Como ya introdujimos en una entrada anterior tras la guerra el aitacho desplegó una gran actividad socio cultural y entre esta participó en la fundación de la Peña / Revista Pregón. Para ver cómo surgió dejo la palabra a Faustino Corella, mediante una conferencia que pronunció el 15 de noviembre de 1985 y publicada íntegra en la revista Pregón número 200, 65 de la nueva época, pag 33:
"Orígenes y servicios de la Peña
Pregón
I
El origen de la Peña Pregón fue de lo más sencillo y natural
del mundo. Su mayor virtud radicó en esto: nació humildemente y sin grandes
pretensiones. Cuatro amigos (Ignacio Baleztena, José Mª Iribarren, José Díaz
Jacome y yo -Faustino Corella-) nos reunimos para tratar de la publicación de
una revista. Puesto que los cuatro teníamos niestros trabajos
"oficiales", trabajos que nos absorbían el tiempo y no nos permitían
meternos de lleno en una empresa formal, enfocamos el proyecto como si de una
aventura se tratase. Los propósitos eran modestos y comenzamos a reunirnos con
mayor frecuencia para ponernos de acuerdo, organizar y coordinar los preparativos
que exigía la publicación de una revista cultural y navarrista, como, en
efecto, fue PREGÓN.
Una revista trimestral, como aquella, parecía exigir el
montaje de una redacción y de unos despachos en toda regla, pero a nosostros
nos bastó con los rincones de una imprenta. Esa imprenta fue "La Acción
Social", relacionada por aquel entonces con las oficinas de la Federación
Social-Agraria del mismo nombre.
Portada del primer número de la revista Pregón en vísperas de San Fermín de 1943 |
Las primeras reuniones formales, necesarias para maquetar la
revista, las teníamos unas veces en el domicilio de Ignacio Baleztena, otras en
el domicilio o en el despacho de José Mª Iribarren, o en mi casa o en la de
José Díaz Jacome.
Si en un principio fuimos cuatro, al poco tiempo éramos ya
siete, y, a partir de esta cifra, el número de "pregoneros" fue oscilando
entre seis y nueve...Esto dio lugar a los diversos timbrazos de las puertas de
nuestros domicilios, con las consiguientes molestias de abrirla, preparación de
abundantes cafés, vaciado de botellas de coñac o pacharan y contaminación del
ambiente domiciliario por el humo de innumerables pitillos y algún que otro
cigarro.
Con este panorama ya os podéis imaginar que un buen día
nuestras respectivas esposas se hartaron y se pusieron de acuerdo para
decirnos: "Si necesitáis reuniros para tratar de vuestros escritos,
podéis hacerlo en el kiosko de la Plaza del Castillo, pero en casa,
sanseacabó". Se ha dicho que la mujer tiene una sonrisa para todas las
alegrías, lágrimas para todos los dolores, consuelo para todas las desgracias,
excusa para todas las faltas, (súploica para todos los infortunios) y esperanza
para todos los corazones, pero las nuestras no tuvieron comprensión para
nuestras aficiones literarias.
Los "pregoneros" nos quedamos, pues, sin domicilio,
desahuciados y a la intemperie.
Así pues las tertulias hubieron
de trasladarse al bar Cinema
La vida allí (os hablo de los 50) era agradable, cordial y
trascendió a los círculos de nuestras respectivas amistades. De aquí que de los
seis a los nueve contertulios del principio, se pasara a otros más... y aquello
terminó por convertirse en un grupo muy numeroso."
Y hasta aquí esta historia sobre la revista Pregón en cuyo
inicio estuvo el aitacho y que continuará la próxima entrada si Díos quiere.