jueves, 17 de febrero de 2011

"EN EL PATIO CABALLOS" (Artículos de opinión e investigación, por Juan Fernández)

MUJERES NAZARENAS

Reciéntemente se cerraba de forma definitiva en Sevilla el mal llamado problema de las mujeres nazarenas. Las tres cofradías que aún negaban en sus reglas hacer Estación de Penitencia a las mujeres, El Silencio, La Quinta Angustia y El Santo Entierro, eran obligadas a levantar el veto. Son muchos los que se rasgan hoy las vestiduras ante tal decisión, auspiciada por un Decreto del Arzobispo de Sevilla Monseñor Asenjo. Yo ante esto no me postularé ni a favor ni en contra, simplemente diré que la burocracia cofrade, es un tema que sencillamente me aburre.


Pero para los que hablan de tradición rota,que es impensable que El Silencio saque mujeres en su cortejo o que se desvirtúa el sentido de la Estación de Penitencia, les refrescaré la memoria, con un poco de historia. Destacados historiadores de la religiosidad popular aseguran que la presencia de la mujer en los cortejos de las cofradías no sólo no era algo excepcional, sino incluso habitual en algunas cofradías, al menos en la Sevilla de mitad del XIX.

Por su parte,Eustaquio Ilundain y Esteban, Cardenal Arzobispo de Sevilla (Pamplona 1862-Sevilla 1937) ocupó la Sede Hispalense en 1921, donde permaneció hasta su fallecimiento. La polemicidad sobre el Cardenal Ilundain en lo cofradiero, se refiere principalmente a sus actuaciones con respecto a las hermandades.

Así,para comprender esa animosidad en contra del prelado, nos trasladaremos a 1929, un año de exaltación en la Sevilla Cofrade. En especial,los conflictos llegaron en sus decisiones para con la hermanad de La Macarena, en la que nombraría una Comisión Administradora encabezada por D. José Sebastián y Bandarán cuyo fin era "encauzar la vida y gobierno de la Hermandad".


Como si esto no fuera poco, en 1929 el Cardenal emite un Decreto,remitido por carta a todas las hermandades, en el que se especificaban unas prohibiciones por los "abusos" que ocurrían en las procesiones de Semana Santa.Entre ellas destacaba la negativa al cante de Saetas, el parar los pasos a petición exprofesa, o que el Viernes Santo no hubiera procesiones entre las nueve de la mañana y las primeras horas de la tarde. Todas las cofradías debían de estar recogidas antes de las nueve, a excepción de la Esperanza de Triana, que por su largo recorrido se le permitía recogerse a las 10.

Uno de los puntos además que trataba era el de la prohibición de que las mujeres participaran en las procesiones de Semana Santa, pudiendo sólo llevarlas aquellas cofradías que tuvieran una tradición de mas de 30 años en tenerlas en sus cortejos y sin poder superar el número de 40 participantes.

Por tanto, la existencia de mujeres nazarenas en los cortejos sevillanos ha sido siempre normal y secular,por lo que el único periodo sin mujeres nazarenas han sido los cincuenta y ocho años que median entre 1929 (Decreto del Cardenal Ilundáin) y 1987 (salida de hermanas nazarenas en la Vera-Cruz o San Esteban,si bien en 1986 ya lo hicieran en Los Javieres).

Además, a aquéllos cofrades que se las dan de cierta raigambre en esto del postulado cofradiero, les invocaría a que se leyesen la Historiografía de las Cofradías de Sevilla, de Félix González de León (1851), donde se certifica que en la Hermandad del Silencio, ya en la segunda mitad del siglo XVIII, de los 600 miembros del cortejo,300 eran mujeres “con cera de a libra”. Con anterioridad al año 1940, la presencia de hermanas en la estación de penitencia era un "hecho cierto". Esta archicofradía conserva en su vasto archivo papeletas de sitio expedidas a nombre de dichas hermanas,las cuáles se situaban en tramos de vela,eso si,sin vestir la túnica, tras el paso del Nazareno.A partir de esas fechas, fue prohibido por el Cardenal Segura.
Podemos incluir al Gran Poder citando al mismo autor, cuando dice "...También llevaba hace treinta años un numero de mujeres muy crecido, de hermanas devotas que procesionaban que al tiempo las han retirado de la cofradías...".

En definitiva, una prohibición absurda, carente de tradición alguna y a la que si hacemos caso a las Escrituras, las Mujeres, siempre siguieron y nunca abandonaron a Jesús durante su Pasión y Muerte, siendo por tanto, las primeras nazarenas de Cristo.