Gracias a él, mi hermano Miguel con su magia musical y yo con mis nociones básicas, pudimos darle forma a una melodía de J.Berthier que descrubrió entre su archivo, llamada Per Crucem.
Un abrazo
Hoy vuelvo a hablar de la Semana Santa de ayer. Y en concreto de una hermandad que me genera una especial empatía: la Soledad de San Buenaventura, esa hermandad que posee el título de real y el escudo de la Casa Real lusitana en su heráldica, por haber pertenecido a la misma, la Reina Amalia de Portugal en 1907.
Conocido es el gusto que en ocasiones, y la mayoría de ellas desafortunadamente, tienen las cofradías sevillanas por sustituir su patrimonio procesional. Sin menospreciar el actual paso de la Virgen de la Soledad de San Buenaventura, una obra riquísima, donde han intervenido maestros en sus diferentes disciplinas, como Guzmán Bejarano o Armenta, particularmente me sigo decantando por el canasto anterior en el que procesionaba esta dolorosa de Gabriel de Astorga. Y es así, porque no sólo rezumaba un sabor y una solera inigualables, o que hiciese que su titular fuese la primera Soledad en hacer estación en un paso dorado y con cruz, o con ese frontal achaflanado, con un grácil aire barroco, o que acoplase a la canastilla los respiraderos de talla antiguos del Gran Poder, sustituidos en 1909 por los bordados de Rodríguez Ojeda. O que,si observan la foto, mantenga ese detalle tan cotidiano entonces, hoy desaparecido salvo en esa joya que es el canasto del misterio de Los Caballos de Santa Catalina, de la barra metálica ante el frontal de canasto y respiradero, que preservaba del roce y a su vez servía de apoyo al capataz.
Este paso, se estrenó en 1915 y fue obra de Antonio Roldán, y fue tristemente adquirido en 1956 por la hermandad del Amor de Jerez de la Frontera, quien a su vez hace escasas fechas lo vendió al pueblo cordobés de Aguilar de Frontera.
De esta manera, Sevilla se deshacía de una pequeña parte de ese patrimonio cofradiero, que no era ni mejor ni peor, sino simplemente único.