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lunes, 10 de enero de 2011

miniatura

   Apenas volviste a apagar la luz, escuché el trazo de la gillete sobre el vidrio de la mesa.
   Intento alzar el torso, lamer los bisturíes para evitar palabreríos, pero caes, ágil, sobre la falda larga de mi vestido, el que no has sabido quitarme, para impedir que me vaya. Y yo no quiero hablar.
   Vienes en pos de la miniatura de desamor que te di una vez, a desgranarme en mil hilos rojos, chorreantes de escorias luzazules, solventes de la oscura casa sin ventanas.
 
   Los gajos del diario de hoy anuncian un período de infertilidad. Y es lo que ocurre.
   Nada de cántaros rebalsados.
   Nada bajo el brazo.
   La hambruna y la anemia en un solo frasco de estatismo.
   Y tu paladar,
       lleno de agua dulce...

jueves, 30 de diciembre de 2010

se oye

Te resuenan por dentro los charcos gruesos que se fueron formando por la lluvia.
Sales, a acortar las lejanías y te das cuenta de la ubicuidad de tu mismo y áspero reguero.

Das la espalda y por detrás hay niños que lloran y que vociferan maldiciones con los dientes amarillos, encerrados entre cuatro paredes descascaradas. Sólo los escuchan sus manos dormidas de la opresión y el desencanto.

Allá, tras las miles de ventanas y puertas mal cerradas, logra oírse el traqueteo malsano de tus hijos, que empolvan los cajones con sus talones duros y sus orejas rojas por el frío, urdiendo el aparente golpeteo de sus rodillas contra el suelo, gastadas, gastado.


Y no hay regreso...


Y soy la única damita que calma el mar de charcos...