En todas las familias para estas épocas hay y hubo problemas para las fiestas. Yo eso lo detesto, porque soy de esas personas que adoran las fiestas, y a pesar de todas las que me han pasado durante ellas, las sigo adorando.
Quizá es el comienzo del calor mas fuerte y la posibilidad de meterme al agua, o los días feriados bien seguidos. De algún lado me ha quedado el reflejo condicional de amar las fiestas. Durante diez años, la llegada de diciembre significaba también que había terminado de rendir. Este año es mas o menos igual, porque mañana rindo inglés (Yes! And I am here writing in spanish).
De chica detestaba las peleas familiares por el trabajo que llevan las fiestas. Particularmente esa idea de comer hasta reventar, hasta sentirse mal, y hasta tener permiso para eso, no me gusta. Pero al parecer uno tiene "permiso social" para arruinarse la salud... o al menos eso utiliza Hepatalgina en sus campañas: Un clásico del 25: Hepatalgina.
Pasaría las fiestas comiendo sandwich de miga o un plato de fideos, es EXACTAMENTE lo mismo para mí, pero lo que siempre querría es pasarla con la gente que quiero.
De chica no entendía que corno tenía que ver la ensalada rusa, con que hayan quedado todos peleados y hasta llorando en unas fiestas. Ahora lo pienso de grande y digo ¿Es necesario pasarse un mes cocinando y odiando al resto de la familia por lo que hacen o dejan de hacer.
En las fiestas siempre está la que no hace nada:dícese aquella a la que le sacan el cuero durante todo el mes porque no va a laburar como una perra para que morfen todos como osos antes de hibernar.
Acá en Buenos Aires para colmo hacen 32°C a la sombra un calor terrible, y por alguna cuestión de ascendencia o descendencia norteña, comemos como en julio.
Yo este 2010, me sumo a la cruzada: Para que Hepatalgina no sea un clásico de los 25!!
¡Gracias por estar acá!
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viernes, 10 de diciembre de 2010
lunes, 11 de enero de 2010
Aún creo en los reyes
Estaba leyendo algunos blogs, en los que muchas madres se preguntaban si es lícito o ilícito “mentir” sobre los reyes y papá Noel, el ratón de los dientes y tanta inquietud por parte de aquellos padres, me dio mucha risa. No sé de que hablan ¡Si los Reyes Magos y papá Noel existen!
Esta es una duda que tenemos, y trasmitimos a los niños, y alguna vez voy a averiguar quien fue el primero en dudar, pero no es una duda de ellos. Seguramente el primero en dudar fue un adulto, siempre están esperando cosas feas de la vida ¡temen por todo lo que han perdido! Perdieron su infancia, y la capacidad de imaginar y crear solo con la mente.
Me acuerdo cuando era chica, que no necesitaba nada más que mi imaginación para crear el mundo. Jugaba en un patio de una amiga, y lo que para un adulto era una pared que le hacía falta revoque, para mi y para mi amiga era un mapa que tenía diferentes planetas de “una galaxia” inventada por nosotras. Me acuerdo de Júpiter, porque era un tremendo agujero en el medio de la pared… nadie venía a decirnos si esa galaxia existía o no existía… porque gracias a Dios los adultos no estaban metidos en ese juego que ERA NUESTRO.
No necesitábamos aclaraciones,
Ni mentiras,
¡¡Ni cuentos vacíos de imaginación!!
Solo jugábamos, éramos súper felices, y nadie nos venía a decir que nuestra galaxia era una pared llena de agujeros… La imaginación de un niño es como la ópera, y la de los adultos es como la música de chimpancés golpeteando sobre cacerolas.
Hay muy pocos juegos que podemos jugar con nuestros hijos, y este es el único que no requiere nuestro intelecto (claramente inferior al de nuestros niños), ni nuestras explicaciones carentes de sentido común.
¿Estaremos a la altura para jugar con ellos? Tendríamos abandonar aunque sea una vez por año, nuestra mente de adultos, y creer en aquellos duendes que ayudan a papá noel, o en el pastito y el agüita que hay que dejarles a los camellos, en esos seres bondadosos que nos dejan regalos… será demasiado bueno para ser cierto ¿Podremos aguantar tanta belleza? O caeremos en tontos cálculos sobre la cantidad de niños en el mundo y la velocidad necesaria para repartir tantos regalos.
Cuando juegan solos los niños no dudan.
Alguno de nosotros nos hemos preguntado, porqué en el único juego que nuestros niños juegan con nosotros, ellos dudan, caen a la triste realidad de este mundo… ¿Serán sus preguntas? ¿O las nuestras?
Esta es una duda que tenemos, y trasmitimos a los niños, y alguna vez voy a averiguar quien fue el primero en dudar, pero no es una duda de ellos. Seguramente el primero en dudar fue un adulto, siempre están esperando cosas feas de la vida ¡temen por todo lo que han perdido! Perdieron su infancia, y la capacidad de imaginar y crear solo con la mente.
Me acuerdo cuando era chica, que no necesitaba nada más que mi imaginación para crear el mundo. Jugaba en un patio de una amiga, y lo que para un adulto era una pared que le hacía falta revoque, para mi y para mi amiga era un mapa que tenía diferentes planetas de “una galaxia” inventada por nosotras. Me acuerdo de Júpiter, porque era un tremendo agujero en el medio de la pared… nadie venía a decirnos si esa galaxia existía o no existía… porque gracias a Dios los adultos no estaban metidos en ese juego que ERA NUESTRO.
No necesitábamos aclaraciones,
Ni mentiras,
¡¡Ni cuentos vacíos de imaginación!!
Solo jugábamos, éramos súper felices, y nadie nos venía a decir que nuestra galaxia era una pared llena de agujeros… La imaginación de un niño es como la ópera, y la de los adultos es como la música de chimpancés golpeteando sobre cacerolas.
Hay muy pocos juegos que podemos jugar con nuestros hijos, y este es el único que no requiere nuestro intelecto (claramente inferior al de nuestros niños), ni nuestras explicaciones carentes de sentido común.
¿Estaremos a la altura para jugar con ellos? Tendríamos abandonar aunque sea una vez por año, nuestra mente de adultos, y creer en aquellos duendes que ayudan a papá noel, o en el pastito y el agüita que hay que dejarles a los camellos, en esos seres bondadosos que nos dejan regalos… será demasiado bueno para ser cierto ¿Podremos aguantar tanta belleza? O caeremos en tontos cálculos sobre la cantidad de niños en el mundo y la velocidad necesaria para repartir tantos regalos.
Cuando juegan solos los niños no dudan.
Alguno de nosotros nos hemos preguntado, porqué en el único juego que nuestros niños juegan con nosotros, ellos dudan, caen a la triste realidad de este mundo… ¿Serán sus preguntas? ¿O las nuestras?
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