que no se me han partido las ligaduras
subo y me sostengo. Trepo.

Allí arriba me acuerdo de las veces en la hamaca, de cuando nos tirábamos mareados hacia atrás, del árbol verde. Tenía la sensación en la boca, el gusto a piedras, a pasto viejo, la tierra, las pocas flores. Tenía el olor a cadenas en las piernas, y el miedo a soltarme. Después, de la forma arqueada de la espalda que tengo desde los seis años, y me acordé también de que nunca me dolieron los huesos -quizá por eso hoy sí. Era la imagen de un arco rojo con rayas azules, y barrotes que se entrecruzaban en línea recta. Clavado en la tierra, el arco me extendía los brazos mientras volvía a ese aire, sostenida por unas rodillas débiles y marcadas que no.
También tengo la imagen de mis padres ayudándome a subir a los juegos del parque cuando tenía cuatro años. Los observaba en su altura, los observaba jugando a ellos con sus propios miedos, se me llenaba la cara de risa. Había sido en un lugar que hoy ya no existe, en un punto en un hueco en una rueda de bicicleta. Había sido hace mucho, pero todavía siento la fuerza que hice con la manos, para no caer.
Hoy me subo a ese arco tremendamente suelto, a esa hamaca lábil indómita, a esa lana caliente que te ensancha te aprieta te encadena. Subo y tengo que soltarme y tomarme nuevamente los empeines, saltar y girar hacia atrás, volver a mirarme la espalda, los talones. Siento que mis extremidades están gritando, que mañana no podré mover ni un solo dedo, que pasado quiero subirme otra vez, que.
Lo toco; llego al suelo con los hombros cansados, la miro. Empecina el aire con querer que vuelva a subir.